Las Emociones Afectan a Nuestra Genética. Entrevista a Dan Winter


Dan Winter es físico, psicofisiólogo, músico, investigador poligráfico, y analista de sistemas de IBM. Ha investigado y ha profundizado en diferentes campos de la ciencia (geometría, física, lenguaje, consciencia, geobiología, biología y matemáticas) en busca de leyes físicas que se funden con la espiritualidad. Es conocido mundialmente por ser el primero en relacionar el fractal con el origen de la gravedad y por sus teorías científicas que muestran cómo la ciencia da origen a la conciencia: “Las enseñanzas espirituales son enseñanzas eléctricas y la iluminación es pura física a nuestro alcance”. “¿Sabe esa aureola que les ponen a los santos...? Es pura ciencia”.

¿Se puede ver y medir?

Uno de mis colegas, el profesor Konstantin Korotkov, catedrático de la Universidad de San Petersburgo, ha creado un aparato, el GDV (visualización por descarga de gas), que conectado a la punta de los dedos y a un ordenador muestra el aura de todo el cuerpo; es decir, el campo energético.

¿...?

Están utilizándolo ya más de 10.000 médicos, incluida la asociación médica estadounidense. Con el GDV obtenemos información sobre el estado físico y psicológico del paciente. Nos permite abordar un nuevo nivel del ser humano, el energético.

Póngame un ejemplo concreto de lo que puede medir el GDV.

La empatía entre las personas: vemos cómo el aura de las parejas bien avenidas se mueve entre los dos cuerpos; y también cómo la gente que toma drogas, legales o ilegales, tiene agujeros en su aura.

¿Y usted investiga con eso?

Sí. Entre otras cosas, con lo que ocurre con el aura tras la muerte. Creo que tendremos que ir despacio. Cuando morimos, el campo eléctrico, o lo que llamamos vida, sale del cuerpo. Las constantes de Kluver (un científico que se dedicó a investigar las experiencias cercanas a la muerte) es lo que la gente suele ver cuando muere.


¿Todos ven lo mismo?

Sí, primero ven una rejilla, luego una especie de telaraña, un túnel y finalmente una espiral. Lo que hemos descubierto es que esos cuatro pasos se corresponden con la geometría de pliegues de nuestro ADN.

¿Y?

Nosotros somos un colectivo de 3 billones de células, y probablemente cuando morimos nuestro campo electromagnético se va hacia el centro de cada una de esas células, nuestro ADN, para luego salir de nuestro cuerpo. Adónde llegue después depende del Grado de Fractalidad del entorno en que morimos y de nuestra preparación; puede llegar a cualquier punto del universo.

Defíname fractalidad.

Una rosa, un helecho, una piña, las muñecas rusas…, es decir: el interior tiene exactamente la misma forma que el exterior, y eso es lo que produce la fuerza centrante, la implosión, lo que provoca que todo se mantenga alrededor de un centro, incluido nuestro campo electromagnético. En realidad, la fractalidad es lo que genera la gravedad.

¿Todo se pliega sobre sí mismo?

Si, sólo existe una forma que se comprime infinitamente. Imagine un pequeño chip en el que cabe toda la información del cosmos; eso es lo que llamamos vacío, que en realidad alberga toda la energía del universo.

Nuestro campo magnético va variando... ¿en función de qué?

Lo que comemos, dónde nos encontramos y cómo nos movemos. Un edificio metálico y cuadrado es lo opuesto a fractalidad. Pero durante una experiencia cumbre, las ondas cerebrales generan la proporción aurea... a la que obedece toda la naturaleza.

Sí, desde una caracola hasta las galaxias, desde nuestro propio cuerpo hasta los átomos; todo tiene la misma proporción: es el punto de unión de nuestro universo, el camino de la unidad, el número phi.

¿Phi o Pi?

Pi es la constante que permite pasar de la línea al círculo, y phi nos permite pasar del círculo a la espiral, reentrando en ella misma. Es lo que llamamos autoconsciencia.

El personaje Max Cohen, de la película Pi, fe en el caos, ¿se inspira en usted?

Sí, pero debería haberse llamado phi y no pi, el productor le cambió el título en el último momento. La película describe cómo todo está compuesto de espirales y expone paralelismos directos de mi vida.


¿Y ahora qué le ocupa?

La bio-retroalimentación, que nos ha permitido discriminar las emociones en términos eléctricos, de ahí mi expresión emoción coherente. Eso ha inspirado notables investigaciones.

