Alimentos Transgénicos y Salud


Los Alimentos Transgénicos son un peligro para nuestra salud. Actualmente más del 90% del maíz y el 95% de la soja cultivada en los Estados Unidos y la mayoría de los países europeos en los que se dan estos cultivos, son transgénicos y es casi seguro que todos los alimentos procesados ​​tienen al menos un  componente transgénico, si la etiqueta no dice lo contrario.


Pero ¿Por qué son peligrosos? tal vez el peor aspecto de ellos es que los cultivos están saturados de uno de los herbicidas más peligrosos del mercado, el glifosato. Esta sustancia química tóxica no se puede lavar, ya que se integra en casi todas las células de la planta, y luego se transfiere al cuerpo a través del alimento.


Nadie sabe exactamente cuál será el impacto final de este tipo de productos alimenticios  en la salud de los consumidores, sobre todo a largo plazo. Los estudios en animales muestran un gran número de problemas, entre otros, aumento de enfermedades, infertilidad y defectos de nacimiento, además se han observado un incremento en los casos de cáncer y una disminución en la esperanza de vida en animales de laboratorio.

Los siguientes alimentos son transgénicos, si en la etiqueta no encontramos las siglas GMO: maíz, canola, alfalfa, soja, semillas de algodón, azúcar de remolacha azucarera, calabacín, algunos tipos de calabaza y papaya hawaiana de las variedades sundUp y Rainbow y la papaya lechosa venezolana, los tomates, manzanas y muchos otros productos de producción masiva...


Por tu Salud, elige productos NO modificados genéticamente.



Lucía Madrigal              



Come Conmigo. Vamos a Conocernos

Creemos que estamos hechos de lo que otros proyectan en nosotros, desde el ego todos lo hacemos, Sin embargo, esa no es más que una elaboración de la mente de los que desconocen que sólo podemos ver lo que tenemos en nuestro interior.  Vemos fuera lo que tenemos dentro, así que somos nuestras propias proyecciones.

¿Esto qué significa? Algo muy sencillo. Dentro, muy dentro está mi subconsciente; si pongo la intención en conocerme, medito, escucho a mi interior, poco a poco me voy encontrando con lo que soy. Sin embargo, me cuesta ver las heridas, reconocerlas en mí, porque me duele y mi ego que ha creado sus máscaras para protegerme de ellas, se siente inseguro y me disuade de continuar.

Entonces la vida se dispone para que yo siga en mi tarea de saber quién soy y me trae personas, acontecimientos, situaciones… en las que me expreso, porque no puedo evitarlo, mi subconsciente se asoma para que yo pueda sanar lo que me impide ser. No lo dudes,  lo que me muestra el otro no es más que una faceta de mí mismo, también soy lo que mi cuerpo muestra y todo lo que se dispone ante mí. Yo me veo en ti, me veo en mi cuerpo y en todo lo que me rodea.

Yo soy lo que pienso, lo que siento, lo que veo, lo que escucho, lo que hablo, lo que visto, mi casa, mi entorno…lo que como y la forma de mi cuerpo.


Soy lo que como, parece fácil y evidente, pero nunca nos paramos a ser observadores de nuestros hábitos alimenticios, de lo que supone en nuestra vida observar lo que nos ocurre antes, durante y después de comer.

Lise Bourbeau en su libro “¿Quién eres tú?” nos explica cómo nuestro comportamiento con respecto a la alimentación habla de nosotros. Nuestra manera de ser, nuestra mente y nuestras emociones influyen enormemente en nuestros hábitos a la hora de comer y alimentarnos. Creemos lo contrario y achacamos a la propia comida nuestros malestares, sin embargo todo es más complejo y las causas de un posible malestar después de comer muchas y variadas. También creemos que engordamos o estamos muy delgados básicamente por nuestra dieta, pero no es así. La mente  y las emociones están siempre presentes. No somos un cuerpo separado de ellas.

