Alimentos Para el Ser


“Todos los alimentos son para nuestro Ser, y si alimento mi Ser, también puedo alimentar mi esencia”, esto era lo que Gurdjieff denominaba “ESERAL”.

Según este místico, los alimentos del ser humano son “EL CARBONO”, los alimentos y bebidas que tomamos; “EL OXÍGENO”, el aire que respiramos; y “EL NITRÓGENO”, las impresiones y energías de nuestro entorno. Estos tres elementos nos proporcionan la energía necesaria para la vida: “EL HIDRÓGENO”. Un hidrógeno de calidad tiene estos tres tipos de alimentos integrados y se convierte así en el combustible perfecto para la vida y la evolución.


En nuestro mundo todo está montado para que perdamos energía y no podamos reponer toda la que gastamos. Por eso es necesario tener en cuenta cada uno de estos parámetros,  porque la atención en cada uno de ellos, nos permite vivir en plenitud.

Habitualmente creemos que basta con que trabajemos sobre nuestro ámbito espiritual para llegar a iluminarnos y que aspectos tan evidentes como el alimento no tienen importancia. Pero no podemos olvidar que nos alimentamos por todos nuestros sentidos, que cada uno de ellos nos da una versión de la realidad que se sitúa ante nosotros y que todo, todo lo que cada día creamos y que se dispone como un escaparate a nuestro alrededor, no es sino una versión física de lo que se cuece dentro. Llegar aquí es llegar al tan manido término de la alimentación consciente. ¿De qué me sirvo? ¿Qué me muestra mi alimento? ¿Estoy alerta? ¿Reacciono o respondo? ¿Qué energía elijo para mí? ¿Cómo la dosifico y administro?

El alimento es por un lado, el reflejo de nosotros mismos, y por otro una posibilidad enorme de conocernos. Si nuestra intención es cambiar, cuidarnos, evolucionar, es fácil hacerlo a través de lo que se dispone ante nosotros. Por otro lado, si elegimos cuidadosamente la energía que nos nutre, en la forma que sea, nos estamos amando y estamos alimentando nuestro ser, nuestra esencia.


Lo que Gurdjieff llamó CARBONO cuenta y mucho, porque no podemos evolucionar sin que el cuerpo físico lo haga con nosotros. Hoy en día, los alimentos están llenos de pesticidas, aditivos, conservantes, colorantes, químicos de todo tipo, en muchos casos se trata de productos elaborados, muy bonitos de aspecto y muy sabrosos, pero tremendamente nocivos para nosotros. Siempre hemos aconsejado, en este Blog, el consumo de productos ecológicos, crudos en un porcentaje alto. ¿Por qué? La razón es muy simple, una alimentación así no carga nuestro organismo, no lo ensucia, no lo densifica, al contrario, lo depura. Alimentos de este tipo, bien masticados nos llenan de nutrientes, pero también nos abastecen de energía vital, porque son alimentos vivos.

El agua es otro factor importante para nosotros. Cuidar la calidad del agua que bebemos, que usamos para la ducha, para lavar los alimentos, el agua que somos en nuestro interior, nos beneficia y mucho. El ser humano es un deshidratado crónico y no puede permitirse el lujo de tomar bebidas que le deshidratan más, como café o bebidas industriales. La misma agua del grifo no es agua pura y el agua embotellada deja mucho que desear.

Para mejorar el agua que tenemos a nuestro alcance podemos usar filtros de varios tipos y ozonizadores, pero sobre todo es muy interesante el uso de ionizadores de agua como los de Enagic. El agua producida por estos aparatos (Agua Kangen) es agua estructurada, alcalina, viva y está limpia de metales, bacterias, residuos químicos y  demás. Esta agua elimina toxinas y mejora el terreno. También mejora la salud del intestino con rapidez. Otro de sus usos es la limpieza de todo tipo de frutas, verduras y alimentos antes de comerlos, ya que elimina todos los gérmenes, restos de químicos y bacterias que estos puedan tener. Además se emplea para dermatitis y problemas de la piel en general, para la salud bucal,…


Igualmente, podemos amplificar la vibración del agua obtenida por el ionizador, mediante cuarzos, solarización de botellas azules, con imanes o emplear una jarra Flaska. Por otro lado, aplicando nuestra energía con las manos, con la intención y la visualización podemos mejorar la energía de los alimentos y del agua. La energía que así se activa se transmuta y revitaliza. La gratitud por los mismos alimentos, que están en nuestra mesa, es otra forma de mejorar su  efecto sobre nosotros.

Por último, es aconsejable evitar el microondas, el calentamiento y la cocción excesiva de los alimentos, los tostaditos del horno y todo tipo de procesamiento que destruya el valor nutricional de nuestra comida. Además debemos comer con moderación y masticar muy bien nuestros alimentos, para que hagan el aporte nutricional y energético, que necesitamos para la vida.

Sin estos recursos aplicados, la calidad de nuestro carbono es mala, lo que con toda probabilidad refleja cómo se mueven nuestras impresiones y cómo está nuestro interior, por lo que poco a poco vamos bajando de frecuencia, haciéndonos más densos, hasta que enfermamos.

