Fructosa y Ácido Úrico


La teoría de que el azúcar alimenta el cáncer, en realidad, nació hace cerca de 80 años, pero lo que no es tan lejano es el descubrimiento de su relación con el ácido úrico, y todas las enfermedades degenerativas. Sorprendentemente, la mayoría de los programas convencionales para abordar el cáncer y otros tipos de enfermedades graves, siguen sin considerar adecuadamente la importancia de la alimentación y la necesidad de evitar los azúcares.


El ganador del Premio Nobel de Medicina de 1931, Otto Warburg, descubrió que las células cancerosas tienen una diferencia fundamental en el metabolismo de la energía en comparación con las células sanas. Los tumores malignos tienden a utilizar un proceso en el que la glucosa es utilizada como combustible de las células cancerígenas. Ellas crean ácido láctico por fermentación de la misma, como bioproducto, que después es transportado hacia el hígado. La conversión de glucosa a ácido láctico genera un pH más acido en los tejidos cancerosos, así como fatiga física por la acumulación de ácido láctico.

Esta es una vía sumamente ineficiente para el metabolismo, que extrae sólo cerca de un cinco por ciento de la energía disponible del suministro de alimentos. En términos simples, el cáncer es un “desperdicio” de energía, que hace que las personas se sientan cansadas y desnutridas. A medida que continúa este círculo vicioso, la situación conduce al desgaste corporal que sufren los pacientes de cáncer. Además, los carbohidratos de la glucosa y la sacarosa disminuyen significativamente la capacidad de que los neurotrófilos, células del sistema inmunológico, hagan su trabajo. Los neurotrófilos son un tipo de glóbulos blancos, que ayudan a las células a envolver y destruir a invasores como el cáncer.


Aunque todas las formas de azúcar son dañinas para la salud y promueven el cáncer de diferentes maneras y en diferente medida, la vía que utiliza la fructosa parece ser una de las más perjudiciales. El metabolismo de la fructosa causa, junto con la proliferación de células cancerosas, un aumento en la producción de ácido úrico. Sólo la fructosa (no la glucosa) aumenta los niveles de ácido úrico.

Actualmente, la conexión entre la fructosa, el ácido úrico y la resistencia a la insulina es tan clara, que los niveles de ácido úrico que tiene una persona pueden ser utilizados como marcadores del estado tóxico, generado por la fructosa. Esto significa que si los niveles de ácido úrico son altos, entonces aumentan los riesgos de salud relacionados con el consumo de fructosa incluyendo las enfermedades cardíacas y el cáncer. En consecuencia, es tan aconsejable reducir el consumo de fructosa, como  mantener los niveles de ácido úrico en sus límites saludables.


El Dr. Johnson en su libro sobre los peligros de la fructosa, llamado “The sugar Fix”, explica cómo ésta causa presión arterial alta, enfermedades cardíacas, obesidad, diabetes y enfermedades renales. También se podría decir que muchos tipos de cáncer se encuentran en la lista de enfermedades directamente relacionadas con el consumo de fructosa. Además de los estudios ya mencionados, también se ha descubierto que la fructosa promueve la metástasis en el cáncer de mama y muestra efectos genotóxicos en el colon de animales de investigación.

La fructosa también promueve una enfermedad llamada aterosclerosis intracraneal, adelgazamiento y endurecimiento de las arterias del cráneo, y contrario a lo que se ha creído siempre, es el azúcar/fructosa de la dieta lo que aumenta el riesgo de enfermedades cardíacas, no las grasas saturadas de origen animal.


A un nivel alimentario básico, las estrategias de prevención de las enfermedades cardíacas y del cáncer son idénticas. Antes que nada, es necesario abordar el problema de resistencia a la insulina y la leptina, que es el resultado de una alimentación rica en azúcares, productos refinados, alimentos elaborados y granos.

Para eso es necesario:

Evitar el azúcar, fructosa procesada, granos y alimentos procesados.

Llevar una alimentación saludable a base de alimentos integrales, preferiblemente ecológicos y reemplazar los carbohidratos de los granos por grandes cantidades de vegetales, cantidades, de bajas a moderadas, de proteína de alta calidad y grasas saludables de alta calidad también, (Omegas, aceites tropicales como el de coco, aguacate...) 