Por ejemplo si te gusta mucho lo dulce: el azúcar, las chuches, el alcohol, la pasta, el pan, los postres, los helados, los zumos…y abusas de ellos porque no lo puedes evitar, ¿Qué te está mostrando esta adicción? ¿Cómo se traduce esto en tu mundo mental y emocional? ¿Qué insatisfacción te muestra? ¿Qué necesidad de dulzura, de afecto, de amor, en principio a ti mismo? ¿Cómo te tratas? Cuando éramos pequeños aprendimos a asociar los dulces con los días especiales, las recompensas (si te portas bien te compro un helado), los detalles cariñosos, la satisfacción… de adultos hemos seguido funcionando de la misma manera y cuando no nos sentimos ni guapos ni buenos, ni agradables…nos consolamos con el dulce, los postres, el chocolate, los helados, las chuches y enseñamos a nuestros hijos de la misma manera. 


Dependemos de montones de cosas externas para sentirnos bien. Esperamos reconocimiento,  señales de afecto, palabras reconfortantes porque hacemos las cosas a cambio de algo y porque situamos nuestra felicidad fuera, creyendo que ésta depende de los demás. Esa felicidad que no sentimos la obtenemos de los alimentos dulces, lo peor es que intentar atraer cosas hacia nosotros, pedir a cambio, solicitar constantemente de otros genera mucha insatisfacción y es una causa frecuente de exceso de peso y depresión.

El alcohol, por otro lado, muestra una necesidad de evasión, casi siempre por poca aceptación de uno mismo o falta de autoestima, también por miedo, ansiedad, cólera y otras emociones negativas. Quedarte ahí, es tener más de lo mismo multiplicado.

Si te gustan mucho los sabores salados, los ahumados, puede ocurrirte que impongas en exceso tu criterio, que desees en exceso que todo funcione a tu gusto y cuando eso no ocurra, critiques, te critiques, juzgues y te juzgues. Puede que no hayas visto esto porque no te hayas hecho consciente, pero puedes observarte si quieres, y aprender de  lo que comes.


Cuando necesitamos muchos estímulos en nuestra vida puede que necesitemos el picante o estimulantes como el café ¿Qué tal si en lugar de decir ”yo es que soy muy cafetera” me planteo el porqué me ocurre eso y decido encontrar dentro de mí todos los estímulos que necesito. Tomar demasiado café, demasiado picante no nos beneficia, pero lo más significativo es lo que se nos puede estar diciendo a través de esta adicción.

Si te gustan los ácidos, te has puesto a observar cómo piensas, ¿contra quién estás resentido? ¿Qué te agria el carácter? ¿Puedes ver lo que ocurre en tu interior?

Comer mucha carne es otro indicador de la personalidad y se relaciona con la cólera y la agresividad reprimida. Hay que morder fuerte para desmenuzarla y triturarla. ¿Qué expresas con eso? También indica rencor y resentimiento. ¿Necesitas mucha carne en tu dieta?

Todo habla de nosotros. ¿Cómo comemos? Despacio, masticamos lentamente, saboreamos…Así caminamos por la vida, viviendo el momento presente. Pero si deglutimos en lugar de comer, nunca nos paramos ante la vida, nos comportamos de manera irreflexiva y no la saboreamos. Lo mismo ocurre si tardamos mucho en comer, nos quedamos demasiado en el momento y no avanzamos. Obsérvate y reflexiona. Disfruta aprendiendo de ti.


¿No te gusta nada? ¿No quieres probar cosas nuevas? Así te comportas ante la vida, cerrado y anclado en una existencia monótona. Dejas pasar el tren.

¿Usas el momento de la comida para discutir? ¿Te enfadas? ¿Haces negocios mientras comes? La hora de comer es un momento de silencio, de encuentro contigo y tu cuerpo, de saborear, de agradecer.

La elección de tus alimentos es otro asunto al que dirigir la mirada. Decidir comprar alimentos naturales es amar a tu cuerpo, es respetarlo, es ofrecerle lo que se nos proporciona directamente de la naturaleza, alimentos repletos de energía vital. Lo excesivamente cocinado, lo procesado no es reconocido por nuestro organismo que muchas veces no sabe lo que hacer con ello. ¿Has reparado en el amor, la aceptación y el respeto a ti mismo? ¿Cómo te tratas? ¿Crees que te amas? No, si no amas tu cuerpo.