El segundo alimento de Gurdjieff es EL OXÍGENO. Él decía: “Cada vez que inspiro el aire es como que renazco; cada vez que espiro, es como que muero”, aludía a nuestro automatismo y a la falta de atención a la hora de respirar, cuando en realidad, es la respiración la que nos mantiene vivos.

Respiramos mal. En la mayoría de los casos, sólo con la parte más alta de los pulmones, lo que hace que movamos los hombros con agitación, no nos llenamos de aire, no somos conscientes de nuestro cuerpo cuando expiramos e inspiramos y por supuesto, no nos oxigenamos. Dedicar un espacio de nuestro horario a respirar atentamente, nos llena de oxígeno y nos conecta con nosotros. Además, nos permite observar “cómo respiramos”; si nuestra respiración es cíclica o hacemos pausas, lo que afectaría también a nuestro funcionamiento corporal.

Otro aspecto importante es que  la mayoría de nosotros vivimos en grandes ciudades o en entornos urbanos bastante contaminados, lo que hace difícil tener un oxígeno de buena calidad. Por supuesto, en la calle es imposible; dentro de casa se pueden hacer algunas aportaciones para mejorar, por ejemplo las plantas, los ozonidadores, los ionizadores o las lámparas de sal


Las lámparas de sal andina o del Himalaya, además de su belleza, funcionan como correctoras de ambientes cerrados  ya que son eficientes ionizadores naturales. Nuestra salud física y mental está influenciada por la correcta ionización del ambiente en que vivimos, las redes eléctricas, las calefacciones, el aire acondicionado, los radares, los extractores, las wifi, el humo… producen iones positivos que nos perjudican. La calidad del aire que respiramos es esencial para nosotros, no sólo nos mantiene vivos sino que nos permite pensar más claramente, aprovechar mejor las horas de sueño y mejorar nuestra salud. Estudios científicos demuestran que las lámparas de sal, al calentarse y absorber humedad aumentan la cuenta de iones negativos en un 300%.

Además los cristales de sal Andina o del Himalaya, en su estado natural, oscilan en perfecta resonancia con el patrón de frecuencia terrestre. Utilizados en forma de lámparas amplifican ese rango de frecuencia, tan necesario para reequilibrar el funcionamiento corporal.

El entorno que nos rodea (NITRÓGENO) también nos alimenta y éste es el tercero de los alimentos de Gurdjieff. El hombre tiene la posibilidad de escoger intencionadamente las impresiones del entorno, pero no sabe cómo hacerlo. La mayor parte de nuestras impresiones cae sobre nuestra personalidad, y muchas caen sobre el aparato de asociaciones pre-formato (programa), lo que las convierte en impresiones conocidas y viejas, porque así las ha asociado la mente.

Esto hace que las impresiones varíen, cambien y que tengan distintas densidades, ya que me puedo conectar con algo muy denso o con algo muy fino, muy sutil. Las condiciones nunca cambian pero las circunstancias siempre se modifican. 


Regularmente y en nuestra vida cotidiana respondemos mecánicamente a las impresiones que recibimos, ya sean densas o sutiles, es decir reaccionamos.  Por eso nos es tan difícil mejorar el entorno energético. Carecer de atención nos conduce a la reacción automática ante la vida y nos evita la respuesta y el aprendizaje.

Nuestra vida cotidiana es un pequeño caos que nos sitúa en el borde del abismo, para que aprendamos a estar alerta y respondamos, sin embargo, reaccionamos. Podemos usar estrategias para estar en el mundo pero sin ser del mundo, que nos ayuden a  empezar el día con  la frecuencia de vibración a niveles más altos de los habituales, normalmente bajos. Escuchar a los medios de comunicación o ver la tele nos baja la frecuencia, nos hipnotiza y nos idiotizaLas discusiones, el echar balones fuera, la falta de atención a lo que ocurre en nuestro interior…, nos baja la frecuencia.

La vibración de la casa, aunque está acomodada a nosotros, es algo a tener en cuenta. La casa es una proyección nuestra, así que, podemos limpiar las energías de nuestro hogar con cierta regularidad para ayudar a mejorar nuestra vibración. De cualquier modo, no puedo limpiar fuera lo que no limpio dentro. Y por favor, no te engañes, las malas vibraciones que percibimos en nuestro entorno son nuestras, nadie las trae, eso sí, según vibremos llegarán a nuestro entorno y a nuestra vida personas de vibración más alta o más baja.

La mejor manera de empezar a limpiar es limpiándonos; el primer paso es ahondar en nuestra psique para descubrir quién dirige nuestra vida, porque este que dirige nuestra vida, si es descubierto, ya no puede manejarnos, para que los comportamientos reactivos y los mismos esquemas se repitan. Esta es la manera de convertirnos en creadores de nuestra propia realidad.


Las piedras, los cuarzos, las turmalinas, los orgonitas, limpian el ambiente de ondas electromágnéticas nocivas. También lo hacen las lámparas de sal, de las que ya hemos hablado. No obstante, es mejor no utilizar el ordenador, inmediatamente antes de ir a dormir o estar ante el televisor horas y horas. Además, es recomendable apagar la wifi y el móvil, cuando no los estemos usando.

