Amor


“(...) No confundas amor con urgencia de poseer o ser poseído por alguien. El amor no es un capricho. El amor no es ni obsesivo ni compulsivo. El amor no se aferra a nada. El amor no posee nada; es sin peso, sin forma. El amor no dice, "eres necesario para mi felicidad, mi alegría, mi vida”. No, el amor es sinónimo de libertad, tiene un corazón abierto de par en par, dispuesto a sentir cada sentimiento, a pensar cada pensamiento”.


Jeff Foster

“No dejes que tu pareja ocupe todo tu ser y tu mente de tal manera que no haya lugar para ti. Amar no es desaparecer”.

Walter Riso


Cada vez que se acerca el día de los enamorados, los escaparates se llenan de corazones, bombones, flores y otros objetos para regalar. Todo el que vende algo, nos sugiere opciones, porque sabe que en ese día entramos de lleno en las compras con motivo aparente y en esa situación extraña en la que se intercambian cosas por “Amor”. “Si me amas, me tienes que regalar”.

Pero el enamoramiento no es Amor, es una borrachera emocional, que acaba por desaparecer. Si nos amamos, amamos y no tiene mucho sentido dedicar un día al amor o regalar en esa fecha exacta. Sin embargo, estamos siempre a la caza y captura de la felicidad a través de los placeres o las gratificaciones psicológicas y “creemos” que si nos regalan nos aman, y que ese amor nos va a liberar del miedo o la carencia.  Cabría preguntarse porqué necesito la confirmación de un amor en el que creo y que siento en lo más profundo de mi corazón o porqué necesito sentirme amado de una u otra forma… ¡estamos tan confundidos! Nada ni nadie puede darnos lo que no tengamos ya, la felicidad no depende de nada externo a nosotros.

El Amor no plantea necesidades, no requiere regalos, no necesita encontrar nada, no crea expectativas, no odia ni experimenta sufrimiento. El amor es plenitud y da sin pedir o necesitar, acepta sin recriminar o reclamar, es respetuoso y constructivo. El amor vive y deja vivir. No se sacrifica, no comprime, no obliga, no asfixia, deja ser, estar y sentir… La armonía y la dicha están en el amor. Sin embargo, el enamoramiento es eufórico, es un estado emocional producto de la alegría y de la sensación de haber encontrado algo que buscábamos. Curiosamente y por un momento, parece que hemos encontrado la comprensión, la entrega o el placer en el otro… ¿en el otro? ¿Qué tal si el otro no fuera más que el espejo en el que nos miramos?


Sin embargo, las relaciones parecen perfectas mientras nos sentimos enamorados, todo nuestro cuerpo vibra y se electriza ante el otro. Por un tiempo, nos sentimos felices.  Pero esa perfección se va debilitando a medida que entramos en la monotonía, que discutimos, hay momentos de hostilidad, conflictos, insatisfacciones, exigencias o incluso situaciones violentas de una u otra índole…entonces, surge el odio. Un odio que sale de dentro y que acallamos, para no reconocer que está ahí. Un odio a nosotros por no saber hacer, por no haber acertado, un odio al otro por mostrarnos nuestro interior desnudo.

Por lo general las relaciones oscilan entre el amor y el odio y caminan entre el dolor y el placer. Entre ambos y en ambos casos, la mente campa a sus anchas, pasión, rechazo, bienestar, malestar, discusiones, reconciliaciones... El dramatismo de los momentos hace que los miembros de la pareja se sientan vivos, pero poco a poco, el vínculo colapsa. Entonces, permanecemos con el otro porque hay que mantenerse, esto es lo socialmente admitido, o nos separamos.

De igual manera, sufrimos, nos hemos mantenido fieles a los preceptos de la mente pequeña que nos dice y nos dibuja a la persona adecuada y de repente, ¡zas! nuestro ideal no es tal. El guapo no es tan guapo, el dulce no lo es tanto, el respetuoso no nos respeta, sino que nos impone, el inteligente nos minimiza, el colaborador no colabora, el amable es estúpido…todo al revés; además, cómo no henos aprendido a amarnos, a considerarnos dignos de lo mejor, a sentirnos merecedores, esa persona encaja en el molde de nuestra falta de amor y más tarde o más temprano, eso se pone de manifiesto. Desde el principio, la casa se construye sin cimientos sólidos y se tambalea, nos tambaleamos. El peso es insostenible.

