Azúcar y Cáncer


“Según los investigadores de la Universidad de San Francisco, California, el azúcar representa un riesgo para la salud, contribuyendo a alrededor de 35 millones de muertes cada año”.

Todo es dulce en nuestro estilo de vida, somos adictos a ese sabor tan atrayente, somos adictos al azúcar. Desayunamos productos con altas concentraciones de azúcar, tomamos bebidas azucaradas, comemos alimentos procesados en los que el azúcar es un aditivo… Azúcar, azúcar, azúcar… El azúcar blanco refinado que consumimos habitualmente es sacarosa sintetizada de forma artificial, que no contiene ninguna de las vitaminas o minerales que el cuerpo necesita para procesarla, por lo que no sólo no nos aporta nada desde el punto de vista nutricional, sino que roba al organismo minerales y vitaminas. Otro dato importante es que en el proceso industrial de refinado y blanqueado del azúcar se emplea ácido sulfúrico, por lo que éste suele contener residuos de sulfitos y bisulfitos.

Aun así, seguimos consumiéndolo, pero azúcar es un término genérico usado para identificar a los carbohidratos simples, ya sean monosacáridos como la fructosa, glucosa y galactosa; y disacáridos como la maltosa y la sacarosa (azúcar de mesa), hay azúcares por todas partes, la fruta en exceso o los carbohidratos, las féculas, los zumos concentrados, los azúcares refinados o alimentos como los lácteos, las harinas refinadas o el alcohol, todos son azúcares. Las dulces dietas de hoy en día, están teniendo efectos poco saludables en nosotros, ya que provocan un exceso de  glucosa en sangre que puede contribuir a la proliferación de la cándida, al deterioro de los vasos sanguíneos, a enfermedades cardiacas y a otros problemas muy serios de salud.


Realmente, el azúcar provoca estragos en el organismo. Cuando lo consumimos, el sistema inmunológico se debilita durante 6 horas, lo que nos hace más vulnerables a los gérmenes, virus y bacterias nocivas. Por otro lado, el azúcar reduce las ganas de comer alimentos nutritivos como las verduras, lo que puede dar lugar a carencias nutricionales. 

Además, el alto consumo de azúcar da lugar a gases y distensión abdominal, ya que éste alimenta levaduras, hongos y bacterias dañinas en el intestino. Otros síntomas asociados al consumo de azúcar incluyen dolor articular, dolor de cabeza, fatiga, incapacidad para bajar de peso o resistencia a la pérdida de peso, así como antojos por el dulce. Por otro lado, es el principal causante de la mayoría de las enfermedades crónicas que azotan nuestra sociedad: diabetes, hipertensión arterioesclerosis, obesidad, alzheimer, candidiasis, eczema, síndrome premenstrual y... cáncer.

La ingesta excesiva de azúcar, además de estimular la producción de insulina, aumenta la actividad de una proteína llamada B-catenina, íntimamente relacionada con la progresión tumoral. Los niveles de azúcar elevados inducen cambios en la proteína B-catenina, que promueven la proliferación celular en células tumorales del intestino delgado, mama, ovario, páncreas, colon…


Las células normales producen la energía necesaria para su metabolismo mediante la vía aerobia en la mitocondria, consumiendo oxígeno.  Las células cancerígenas, por su lado, han desarrollado la habilidad de sobrevivir sin oxígeno mediante glicólisis, incluso cuando se restablece el aporte de oxígeno. Para sobrevivir, transforman el ácido pirúvico en ácido láctico mediante una enzima llamada lacto deshidrogenasa y sin necesidad de oxígeno.  Este ácido láctico modifica el PH del medio interno hacia la acidez, lo que estimula la hidrólisis de la glutamina. Esto conlleva el aumento de los procesos formadores de glucosa, con lo que se forma gran cantidad de la misma y es precisamente de glucosa de lo que se alimenta el tumor para producir ácido pirúvico, que luego se transforma en láctico y de esa forma generar energía (ATP) para su propio metabolismo.

Los tumores utilizan la glucosa para sobrevivir. Existen muchas investigaciones al respecto, por ejemplo, en una de ellas, los tumores de mama inducidos en ratones demostraron ser sensibles a los niveles de glucosa. Para tal constatación, 68 ratones fueron inyectados con una cepa agresiva de cáncer de mama y a continuación, se les administraron dietas altas en glucosa para inducir altos niveles de azúcar en sangre, hiperglucemia, normoglucemia o bajos niveles de azúcar, hipoglucemia.

