El Cuerpo, un Espejo


“La enfermedad es el esfuerzo que hace la naturaleza para curar al hombre.

Por lo tanto podemos aprender mucho de la enfermedad para recobrar la salud y lo que al enfermo le parece indispensable rechazar contiene el verdadero oro que no encontró en ningún otro lugar”.

C.G. Jung.

En mi opinión, ser feliz es sufrir menos. Si no fuéramos capaces de transformar el dolor que hay dentro de nosotros, no podríamos ser felices.

Thich Nhat Hanh


Todos somos espejos de los demás y debemos aprender a vernos en el reflejo de las demás personas, pero además tenemos espejos en todo lo que percibimos. Nuestro cuerpo, esa parte de nosotros perteneciente al mundo de la forma, es el punto de expresión de nuestro interior más fácil de reconocer y de sentir. Cualquier dolor, malestar o problema de salud será la última expresión de algo que nos ocurre dentro y que empezó a desencadenarse, mucho antes de su manifestación.

Creemos, porque así nos lo han enseñado, que nuestra consciencia no desempeña ningún papel en lo que atañe a lo que está ocurriendo en el cuerpo, pero esa es una concepción errónea ya que el cuerpo refleja los patrones de organización de la consciencia. No se puede entender la curación o promover la salud del cuerpo físico, sin prestar atención a las creencias del individuo, a sus supuestos, expectativas y a la imagen que tiene de sí mismo.

Ninguna emoción es sólo una realidad mental, porque lo corpóreo y lo mental están vinculados entre sí. Hemos aprendido a diferenciar emociones positivas y negativas y las que consideramos negativas, no nos gustan, así que las ocultamos o las ahogamos.

Sin embargo, la tristeza, el deseo, la venganza, la envidia, la culpa, el miedo y la ansiedad, el estrés y la ira son emociones con las que convivimos, las aceptemos o no. Son parte de nosotros, de lo que consideramos nuestro lado oscuro. Su supuesta ausencia o su presencia nos definen como seres humanos y son claves para la relación con nosotros mismos, para nuestra armonía o desasosiego, para nuestra salud o enfermedad. Curiosamente, sólo aceptándolas y amándolas nos liberamos de la carga que suponen en nuestra vida.


Aunque nos parezca extraño, nuestra salud no se construye sin emociones negativas sino con un sano aprendizaje emocional, pues todas las emociones son instrumentos de conocimiento. Somos lo que pensamos y también somos lo que pensamos que no somos. Si nos sumergimos en el océano de las emociones, descubriremos oscuridades innombrables que nos hemos empeñado en ocultar. Reconocerlas en nosotros, aceptarlas y abrazarlas abre las puertas a la liberación.

Muchas veces cualquier persona de nuestro entorno dice algo que nos enfada. A esto le sigue una reacción por nuestra parte que nos lleva a decir o hacer algo que le haga enojar. Es inconsciente, desde nuestro interior herido, se mueve  la esperanza de que descargando nuestro malestar le haremos sufrir y nosotros sufriremos menos. “Ya que sufro, tú también y de esta forma me sentiré mejor”, así es el ego. Es nuestra manera de castigar y castigarnos, mecanismos de la mente que ha aprendido a defenderse. Pero lo que buscamos no ocurre. Ya guardemos esta emoción “negativa” o la proyectemos, somos nosotros los que sufrimos, porque no aceptamos lo que nos ocurre dentro.

La salud o la enfermedad, la fuerza o la debilidad, la belleza o la fealdad del cuerpo son manifestaciones de la intención del alma filtrada a través de las creencias, las perspectivas y de la disposición emocional de cada individuo. Nuestros gestos, sonrisas, tristezas, obsesiones, miedos, iras, alegrías, son emociones que van dejando impacto en el cuerpo. Algunas de las emociones más básicas están determinando buena parte de nuestra fisiología. El sistema mente-cuerpo no es una dualidad, la unidad mente-cuerpo explica gran parte de lo que son nuestras enfermedades.


David Spiegel, un reconocido psiquiatra de la Universidad de Stanford, quiso demostrar que no había conexión entre salud y emociones, pero sus experimentos dieron como resultado lo contrario. Otros muchos investigadores han conseguido hallazgos similares a los de Spiegel. Por ejemplo, según un estudio de M. R. Jensen el cáncer de mama se extendía con mayor celeridad entre las mujeres con personalidad reprimida, carentes de esperanzas e incapaces de expresar enojo, miedo y otras emociones negativas. Esto explica que las emociones no son hechos fugaces, aislados en el espacio mental. Son expresiones de la conciencia.

Parece evidente, que la mayoría de los problemas que se reflejan en el cuerpo tienen su origen en las distorsiones de nuestra identidad en el plano emocional. Cómo gran parte de nuestra programación interna es inconsciente, nos cuesta mucho llegar al origen de lo que nos pasa y tomar las riendas de esos procesos, que se hacen vivibles cuando tenemos conciencia de ellos. Tener conciencia no es buscar alivio y paliar los síntomas, sino llegar hasta el fondo, esto supone armonizar la vida desde ese plano de las emociones donde un día empezamos a descontrolarnos, a perder la armonía y a sufrir.