Ya sea que hablemos de las enfermedades cardíacas o del cáncer, reducir (o de preferencia eliminar) la fructosa procesada y otros azúcares, así como limitar los carbohidratos de los granos en nuestra alimentación es la estrategia más importante si se padece de resistencia a la insulina o a la leptina. Las modificaciones en la alimentación deberían formar parte de un plan completo para el tratamiento de enfermedades cardíacas y cáncer.

Hasta ahora, los estudios científicos han relacionado el consumo de fructosa procesada con cerca de 78 enfermedades y problemas de salud diferentes. Me dirás...si yo no tomo fructosa y casi no tomo azúcar, pero ambos están en montones de alimentos de uso cotidiano como aditivo. Hay muy pocas cosas a las que la industria alimentaria no haya añadido jarabe de maíz de alta fructosa o azúcar.

Al reducir drásticamente el consumo de fructosa procesada y carbohidratos, estarás ayudando a detener el crecimiento del cáncer y a “matar de hambre” cualquier posible tumor. También reforzarás la función inmunológica en general, porque el azúcar disminuye el buen funcionamiento del sistema inmunológico casi de inmediato.

¿No te parece importante prescindir de los azúcares?



FUENTES:

The sugar fix. Dr Richard Johnson. Pocket books, 2009.

The fat switch. Dr. Richard Johnson. Pocket books, 2012.

Nutrición vitalizante. Néstor Palmetti. Argentina 2012.



Lucía Madrigal                



Los Alimentos Fermentados


El Proceso de Fermentación promueve un cambio en los alimentos y hace que estos se enriquezcan en nutrientes. Esto se consigue, mediante la acción de enzimas y fermentos, que dan lugar al crecimiento y actividad de microorganismos como mohos, bacterias y levaduras


Sí, no todos los microorganismos son nocivos para nosotros. De hecho, somos un ecosistema poblado, en origen, de montones de mohos, virus y bacterias benéficos, que nos ayudan a sobrevivir.  Además, la fermentación es un buen método de conservación.

Los alimentos fermentados son potentes desintoxicantes y contienen niveles mucho más altos de probióticos, que cualquier suplemento que podamos adquirir. Además, son quelantes, lo que es ideal para la optimización de nuestra flora intestinal. Ellos nos ayudan a descomponer y eliminar los metales pesados ​​y otras toxinas de nuestro cuerpo.

Las bacterias intestinales benéficas realizan una serie de funciones sorprendentes, entre ellas:

Son las encargadas de la absorción de minerales, y producción de nutrientes como vitaminas B y vitamina K2.

Ayudan a prevenir la obesidad y la diabetes.

Ayudan, igualmente, a regular la grasa alimentaria.

Su consumo disminuye el riesgo de contraer cáncer.

Contribuyen a mejorar el estado de la piel.

Ayudan a mejorar  el estado de ánimo y la salud mental.


Son por tanto, organismos vivos, que actúan en perfecta simbiosis con nosotros y a los que hemos de tener en cuenta y cuidar. ¿Cómo?

El uso de alimentos fermentados es una opción estupenda para mejorar nuestra flora, gracias, sin duda, al aporte de lactobacilos. La fermentación es un proceso químico de transformación, que supone para nosotros un aporte enzimático, que enriquece nuestro organismo; es una predigestión de los alimentos, ya que los macronutrientes se desdoblan en sustancias simples y benéficas, lo que supone un ahorro energético para nuestro cuerpo y nos ayudan a eliminar toxinas, ácido fítico y nitrosaminas cancerígenas.

Sobre el beneficio del consumo de alimentos fermentados hay mucho escrito, no existe ninguna cultura longeva que no los tenga asumidos en su dieta. Son tan beneficiosos, que un pequeño aporte de los mismos es excelente para nuestra salud.

Cuando  nunca se han probado los alimentos fermentados, comer una gran cantidad de ellos, podría provocar una crisis de curación. Esto ocurre cuando los probióticos matan los patógenos en el intestino. Al morir estos patógenos liberan toxinas potentes, lo que puede hacer que nos sintamos mal, por lo que es aconsejable introducir los fermentados gradualmente en nuestra dieta. 