Tras ella se supo que la tasa de supervivencia dependía de las dosis: cuanto más bajo era el nivel de azúcar en sangre más elevada era la tasa de supervivencia. Después de 70 días, tan sólo 8 de los 24 ratones hiperglucémicos sobrevivieron, 16 de los 24 normoglucémicos y 19 de los 20 hipoglucémicos. Lo que sugiere este estudio es que regular el consumo de azúcar es la clave para disminuir el crecimiento del cáncer de mama.


Otro estudio interesante, de cuatro años de duración, se realizó en el Instituto Público Nacional de Protección Medioambiental de los Países Bajos. Allí compararon los conductos biliares de 111 pacientes de cáncer con 480 pacientes sanos. Se encontró que el riesgo de cáncer asociado a la ingesta de azúcares, independientemente de otras formas de energía, era más del doble en los pacientes de cáncer. Además, un estudio epidemiológico realizado en 21 países del mundo moderno (Europa, Norte América, Japón y otros) reveló que la ingesta de azúcar es un factor de riesgo muy importante para el incremento en la incidencia de cáncer de mama, particularmente en mujeres adultas. 

Esto puede conducirnos a pensar que controlar los niveles de glucosa mediante dietas, suplementos nutricionales, ejercicios, meditación y medicamentos, cuando sea necesario, puede ser uno de los componentes más cruciales en un programa de recuperación del cáncer.

En 1931 el premio Nobel en medicina Germán Otto Warburg, descubrió por primera vez que las células cancerígenas tienen un metabolismo energético diferente al de las células sanas. Este premio Nobel descubrió, igualmente, que los tumores malignos, al contrario que los tejidos normales, presentan frecuentemente un incremento en la glicólisis anaeróbica, un proceso por el que las células cancerígenas usan la glucosa como carburante y obtienen como producto de desecho ácido láctico

Posteriormente, esta gran cantidad de ácido láctico, generado por la fermentación de la glucosa, es transportado al hígado. Esta conversión de glucosa en lactato genera un pH más ácido en los tejidos cancerígenos, así como fatiga generalizada derivada de la elaboración del ácido láctico. Es por eso que los tumores grandes tienden a exhibir un PH más ácido.

Este ineficiente proceso del metabolismo energético hace que la energía disponible en los alimentos y en los almacenes de energía del cuerpo no sea aprovechada, el cáncer genera un desperdicio de la energía y la persona se encuentra cansada y mal nutrida. Esta es la razón por la cual el 40% de los pacientes de cáncer mueren de malnutrición o caquexia, una alteración profunda del organismo que aparece en la fase final de algunas enfermedades y que se caracteriza por desnutrición, deterioro orgánico y gran debilitamiento físico.


Es necesario ser muy disciplinado para eliminar los azúcares o carbohidratos de la dieta con la intención de mantener los niveles de glucosa en unos márgenes estrechos, hasta conseguir matar de inanición al cáncer y fortalecer el sistema inmunológico. No prestamos mucha atención a lo que comemos y nos hemos habituado a comer demasiados alimentos dulces, sin embargo, el azúcar nos enferma.

El índice glicémico mide como un determinado alimento afecta los niveles de glucosa en sangre, asignando a cada alimento un número dentro de una clasificación. Cuanto menor sea la puntuación obtenida más lenta será el proceso de digestión y asimilación, lo que implica una absorción más gradual de los azúcares en la sangre. De forma paralela, una puntuación elevada significa que los niveles de glucosa se incrementan de forma rápida, lo que estimula al páncreas a segregar insulina para bajar los niveles de azúcar. Esta rápida fluctuación de los niveles de azúcar en sangre es contraproducente ya que genera estrés corporal

Si la fructosa es el monosacárido predominante en un alimento se considera que el índice glicémico es más saludable, ya que este azúcar simple es absorbido lentamente en el intestino, para pasar después a convertirse en glucosa en el hígado. Esto produce una lenta absorción de los alimentos que ofrece un incremento y un descenso más gradual de los niveles de insulina. Por el contrario, si la glucosa es el monosacárido predominante, el índice glicémico será más alto, y, por tanto, menos saludable para el individuo.