¿Con algún resultado revelador?

Se midió, de un modo totalmente replicable, que el efecto de la ordenación coherente de los armónicos del corazón en los momentos de compasión o amor causaba una repercusión en el trenzado del ADN.

¿Qué significa eso?

Que las emociones afectan directamente a nuestra genética. Y tiene diversas aplicaciones: en estos momentos, con mi equipo de Inglaterra estamos buscando campos eléctricos bioactivos.

¿Qué es eso?

Sabemos que una pirámide o un dolmen pueden afectar a la germinación de semillas, e investigamos cómo crear un campo eléctrico que prevenga el envejecimiento..., lo opuesto a vivir en edificios y ciudades como los nuestros. Todos los edificios sagrados están construidos siguiendo la proporción áurea, de manera que generan un campo eléctrico que facilita el crecimiento, y eso hoy podemos medirlo.

¿Tenemos que cambiar de vida?

Las enseñanzas espirituales son, en el fondo, enseñanzas eléctricas. Sólo tenemos que crear entornos más fractales, comer comida fractal y hacer ejercicios que nos armonicen con el exterior, así nos llenaremos de vida y conciencia.



FUENTES:

El Confidencial



Lucía Madrigal                



Salud y Emociones. Entrevista a Stella Maris Maruso


Stella Maris Maruso es una gran terapeuta argentina que aplica la moderna psico-neuro-endocrino-inmunología y una de esas personas cuya vida personal y laboral contribuyen a dejar el mundo mejor que lo encontraron.

Tanatóloga y discípula de la Dra. Elizabeth Kübler Ross, su trabajo abarca aspectos de la salud integral, el bienestar emocional y la vida espiritual, de hecho, hay quienes dicen de ella que es una “Artesana del Alma” y “Maestra del Corazón”. En sus 29 años de experiencia en el acompañamiento de personas con enfermedades severas, ha tratado a más de 20.000 pacientes con cáncer y es autora de más de 168 meditaciones destinadas a la autosanación, el crecimiento interior y el desarrollo espiritual.

“La estrecha relación que existe entre la mente y el cuerpo ejerce una profunda influencia sobre la salud y la enfermedad, la vida y la muerte. Actitudes, hábitos, pensamientos y emociones -como el amor y la compasión o el miedo, el resentimiento y la rabia- afectan nuestra química interna debilitando u optimizando nuestra salud.

Así, la sanación es un proceso que va más allá de la curación del cuerpo físico. Es un proceso emocional, mental y espiritual sorprendentemente poderoso que nos acerca a quienes realmente somos y a nuestro propósito en este mundo. Sanar es regresar a nuestro estado de integridad”.

Stella Maris Maruso

Aportamos una entrevista de  “La Contra de La Vanguardia” en la que ella deja constancia del poder de la mente y nuestras emociones sobre la salud, algo todavía infravalorado, poco explorado, pero decisivo, si queremos sanar:

“Tengo 55 años. Nací en Buenos Aires, donde vivo. Educo a personas que atraviesan crisis severas. Estoy casada y he criado a cuatro hijos. ¿Política? Ayudar a los demás a vivir hasta el último instante. ¿Dios? No soy religiosa, soy espiritual: experimentar la trascendencia me sana”.

“La mayoría de nosotros, educados en la tradición de la ciencia médica occidental, tendemos a considerar la enfermedad como una especie de falla mecánica del cuerpo, que requiere de “un mecánico debajo del capó” para reconectar los cables y reemplazar las partes. A esto le llamamos curación. En cambio la sanación es una cuestión de significado, no de mecánica, una respuesta integral que busca entender la experiencia de una enfermedad como parte esencial de la vida. Según este enfoque, quien sana no es el paciente sino la persona, que necesita que sean atendidos los diferentes niveles de su ser: sus aspectos físicos, psicológicos, espirituales, sus relaciones, su entorno y las interrelaciones entre todos esos niveles. Desde esta mirada, siempre hay mucho por recorrer cuando alguien cree que ya todo está perdido”.


¿Cuántos pacientes?

Casi 30.000 en los últimos 30 años, con enfermedades de todo tipo, cánceres…

¿Cómo los ayuda? 

No tratando de no morir, sino de vivir hasta morir, de morir bien.

¿Qué es morir bien? 