¿Cómo Hacer Fermentados?

Para comenzar a fermentar necesitamos:

Cuchillos Buenos: Es importante asegurarse de contar con un juego de cuchillos de buena calidad y a ser posible de cerámica, porque evitan más la oxidación.


Tabla de Cortar: Se requiere de una tabla de cortar grande y mejor de madera.

Si cortar no nos es fácil podemos usar un procesador de alimentos, ya que se cortan grandes cantidades de vegetales crudos y su uso nos facilita el proceso. El grosor del fermentado, depende de los gustos. Si lo que queremos es crear más pulpa y un producto final más pastoso, la mejor opción es el uso de procesadores con cuchillas en forma de S. Si nos gusta una textura más gruesa, el cuchillo es lo mejor.


Licuadora: Aunque el uso de sal es habitual en la preparación de un fermentado, podemos utilizar zumo de apio, ya que éste es un alimento con grandes cantidades de sodio. Necesitamos la licuadora para obtener dicho zumo.


Un Recipiente Grande, lo suficientemente grande como para que todos los vegetales  rallados quepan en él.


Frascos de Vidrio con boca ancha y herméticos, para la fermentación y el almacenamiento de las vegetales. 


Un Krautpounder, herramienta de madera maciza, con la forma de un mazo de almirez, para aplastar los vegetales, comprimirlos y eliminar las bolsas de aire.

(Podemos elaborar un instrumento casero con la misma utilidad, simplemente, cortando uno de los extremos de un rodillo de cocina).


¿Cómo se Fermenta?

Primero seleccionamos los vegetales y las hierbas que vamos a utilizar. Es importante que estos sean ecológicos, para evitar los restos de agroquímicos en el fermento. La base de la mezcla de todos los fermentados vegetales es la col roja o verde. Es importante que éstas sean frescas y mantengan  una textura densa y firme. 



A la col le podemos añadir raíces como la zanahoria, la remolacha, los rábanos y los nabos, y cualquier otro vegetal o hierba que sea de nuestro gusto.

Podemos añadir, también, hierbas aromáticas en pequeñas cantidades, ya que la fermentación concentra los sabores picantes. El ajo pelado, el jengibre pelado y hierbas como la albahaca, la salvia, el romero, el tomillo y el orégano son opciones muy sabrosas.

También se pueden agregar vegetales marinos o algas (dulse y  wakame son las más indicadas, ya que otras algas dejan un cierto sabor a pescado) para aumentar el contenido mineral,  de vitaminas y fibra del fermento.

El fermento se produce solo, debido al contenido en ácido láctico de la col. Una vez que hayamos producido fermento por primera vez, podemos utilizar un poco del escabeche, que queda al final del mismo, para iniciar un nuevo proceso.

Una vez que se tengan los vegetales rallados, los colocamos poco a poco y vamos poniendo  semillas de enebro, alcaravea… y sal. Todo esto lo vamos aplastando…Es muy importante apretar y comprimir bien la mezcla con el machacador, para eliminar las bolsas de aire y hacer que ésta  se cubra del líquido extraído con el aplastamiento y la compresión. Muchas personas recomiendan cubrir el fermento con una hoja de la propia col, pero no es necesario. Lo más importante es que los vegetales queden bien cubiertos de su zumo y que no exista aire en el tarro (esto se consigue muy bien con un peso). También es importante no llenar el frasco hasta arriba, ya que el escabeche del fermento crece y burbujea, por lo que puede salirse o hacer que la tapa salte.

Permitir la fermentación es el último paso, lo que, dependiendo de la estación, se produce en más o menos días. Los frascos están mejor en un lugar tibio y sin mucha luz directa. Durante el verano, los vegetales generalmente se fermentan en tres o cuatro días. En invierno, pueden necesitar una semana. La única manera de saber cuándo están fermentados es abrir el frasco y probarlos. Una vez que nos guste la textura y el sabor, podemos colocar los frascos en el refrigerador. Aquí se reduce la actividad del fermento y los vegetales mantienen el sabor que nos gusta, durante varios meses.

Según los vamos consumiendo, hemos de asegurarnos de que los vegetales están cubiertos del escabeche producido en el proceso, para que se conserven bien.


