Flúor


“Hoy en día, más del 95% de las enfermedades crónicas son causadas por cómo elegimos alimentarnos, por ingredientes tóxicos, deficiencias nutricionales y falta de actividad física".

Mike Adams

El flúor elemental es un gas de color amarillo pálido a temperaturas normales, casi tan abundante como el carbono, el nitrógeno o el cloro, pero mucho más que el cobre o el plomo. Los compuestos cuyas moléculas contienen átomos de flúor están ampliamente distribuidos en la naturaleza. Muchos minerales contienen cantidades pequeñas de este elemento, que se encuentra tanto en rocas ígneas como en rocas sedimentarias.

Es un elemento muy reactivo con muchas otras sustancias elementales a temperatura ambiente, entre ellas el azufre, el yodo, el fósforo, el bromo y la mayor parte de los metales. También reacciona con violencia considerable con la mayor parte de los compuestos que contienen hidrógeno, como el agua, el amoniaco y todas las sustancias orgánicas, ya sean líquidos, sólidos o gases.

Es además muy tóxico. Muchos de sus compuestos, en especial los inorgánicos, son también tóxicos y pueden causar quemaduras severas y profundas. Ante cualquiera de estos compuestos, hay que  prevenir que líquidos o vapores entren en contacto con la piel y los ojos. No obstante y a pesar de su toxicidad, el flúor forma parte de gran cantidad de compuestos y es muy utilizado por la gran industria.


Los compuestos que contienen flúor se usan para incrementar la fluidez del vidrio fundido y eliminar las escorias en la industria vidriera y cerámica. Aunque el empleo de fluorocarburos como propelentes ha disminuido de forma considerable, por su posible daño a la capa de ozono, estos siguen siendo usados. También se usa en la refrigeración y en los sistemas de aire acondicionado, la industria farmacéutica los emplea para la fabricación de medicamentos y es empleado, igualmente, en la industria del aluminio y para la elaboración de pesticidas.

Mientras que para los consumidores la utilización de compuestos de flúor en la industria pasa casi inadvertida, algunos compuestos son familiares como aditivos en pastas de dientes y superficies fluoropoliméricas antiadherentes, como sartenes y hojas de afeitar (teflón por ejemplo). De la misma forma, conocemos su uso en el  agua potable. Por lo tanto y a pesar de su toxicidad, existe una exposición pública muy amplia a los fluoruros.

Los problemas asociados a estas sustancias no son nuevos, pero han estado ocultos durante varias décadas, por intereses políticos y comerciales. Fueron Joel Griffiths y Chris Bryson, dos periodistas respetados, quienes descubrieron verdades alarmantes sobre el uso de los fluoruros. Para hacer público su descubrimiento, ambos elaboraron un artículo: “Fluride, Teeth and the Atomic Bonb” que fue publicado en varios sitios web, con supresiones y adiciones, ya que el tema es controvertido.

En él se confirma que la toxicidad de los fluoruros era muy conocida en 1944, ya que en aquella época, se produjo “un incidente de contaminación severa” en Nueva Jersey, cerca de la planta donde se trataba de fabricar la primera bomba atómica. Los cultivos de melocotón y tomate de los agricultores de la zona fueron destruidos. Los caballos y las vacas quedaron lisiados. Algunas vacas no se tenían en pie y se veían obligadas a pastar sobre sus vientres. Los cultivos de tomates (que se vendían a la compañía Campbell para hacer sopas) estaban contaminados con fluoruros. También había altos contenidos de fluoruros en las muestras de sangre humana.


Además, el problema del artículo citado es que descubría usos de los compuestos con fluor hasta ahora desconocidos y ponía en evidencia la toxicidad antes mencionada. Griffiths descubrió cientos de documentos de la 2 ª Guerra Mundial, que incluían datos del Proyecto Manhattan, en los que se hablaba del uso de fluoruros para la construcción de la primera bomba atómica. Los documentos revelaban que el fluoruro era la amenaza más significativa para la salud de los trabajadores y las comunidades situadas en torno a las instalaciones destinadas a la fabricación de la bomba. Así que se pidió a los científicos del proyecto, que elaboraran estudios falsos que concluyeran, que los fluoruros eran seguros para la salud pública, ya que el proyecto de construcción de la bomba tenía prioridad.

Según dicho artículo “El fluoruro fue la clave química en la producción de la bomba atómica…millones de toneladas…eran esenciales para la fabricación de uranio enriquecido y plutonio, destinados a la creación de armas nucleares a lo largo de la Guerra Fría”.