Vivir hasta el último instante con plenitud, intensamente. Vivir más no es más tiempo, sino sentirte alegre por estar aquí y ahora.

¿Acaso no vivían antes de enfermar?

¡Muchos agradecen a su cáncer que les haya enseñado a ser felices, a vivir! La enfermedad es una oportunidad de enriquecerse.

Mejor que no llegue. 

¡Pero llega! El dolor entra en todas las casas. ¡Y esto hay que saberlo! Deberíamos aprender desde niños que morir es parte de la vida, y a fortalecernos en cada contrariedad.

No nos lo enseñan, es verdad. 

Al no aprender a dominar la mente, vivimos arrastrados por ella. Es malvivir: ¡la mente es demasiado loca para confiarle tu vida! Confíale tus negocios, ¡pero no tu vida!

¿Por qué no?

La mente va de excitación en excitación, te impide gozar la vida. Los médicos dicen que padecemos ‘síndrome de déficit de deleite’: ¡no sabemos gozar de lo que nos da la vida!

Yo lo procuro.

Un 10% es lo que te pasa y un 90% es lo que haces con lo que te pasa.

Cuestión de actitud. ¿Cuál es la mejor? 

Sentir pasión ante la incertidumbre de la vida, ante lo que sea que vaya a traerte.

¿Sea lo que sea?

Sí. Los psiquiatras detectan que hoy padecemos de neurosis noógena: falta de responsabilidad y sentido de la propia existencia.

Pues sí que andamos mal. 

Sí, pero la ciencia vanguardista trae buenas noticias: acudiendo a tu interior puedes obtener todo lo que necesites, producir endógenamente todas las drogas analgésicas, euforizantes… ¡Puedes aprender a sanarte!


¿Y prescindir de la medicina?

Hablo de la TERCERA REVOLUCIÓN DE LA MEDICINA: después de la cirugía y los antibióticos, llega la psiconeuroendocrinoinmunología.

A ver si me cabe la palabra en una línea. 

Es la disciplina que integra psiquismo y biología, tras treinta años de investigaciones de sabios como Carl Simonson, Robert Ader, Stanley Krippner…

¿Qué postulan?

La interconexión del sistema nervioso central, el nervioso periférico, el endocrino y el inmunológico. Te lo resumo: ¡las emociones modifican tu capacidad inmunológica!

Así, ¿una emoción puede enfermarme? 

La angustia ante lo incierto, el miedo, la desesperanza, el remordimiento, la rabia… ¡Cada una tiene su bioquímica! Y es venenosa, es depresora del sistema inmunológico.

¿De un día para otro? 

La salud no es un estado: es un proceso, y muy dinámico. ¡Por tanto, siempre puedes reforzar tu salud si trabajas tus emociones!

¿Las trabaja usted con sus pacientes? 

Sí. Hay pacientes ordinarios, sumisos a creencias establecidas, y pacientes extraordinarios, que generan creencias sanadoras.

Creer que puedes curarte… ¿puede curarte? 

Hay un viejo experimento famoso: a cuarenta mujeres con cáncer de mama, el médico les contó que la quimioterapia las dejaría calvas. Luego, sólo suministró quimioterapia a veinte mujeres y dejó que las otra veinte creyesen recibirla…

Y no me diga que… 

Sí, sí: el 60% de las segundas quedaron tan calvas como las tratadas con quimioterapia. ¿Qué modificó la bioquímica interna de esas mujeres? ¡Sus propias creencias!

Inducidas por el médico. 

Lo que demuestra el enorme poder del médico. ¡El médico puede estimular con su actitud la capacidad autocurativa del paciente! Un hijo mío es médico: a él y a todos los médicos les ruego que jamás le digan a un paciente que su condición biológica es irreversible. Ese es el único pecado médico.

Pues hay diagnósticos que desahucian. 

Son condenas: matan más que el tumor. Acepta el diagnóstico que sea, ¡pero jamás aceptes un pronóstico! Jamás: si abandonas la esperanza de mejorar, de luchar por tu propia salud…, activas el suicidio endógeno.


Pero sembrar falsas esperanzas…

¿Falsas? A mi padre le pronosticó el médico tres meses de vida por un diagnóstico de cáncer de próstata diseminado al hígado. Trabajamos juntos con amor, relajación, meditación, nutrición… y al año no tenía células cancerosas. Vivió 18 años más.

¿Qué dijo su médico? 