Si acumulas comida en el frigorífico por miedo a que te falte de algo, verás que en muchas ocasiones tienes que tirar cosas porque se estropean o las comes a lo bruto por miedo a que se estropeen. Si tu cuerpo no lo necesita estás actuando como si fueras un cubo de basura. Es el vicio de acumular. Además, tener miedo a carecer de comida significa que hay un sentimiento de carencia en ti. ¿De qué se trata? ¿Lo sabes? ¿Has analizado tu sentimiento? Puede que no puedas, porque carecer es carecer y es igual de lo que sea. Todo es energía y el sentimiento de carencia es un potencial negativo que será equilibrado según la naturaleza y el universo consideren. Sin embargo si das, nada puede faltarte, ni te lo planteas, porque si das de corazón, el ego no interviene y lo que das, lo da tu ser.


¿Comes con horario? Has elegido un director para tu vida muy apropiado y estresante, la hora. No escuchas a tu cuerpo que te dará razones para comer en uno u otro momento y tiene muchas. Además, tiene sus ritmos. Sí lo sé, es difícil saltarse los horarios por los ritmos de vida en los que estamos inmersos, pero en lo posible es mejor relajarse y disfrutar de todo lo que acontece en la vida y por supuesto de lo que comemos.

Comer sin apetito es otra de las cosas sobre las que podemos reflexionar. Puede que sientas que no mereces vivir, eso suele pasar cuando se tiene una herida de rechazo. Si te observas sabrás lo que sientes sobre ti y podrás tomar medidas. La vida es hermosa y sólo hay que agradecerla.

En definitiva, todo habla de nosotros. Este es un blog de alimentación y nos hemos dedicado a hablar de la comida y lo que surge con respecto a ella, pero lo somos todo. Todo lo que veo fuera lo tengo dentro. No, no tengo comida, pero mis hábitos, mis preferencias, mis usos, mis adicciones hablan de mí y de mis heridas. Si estoy atenta, aprendo a conocerme a través de todo y puedo aceptarme y amarme tal y como soy, porque sé como soy.

Aceptarme es aceptar al otro, es aceptar la vida y el mundo tal y como es. Aceptar es aceptar la experiencia,  es saber que soy un ser dual inmerso en un proceso evolutivo y de consciencia imparable. Creo que experimento y crezco para un ego con el que estoy plenamente identificada, creo que sufro, pero no es así. Mi alma dirige y yo sólo soy un mero observador de lo que acontece. Equilibrado no sufro, sólo creo una realidad hermosa en la que yo tengo el honor de participar.


Conócete, reconócete, acéptate para ser libre.



Lucía Madrigal                       



Bebidas Carbonatadas y Cáncer


De acuerdo con una reciente investigación, las mujeres mayores que consumen muchas bebidas carbonatadas u otras bebidas azucaradas con regularidad, podrían adquirir un riesgo significativamente mayor de desarrollar cáncer endometrial, un tipo de cáncer dependiente de los estrógenos que afecta el revestimiento del útero.

El estudio incluyó información de más de 23,000 mujeres postmenopáusicas que fueron monitoreadas durante 14 años.


Las mujeres que bebían más cantidad de bebidas azucaradas tuvieron un sorprendente riesgo del 78% de padecer cáncer endometrial y el riesgo pareció depender de la dosis, aumentando éste a la par que el consumo. El estudio fue realizado por la  Dra. Maki Inoue-Choi, quien afirmó:

“Otros estudios han demostrado que el creciente aumento del consumo de bebidas endulzadas con azúcar ha sido paralelo al aumento en la obesidad. Las mujeres obesas tienden a tener niveles más altos de estrógenos e insulina, que son factores de riesgo para el cáncer endometrial.”