Por último, ¡Buen Provecho! Los fermentados están deliciosos y son un alimento muy saludable.



Lucía Madrigal              


  

Alimentos para el Buen Funcionamiento Cerebral


  • Nueces


Las Nueces son buenas fuentes de omega-3 de origen vegetal, fitoesteroles naturales y antioxidantes. Se ha demostrado en experimentos que estos compuestos ayudan a revertir el envejecimiento cerebral en las ratas adultas. Se ha descubierto, también, que el DHA, en particular, es un tipo de grasa omega-3 que mejora el funcionamiento cerebral e incluso promueve la sanación del cerebro.

  • Curry y Cúrcuma


El Curry contiene Cúrcuma, una especia que, a su vez, contiene el antioxidante antiinflamatorio curcumina. La curcumina es capaz de atravesar la barrera hematoencefálica, lo que la convierte en neuroprotector para una amplia gama de trastornos neurológicos.

La investigación ha demostrado que la curcumina puede ayudar a inhibir la acumulación de amiloide beta destructivo en el cerebro de pacientes con Alzheimer, así como a romper las placas existentes. Incluso se ha comprobado que la curcumina ayuda a mejorar la memoria y a estimular la producción de nuevas células en el cerebro, un proceso conocido como neurogénesis.

  • Brócoli y Coliflor


El Brócoli y la coliflor son una buena fuente de colina, una vitamina B conocida por su papel en el desarrollo del cerebro. El consumo de colina durante el embarazo, promueve la actividad cerebral de los animales en el útero, lo que indica que puede mejorar la función cognitiva, el aprendizaje y la memoria.

Incluso puede disminuir el declive relacionado con el envejecimiento y la vulnerabilidad del cerebro a las toxinas durante la infancia, así como proporcionar protección en el futuro. 

  • Apio


El Apio es una fuente rica en luteolina, un compuesto vegetal que puede calmar la inflamación en el cerebro, causa principal de la neurodegeneración. La luteolina también se ha relacionado con una tasa menor de pérdida de la memoria, relacionada con la edad, en los ratones. Además del apio, los pimientos y las zanahorias son también buenas fuentes de luteolina.

  • Garbanzos


Los Garbanzos son una de las mejores fuentes de magnesio, (además de las algas marinas y los vegetales de hojas verdes), el magnesio proporciona beneficios a las células receptoras del cerebro para transmitir los mensajes, mientras que relaja los vasos sanguíneos, permitiendo más flujo sanguíneo al cerebro.

  • Moras 


Los antioxidantes y otros fitoquímicos en las moras azules han sido vinculados al mejoramiento en el aprendizaje, el pensamiento y la memoria, así como también, a la reducción del estrés oxidativo neurodegenerativo. También son relativamente bajas en fructosa en comparación con otras frutas, por esta razón son una de las frutas más saludables disponibles en el mercado.

  • Grasas Saludables


Entre estas grasas podemos incluir, a las aceitunas, al  aceite de oliva virgen ecológico, al aceite de coco, los frutos secos como las nueces pecanas, o las nueces de  macadamia y el aguacate.

Todos estos alimentos son altamente beneficiosos en estado crudo, ya que al ser cocinados o tostados, caso de las nueces y frutos secos, pierden su valor y su calidad nutricional.


En otros artículos hemos comentado, que, si no cambiamos nuestros hábitos de vida y evitamos aquellas cosas que realmente perjudican nuestro funcionamiento cerebral y el de todo nuestro cuerpo, hagamos lo que hagamos nos quedaremos en el intento. Aportar cosas nuevas sin renunciar a las antiguas, no va a conducirnos a ninguna mejoría. Se trata de cambiar no de añadir.

El Dr. David Perlmutter, neurólogo estadounidense y autor del libro “Grain Brain”, aconseja evitar los carbohidratos y el azúcar. La sensibilidad al gluten, presente en algunos cereales de espiga, está implicada en la mayoría de las enfermedades crónicas, incluyendo las que afectan al cerebro, por la forma en que el gluten afecta al sistema inmunológico. 