‘Milagro’, dijo. Remisión espontánea. Desde ese día cerré mi empresa y me volqué a ayudar a otros como a mi padre. Y yo hoy vivo en la frontera del milagro: la remisión es un efecto colateral en enfermos que han abrazado las fuerzas de la salud, la vida.

¿Cómo han dado ese abrazo?

Sintiendo que la enfermedad enriquece su vida y que morir no es un castigo, ampliando el círculo de lo que les importa y poniéndose al servicio con amor por la vida que nos traspasa, escapando de su cabeza y empezando a sentir: a reír, a llorar… Se han permitido asombrarse y han experimentado estados de trascendencia…

¿Qué entiende por trascendencia? 

Liberarte de tu historia pasada y del temor por la futura. La meditación ayuda mucho. Y eso cambia tu bioquímica: estás sano, ¡vives! Por el tiempo que sea, estás vivo.

“Deseo hacer una invitación a conocer y activar el potencial bioquímico del que todos disponemos para crear salud, a descubrir las preguntas que no son formuladas y las opciones de vida que no son exploradas, a aceptar lo peor para que empiece lo mejor, a prepararnos para morir y así estar listos para vivir con intensidad cada segundo, a elegir la paz en vez de la razón, a dejar de administrar mediocridad y transformar lo ordinario en extraordinario”.

Stella Maris Maruso



FUENTES:

La Contra de La Vanguardia



Lucía Madrigal               



Emociones y Pensamientos en la Genética


“La química que provoca la alegría y el amor hace que nuestras células crezcan, y la química que provoca el miedo hace que las células mueran. Los pensamientos positivos son un imperativo biológico para una vida feliz y saludable. Existen dos mecanismos de supervivencia: el crecimiento y la protección, y ambos no pueden operar al mismo tiempo”.

Bruce Lipton

“Cuando la conciencia crece, a la vez crece el amor. No pueden permanecer separados, se mueven juntos”.

Osho


Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al entorno, que viene acompañada de cambios orgánicos de origen innato, influidos por la experiencia. En el ser humano la experiencia de una emoción generalmente involucra un conjunto de procesos cognitivos, actitudes y creencias sobre el mundo, que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que se percibe dicha situación, pero además, cada emoción tiene su propia bioquímica.

Las emociones tienen una función social y adaptativa. Nacen en el sistema límbico, un área del cerebro que incluye al hipotálamo, la amígdala, el hipocampo y los cuerpos mamilares. Una emoción surge de la activación de un conjunto de neuronas del sistema límbico, como si se tratase de un circuito integrado. Este circuito requiere necesariamente de la secreción de mensajeros, neurotransmisores, para poderse activar y funcionar y para que las neuronas, que lo integran, logren comunicarse.

Existen más de 100 moléculas que tienen actividad de neurotransmisores. Se han descrito desde aminoácidos simples (glicina, glutamato), monoaminas (adrenalina, noradrenalina, dopamina y serotonina) hasta péptidos y hormonas más complejas (oxitocina, vasopresina, cortisol,…Las catecolaminas; dopamina, noradrenalina, adrenalina y cortisol son particularmente importantes para las emociones.

Desde antes de nacer, cuando aún estamos en el vientre de nuestra madre, adquirimos emociones básicas como el miedo, el enfado o la alegría. No obstante, cada persona experimenta las emociones de una manera en particular, ya que esto depende de sus experiencias anteriores, su aprendizaje y todo lo que en general ha quedado grabado, desde siempre, en el sistema límbico de la propia persona, de su linaje y de toda la humanidad.


Las emociones tienen una doble naturaleza. Por un lado tenemos emociones primarias, separadoras, que son los medios que utilizamos para proteger la personalidad. En este apartado podemos encontrar el miedo y todo el arsenal de emociones, llamadas “negativas”, que proceden de un ego programado para la supervivencia física y psicológica. Estas emociones hacen que nos sintamos mal, a disgusto, tensos, incómodos...

Por otro lado, están las emociones “positivas”, unificadoras, genuinas, que parten del corazón y que proceden de un circuito de la conciencia completamente diferente. Éstas hacen que nos sintamos bien de forma natural, a gusto con la vida y con los demás, bien con nosotros... Estas emociones acercan a los seres humanos, nos llevan a crear un mundo de paz y armonía y generan coherencia.

