¿Qué te Dice tu Hambre?


A veces hemos comido y al rato tenemos hambre, pasamos frente al escaparate de una panadería y sentimos hambre, el olor a pasteles nos fascina y nos produce…hambre. Hambre, hambre, hambre… ¿Quién no ha sentido un voraz apetito, cuando ve la preparación de una comida sabrosa en la televisión o cuando huele la comida a través de las ventanas abiertas de las cocinas de las casas?

Este tipo de conductas, ¿A qué responden? ¿Crees que cada vez que te surge la necesidad de comer, ésta es real? ¿Sabrías contar cuántas veces a lo largo del día tienes pensamientos centrados en la comida o en los alimentos? ¿Cuántas veces necesitas comer para sentirte bien?

Aunque pueda parecer una obviedad, en muchas ocasiones comemos sin pensar, como un acto reflejo y sin tomar conciencia del momento, comemos porque nos parece que necesitamos comer. A veces lo que tenemos es sed y no sabemos discernir lo que sentimos. Emociones como fatiga, aburrimiento y ansiedad nos dan sensación de hambre, pero ¿Qué tipo de hambre es esa?


Jan Chozen Bays, pediatra de Harvard y autora del libro “Comer Consciente: Una guía para redescubrir una relación sana y alegre con los alimentos”, identifica siete tipos de hambre que nos condicionan. Esta clasificación nos ayuda a esclarecer distintos comportamientos alimentarios, que podemos relacionar con nosotros y lo que ocurre en nuestro interior. Dado que nuestra manera de relacionarnos con la comida afecta a nuestra salud, resulta interesante reconocer y reflexionar sobre el tipo de comportamiento alimentario con el que nos sentimos identificados.

Hambre Visual. Es el tipo de hambre que nos hace comer cuando vemos la foto de un postre o de cualquier plato preparado de forma muy apetecible. Esta clase de efectos son muy utilizados por las empresas de marketing, para que totalmente hipnotizados por la foto, se nos despierte el deseo y compremos inmediatamente la comida que se nos sugiere. A través de estas fotos llamativas somos capaces de descubrir el sabor, el olor y hasta la textura de los alimentos, lo que hace que nos apetezca mucho comer.

He oído muchas veces el tópico: “Comes más por la vista que por la boca”, aplicado a personas que muestran avidez y ansiedad ante un plato repleto. También es común observar este comportamiento ansioso en los autoservicios. Según señala la Dra. Bays, son muchas las investigaciones que han demostrado que "la vista es muy potente a la hora de influir en el comportamiento alimentario e incluso puede anular todas las demás señales de saciedad".


Hambre Olfativa. No podemos resistirnos al buen olor de un alimento. Hay olores muy tentadores, el de pan, el de café recién hecho, el olor dulzón de los bollos o pasteles… Pero esta sensación ¿es realmente hambre? Si hacemos un acto de conciencia, en muchas ocasiones nos damos cuenta, de que no tenemos realmente hambre sino que simplemente el olor nos despierta las ganas de comer. De hecho el olfato es, en cierto modo, “saciante” y puede “alimentarnos”, nos embauca. Reconocemos cuando “estamos llenos”, si el olor de los alimentos es percibido por nosotros con menor intensidad. Cuando olemos menos, el hambre ha disminuido, estamos saciados.

La Dra. Bays, además, sugiere en su libro, hacer un ejercicio de toma de conciencia, y tratar de dar respuesta a  las siguientes cuestiones:

¿Cuántos olores puede detectar al margen del que desprenden los alimentos que han despertado su interés?

¿Cómo cambia el sabor del alimento a medida que inhala y exhala?

¿Cuánto tiempo persiste el sabor después de tragar?


Hambre Bucal. La experta en comportamiento alimentario lo describe como "el tipo de hambre que experimentan quienes tienen la 'necesidad' de probar constantemente nuevos sabores y texturas", lo quieren probar todo y a todo le sacan una particularidad. En otras circunstancias de pérdida de salud se experimenta justo lo contrario, la pérdida del gusto por los alimentos. 