Desafortunadamente, muchas personas, incluyendo a los médicos, todavía creen que si no se tiene la enfermedad celíaca, el gluten es algo seguro y se puede comer sin ninguna preocupación. Pero no es así. Todos creamos zonulina en el intestino, como respuesta al gluten. Las proteínas del gluten, que se encuentran en el trigo, la cebada y el centeno, hacen que el intestino sea más permeable, lo que permite que las proteínas no digeridas y las bacterias entren en el torrente sanguíneo. Eso posteriormente sensibiliza el sistema inmune y promueve la inflamación y la autoinmunidad. Para una mejor explicación, se puede consultar el artículo titulado “El Mito de los Cereales”, publicado en este blog.

Según el Dr. Perlmutter, gran parte de nuestra carga actual de enfermedades, incluidas las enfermedades cerebrales, se derivan del hecho de que estamos contaminando nuestro sistema inmunológico con proteínas a las que el ser humano nunca, en la historia de la humanidad, había estado expuesto.  


Todo contribuye a una mejor o peor salud cerebral. El ejercicio, los alimentos que consumimos, las relaciones personales, el estado emocional, el descanso, los patrones de sueño…, son factores determinantes que influyen en un mejor o peor funcionamiento del cerebro. La expresión de nuestros genes cambia con nosotros:

El Ejercicio o  cualquier  actividad física producen cambios bioquímicos que fortalecen y renuevan no sólo el cuerpo, sino también, algunas áreas cerebrales, particularmente las asociadas con la memoria y el aprendizaje.

El ayuno y la reducción de calorías que consumimos mejora la salud de todo nuestro cuerpo, incluido el cerebro.

Reducir, así mismo, el consumo de carbohidratos, incluyendo azúcares y granos y consumir grasas saludables beneficia, igualmente, nuestra salud corporal y, cómo no,  la cerebral.

Por último, aumentar el consumo de omega-3 y reducir el consumo de grasas omega-6 dañadas (aceites vegetales procesados) con el fin de equilibrar la proporción  omega-3 y omega-6, es, también, muy beneficioso.


Nuestro cuerpo y nuestro cerebro no están diseñados para envejecer de la manera en que suelen hacerlo. Perdemos nuestra calidad de vida y nuestra lucidez porque no nos tratamos bien, ni mental,  ni emocional, ni físicamente. Desde este blog proponemos cambios de hábitos progresivos hacia una mejor calidad de vida, pero para eso hay que dejar atrás antiguas creencias y dar un paso adelante. Desaprender para aprender de nuevo. Creer para crear. El cuerpo es sagrado en toda su expresión. Todo lo que somos lo es.

¿Te Animas a Avanzar en Otra Dirección?



Fuentes:

Cambia tu cerebro, cambia tu cuerpo. Dr. Daniel G.Amen. Ed. Sirio, 2012.

Comer bien para ver mejor. Raúl Flint. Integral, 2008.

Alimentos saludables. Néstor Palmetti. Espacio Depurativo. Argentina, 2013.

Alimentos para el cerebro. Dr. Joseph Mercola.



Lucía Madrigal              



Gases y Distensión Abdominal


La Distensión Abdominal y los Gases, por lo general, están relacionados con lo que comemos. Los vegetales son un buen recurso para mejorar estos síntomas tan molestos y ayudar a reducir la distensión abdominal, pero si no tenemos un  intestino  sano, pueden empeorar el problema.


La Distensión Abdominal es gas en el abdomen y la mitad de ese gas simplemente es el aire que entra por nuestra boca, al masticar o tomar bebidas carbonatadas. El gas restante es producido por las bacterias intestinales, que ayudan a digerir los alimentos. Ciertos procesos químicos naturales del colon, como el metabolismo de la fibra insoluble, producen gases, algunos inodoros (bióxido de carbono) y otros olorosos (sulfuro de hidrógeno). Si el alimento no se mueve rápidamente por nuestro tracto digestivo, el gas se acumula en los intestinos, causando esa sensación de hinchazón.

Los alimentos que tienden a empeorar la distensión abdominal son los endulzantes como el sorbitol y la fructosa, los granos, las legumbres, los productos lácteos (si se tiene dificultad para digerir la lactosa) y ciertas frutas y vegetales como la col, coliflor, coles de Bruselas y ciruelas. Estos alimentos contienen azucares y almidones que muchas personas tienen dificultad para digerir. Comer en exceso, comer muy rápido y no masticar los alimentos adecuadamente, también contribuyen a la distensión abdominal.