Mendigos del amor que no nos profesamos, éste se convierte  en una flor marchita que se pliega sobre sí misma, se arruga y envejece. Se pierde hasta el afecto y la unión y la complicidad son tan débiles que ni se sienten. Las manifestaciones escasean y en todo caso, nos hacemos un regalo por el día de los enamorados para seguir engañándonos. Sin el hábito de construir, el amor cae en picado. Nos parece que el otro falla y hasta pensamos en la posibilidad de haber elegido algo mejor, ¿mejor?…, no nos mintamos. Podemos cambiar de pareja, de entorno, de ambiente y todo seguirá igual, porque el supuesto fallo, si es que existe, no es del otro, sino nuestro. Hasta que no aprendamos a amarnos, no sabremos amar y, por tanto, no podremos sentir el amor de los demás.


Si hay auto amor, hay amor y éste se pone de manifiesto de miles de maneras. Dice Walter Riso “El bienestar afectivo no es otra cosa que cariño al por mayor. El ímpetu amoroso no puede silenciarse. Cuando se dispara, el organismo no cabe en su pellejo, lo implícito se hace explícito y el cuerpo, incontenible, se desborda en imprudencias. Y es precisamente ahí, entre el cataclismo hormonal y la comunión de dos, que el amor comienza a saborearse”.

No se trata de dejarse vencer por los impulsos o de venderse al mejor postor, eso es confundir sexo con amor y necesidad de afecto con entrega amorosa.  Porque no se ama si hay necesidades, porque si alguien duda que te ama, no te ama, porque si te quiere, no te ama; porque si él duda, la duda está presente en ti y porque si sólo te quieres, no te estás amando con todo tu corazón. Todo lo que el otro te muestra es un reflejo de ti y de lo que te ocurre dentro. En estas condiciones, sólo sentimos un amor pequeño, un amor que no llega, que se achica, que desfallece antes de germinar.

Nos hemos acostumbrado a sentir ese amor pequeño. Amamos tal como hemos aprendido a amar, según las creencias de nuestro entorno y nuestra cultura. Además, hemos gastado tanto la palabra amar, que no sabemos nada del amor, pero hablamos de amor verdadero, amor incondicional, porque es lo que somos. El paradigma ha de ser modificado.


Amar no significa encontrar una media naranja o un alma gemela. No hay un solo cerebro que rija la pareja. Somos individualidades que se vinculan, que caminan juntas, que experimentan juntas, que crecen juntas, porque se reconocen. Compartimos juntos un amor recíproco, equilibrado, ético, nos respetamos y estamos juntos, porque así lo decidimos segundo a segundo. Además, somos amigos y gozamos plenamente de la compañía del otro, nos alegramos con la alegría del compañero y nos sentimos felices si él o ella están felices.

Amamos sin perdernos a nosotros mismos, sin entregar nuestra soberanía, sin obsesionarnos, sin miedo a perder o al abandono, “aceptando el riesgo que supone entregarse a otra persona” y “sin ambicionar una eternidad juntos, sino la plenitud del ahora”. Sentimos un amor libre, sin dependencias, sin apegos. Respetamos y aceptamos al otro tal y como es, sin querer cambiarlo o utilizarlo para que llene nuestros vacíos. Sentimos un amor que fortalece nuestra propia independencia, que respeta nuestro camino y nuestro propósito en la vida.


Creer que podemos vivir con dar, sin abrirnos a recibir, es una equivocación. En el amor, ambas cosas surgen solas. Algunas personas solo saben relacionarse desde la explotación o adoptando actitudes de víctima. Todo amor en una sola dirección está contraindicado, porque no somos víctimas del amor, no somos víctimas del otro. El otro está ahí para que la víctima aparezca, la veamos planear sobre nuestras cabezas y tomemos la decisión de sentirla y respirarla. Para que cojamos nuestro poder y decidamos vivir a lo grande, desde el más profundo amor hacia nosotros. El culto al sacrificio es opuesto al amor. Si la persona que supuestamente nos ama, nos  hiere o viola nuestros derechos, debemos soltar y dejar ir, porque eso es amarnos y la dignidad no es negociable.

Walter Riso propone un amor apasionado, pero sereno, una identidad propia, un amor independiente y un amor valiente, frente a los amores obsesivos, los que renuncian a su propia identidad, los que esclavizan o los que siempre están temerosos de perder a la pareja. Él afirma:

“En el amor hay  sentido de la amistad y del humor, comunicación, alegría de que el otro exista, proyectos en común, una buena vida social, compañerismo, confianza mutua, certeza de que la otra persona nunca te hará daño intencionadamente. Estamos amando cuando su dolor nos duele, cuando hay ternura entre ambos y existe la complicidad y los proyectos en común”.

“Dile siempre a tu pareja “te estoy amando”, porque el amor es una construcción que nunca se termina”.


En el día de los enamorados ofrécele a tu pareja el mejor de los regalos, dile que lo amas. Dile que agradeces de corazón su compañía por el paseo de la vida, que agradeces profundamente que esté ahí para que tú puedas llegar a conocerte, para sanar y aprender a amarte de todo corazón, porque sabes, con certeza, que todo está en ti.