Hambre Estomacal. ¿Ansiedad o hambre? Muchas personas tienen lo que ellas denominan “ataques de hambre”, lo que es una frase que refleja este tipo de apetito, que conduce a comer más y de una manera desmedida. ¿Tengo realmente hambre o es en realidad apetencia por algún sabor o por algún alimento en concreto? ¿Quiero comer siempre a la misma hora? Si por el contrario, el “estómago” pide algún alimento concreto, la doctora sugiere observarse a uno mismo y reconocer las sensaciones que le invaden en cada momento. ¿Tensión? ¿Nerviosismo? ¿Inquietud? ¿Fatiga mental? ¿Alegría? ¿Euforia? Es posible que el cuerpo no esté necesitando comida, pero sí descanso. Unos ejercicios de estiramientos, unas respiraciones profundas, salir a la calle unos minutos a respirar aire fresco pueden ayudar a identificar el origen del apetito. Saborear un o comer pausadamente una fruta o unas tortitas de cereales son algunas propuestas sanas, mucho más ligeras (y digestivas) que caer en la tentación de comer la galleta de chocolate, el bombón, las patatas fritas o los frutos secos.


Hambre Celular. Se refiere a los antojos y responde a uno de los instintos más primarios: la supervivencia. La especialista explica este tipo de hambre como la necesidad orgánica de ciertos nutrientes que se expresa en la necesidad de comer alimentos muy concretos: chocolate, zanahorias, almendras (y no otros frutos secos), queso, sardinas enlatadas... También advierte que “el cuerpo los pide para funcionar de manera óptima, aunque la mayoría de nosotros hemos perdido la capacidad de oír lo que se nos está pidiendo”.


Mindhunger o Hambre Mental. Pensamientos como “tengo que comer menos azúcar”, “hoy me he pasado. A partir de mañana dieta”, “debo cocinar con menos grasa”, “desayuno el doble porque tal vez no tenga tiempo de almorzar”, o “con el día que he pasado, me merezco un bollo de chocolate” son algunos ejemplos de este tipo de “hambre”. Pero también lo son aquellas maneras de comer condicionadas por el márketing alimentario, que siempre alude a las últimas investigaciones científicas... La Dra. Bays traslada una reflexión muy interesante, que es que “cuando comemos en base a los pensamientos, nuestra alimentación está basada en la preocupación”, lo cual nos puede conducir a cometer errores alimentarios. El poder de la mente es inmenso, y es el responsable en gran medida de nuestro comportamiento a la hora de comer.


Hambre del Corazón. Es el tipo de hambre que se siente ante un vacío sentimental. Esto nos conduce a buscar el alimento como compensación o para llenar el vacío dejado por el abandono. Al comer nos sentimos reconfortados. Nos relacionamos con los alimentos. Según la Dra. Bays, las relaciones “más desequilibradas con la comida son causadas por no atender a los sentimientos”. Para muchas personas comer es un placer, y como tal puede exagerarse para compensar insatisfacciones en otras áreas de la vida. De ahí la importancia de ocuparnos de nosotros y de nuestro equilibrio emocional.


Hambre que se Confunde con la Sed. El ser humano es un deshidratado crónico, por eso no distingue bien el hambre de la sed. Prefiere comer, no le gusta el agua y no sabe saciar su sed. Con atención consciente podemos distinguir qué es lo que realmente nos acucia.

Una vez que aprendemos a reconocer las diferentes clases de hambre en nosotros, podemos satisfacerlas de manera apropiada. Entonces alimentarnos deja de ser una fuente de preocupación… empezamos a disfrutar de verdad de la comida.

Cuando nos centramos completamente en los alimentos, que se disponen en nuestra mesa, el acto de comer y lo que ocurre mientras comemos… descubrimos un mundo fascinante nunca imaginado.

Lo que comemos, cómo lo comemos y cuándo lo hacemos abre las puertas a muchos aspectos de nosotros, que nos son desconocidos. Es entonces cuando comer cobra importancia, porque dejamos de verlo como un acto puramente físico y lo miramos como una expresión maravillosa de lo que nos ocurre dentro, como una manera única de aprender sobre nosotros.



FUENTES:

Comer Consciente: Una guía para redescubrir una relación sana y alegre con los alimentos. Jan Chozen Bays. Ed. Kairós



Lucía Madrigal               



No hay comentarios :

Publicar un comentario