Otra evidencia a tener en cuenta es que los azúcares pueden alimentar al cáncer de forma más eficiente que los almidones (formados por largas cadenas de azúcares simples), por lo que centrarse únicamente en el índice glicémico puede ser engañoso. Un estudio sobre ratas alimentadas con raciones que contenían una cantidad equivalente de calorías procedentes de azúcares y almidones, encontró que las ratas con una dieta alta en azúcares desarrollaban más casos de cáncer de mama. 

El índice glicémico es una herramienta útil para guiarnos hacia una dieta más saludable, pero no es infalible. Si sólo se usa el índice glicémico se puede deducir que una taza de azúcar blanco es más sana que las patatas. Eso es así porque el índice glicémico de una comida azucarada puede ser menor que el de un alimento rico en almidón. Una decisión acertada sería tomar menos fruta, más verdura y la eliminación de los azúcares refinados y no refinados de la dieta.

Regularmente a muchos de los pacientes que se están muriendo literalmente de hambre por el uso de quimioterapia, no se les ofrece ningún soporte nutricional aparte de la solución intravenosa estándar. Esta solución proporciona un 70% de las calorías en forma de glucosa. Cada vez más médicos creen que estas soluciones altas en glucosa no ayudan a los pacientes caquéxicos.

Tampoco ayudan mucho las pruebas que se realizan, parece que el estamento médico está dejando pasar por alto el azúcar y su papel en la tumorigénesis. El dispositivo de tomografía, denominado PET usa glucosa radioactiva para detectar las células cancerígenas hambrientas de azúcar, su coste es de medio millón de dólares y está considerado como la herramienta más moderna y puntera en la detección de tumores. Los escaneres PET se usan en el seguimiento de los pacientes con cáncer, así como para evaluar si los protocolos prescritos son efectivos.


El irrefutable papel de la glucosa en el crecimiento y la metástasis de las células cancerígenas se puede tener en cuenta en muchas terapias. Algunas de estas incluyen dietas diseñadas con el índice glicémico en mente para regular los incrementos de glucosa en sangre, lo que mata de hambre de forma selectiva a las células cancerígenas; otras son soluciones TPN bajas en glucosa, extracto de aguacate para inhibir la absorción de glucosa por las células cancerígenas, sulfato de hidracina para impedir la gluconeogénesis en las células cancerígenas y SCMT.

Cuando se trata de carbohidratos, hay carbohidratos ricos en fibra, principalmente los vegetalescarbohidratos que no provienen de la fibra como el azúcar y los granos procesados. Lo ideal sería consumir el doble de carbohidratos con fibra que carbohidratos netos. La fibra no se digiere y descompone en azúcar, lo que significa que no impacta adversamente en los niveles de insulina, leptina y mTOR. La fibra también tiene un gran número de beneficios para la salud, incluyendo el control de peso y un menor riesgo de ciertos tipos de cáncer.

Excelentes fuentes de carbohidratos ricos en fibra son las semillas de chía, las bayas, las almendras, la coliflor, las hortalizas de raíz y los tubérculos como las cebollas o las batatas, las legumbres, los calabacines, los vegetales como el brócoli o las coles de Bruselas y la cáscara de psyllium.


Por otro lado, existe un límite superior acerca de la cantidad de proteína que el cuerpo puede utilizar y consumir, un exceso de proteína puede resultar muy perjudicial para el organismo. Cantidades importantes de proteína pueden encontrarse en la carne, pescado, huevos, productos lácteos, legumbres, frutos secos y semillas. Algunos vegetales como el brócoli también contienen cantidades generosas de proteína.

Nuestro estilo de vida afecta muy negativamente al funcionamiento de las mitocondrias y esta es la base de prácticamente todas las enfermedades,  especialmente del cáncer. Una de las razones básicas de por qué la alimentación rica en grasas saludables y baja en carbohidratos netos funciona es también porque reduce la inflamación hasta el punto de hacerla desaparecer. Cuando la inflamación desaparece, el cuerpo puede comenzar a sanar. También retrasa el proceso de envejecimiento.

Se estima que el efecto Warburg ocurre en hasta el 80% de los tipos de cáncer. En muchos casos, cuanta más glucosa consume un tumor, peor es el pronóstico del paciente. En este momento, la atención sobre las mutaciones genéticas parece desvanecerse y la teoría de que las células de cáncer simplemente son versiones distorsionadas de las células normales ha comenzado a ser el centro de atención.