Investigaciones previas también han demostrado que la fructosa alimentaria puede promover el crecimiento de cáncer de muchas maneras diferentes, incluyendo:
  • Alteración del metabolismo celular.
  • Aumento de especies reactivas del oxígeno (radicales libres).
  • Daño en el ADN.
  • Inflamación.
Podemos elegir otros tipos de bebidas y preservar nuestra salud.




Lucía Madrigal                 



Chuches y Meriendas


Las chuches y golosinas forman parte de los hábitos alimentarios de niños, adolescentes y cada vez de más adultos. Hay montones de tipos con muchísimos colores, formas y sabores para deleitar nuestro paladar. Pero… ¿Pueden considerarse un alimento?

La RAE define chuchería como “Alimento corto y ligero, generalmente apetitoso” mientras que golosina es, según el diccionario un “manjar delicado, generalmente dulce, que sirve más para el gusto que para el sustento”. Así que, son alimentos, pero alimentos vacios, muy calóricos y con escaso valor nutritivo, que se toman a cualquier hora del día y que pueden ser dulces o salados.


SON CHUCHES:

Golosinas y dulces (caramelos, gominolas, chicles,...): en su composición predominan los azúcares y las grasas, además de los aditivos y los edulcorantes.

Chocolates (bombones, huevos de pascua, Kinder, Kinder sorpresa...): cacao y azúcar, además de leche, manteca y grasas. Cuando asociamos a estas barritas de chocolate y galleta  frutos secos y caramelos (“snacks”) su contenido calórico se dispara.

Aperitivos (patatas fritas, cortezas, frutos secos,...): grasas y aceites con elevado valor calórico y exceso de sal.

Estos tres grupos se ajustan completamente a la definición de chuche, y se utilizan para comer entre horas o “picotear”. Pero tenemos también las meriendas que suelen consistir en altas dosis de azúcar, presentes en:

Batidos, yogures y helados: leche y aditivos, en el mejor de los casos.

Zumos: pocas calorías, bastante azúcar y mucha vitamina C... pero siempre es mejor la fruta entera (fibra) y ¿quién asegura que las vitaminas aisladas, añadidas a nuestra dieta, sean aprovechadas por nuestro organismo?

Bollos y galletas: hidratos de carbono y grasas (la mayoría de palma, animales o grasa hidrogenadas, que son grasas saturadas, es decir las que empeoran el colesterol sanguíneo).


Como ocurre con otros productos de venta masiva, el marketing de las chuches, bollos y productos dulces es muy fuerte y esta publicidad agresiva va dirigida, especialmente, a los niños. Ellos no pueden diferenciar lo que les es beneficioso o no y demandan lo que ven en los medios. También es curioso que se publiciten las chuches, bollos, galletas y snacks para situaciones de cansancio o hipoglucemia, cuando se produce hipoglucemia, tras una hiperglucemia provocada por el consumo excesivo de azúcar.

Otro problema relacionado con el consumo de chuches es el de las caries. Debido al alto porcentaje de azúcar refinado (casi 100% sacarosa) presente en ellas, su consumo guarda relación con el deterioro del esmalte dental. La sacarosa fermenta muy rápidamente cuando entra en contacto con la placa bacteriana, generando un ácido que corroe el  esmalte y produce un orificio. El proceso de corrosión puede llegar hasta el nervio y hacer que el diente muera.

Pero hay más problemas, los azúcares simples cuando entran en nuestro cuerpo, por un lado producen energía y por otro, cuando hay un exceso de consumo, el cuerpo almacena una parte en forma de glucógeno como reserva energética. Cuando la acumulación de glucógeno es muy grande, éste se transforma por biosíntesis en triglicéridos, que se almacenan en la grasa. De esta manera comienza el aumento de grasa corporal y la obesidad.


Además el excesivo consumo de azúcar está relacionado con los problemas de conducta y diferentes alteraciones físicas. Cuando la sacarosa entra en nuestro organismo, se transforma en azúcares simples como la glucosa que entran al torrente sanguíneo, produciendo una hiperglucemia, vinculada con la hiperactividad. Para regular el ingreso excesivo de azúcar, el cuerpo genera insulina y se llega en muy poco tiempo a la hipoglucemia que hace que el niño se sienta cansado y desmotivado.