Si nuestro entorno energético es sano y positivo (NITRÓGENO) y EL HIDRÓGENO (combinación de CARBONO, OXÍGENO Y NITRÓGENO) tiene la suficiente calidad como para darnos un buen combustible para la vida, podemos contrarrestar la mala calidad del aire (OXÍGENO). Pero con NITRÓGENO, (Impresiones del entorno), de pésima calidad, un OXIGENO (aire) regular o malo, y CARBONO (Alimentos y agua) del montón, el HIDROGENO hace lo necesario para que las funciones físicas estén más o menos en funcionamiento, pero no permite el desarrollo interno de la persona, pues no suele haber energía suficiente para poder trabajar en despertar otras funciones y partes del ser que permanecen “dormidas”. Éstas necesitan energía de mayor potencia y calidad para poder ser despertadas.

En realidad, todo consiste en el cambio de hábitos que constantemente proponemos. Actuar directamente sobre la triada de Gurdjieff, mejorará la calidad de lo que nos nutre, pero no podemos olvidar que el cambio de conciencia es gradual y progresivo y que no tenemos que hacerlo todo a la vez.

Por otro lado, para que se produzcan cambios profundos en nosotros, tenemos que tener energía suficiente y usarla correctamente. El desperdicio de la misma existiendo, reaccionando o actuando en nuestro propio perjuicio nos aleja de las condiciones adecuadas para activar los chakras superiores, las funciones internas psíquicas y espirituales, para potenciar el espíritu o  desarrollar la conciencia.


Dice Gurdjieff: “Tantas veces como mecánicamente, tantas veces respiro mecánicamente sin poner atención en este proceso y tantas veces reacciono mecánicamente a las impresiones que recibo...   que me inhibo de la conexión con las emociones sutiles, esas que están conectadas realmente con mi propio Ser, tal vez con mi verdadera esencia. Solemos tomar nuestras impresiones en forma negativa, baja y muy pocas veces en forma positiva. El hacernos permeables hace posible que nos podamos alimentar de la Naturaleza, de pensamientos y emociones más altos, y ver todo en relación simbólica con las cosas. Estamos rodeados de símbolos, la posibilidad  de tomar las impresiones de forma simbólica, me conecta con el significado de las cosas. Cuando doy un significado a las cosas, estas pierden la conexión mecánica y no nos quedamos solamente con las asociaciones. A la permeabilidad me puede ayudar mucho mi cuerpo. Un cuerpo perezoso, un cuerpo bajo la influencia de mi negatividad, de mis represiones constantes, no resuena frente a la posibilidad de tomar intencionadamente otras impresiones. Este es el esfuerzo que necesito hacer: hacerme más permeable, menos opaco. Entonces la impresión de cualquier cosa, de una hoja, de una abeja, de una copa, puede entrar en mí con otro significado. Y hay otra relación, una resonancia con todo. Yo ya no estoy aislado, sino que estoy resonando con todo el universo”.



FUENTES:

Cuerpo, esencia y personalidad. Gurdjieff.

Fragmentos de una enseñanza desconocida. P. D. Ouspensky.

Mejorando la triada de nutrición energética del ser humano. David Topí.



Lucía Madrigal                 



Alimentación Saludable


“Si no cuidas tu cuerpo, ¿dónde vas a vivir?” 

Una alimentación saludable no contiene ingredientes mágicos, sino naturales y forma parte de un estilo de vida que conduce a la salud y al bienestar. En el mundo occidental, hemos adoptado hábitos de vida que han roto con una serie de pautas saludables, que se practicaban hace más de 50 años.

Entonces, cada cual cultivaba sus propios alimentos y no se necesitaba utilizar agroquímicos para que estos crecieran fuertes y nutritivos. En realidad, no desaparecieron las plagas por el uso de pesticidas, sino que aparecieron más plagas por el uso de los mismos, ya que se fueron rompiendo los ecosistemas.

Según las costumbres de cada lugar, se preparaban fermentados de vegetales. Además, los precocinados no existían y se cocinaban los alimentos al calor descendente de las ollas, que se ponían sobre placas o chimeneas, y se comían alimentos crudos que pasaban casi directamente de la planta o del árbol a la boca. Nos alimentábamos mejor. 


Es cierto que el ritmo vertiginoso de nuestras vidas no nos permite mucha dedicación a todas estas tareas, que mucha gente cree daban mucho trabajo extra, pero es una cuestión de prioridades. ¡No cuesta mucho preparar un fermentado o cocinar a fuego lento! El uso de las ollas rápidas vacía de nutrientes todo lo que se cocina en ellas. Así que no comemos nada, o mejor no nos nutrimos. Es evidente, que la comida preparada sin prisas nos aporta más nutrientes y nos sienta mejor. También nos sientan mejor las combinaciones simples de alimentos.