Las mutaciones genéticas en realidad son mucho más aleatorias de lo que se creía. De hecho, son tan aleatorias que es prácticamente imposible precisar el origen genético del cáncer. Algunos tumores cancerígenos ni siquiera tienen mutaciones en absoluto. En los últimos años, los científicos han comenzado a darse cuenta de que no son los defectos genéticos los que causan cáncer, sino que primero se produce el daño mitocondrial, que después desencadena las mutaciones genéticas nucleares.


A su vez se ha descubierto que un número de genes conocidos por promover el cáncer al influir en la división celular, el gen AKT incluido, también regula el consumo de nutrientes de las células. Así que ciertos genes parecen desempeñar un papel importante en el consumo excesivo de azúcar de las células cancerígenas.

Craig Thompson, el presidente y director ejecutivo de Memorial Sloan Kettering Cancer Center, ha demostrado tras una investigación que las células necesitan que otras células les indiquen el momento de alimentarse, así como también requieren que otras células les comuniquen que se dividan, este es el trabajo de las proteínas de señalización.

Él afirma que la proteína creada por AKT es parte de una cadena de proteínas de señalización que está mutada en más del 80% de todos los tipos de cáncer. Thompson dice que una vez que la proteína está mutada, la célula deja de preocuparse por las señales de otras células para comer,  pero comienza a alimentarse de glucosa. Por otro lado, mientras que las células sanas tienen un mecanismo de retroalimentación que hace que conserven sus recursos cuando hay una falta de alimento, las células cancerígenas no tienen este mecanismo y se alimentan continuamente.


Otro investigador Chi Van Dang, director de Abramson Cancer Center en la Universidad de Pensilvania, afirma que las células cancerígenas son "adictas a los nutrientes" y que cuando no pueden consumir los suficientes, comienzan a morir. La adicción a estos nutrientes explica por qué los cambios en las vías metabólicas son tan comunes y tienden a surgir primero como una célula que avanza hacia el cáncer.

El cáncer y los tratamientos pueden afectar a la nutrición y cambiar la manera en que el cuerpo utiliza los alimentos, ya que la desnutrición es un factor importante en la mayoría de los pacientes con este problema de salud.

Todo lo dicho nos lleva a pensar que una buena alimentación es importante siempre, tanto para prevenir como para sanar, que se necesitan buenos hábitos alimenticios para mantener nuestra salud y una vez que ésta falla, durante el tiempo que duran los tratamientos y después de los mismos.
El aspecto fundamental que debe ser abordado es el defecto mitocondrial metabólico y esto involucra reducir radicalmente los carbohidratos sin fibra y aumentar el consumo de grasas de alta calidad. Se podrían necesitar hasta un 85% de las calorías alimentarias en grasas saludables, junto con cantidades moderadas de proteína de alta calidad, ya que el exceso de proteína también puede desencadenar el crecimiento del cáncer.

Es importante recordar que la glucosa es un combustible inherentemente "sucio" ya que genera muchas más especies reactivas al oxigeno (ROS) que la quema de grasa. Pero para quemar grasa, nuestras células deben estar sanas y normales. Las células de cáncer carecen de flexibilidad metabólica para quemar grasa y esta es la razón por la que una alimentación rica en grasas saludables parece ser una estrategia eficaz para abordar este problema.

Por otro lado, a la vez que ayudamos a recuperar la salud, a las células sanas se les da un combustible ideal, que reduce el daño oxidativo y optimiza la función mitocondrial. El efecto total es que las células sanas comienzan a prosperar, mientras que las células de cáncer se "mueren de hambre".

“No creo que el verdadero problema sea el azúcar añadido, sino más bien la cantidad contenida en nuestros alimentos, que no reconocemos como azúcar.

Ya sea que estemos tomando un zumo de manzana  o comiendo un yogurt endulzado con zumo de frutas concentrado o simplemente comiendo mucha fruta con la creencia de que las frutas no causan ningún problema, estamos tomando azúcar”.

JJ Virgin



FUENTES:

Comer para vencer el cáncer. Paula Jiménez Fonseca / Belén Álvarez Álvarez. NOBEL EDICIONES (2011).

La dieta alcalina del Dr. Norberto F. Feldman. Blog Hola Dr. Feldman.

Mis recetas anticáncer. Dra. Odile Fernández. Urano, 2013.



Lucía Madrigal