Luego el excesivo consumo de azúcares está muy relacionado al tan manido y mal llamado “trastorno de hiperactividad con déficit de atención”. No es un trastorno. Es un problema más, asociado a nuestra manera de comer. No sabemos cuanta cantidad de azúcar comemos al día. Contabilizarla es muy difícil, porque el etiquetado de los productos es confuso y la industria alimentaria dice azúcar de muchas maneras diferentes. Además el consumo de dulces genera adicción.


Un problema más, asociado al consumo de azúcares, es el desarrollo y la proliferación tumoral. Hay muchos estudios al respecto. Las investigaciones confirman que el cáncer se alimenta principalmente de fructosa e indican que los esfuerzos para reducir el consumo de alimentos refinados y consumo de azúcares o inhibir las acciones que se producen en nuestro interior, cuando consumimos fructosa, son muy importantes, e incluso, podrían interrumpir el crecimiento del cáncer.

Pese a que todos sabemos que el excesivo consumo de dulces causa serios problemas a nuestro organismo, la gran mayoría de personas hace caso omiso de ello y continúa consumiéndolos y motivando a los más pequeños a que hagan lo mismo. Ellos se acostumbran a comer meriendas con mucho azúcar y un dulce es un premio. Éste es un tema preocupante si consideramos que, al ya conocido problema del azúcar, se le añade en la actualidad un problema mucho más grave: las "chuches" contienen más de 17 tipos de colorantes sintéticos y grasas hidrogenadas que las hacen elásticas y comestibles.


Se elaboran con glucosa, dextrosa, jarabe de caramelo, colorantes, acidulantes potenciadores del sabor y gelificantes, aceites, ceras… Ante esto, el comentario dietético es rotundo: se trata de alimentos vacios y muy calóricos por lo que contribuyen a la obesidad, a lo que ya hemos aludido.

Su consumo continuado no es conveniente porque aportan muchas calorías (de 320 a 360 calorías cada cien gramos), azúcares (entre 70 y 80 de cada 100 gramos son mero azúcar) y muchísimos aditivos. Una generosa bolsa de chucherías, aporta a los niños la mitad del azúcar que necesitan para todo el día, calorías vacías y toxemia corporal. Los fabricantes de golosinas no están obligados a indicar en la etiqueta el total de azúcares de su producto, por lo que en muchos casos esta información no está al alcance del consumidor. Además en las tiendas de chuches puedes prepararte una bolsa tú mismo que no sabes ni lo que contiene.

Existen colorantes naturales, muy caros y no exentos de problemas, y sintéticos o de laboratorio. De entre estos últimos, los azoicos tienen adosado un grupo con una fórmula química con aminas. Estos son un grupo muy susceptible a una reducción que puede formar aminas aromáticas, de los que está demostrado que son compuestos cancerígenos y que están prohibidos en muchos países: Norte de Europa, EEUU, Canadá…

De entre los aditivos permitidos en la Unión Europea, unos 43 son colorantes, 8 de los cuales serían azoicos, entre ellos el E-122 (rojo), E124  y E129 (rojo oscuro), causante de alergias y procesos asmáticos de origen alergénico. Otros colorantes sintéticos, altamente peligrosos, son el E-133 (azul brillante) que se ha demostrado residual y se acumula en riñones y vasos linfáticos, y el E-131 (azul), que produce urticaria.

Los colores de los caramelos no tienen justificación alimenticia sino sólo cosmética, y aunque algunos colores naturales son inocuos, estos son también más caros, y por tanto la industria alimentaria los descarta.