Deberíamos aprender de los niños. Ellos tienen un nutricionista interno que les dice qué y cómo comer, nosotros no. Cuando a un niño pequeño se le proporcionan una variedad de alimentos sobre una bandeja, él reconoce el tipo apropiado de alimento que necesita y la cantidad. En realidad ellos no equilibran sus alimentos en un día sino a lo largo de la semana y prefieren comer cada día una cosa diferente. Supongo que todos sabemos lo rápido que esta forma intuitiva de comer es distorsionada. Cuando un padre ve que su pequeño está comiendo la misma cosa durante todo un día, se apresura a darle más tipos de alimentos para compensar una carencia que no existe.

Otra cosa demostrada es que cuando nos acostumbramos a cocinar sin detenimiento, eligiendo precocinados y alimentos elaborados, también somos más tendentes a comer fuera de casa y a elegir comida rápida. Esto trae consigo un deterioro en la salud y una mayor inversión económica. Según algunos investigadores:

"Una mayor cantidad de tiempo dedicado a la preparación de los alimentos en casa está asociada con indicadores de mayor calidad en la dieta, incluyendo la ingesta significativamente más frecuente de verduras... Los resultados indican que el tiempo podría ser un ingrediente esencial en la producción de hábitos alimenticios más saludables entre los adultos".


La preparación de alimentos crudos es sumamente beneficiosa para nuestra salud, tardamos poco en hacer una ensalada o un batido de verduras. Si deshidratamos, podemos dedicar una día a hacerlo y conservar los preparados en un lugar fresco. Hamburguesas, albóndigas de semillas,  panes, tostadas…pueden aguantar hasta cinco días. Después podemos preparar una salsa o un aliño y listo.

Crudo o cocinado, lo ideal es preparar nuestra comida cada día, de lo contrario, corremos el riesgo de comer alimentos que han perdido su vitalidad o de recalentar los alimentos en exceso, cosa poco saludable e incluso, usar el microondas, lo que constituye una opción menos saludable todavía. Si aun así, no podemos encargarnos de cocinar a diario, podemos hacerlo en grandes cantidades, y mantener los alimentos congelados o refrigerados. Pero hay que recordar que es preferible el alimento fresco y reciente y que la comida no puede ser recalentada una y otra vez. Además, no necesitamos que cueza antes de ser servida.

Como en una ciudad es difícil disponer de un lugar para sembrar nuestros propios alimentos, los brotes y los germinados son una opción muy saludable. No obstante, hay muchos experimentos que hacen posible el tener un huerto urbano en casa, incluso los habitantes de apartamentos pueden crear un jardín comestible bien surtido. Se pueden utilizar cestas colgantes para una amplia variedad de cultivos, incluyendo verduras de hoja verde, tomates, y una gran variedad de hierbas, y en lugar de flores, jardineras y parterres se pueden sembrar hierbas y verduras de hoja, que son sumamente saludables.


Como ya hemos indicado, otra opción para una alimentación saludable es la fermentación de vegetales frescos. Los alimentos fermentados son quelantes potentes, desintoxicantes y contienen niveles mucho más altos de  probióticos que los suplementos, lo que es ideal para la optimización de la flora intestinal. Un cuarto o media taza de vegetales fermentados puede tener un impacto espectacularmente beneficioso para nuestra salud

Una vez que tenemos nuestros preciosos platos preparados, cocinados y elaborados por nosotros, sobre la mesa, hay que comer despacio. La ecuación comer cualquier cosa y hacerlo en cinco minutos, no es saludable. Cuando comemos bajo estrés, el cuerpo no puede prepararse óptimamente para digerir los alimentos, asimilar los nutrientes, y quemar calorías. Podemos estar comiendo los alimentos más saludables del mundo, pero si nuestro cuerpo no puede digerir completamente y asimilar la comida, no obtendremos beneficios de ella, ni seremos capaces de quemar calorías con eficacia. 

Compartir nuestra mesa es también un hábito que nos aporta salud y que es particularmente valioso para los niños. Las investigaciones muestran que los niños que comen en familia tienen más probabilidades de estar en un rango de peso saludable y suelen reconocer mejor los buenos alimentos, también son menos propensos a desarrollar trastornos de alimentación. En la mesa con sus padres, los niños aprenden a comer despacio y a relacionar el acto de comer con un momento de diversión y conexión. No se debe comer con ansiedad sino con alegría y con paz. 


Por último un hecho maravillo y muy saludable es el agradecimiento por todo lo que abarca la comida: los alimentos, su elaboración y preparación, el encuentro, la experiencia y el aprendizaje.

Todas estas actividades podemos hacerlas en familia. Hacer partícipes a nuestros hijos en la preparación de un jardín de plantas comestibles, en su cuidado, en la elaboración de brotes y germinados, las compras de alimentos, la preparación de la comida y participar juntos de algo creado por todos, disfrutar del encuentro y el agradecimiento enseña a nuestros hijos valores incuestionables. Se trata de lecciones muy valiosas para la construcción de un rico patrimonio familiar, que nos proporciona las herramientas que necesitamos para vivir vidas largas y saludables. 

Los mejores médicos  del mundo son: el doctor dieta, el doctor reposo y el doctor alegría.