La Fibra puede ser amiga o enemiga, dependiendo del estado de nuestro intestino. Siempre hemos oído que la fibra es importante para nuestra salud, pero, también, es importante saber que consumir alimentos ricos en fibra, con un intestino dañado, puede causar problemas de salud graves. Si los alimentos ricos en fibra nos hacen sentir hinchados, eso es indicio de que nuestro tracto digestivo está dañado y debe ser sanado. Nuestro sistema digestivo no está diseñado para descomponer la fibra. De hecho, no podemos digerir la fibra, aunque esta desempeña un papel muy importante en la digestión.

La fibra soluble, como la que se encuentra en los pepinos, arándanos, judías y frutos secos, se disuelve en una textura parecida a un gel, ayudando a ralentizar la digestión. Esto nos ayuda a sentirnos satisfechos durante más tiempo y es una de las razones por las que la fibra ayuda a controlar el peso corporal.

La fibra insoluble, como la que se encuentra en los vegetales de hoja verde, apio y zanahorias, no se disuelve en absoluto y ayuda a dar volumen a las heces. Esto, también, ayuda a que los alimentos se muevan por nuestro tracto digestivo más rápido y a que sean eliminados de forma saludable. Muchos alimentos enteros, especialmente las frutas y vegetales, contienen fibra soluble e insoluble de origen vegetal.


Si nuestra flora intestinal está sana, es decir, predominan las bacterias benéficas, especies de probióticos, entonces estos microbios se alimentarán de la fibra no digerida, lo que permitirá su supervivencia y proliferación. Esta es la razón por la que la fibra ayuda a nutrir nuestro intestino, nuestras bacterias amigas se alimentan de ella.

Muchas de estas fibras alimentarias son digeridas por las bacterias benéficas de nuestro colon distal y producen ácidos grasos de cadena corta, como el ácido butírico, que son altamente nutritivos para nuestras células intestinales. Esta simbiosis es sumamente saludable para nosotros.

Sin embargo, si nuestro intestino está lleno de organismos patogénicos (disbiosis), la fibra en realidad empeora nuestros síntomas, ya que es un promotor de crecimiento no específico para las bacterias intestinales, que no distingue entre microorganismos benéficos y patogénicos. Los nutrientes mal digeridos, por ejemplo proteínas, sirven de sustrato para el desarrollo de microorganismos nocivos.

Virus y bacterias desdoblan compuestos orgánicos mediante el proceso de putrefacción, lo que genera desechos metabólicos perjudiciales. En estos ambientes suelen proliferar parásitos, que, igualmente, generan desechos tóxicos. Además de intoxicar tejidos y fluidos, estas toxinas impiden la supervivencia de nuestra flora benéfica. Una de las mejores maneras de restaurar nuestra salud intestinal es cambiar nuestros hábitos alimenticios y consumir vegetales fermentados de forma regular.


Las personas sanas necesitan cerca de 32 gramos de fibra al día. La mayoría de la fibra debe ser de vegetales, frutas, frutos secos y semillas, no de granos. La cascara de semilla de psyllium y la linaza también son muy benéficas. Tomar agua ionizada todos los días, también es sumamente importante para lograr tener un tracto saludable.

Una vez que nuestro tracto digestivo está trabajando óptimamente, la fibra contenida en los vegetales nos ayuda a eliminar los desechos e irritantes gástricos, por lo tanto la distensión abdominal será menor. 


Cuando promovamos cualquier cambio en muestra alimentación, debemos hacerlo gradualmente, porque si de repente comenzamos a consumir muchos vegetales o aumentamos de forma drástica el consumo de fibra alimentaria, esto puede ocasionarnos problemas de adaptación, e incluso, empeorar la situación en la que nos encontrábamos antes. Al eliminar refinados, por ejemplo y aportar fibra, la persona puede acusar mayor producción de gases, como consecuencia del reordenamiento de la flora intestinal. Además, los microbios intestinales están acostumbrados a ciertas condiciones en su entorno y cambiar estas condiciones abruptamente puede causar malestar gástrico, distensión abdominal y otros síntomas gastrointestinales.