Todas nuestras emociones, “positivas” y “negativas” se expresan a través del deseo, algo que es necesario y parte intrínseca de la naturaleza humana, ya que nos permite, no sólo continuar como especie, sino actuar y crear niveles de conciencia cada vez más elevados. A la vez, todas proceden del mismo lugar y se expresan de forma dual. Cada ser humano elige las que le sirven y lo hace según su conciencia. Al igual que elegimos nuestros alimentos,  todos elegimos los materiales que nos son útiles para  alimentar nuestra vida.

La  “materia” puede vibrar con una frecuencia muy baja (odio, ira, envidia…), media (neutralidad, indiferencia…) o muy elevada (compasión, bondad, generosidad…). El ser humano necesita ese depósito emocional para crear. A esto habría que añadir que todas nuestras emociones aparecen en nosotros para ser sentidas, aceptadas y amadas; todas sin excepción. Aunque al elegir las de baja vibración, hayamos optado por el sufrimiento, la elección es tan respetable y válida como cualquier otra.


Existen 6 categorías básicas de emociones, todas las cuales tienen diferentes funciones:
  • El miedo es una anticipación de una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre o inseguridad. Con el miedo tendemos a la protección.
  • La sorpresa produce sobresalto, asombro o desconcierto. Es muy transitoria, pero puede dar una aproximación cognitiva para saber qué pasa en el entorno. Nos ayuda a orientarnos ante una nueva situación.
  • La aversión produce disgusto, asco. Solemos alejarnos del objeto que nos produce aversión, porque lo rechazamos.
  • La ira produce rabia, enojo, resentimiento, furia o irritabilidad. La ira nos conduce a la destrucción.
  • La alegría nos lleva a la diversión, la euforia, la gratificación, da sensación de bienestar, cuando estamos alegres, nos sentimos contentos y seguros. Tendemos a querer repetir los sucesos que nos producen alegría.
  • Con la tristeza sentimos  pena, soledad, pesimismo. La tristeza nos motiva a una nueva reintegración personal.
Las emociones poseen unos componentes conductuales particulares, que son la manera en que éstas se muestran externamente. Estos son en cierta medida controlables y están basados en el aprendizaje familiar y cultural de cada grupo. Por ejemplo, aprendemos a tener ciertas expresiones faciales, a actuar y gesticular. También aprendemos la distancia entre personas y los componentes no lingüísticos de la expresión verbal.

Los otros componentes de las emociones son fisiológicos, involuntarios e iguales para todos, por ejemplo el temblor, el sonrojarse, la sudoración, la respiración agitada, la dilatación de las pupilas o el aumento del ritmo cardiaco.


Ya vemos que nuestro cuerpo reacciona ante las emociones, lo que significa que algunas de ellas, como la tensión, la tristeza y su consiguiente estrés, traducen alteraciones fisiológicas que cuando se cronifican, pueden participar en la manifestación de patologías características; estas patologías, a su vez, pueden alterar más aún nuestras emociones y crear así un círculo vicioso.

El estrés es un sentimiento de tensión física o emocional. Puede provenir de cualquier situación o pensamiento que nos haga sentir frustrados, furiosos o nerviosos. El estrés es la reacción del cuerpo ante un desafío o una demanda. En pequeños episodios, el estrés puede ser positivo, nos mantiene activos y participativos en la vida, a su vez, nos ayuda a salir de situaciones conflictivas. Pero cuando el estrés dura mucho tiempo, puede dañar la salud. El estrés mantenido produce tensión, miedo y tristeza ante el conflicto, en otras palabras, emociones “negativas”.

Desde el punto de vista evolutivo, el estrés hacía que el hombre primitivo experimentara una estimulación del sistema nervioso autónomo que producía una lluvia de hormonas, especialmente, epinefrina, norepinefrina y cortisol. Estas hormonas son esenciales para preservar la vida en situaciones de huida o lucha. En estos casos el estrés era necesario.

Hoy en día, el estrés nace por diversos motivos, casi ninguno de los cuales afecta realmente a la supervivencia. Sin embargo, casi todos vivimos en un estado de tensión permanente y casi todos estamos estresados. Nos acucian los problemas, nos sentimos enfermos, la vida diaria con sus exigencias nos agobia, son normales los problemas económicos, en el trabajo, los problemas familiares... Ante estas situaciones, el organismo reacciona de la misma manera que en épocas ancestrales y  libera hormonas cuyo exceso puede producir daños directos en el cuerpo: aumentar la presión sanguínea, dañar el tejido muscular, disminuir el crecimiento, producir infertilidad, inhibir al sistema inmune y así hasta modificar la actividad cerebral y llegar a atrofiar el hipocampo.