                                                                                                                      Jonathan Swift


(Puedes encontrar más información sobre fermentados y su elaboración, Brotes germinados, Comer en familia, La gratitud o La preparación de alimentos crudos en este blog).



Lucía Madrigal                



Acumulamos Metales Pesados ¿Por qué?


El término “Metal Pesado”, se aplica a elementos que tienen una gravedad específica mayor que cinco, con algunas excepciones. A pesar de ser ampliamente utilizado entre los profesionales y científicos, este término no tiene una base científica rigurosa o una definición química. Un nombre más apropiado para este grupo sería el de “elementos tóxicos”, que según la USEPA (Agencia de Protección Ambiental de EEUU) incluiría los siguientes elementos: Arsénico, cromo, cobalto, níquel, cobre, zinc, plata, cadmio, mercurio, titanio, selenio y plomo. Estos elementos se presentan en diferente estado de oxidación en agua, aire y suelo y presentan diversos grados de reactividad, carga iónica y solubilidad en agua.

La peligrosidad de los metales pesados reside en que no son biológicamente degradables. Una vez emitidos, pueden permanecer en el ambiente durante cientos de años. Además, su concentración en los seres vivos aumenta a medida que son ingeridos por otros, por lo que la ingesta de plantas o animales contaminados puede provocar síntomas de intoxicación. De hecho, la toxicidad de estos metales ha quedado documentada a lo largo de la historia: los médicos griegos y romanos ya diagnosticaban síntomas de envenenamientos agudos por plomo, mucho antes de que la toxicología se convirtiera en ciencia.


Los metales pesados se encuentran en forma natural en la corteza terrestre. Estos se pueden convertir en contaminantes si su distribución en el ambiente se altera mediante actividades humanas. El problema surge entonces, cuando prolifera su uso industrial y su empleo creciente en la vida cotidiana termina por afectar a la salud. De hecho, el crecimiento demográfico en zonas urbanas y la rápida industrialización han provocado serios problemas de contaminación y deterioro del ambiente.

Se pueden distinguir diferentes fuentes de contaminación de los suelos por metales pesados, dependiendo de su origen. En ocasiones, la propia naturaleza del material originario y su alteración son los responsables de la contaminación; en este caso, se denomina contaminación endógena. Otras veces los aportes contaminantes son externos, frecuentemente como resultado de actividades antropogénicas, denominándose contaminación exógena. La contaminación de origen natural es significativamente menos importante que la de origen antropogénico.

Otras causas que contribuyen a la contaminación del suelo por aporte directo, son el uso inadecuado de fertilizantes minerales y productos fitosanitarios, el vertido de los residuos que se generan (estiércol, purines, residuos sólidos urbanos, lodos de estaciones depuradoras de aguas residuales), y la utilización de aguas de calidad inadecuada para uso agrícola. Los vertidos industriales o la implantación de vertederos donde se acumulan distintos tipos de residuos, son además otras fuentes importantes de contaminación por metales pesados.


Se ha demostrado científicamente que, además de causar algunos de los problemas ambientales más graves, la exposición a metales pesados en determinadas circunstancias es la causa de la degradación y muerte de vegetación, ríos, animales e incluso, de daños directos en el hombre. En el ser humano se han detectado infinidad de efectos físicos (dolores crónicos, problemas sanguíneos, etc) y efectos psíquicos (ansiedad, pasividad, etc).

Entre los metales más contaminantes destacan el plomo y el mercurio, seguidos por el berilio, el bario, el cadmio, el cobre, el manganeso, el níquel, el estaño, el vanadio y el cinc. La actividad industrial y minera arroja al ambiente metales tóxicos como plomo, mercurio, cadmio, arsénico y cromo, muy dañinos para la salud humana y para la mayoría de formas de vida. Además, los metales originados en las fuentes de emisión generadas por el hombre, incluyendo la combustión de gasolina con plomo, se encuentran en la atmósfera como material suspendido que respiramos. Por otro lado, las aguas residuales no tratadas, provenientes de minas y fábricas, llegan a los ríos, mientras los desechos contaminan las aguas subterráneas. Cuando se abandonan metales tóxicos en el ambiente, contaminan el suelo y se acumulan en las plantas y los tejidos orgánicos.


La contaminación por metales puede derivar en diversos efectos para la salud y el medio ambiente, dependiendo del elemento en particular. Los metales pesados más preocupantes para el ser humano son:


MERCURIO

La ingestión de alimentos contaminados (sobre todo pescado) representa el mayor riesgo de intoxicación por mercurio, mientras que la baja solubilidad del mercurio en agua reduce los riesgos derivados de la ingestión de agua contaminada.

La gravedad de los daños que puede ocasionar a la población se ilustra por los episodios de intoxicación ocurridos en Minamata y Niigata, Japón, en 1956 y en 1965 respectivamente, como resultado de la ingestión de pescado conteniendo metil-mercurio procedente de las aguas contaminadas con descargas de plantas fabricantes de acetaldehído que involucraron a 2255 personas en el primer caso y a 700 en el segundo. Estos sucesos pusieron de relieve las transformaciones que sufre el mercurio en el ambiente, ya que se vertió al agua como mercurio metálico y fue biotransformado a metil-mercurio, además de que fue bioacumulado a través de la cadena alimentaria.