“Muchas de las supuestas pruebas que afirman que “el fluoruro es seguro para los seres humanos en dosis bajas”, fueron fabricadas por los propios científicos del programa de creación de la bomba atómica, que en secreto recibieron la orden de proporcionar pruebas científicas útiles en litigios legales contra aquellas personas que habían sido envenenadas por el fluoruro y que presentaban demandas por daños y perjuicios…”

Antes del artículo de estos dos periodistas, la Dra. Phyllis Mullenix, jefa de toxicología en el Forsyth Dental Center en Boston, había realizado una serie de estudios en animales en la década de 1990, que demostraban que, tal y como se afirma en el artículo de Griffiths/Bryson: “el fluoruro es una potente toxina para el sistema nervioso central”. Esta doctora pidió subvenciones para ampliar la investigación que fueron denegadas.


Todos estos datos revelan que el flúor hizo mucho daño entonces, y que se sabía de su toxicidad. Sin embargo, se ha seguido usando, sin que le prestemos demasiada atención a sus efectos sobre la naturaleza y sobre nosotros. Aunque está presente de forma orgánica, el que se usa actualmente es un residuo y un producto de desecho de la industria de los fertilizantes de fosfato, del acero, del aluminio y de las plantas nucleares. Estos desechos eran y son demasiado peligrosos para ser vertidos en el medio ambiente, por lo que hacia los años 30, Alcoa, la empresa americana líder en la producción de residuos de flúor, decidió contratar al científico Gerald J. Cox para que investigara los posibles beneficios del flúor para la salud bucal y la prevención de las caries. Este científico llegó a la conclusión de que si el flúor orgánico, tal como lo encontramos en la naturaleza, tenía estos beneficios, también estos químicos venenosos podían ser usados para lo mismo.

En 1939, en virtud de un acuerdo, entre Alcoa y la Dow Chemical Company se transfirió su tecnología a Alemania. Colgate, Kellog, DuPont y muchas otras empresas firmaron acuerdos de cártel con IG Farben, conglomerado  alemán de compañías químicas, creando un lobby muy poderoso. El flúor entraba de lleno en el mercado.

La afirmación de que los compuestos de flúor eran buenos para mejorar la salud dental, fue asumida de inmediato como cierta y muchos odontólogos comenzaron a recomendar los productos con flúor, para mejorar la salud de la boca. Aún lo hacen muchísimo e ignoro, si en este caso, se han planteado la controversia que suscitan estos tóxicos y la advertencia de que una exposición muy continuada a los compuestos inorgánicos con flúor puede ser muy nociva. En muchas ocasiones, tendemos a creer que como no nos comemos la pasta de dientes, no hay ningún problema, pero muchas sustancias se absorben por vía sublingual y con más facilidad, si permanecen en la boca por un tiempo, cosa que ocurre cuando nos lavamos los dientes o nos enjuagamos con un colutorio.

También se ha esgrimido la razón de su bondad para la fluoración del agua de consumo y se ha pasado por alto su uso en alimentos, incluso en alimentos para bebés. El flúor también se emplea en la fabricación de uranio enriquecido para las centrales y la construcción de armas nucleares, así como en la fabricación de insecticidas y venenos para acabar con ratas y cucarachas.


Los seres humanos estamos expuestos al flúor a través de los alimentos, el aire y el agua potable ya que, como hemos dicho, en muchas comunidades se añade flúor al agua con la “intención de combatir la caries dental”. Aunque la mayoría de los países europeos han prohibido la fluoración de sus aguas, en España, se suministra agua fluorada en algunas ciudades y pueblos de Andalucia, Murcia, Extremadura, Cataluña y País Vasco. También hay que considerar que algunas marcas de agua mineral contienen altos niveles de flúor. Podemos excluir de esta lista las marcas Bezolla, Evian, Fondor, Caldes de Boi, Binifaldo, Sierras de Jaén, Agua de la sierra, Angosto, Babilafuente, Bellnature, Cardo, El Cañar, El Portell, Fontecabras, Fontegrande, Fontoira, Fuensanta, Fuenteror, Montepinos, Ribagorza, Santolín, Sierra de Cazorla, Valtorre y Zambra, que no contienen flúor.

Además del agua, la pasta de dientes, el hilo dental, colutorios y otros productos de higiene bucal contienen altos niveles de flúor. Las bebidas procesadas, como los refrescos y los zumos, están fabricadas, muchas veces, con agua fluorada. Las uvas que se cultivan para ser comercializadas suelen ser tratadas con un pesticida que contiene flúor, el fluoaluminato de sodio y el agua que se utiliza en su producción puede ser también fluorada. Los productos elaborados a partir de pollos que han sido deshuesados de forma mecánica, como nuggets, pollo enlatado o comidas para bebé, contienen hueso molido, por lo que poseen cantidades excesivas de flúor.

El recubrimiento de las sartenes antiadherentes tiene un compuesto a base de flúor. Antidepresivos como el Prozac lo contienen, por último, muchos anestésicos también llevan flúor; los pacientes sometidos a anestesia suelen presentar niveles extremadamente altos de este elemento en su sangre durante 24 horas. También se añade a un amplio número de otros productos, como los derivados de la soja, los comprimidos, los chicles, el té, las vacunas, los productos domésticos, la sal o leche fluoradas, los colchones emisores de gases de fluoruro y los antibióticos.