Cuando se hacen modificaciones y estas no muestran ninguna eficacia, estamos ante problemas más serios y será necesario renunciar a los alimentos que nos causan flatulencias.

Según Herbert M. Shelton, la mala combinación de alimentos es otro de los factores principales detrás del gas y la distensión abdominal, así como de la acidez y el malestar estomacal. Si los alimentos que consumimos no se digieren adecuadamente, entre otras cosas por mala combinación de los mismos o porque comemos en condiciones que suspenden o retardan la digestión, estrés, trabajo excesivo, preocupación…u otras razones, esto no sólo puede causar síntomas, sino que también puede agotar de nutrientes nuestro organismo. 


Es muy beneficioso cambiar de hábitos para recuperar el buen funcionamiento de nuestros intestinos. Unos intestinos saludables son indicio de buena salud. Nuestro cuerpo se adapta a los cambios gradualmente, pero hemos de darle tiempo y tratarnos con amor y respeto.

Ese es el primer paso a una Salud Mejor.


(Para entender la combinación de alimentos, puedes leer un artículo explicativo en este blog, en la sección de ALIMENTACIÓN VIVA: “LA COMBINACIÓN DE LOS ALIMENTOS”).


FUENTES:

Aprender a alimentarse. Dr Soleil. Ed. Sirio, 2013.

Sólo crudo. Stefano Momenté y Sara Cargnello. Ediciones Obelisco, 2012.

La combinación de los alimentos. H.M. Shelton. Ediciones Obelisco, 1994.

Intestinos saludables. Técnicas depurativas para una vida más sana. Néstor Palmetti. Kier, 2013.



Lucía Madrigal              



Mecanismos por los que Ayunar Beneficia la Salud


Muchos estudios han evaluado el ayuno periódico y los resultados son positivamente convincentes. Según Fréderic Saldmann, autor del libro “El mejor medicamento eres tú”, muy vendido en las librerías francesas, “nuestro organismo siempre ha sabido cómo adaptarse a la falta de alimentos, sin embargo no sabe enfrentarse al exceso de estos”. 


Vivimos en la cultura de la abundancia, que como también asegura el Dr. Gabriel Cousens es “la cultura de la muerte”. La abundancia y los excesos de todo son enemigos de nuestra salud. Todo esto se ve agravado por la comodidad y la vida sedentaria, que impide el gasto físico. Acumulamos calorías sin que se produzca un uso eficaz de las mismas, lo que da lugar a toxicidad, ensuciamiento corporal, y como resultado final la enfermedad. La enfermedad no es más que la evidencia externa del medio tóxico en el que se mueven nuestras células.


Durante el ayuno, el cuerpo depura y limpia a todos los niveles, también hay una mayor capacidad de concentración y se reflexiona más deprisa, ya que en esos periodos de no ingerir alimentos, se desencadena un ligero aumento de la adrenalina y de noradrenalina, que genera un incremento de la vigilia.


Cuando el tiempo de ayuno excede los tres días, se produce autolisis, proceso mediante el cual las células se autodestruyen, ya sea porque están dañadas o para evitar un daño corporal mayor. Esto favorece la generación de células nuevas  y el restablecimiento de la salud.

Los tres principales mecanismos por los que ayunar beneficia nuestro cuerpo, aumenta la esperanza de vida y protege de enfermedades, son:


El aumento de la sensibilidad a la insulina junto con la eficacia energética mitocondrial. Esto conduce a evitar  enfermedades que típicamente están relacionadas con la resistencia a la insulina y el deterioro de la energía mitocondrial y trae consigo un retraso del envejecimiento.

Reducción del estrés oxidativo. Ayunar disminuye la acumulación de radicales libres en las células y por lo tanto evita el daño oxidativo de las proteínas celulares, lípidos y ácidos nucleicos relacionados con el envejecimiento y las enfermedades.


Aumento de la capacidad de resistir al estrés, las enfermedades y el envejecimiento. Ayunar induce una respuesta al estrés celular (parecido al inducido por el ejercicio), mediante el cual las células sobreregulan la expresión de los genes que aumentan la capacidad de resistir enfermedades y retrasar el envejecimiento frente al estrés.




Lucía Madrigal