El metilmercurio (MeHg) es la forma tóxica en la que el mercurio puede acumularse en la cadena alimentaria. Se une a las proteínas del pescado (cisteína) y no se elimina al lavarlo o cocinarlo. Uno de los pescados más consumidos es el atún en conserva. Los atunes son peces depredadores que pueden vivir hasta 15 años dependiendo de la especie y la cantidad de mercurio que pueden acumular es proporcional a su tamaño.

El consumo de conservas de atún es algo muy común entre los españoles y sobrepasamos los límites máximos recomendados por la EFSA. A modo de referencia en la UE se considera que 0,5 mg/kg es un nivel aceptable de mercurio en el pescado fresco para consumo humano, pero para el atún se considera 1 mg/kg. Nosotros consumimos más.

También ocurren efectos tóxicos por inhalación de vapor de mercurio, el cual daña especialmente el sistema nervioso. Las exposiciones leves están caracterizadas por pérdida de la memoria, temblores, inestabilidad emocional (angustia e irritabilidad), insomnio e inapetencia. A exposiciones moderadas, se observan desórdenes mentales más importantes y perturbaciones motoras, así como afecciones renales. Las exposiciones breves a altos niveles de vapor de mercurio pueden producir daños pulmonares y la muerte. El empleo de cosméticos y medicamentos que contienen mercurio, es una fuente adicional de exposición.

Algunos compuestos de mercurio alcanzan una considerable biomagnificación en las plantas e invertebrados acuáticos y en los peces.


PLOMO

Las intoxicaciones ocasionadas por plomo, conocidas desde la antigüedad, se han debido al consumo de bebidas de fabricación clandestina, como el vino, contaminadas por este metal. Más común, sobre todo en países en desarrollo, es la intoxicación provocada por el consumo de alimentos preparados o almacenados en recipientes de barro vidriado de los cuales se desprende plomo.

En las zonas urbanas con intenso tráfico de vehículos, la principal fuente de exposición al plomo resulta de la inhalación de partículas extremadamente pequeñas que persisten en el aire durante algunas semanas antes de sedimentarse y que son emitidas por los vehículos que consumen gasolina que contiene tetraetilo de plomo. Se ha visto que el plomo es el principal contaminante metálico en la atmósfera. En los países en los cuales se han empleado pinturas de interiores conteniendo óxidos de plomo, es común la intoxicación de niños al ingerir la pintura descascarillada.

La acumulación de plomo en el organismo puede ser causa de la inhibición de enzimas involucradas en la síntesis del grupo hemo de la hemoglobina, como la delta aminolevulínico deshidratasa a concentraciones entre 30 y 40 µg/100 ml de sangre, aun cuando no se produzcan manifestaciones clínicas. En tanto que la intoxicación en adultos ocurre a concentraciones superiores a los 80 µg/100 ml de sangre.

La intoxicación aguda se presenta acompañada de alteraciones digestivas, dolores epigástricos y abdominales, vómitos, alteraciones renales y hepáticas, convulsión y coma. En tanto que la intoxicación crónica puede involucrar neuropatías, debilidad y dolor muscular, fatiga, cefalea, alteraciones del comportamiento, parestesias, alteraciones renales, aminoaciduria, hiperfosfaturia, glucosuria, nefritis crónica, encefalopatía, irritabilidad, temblor, alucinaciones con pérdida de memoria, cólicos, alteraciones hepáticas, entre otros.

Para el ser humano, el plomo es un elemento no esencial y potencialmente nocivo. Cuando este metal alcanza niveles tóxicos provoca la disminución de la fotosíntesis vegetal y el desarrollo de anemia en mamíferos. En las plantas además del efecto ya mencionado, contribuye a la reducción en el crecimiento, en la biomasa y la transpiración; además de lesiones cromosómicas, inhibición de la división celular e interferencia con enzimas ligadas al metabolismo del nitrógeno.


CADMIO

El ser humano está expuesto  a él principalmente a través de la cadena alimenticia, aunque también por el consumo de tabaco contaminado con cadmio presente en los fertilizantes fosfatados, que se utilizan para el cultivo del mismo. El cadmio se acumula en el organismo humano, fundamentalmente en los riñones, causando hipertensión arterial. La absorción pulmonar es mayor que la intestinal, por lo cual, el riesgo es mayor cuando el cadmio es aspirado.

La concentración crítica en la corteza renal, que da lugar a una prevalencia de 10% de proteinuria de bajo peso molecular en la población en general, es aproximadamente de 200 mg/kg y se alcanza con una ingestión alimentaria diaria de unos 175 µg por persona durante 50 años. Partiendo de una tasa de absorción de cadmio por vía de los alimentos de 5% y de una tasa diaria de excreción de 0.005% de la carga corporal se estableció un nivel de ingestión semanal tolerable provisional de 7µg/kg.