Según Robert Ader, creador de la Psiconeuroinmunología, hay una infinidad de maneras  por las que el sistema nervioso central y el sistema inmunológico se comunican. Existen en nosotros sendas biológicas que hacen que la mente, las emociones y el cuerpo no estén separados sino íntimamente interrelacionados. Cada emoción es automáticamente seguida por una respuesta simultánea de muchos órganos y sistemas.


Se ha descubierto que los mensajeros químicos que operan más ampliamente en el cerebro y en el sistema inmunológico son aquellos que son más densos en las zonas nerviosas que regulan la emoción. Otra vía clave que relaciona las emociones y el sistema inmunológico es la influencia de las hormonas que se liberan con el estrés. Las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) y el cortisol, entre otras, obstaculizan la función de las células inmunológicas.

Esto nos conduce a pensar que  el estrés y las emociones negativas o reprimidas, la ansiedad y la depresión, podían ser causa y origen de enfermedades, ya que nos hacen más vulnerables. En nuestro sentir hay un código de respuesta, que afecta a la totalidad. Si nuestro equilibrio emocional falla, nuestra mente y nuestro cuerpo se ven afectados profundamente.

Tenemos sólidas creencias, programaciones y memorias almacenadas desde nuestra más tierna infancia que definen un mundo de separación, de decadencia y de muerte. Somos el producto de un aprendizaje condicionado que se nos inculcó desde muy pequeños y que se fue reafirmando a medida que fuimos aprendiendo a pintar sin apretar y sin salirnos de las rayas. Este aprendizaje genera actitudes erróneas que son en buena parte el origen de muchos de nuestros problemas de salud.


Nuestro entorno, la sociedad y la cultura fomentan este tipo de condicionamientos. No heredamos las enfermedades de nuestros padres o abuelos sino las respuestas emocionales, el comportamiento y las actitudes que las generan. Sería imposible aislar un solo pensamiento, una sensación, una sola creencia o supuesto que no tenga efecto en el origen de una enfermedad. Todas nuestras células se ven afectadas por nuestras emociones.

Un ataque de depresión puede causar desastres en nuestro sistema inmunológico, la alegría puede fortalecerlo. La desesperación y la falta de esperanza aumentan el riesgo de sufrir cáncer o ataques cardiacos. Ante este tipo de enfermedades graves, degenerativas o crónicas, un componente importante es la actitud hacia la vida, actitud que ya se encuentra impresa en el cuerpo; No obstante, esa no es la única causa, también hay factores genéticos, hereditarios, metabólicos y del medio ambiente, aunque básicamente, todo sea un sumativo.

En nuestras experiencias más íntimas está el origen de la salud o la enfermedad, mente y cuerpo están aquí profundamente vinculados. El espejo en el que nos miramos para reconocer lo que nos pasa es la emoción. Descifrar el código de las  emociones  es una estrategia de auto-reconocimiento y aprendizaje. La verdadera sanación es mucho más que el proceso racional de entender aquello que nos pasa, es sobre todo la capacidad de incorporar emociones y sentimientos y de reconocerlos como experiencia.


Cuando algo te haga sentir mal, vuelve hacia ti y cuida de tu emoción y de tu sufrimiento y así sin hacer nada, comprende su naturaleza y el por qué ha surgido. No digas nada, tampoco lo hagas porque eso empeorará el momento, el ego crecerá y entrarás en un vórtice de pensamientos que te enturbiará. Acepta lo que sientes, ama lo que vives, abrázalo y deja que te muestre lo que te ocurre. Es algo que tú experimentas, está dentro de ti y te pide salida. Sólo con este abrazo íntimo a la experiencia podemos sanar.

 “Y todo aquello unido era el río, todas las voces, los fines, los anhelos, los sufrimientos, los placeres; el río era la música de la vida. Y cuando Siddharta escuchaba con atención al río, podía oír esa canción de mil voces; y si no escuchaba el dolor ni la risa, si no ataba su alma a una de aquellas voces y no penetraba su yo en ella ni oía todas las tonalidades, entonces percibía únicamente el total, la unidad”.

Siddaharta. Hermann Hesse.

“No somos víctimas del envejecimiento, la enfermedad y la muerte. Estos son parte del escenario no el espectador, que es inmune a cualquier forma de cambio”.

Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo. Deepak Chopra



FUENTES:

PSICOLOGÍA DE LA EMOCIÓN: EL PROCESO EMOCIONAL Mariano Chóliz Montañés. Dpto. de Psicología Básica Universidad de Valencia.

PARA VOLVER A NACER. Jorge Carvajal Posadas, Editorial Nous. Colección Ananta, 2013.

CUERPOS SIN EDAD, MENTES SIN TIEMPO. Deepak Chopra. Ed. Zeta, 2009.

CONCIENCIA EMOCIONAL. Moonstone star White. Ed. Gaia, 2009.



Lucía Madrigal