Las industrias liberan la forma gaseosa del flúor. Este gas es muy peligroso, ya que en elevadas concentraciones puede causar la muerte. En bajas concentraciones puede causar irritaciones en los ojos y la nariz. En el medio ambiente, el flúor no puede ser destruido, solamente puede cambiar de forma. El flúor que se encuentra en el suelo puede acumularse en las plantas. Aunque no todas absorben la misma cantidad del mismo, las más sensibles muestran daños en las hojas y una disminución de su crecimiento, incluso ante bajas concentraciones.

Los animales que ingieren plantas que contienen flúor pueden acumular grandes cantidades de este elemento en sus cuerpos. El flúor se acumula principalmente en los huesos. Como consecuencia, los animales expuestos a elevadas concentraciones de flúor sufren de caries y degradación ósea. El flúor también puede afectar a la asimilación de nutrientes y alterar el desarrollo de sus garras. Por último, las crías pueden nacer con bajo peso corporal.

Ya hemos dicho que el flúor es un veneno potentísimo que se añade a muchos dentífricos y enjuagues bucales. No obstante, nada demuestra que el flúor prevenga la caries, por el contrario, puede llegar a  dañar el esmalte de los dientes y provocar fluorosis dental, un problema serio por el cual los dientes pierden su coloración natural, se vuelven más frágiles y se rompen con facilidad. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC) afirman que  “En los niños menores de 8 años de edad, la exposición a fluoruro de todas las fuentes combinadas, agua, alimentos, pasta de dientes, enjuague bucal, u otros productos contribuye a la fluorosis dental”.


Además, el hígado intenta retener el flúor en la bilis, lo que conduce a la obstrucción de los conductos biliares. De la misma forma, el flúor provoca la precipitación del calcio, lo que daña la estructura ósea. El flúor, igualmente, se acumula en la glándula pineal, provocando una reducción en la producción de melatonina.

También puede provocar osteoporosis y acumulación de depósitos de calcio en las arterias, lo que puede dar lugar a afecciones cardiacas y arterioesclerosis. El flúor también mineraliza los tendones, los músculos y los ligamentos volviéndolos quebradizos, dolorosos y poco flexibles. Aumenta la absorción del plomo, interrumpe la síntesis de colágeno, inactiva 62 enzimas, causa daños genéticos y provoca muerte celular.

Hace su contribución, igualmente, a múltiples e importantes patologías como cáncer (principalmente osteosarcoma, el tipo más común de cáncer de huesos, y cáncer de tiroides), hipotiroidismo, fibrosis pulmonar, enfermedades renales, artritis y obesidad. Su ingestión disminuye el coeficiente intelectural (IQ) en niños y adultos y puede estar detrás de la tan nombrada hiperactividad con déficit de atención.


El flúor no es un suplemento alimenticio, ni tan siquiera es necesario para el mantenimiento de la salud. Además de la fluoración del agua y todos los productos dentales fluorados, deberíamos evitar todos los productos alimenticios que lleven flúor añadido, los medicamentos y en especial, un tipo de antibióticos fluorados denominados fluoroquinolones, que están relacionados con un gran número de efectos secundarios, como depresión, desprendimiento de retina, insuficiencia renal, problemas gastrointestinales…

Es evidente que el flúor es muy tóxico y está muy presente en nuestra vida diaria. No podemos evitar el uso de agua fluorada, si el agua de la red ha añadido este compuesto, pero podemos dejar de consumir productos alimenticios que lo lleven, medicamentos y todos los productos asociados a la salud dental que contengan flúor. Igualmente podemos optar por el uso de sartenes de acero inoxidable, acero quirúrgico, cerámica…y consumir, en lo posible, productos limpios. Son nuestra calidad de vida y nuestra salud las que están en juego. Vale la pena hacer este pequeño cambio, ¿verdad?

Aunque los fluoruros no habían hecho todavía una aparición ruidosa en escena, curiosamente, Kubrick hace alusión a ellos en la película “Dr. Strangelove” (Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú). En esta película, una sátira mordaz a la guerra fría, el Brigadier General Jack D. Ripper habla sobre los efectos que los fluoruros causan sobre la “sangre pura de los estadounidenses”. Una anticipación, sin duda, a lo que hoy sabemos de los compuestos con flúor.

“Las atrocidades no lo son menos si ocurren en laboratorios y se llaman investigación biomédica”.

 George Bernard Shaw



FUENTES:

Leche y flúor: Dos venenos a nuestro alcance. Profesor de Miguel. Masters: Adolfo Pérez Agusti, 2007.

Lo que los dentistas no nos dicen. Bryan Hubbard. Terapias verdes/Nabona, 2011.



Lucía Madrigal