En la ciudad de Toyama, en Japón, ocurrió un brote epidémico de intoxicación (síndrome de Itai-Itai), ocasionado por la ingestión de arroz contaminado con cadmio, el cual era irrigado con agua contaminada procedente de las minas. Las personas afectadas, principalmente mujeres post-menopáusicas, sufrieron deformación de los huesos, acompañada de intenso dolor y fracturas, además de proteinuria y glaucoma. Se considera que estas alteraciones, se produjeron favorecidas por factores dietéticos, como deficiencia en vitamina D.

El cadmio ha sido asociado con la aparición de cáncer en animales de experimentación, así como con casos de cáncer de próstata en humanos.

La contaminación provoca, por lo general, una perturbación del suelo, que se traduce en una pérdida de calidad y aptitud para el uso o lo hace inutilizable, a no ser que se le someta a un tratamiento previo.


En la naturaleza prácticamente no existen suelos que se encuentren totalmente “libres” de los aportes antropogénicos dado que, incluso los suelos forestales alejados de la actividad industrial, reciben elementos y compuestos transportados por la circulación atmosférica a largas distancias, aunque sea en cantidades ínfimas.

A pesar de las abundantes pruebas de los efectos nocivos para la tierra y todos los seres que en ella habitamos, la exposición a los metales pesados continúa y puede incrementarse por la falta de una política consensuada y concreta.

Podemos crear un mundo más limpio para todos. ¿Te animas a colaborar?



FUENTES:

JACKSON LW, ZULLO MD, GOLDBERG JM (2008): The association between heavy metals, endometriosis and uterine myomas among premenstrual women. National Health and Nutrition Examination Survey, 1999-2002. Hum Reprod. 23:679-687.

VALLS-LLOBET C (2008): Efecto de sustancias químicas en la salud. Quadern CAPS.

Estudios y conferencias impartidas por el DR. NICOLÁS OLEA.

(En la sección de DOCUMENTALES de este BLOG, puedes encontrar enlaces a algunas de las conferencias del Dr. Olea).



Lucía Madrigal         



¿Qué te Dice tu Hambre?


A veces hemos comido y al rato tenemos hambre, pasamos frente al escaparate de una panadería y sentimos hambre, el olor a pasteles nos fascina y nos produce…hambre. Hambre, hambre, hambre… ¿Quién no ha sentido un voraz apetito, cuando ve la preparación de una comida sabrosa en la televisión o cuando huele la comida a través de las ventanas abiertas de las cocinas de las casas?

Este tipo de conductas, ¿A qué responden? ¿Crees que cada vez que te surge la necesidad de comer, ésta es real? ¿Sabrías contar cuántas veces a lo largo del día tienes pensamientos centrados en la comida o en los alimentos? ¿Cuántas veces necesitas comer para sentirte bien?

Aunque pueda parecer una obviedad, en muchas ocasiones comemos sin pensar, como un acto reflejo y sin tomar conciencia del momento, comemos porque nos parece que necesitamos comer. A veces lo que tenemos es sed y no sabemos discernir lo que sentimos. Emociones como fatiga, aburrimiento y ansiedad nos dan sensación de hambre, pero ¿Qué tipo de hambre es esa?


Jan Chozen Bays, pediatra de Harvard y autora del libro “Comer Consciente: Una guía para redescubrir una relación sana y alegre con los alimentos”, identifica siete tipos de hambre que nos condicionan. Esta clasificación nos ayuda a esclarecer distintos comportamientos alimentarios, que podemos relacionar con nosotros y lo que ocurre en nuestro interior. Dado que nuestra manera de relacionarnos con la comida afecta a nuestra salud, resulta interesante reconocer y reflexionar sobre el tipo de comportamiento alimentario con el que nos sentimos identificados.

Hambre Visual. Es el tipo de hambre que nos hace comer cuando vemos la foto de un postre o de cualquier plato preparado de forma muy apetecible. Esta clase de efectos son muy utilizados por las empresas de marketing, para que totalmente hipnotizados por la foto, se nos despierte el deseo y compremos inmediatamente la comida que se nos sugiere. A través de estas fotos llamativas somos capaces de descubrir el sabor, el olor y hasta la textura de los alimentos, lo que hace que nos apetezca mucho comer.

He oído muchas veces el tópico: “Comes más por la vista que por la boca”, aplicado a personas que muestran avidez y ansiedad ante un plato repleto. También es común observar este comportamiento ansioso en los autoservicios. Según señala la Dra. Bays, son muchas las investigaciones que han demostrado que "la vista es muy potente a la hora de influir en el comportamiento alimentario e incluso puede anular todas las demás señales de saciedad".


Hambre Olfativa. No podemos resistirnos al buen olor de un alimento. Hay olores muy tentadores, el de pan, el de café recién hecho, el olor dulzón de los bollos o pasteles… Pero esta sensación ¿es realmente hambre? Si hacemos un acto de conciencia, en muchas ocasiones nos damos cuenta, de que no tenemos realmente hambre sino que simplemente el olor nos despierta las ganas de comer. De hecho el olfato es, en cierto modo, “saciante” y puede “alimentarnos”, nos embauca. Reconocemos cuando “estamos llenos”, si el olor de los alimentos es percibido por nosotros con menor intensidad. Cuando olemos menos, el hambre ha disminuido, estamos saciados.