Dile: Yo soy tú, tú eres el espejo en el que me miro para llegar a conocerme. Si te acepto, me acepto, si te respeto, me respeto. Me veo en ti y a veces me gusta el reflejo, otras veces no, pero entonces entiendo que estoy frente a alguna faceta desconocida de mí, que sólo tú me puedes enseñar y te amo por ello. Te amo por mostrarme eso que nunca vería de otra forma. Tu mal o buen carácter están en mí, tu malestar o bienestar están en mí, tu juicio es mi propio juicio, tú eres el espejo que me muestra desnuda ante mí. Por todo ello ¡GRACIAS!


“Esto he aprendido. Mientras tenga en mi cabeza la idea de que "tengo una relación" o "estoy en una relación", sufro, no importa con quién.”


“Cómo nos relacionemos, o más bien cuán bien amemos, depende de cuán vacíos estemos de ideas, conceptos y expectativas.” 


Eckhart Tolle

“Hay que amar siendo libre: "Yo no te necesito, te prefiero, te elijo"

“Ama sin obsesión y grita a los cuatro vientos: "No me enloqueces, me apasionas"

Walter Riso



FUENTES:

Enamórate de ti. Walter Riso. Planeta /Zenit, 2012.

Deshojando margaritas. Walter Riso. Océano, 2012.

El Poder del Ahora. Eckhart Tolle. GAIA Ediciones, 2001.



Lucía Madrigal                          



Entrevista a Marie Thérése de Brosses


El hombre es un secreto en el que hay que penetrar, y aunque emplees en ello toda tu vida no digas por eso que has perdido el tiempo.

Dostoïevski, 16 de agosto de 1839 (carta a su hermano Miguel)

La Energía es lo Real, El Universo es Energía, La Energía es la Conciencia.

(Sir Woodroffe, Shakta-Vedanta)

En esta entrevista, la cardióloga Marie Thérése de Brosses presenta su obra “Conciencia-Energía” en la que  recoge las bases científicas del holismo. En ella habla  de la Conciencia Universal como el último paradigma admitido en la ciencia y de la irrefutabilidad de esta teoría, tras los últimos descubrimientos en el campo de la microfísica.

¿Por qué se interesó en un dominio tan controvertido, considerado incluso metafísico, como el de la conciencia?

Todo comenzó cuando era jefa de Cardiología Clínica en la facultad de Medicina de París, en donde realizaba registros eléctricos de anomalías del aparato circulatorio. Allí pude observar que una actividad mental simple originaba una regularización cardiovascular, mientras que si el paciente era conmovido por el miedo a no realizar una tarea más difícil, los desórdenes se acentuaban. Sabiendo que las emociones venían del diencéfalo y que el estado intelectual estaba en relación con la corteza-cerebral, era evidente que la puesta en juego, desde el punto de vista estructural evolutivo, regulaba automáticamente y, sin ningún esfuerzo otro inferior (el diencéfalo en este caso). Fue entonces cuando me planteé si no habría un tercer nivel que regulase al intelectual o mental y, por ende, al resto. Esta inquietud fue parcialmente calmada cuando, en tres misiones científicas a la India, efectué registros en los yoguis Y aprecié que ellos trascendían la dualidad psicosomática: había, pues, un tercer nivel, puramente energético, conocido no sólo hace 7.000 años por los vedas, sino también por los físicos. La conciencia pasó a ser, a partir de ese momento, objeto de mis investigaciones.

“La conciencia es un vacío cuántico”


¿Quiere decir que la física tiene puntos en común con la filosofía oriental?

Efectivamente. La conciencia no es más que un vacío cuántico. El físico suizo Lawrence Domash, por ejemplo, afirma que la conciencia pura es la última esencia del universo, comprendido el universo físico. En realidad, la evolución de la ciencia ha descubierto la conciencia gracias a sus experimentos sobre la materia: los resultados de la física cuántica, relativa a ondas y partículas, es exactamente lo mismo que experimentan los místicos en su vida interior. La investigación sobre la naturaleza de partículas menores a los cuantos, descubiertos por Planck, presuponen divisiones cada vez mayores, hasta llegar al dominio de lo universal. En este sentido, el físico Stephan Lupasco ha definido un sistema energético microfísico, que se encuentra en todos los demás sistemas, en todas partes, jugando un papel de catalizador y origen mismo del resto de los niveles. Si a ello se añade el hecho de que el estado cuántico de la materia es también tributario de la conciencia del observador, que todo en el mundo es energía y la equivalencia entre materia y energía (ya postulada por Einstein), nos encontramos con un nivel energético supremo y universal. La conciencia, así, ha sido expresada en el lenguaje de las matemáticas como un operador y, en términos cuánticos, como una función de onda. Para la tradición oriental tántrica, en cambio, es una fuerza eterna, que se expresa tanto en el hombre como en el universo; una energía consciente, ya que la conciencia es energía.