Caramelos y chicles sin azúcar fueron el inicio hacia un concepto diferente de alimentación y  han marcado las distancias, al conseguir que el niño o adulto disfrute de un dulce sin preocuparse por el exceso de calorías que le supone ese consumo. Pero este tipo de aditivos tiene otros problemas añadidos. Los "edulcorantes de volumen" o "polioles" proporcionan un intenso sabor sin incorporar apenas calorías. En este grupo se incluyen el sorbitol, manitol, maltitol, lactitol, xilitol…

La Asociación Española de Dietistas Nutricionistas  ha desvinculado estos caramelos y chicles sin azúcar de su tradicional relación con la obesidad y la caries, pero estos tienen un punto flaco: edulcorantes como sorbitol y xilitol, en grandes cantidades, pueden provocar dolores abdominales y diarreas, debido a su efecto laxante. Otros edulcorantes artificiales como el acesulfamo potásico, el E951 o  aspartamo, el ácido ciclámico o la sacarina son muy controvertidos y están relacionados con múltiples problemas de salud.


Otro aspecto a tener en cuenta es el de los aceites hidrogenados y el almidón. Según Diego Rivera, Licenciado en tecnología de los alimentos, las grasas hidrogenadas, muy ricas en colesterol, están presentes en un 80 o 90% de los alimentos procesados. Hasta hace unos años en panadería y bollería se utilizaban para dar consistencia sólida a los productos. Las grasas vegetales, en cambio, son ricas en ácidos grasos insaturados o cis, pero como son líquidas no sirven tecnológicamente, por lo que son sometidas a un proceso de solidificación: mediante el proceso de hidrogenación una grasa líquida se convierte en una grasa sólida.

Este proceso se lleva a cabo a  temperaturas muy altas y con la utilización de níquel (muy tóxico) como catalizador. De esta forma las grasas se transforman en grasas trans y se hacen muy similares a las grasas animales, funcionando en el cuerpo como si fueran grasas saturadas. Cuando leamos el etiquetado de lo que compremos, si eso puede hacerse, debemos fijarnos en si las grasas añadidas al producto son hidrogenadas o animales. Podemos encontrar estos tipos de grasas en todos los productos arriba indicados y a veces se especifica y otras no. Tratándose de chuches, bollos y similares, ninguna de las dos opciones es saludable.


En cuanto al almidón, también presente en las chuches, podemos decir que en su gran mayoría procede de maíz transgénico, que debe etiquetarse como producto modificado genéticamente. Sin embargo, los subproductos del maíz no tienen que etiquetarse como transgénicos, por lo que no se sabe la procedencia del almidón.

Acostumbramos a nuestros niños a premiarles con el azúcar, que engancha más que el tabaco. Entre golosinas y pastelería industrial, que integran la "merienda" actual de los niños, estamos ocasionándoles graves trastornos de salud, al tiempo que contribuimos  a la desaparición de los usos alimenticios tradicionales que son mucho más saludables.

Entre las chuches, snacks y pastelería industrial, los niños reciben en su dieta diaria elevados índices de azúcar refinada que inciden en el grado de hiperactividad y agresividad de los menores, que a su vez están sometidos a una vida cada vez más sedentaria. Es así como cada vez son más frecuentes los casos de hipoglucemia (relacionada con el cansancio, decaimiento y melancolía) y la hiperglucemia (vinculada a menudo a un nivel de hiperactividad muy fuerte). No podemos ignorar, además, los problemas de caries dentales, obesidad y cáncer; estos últimos problemas acelerados con la ingesta de comida basura, típica de las dietas actuales.


En conclusión:

Las chuches tienen demasiado azúcar, además de muchos aditivos, entre otros aromas, colorantes, saborizantes, que son altamente nocivos. Son, en suma, una bomba de calorías y toxinas.

No pueden complementar platos y, menos aún (y aquí entran también bollos, galletas y similares) sustituir  a un plato o una comida.

Consumidos con frecuencia o en grandes cantidades, causan problemas: quitan apetito a los niños, producen picos de  hiperglucemia e hipoglucemia constantes y promueven las caries, el exceso de peso y nos hacen más vulnerables a enfermedades como el cáncer.

No son necesarias en nuestra dieta. Consumirlas o no es una elección y un problema de hábitos.

¿Quieres empezar a cambiar?



FUENTES:

Conferencia de Diego Rivera. Licenciado en Tecnología de los alimentos.

Comer y no morir en el intento. Adepogol. 2009.



Lucía Madrigal