La Dra. Bays, además, sugiere en su libro, hacer un ejercicio de toma de conciencia, y tratar de dar respuesta a  las siguientes cuestiones:

¿Cuántos olores puede detectar al margen del que desprenden los alimentos que han despertado su interés?

¿Cómo cambia el sabor del alimento a medida que inhala y exhala?

¿Cuánto tiempo persiste el sabor después de tragar?


Hambre Bucal. La experta en comportamiento alimentario lo describe como "el tipo de hambre que experimentan quienes tienen la 'necesidad' de probar constantemente nuevos sabores y texturas", lo quieren probar todo y a todo le sacan una particularidad. En otras circunstancias de pérdida de salud se experimenta justo lo contrario, la pérdida del gusto por los alimentos. 


Hambre Estomacal. ¿Ansiedad o hambre? Muchas personas tienen lo que ellas denominan “ataques de hambre”, lo que es una frase que refleja este tipo de apetito, que conduce a comer más y de una manera desmedida. ¿Tengo realmente hambre o es en realidad apetencia por algún sabor o por algún alimento en concreto? ¿Quiero comer siempre a la misma hora? Si por el contrario, el “estómago” pide algún alimento concreto, la doctora sugiere observarse a uno mismo y reconocer las sensaciones que le invaden en cada momento. ¿Tensión? ¿Nerviosismo? ¿Inquietud? ¿Fatiga mental? ¿Alegría? ¿Euforia? Es posible que el cuerpo no esté necesitando comida, pero sí descanso. Unos ejercicios de estiramientos, unas respiraciones profundas, salir a la calle unos minutos a respirar aire fresco pueden ayudar a identificar el origen del apetito. Saborear un o comer pausadamente una fruta o unas tortitas de cereales son algunas propuestas sanas, mucho más ligeras (y digestivas) que caer en la tentación de comer la galleta de chocolate, el bombón, las patatas fritas o los frutos secos.


Hambre Celular. Se refiere a los antojos y responde a uno de los instintos más primarios: la supervivencia. La especialista explica este tipo de hambre como la necesidad orgánica de ciertos nutrientes que se expresa en la necesidad de comer alimentos muy concretos: chocolate, zanahorias, almendras (y no otros frutos secos), queso, sardinas enlatadas... También advierte que “el cuerpo los pide para funcionar de manera óptima, aunque la mayoría de nosotros hemos perdido la capacidad de oír lo que se nos está pidiendo”.


Mindhunger o Hambre Mental. Pensamientos como “tengo que comer menos azúcar”, “hoy me he pasado. A partir de mañana dieta”, “debo cocinar con menos grasa”, “desayuno el doble porque tal vez no tenga tiempo de almorzar”, o “con el día que he pasado, me merezco un bollo de chocolate” son algunos ejemplos de este tipo de “hambre”. Pero también lo son aquellas maneras de comer condicionadas por el márketing alimentario, que siempre alude a las últimas investigaciones científicas... La Dra. Bays traslada una reflexión muy interesante, que es que “cuando comemos en base a los pensamientos, nuestra alimentación está basada en la preocupación”, lo cual nos puede conducir a cometer errores alimentarios. El poder de la mente es inmenso, y es el responsable en gran medida de nuestro comportamiento a la hora de comer.


Hambre del Corazón. Es el tipo de hambre que se siente ante un vacío sentimental. Esto nos conduce a buscar el alimento como compensación o para llenar el vacío dejado por el abandono. Al comer nos sentimos reconfortados. Nos relacionamos con los alimentos. Según la Dra. Bays, las relaciones “más desequilibradas con la comida son causadas por no atender a los sentimientos”. Para muchas personas comer es un placer, y como tal puede exagerarse para compensar insatisfacciones en otras áreas de la vida. De ahí la importancia de ocuparnos de nosotros y de nuestro equilibrio emocional.


Hambre que se Confunde con la Sed. El ser humano es un deshidratado crónico, por eso no distingue bien el hambre de la sed. Prefiere comer, no le gusta el agua y no sabe saciar su sed. Con atención consciente podemos distinguir qué es lo que realmente nos acucia.

Una vez que aprendemos a reconocer las diferentes clases de hambre en nosotros, podemos satisfacerlas de manera apropiada. Entonces alimentarnos deja de ser una fuente de preocupación… empezamos a disfrutar de verdad de la comida.

Cuando nos centramos completamente en los alimentos, que se disponen en nuestra mesa, el acto de comer y lo que ocurre mientras comemos… descubrimos un mundo fascinante nunca imaginado.

Lo que comemos, cómo lo comemos y cuándo lo hacemos abre las puertas a muchos aspectos de nosotros, que nos son desconocidos. Es entonces cuando comer cobra importancia, porque dejamos de verlo como un acto puramente físico y lo miramos como una expresión maravillosa de lo que nos ocurre dentro, como una manera única de aprender sobre nosotros.



FUENTES:

Comer Consciente: Una guía para redescubrir una relación sana y alegre con los alimentos. Jan Chozen Bays. Ed. Kairós



Lucía Madrigal