Pero si la conciencia es energía y es universal, ¿dónde se localiza en el ser humano?

El neurofisiólogo, norteamericano Pribran, de la Universidad de Stanfórd, investigando sobre la localización de la memoria en el cerebro, descubrió que no la había, sino que se trataba de una serie de ruedas energéticas, entremezcladas entre sí, portadoras de la información general, que se encontraban en el cerebro, en un campo energético que no tenía límites. Así, llegó a la conclusión de que la conciencia es un holograma, o sea, un dominio o un campo de potenciación y de frecuencia, que está por debajo de un universo concreto. Curiosamente, un premio Nobel de Física, el británico David Bhon, afirma también que el universo es holográfico y que origina una serie de imágenes concretas a través de fluctuaciones energéticas. La unión de ambas concepciones holográficas implica, pues, todas las posibilidades energéticas. Por tanto, no importa la localización orgánica de la conciencia, ya que, al tratarse de un holograma, todos los puntos contienen información de la totalidad: lanzando un rayo láser a un punto determinado del cerebro se encuentra información completa.

“El cuerpo contiene todos los niveles de conciencia”


¿Qué papel juega el cuerpo en dichas manifestaciones energéticas y en el cosmos?

El papel del cuerpo es muy importante para el conocimiento de uno mismo, ya que él contiene la totalidad energética de todos los niveles de conciencia que, estando integrados, repercuten los unos sobre los otros: el sistema macrofísico, con los elementos constitutivos de nuestra materia; el sistema biológico de nuestro dinamismo vivo; el sistema psíquico de nuestras emociones y de nuestro intelecto y, por encima de todo, el sistema microfísico de nuestra universalidad y nuestras potencialidades evolutivas (la conciencia). Así, el despertar de la conciencia corporal entre los terapeutas de vanguardia es capital para nuestro período crucial de mutación, en el curso de la cual el descenso en nosotros de la energía cósmica bajo su forma supramental necesitará una transmutación biológica, que será la base de una nueva especie, cuyo cuerpo tendrá capacidad para expresar y sentir su unidad con el cosmos y todos los seres que encierra. Algunos yoguis, por ejemplo, han llegado ya a ello: son capaces, mediante determinadas técnicas, de ir desligando la conciencia nivel por nivel, hasta reintegrarla en lo universal y lo absoluto; son capaces de impedir las fluctuaciones mentales, y así la conciencia se encuentra en el estado propio (los fenómenos paranormales que ello conlleva no son nada del otro mundo). Este desligamiento, de los principios energéticos está de acuerdo con los descubrimientos científicos acerca de la cronaxia de subordinación en el sistema nervioso, donde cada nivel superior regulariza el inferior.


Al parecer, la energía biológica se expresa mediante vibraciones. Usted parte de “vibraciones generalizadas” como una manifestación óptima; ¿quiere decir que hay pasos sucesivos, zonas que liberar?

Exactamente. La materia es un ritmo; la sustancia (sólida, líquida o gaseosa) es una frecuencia, y la energía vibratoria es la energía de la existencia. Nuestra energía biológica se expresa mediante vibraciones rítmicas, que es posible recoger experimentalmente sobre la superficie del cuerpo, sobre todo en ciertas zonas. Estas modulaciones, que se han denominado ondas periódicas lentas, varían su morfología según el nivel de conciencia del cual emanan, ya que los niveles son jerárquicos: su ritmo es tanto más lento cuanto más elevado es el nivel.

¿Qué trascendencia pueden tener sus investigaciones para las generaciones futuras?

Debido al hecho de la estrategia evolutiva de la filogénesis, así como de la ontogénesis, las generaciones nacen con una conciencia cuyo potencial de comprensión es superior al de la precedente; tanto más cuanto su medio social ya es más evolucionado, gracias, sobre todo, a que los métodos pedagógicos han sido liberados de una gran parte de los antiguos tabúes y que el cuerpo de sus progenitores habrá sufrido una transformación vibratoria favorable. Hoy día, que tendemos espontáneamente hacia lo universal, se hace posible, incluso deseable, retornar personalmente al sí mismo que está en nosotros para participar del trabajo en curso. Nuestra época evolutiva en Occidente tiene sed de universalidad. Esto es la consecuencia de un cambio evolutivo natural, del cual me siento partícipe, junto con otros muchos, científicos o no.

“Felices aquellos que, dentro de estos planteamientos, llegan a reconocer la importancia del ego para renovar lo que representa la esencia misma de su constitución, y lanzan, desde lo más profundo de su ser, el siguiente grito interior: «¿Quién soy yo?» «Necesito la Verdad, sea la que sea»”.



FUENTES: Internet


Lucía Madrigal