Pero no todo queda ahí, Gregg Braden, científico e ingeniero americano, nos habla en sus libros de cómo, según la frecuencia de nuestras emociones,  nuestro ADN cambia. A su vez, demuestra que las frecuencias energéticas más altas, impactan en el ambiente de una forma material, produciendo cambios no sólo en el ADN, sino también, en todo lo que nos rodea.

Además añade tres grandes experimentos que sacuden las bases de la ciencia moderna y que constatan que las emociones afectan a nuestro ADN. Los tres experimentos sugieren que todo está conectado a través de un campo de energía, que lo que sentimos nos afecta, que nuestras células sienten, se emocionan, sufren o se alegran con nosotros y que esas situaciones que no sabemos manejar y que estamos tan acostumbrados a vivir con dolor o negatividad, no sólo nos hacen daño, sino que también afectan al universo entero.

El primer experimento, llamado experimento con ADN fantasma, fue realizado a principios de los años 90, por el Dr. Vladimir Poponin, un biólogo cuántico. Mediante este experimento, él quería demostrar la relación del ADN y los fotones. Para realizarlo, vació de aire, por completo, un tubo de vidrio, de forma que sólo quedaron dentro fotones o partículas de luz. Se midió la distribución de estos fotones y se encontró que estaban colocados aleatoriamente dentro del recipiente.

Después se puso dentro del recipiente una muestra de ADN y la localización de los fotones se midió de nuevo. En esta ocasión los fotones se organizaron en línea con el ADN. En otras palabras el ADN físico afectó a la organización de los fotones, lo que implicaba que el ADN físico tenía efecto sobre las partículas que componen nuestro mundo.

A continuación, retiró la muestra de ADN del recipiente y la distribución de los fotones fue nuevamente medida. Los fotones permanecieron ordenados y alineados siguiendo la estructura del ADN, aún sin él. Según Gregg Braden, esto demuestra que nuestro ADN se comunica con las partículas de luz que componen nuestro mundo y habla de la existencia de un nuevo campo de energía que comunica al ADN con los fotones. Todo está conectado.


Para el segundo experimento, se recogió una muestra de ADN de un trocito de piel de la boca de un donante, que colocaron en una habitación diferente a la de éste. El donante fue sometido a “estímulos emocionales”, consistentes en vídeo clips que generaban diferentes emociones genuinas como la tristeza, la alegría, el dolor...

Ambos, donante y su ADN fueron monitoreados y cuando el donante mostraba sus altos y bajos emocionales (medidos en ondas eléctricas) el ADN registraba respuestas idénticas y al mismo tiempo. La energía no se trasladaba de un punto a otro, sino que el efecto era simultáneo, el ADN respondía como si no estuviera separado del donante.

Ante este efecto sorprendente, los experimentadores quisieron  saber hasta que distancia  el efecto se mantendría y separaron al donante de su ADN cientos de Km. Los resultados fueron los mismos. Donante y ADN ofrecieron respuestas idénticas y simultaneas. Esto significa que estamos conectados a nuestro ADN a través de las emociones y por una energía denominada ahora, “energía no-local”.

En el tercer experimento el Instituto Heart Math descubrió que el corazón tiene el campo magnético más grande del cuerpo y que este campo se extiende más allá de él. Así que tomaron muestras de ADN y lo aislaron. Entrenaron a varios individuos para que expresaran emociones, odio, amor, aprecio…Después midieron cómo respondía el ADN y encontraron que frente a emociones como el amor, el aprecio, la compasión…, el ADN se volvía más relajado y expandido, lo que facilitaba la activación de más secciones de sus largas cadenas. De igual modo, cuando se trataba de emociones negativas el ADN se encogía y apagaba secciones.

La conclusión de este tercer experimento fue que el ADN cambiaba de forma, dependiendo de  las emociones. Cuando los individuos sentían gratitud, amor y aprecio, el ADN respondía relajándose y estirando sus filamentos. Un ADN estirado facilita el mantenimiento de un sistema inmunológico fuerte. Cuando los individuos sentían rabia, miedo o estrés, el ADN respondía encogiéndose, se hacía más corto y apagaba muchos de los códigos. Esto demuestra que las emociones tienen la habilidad de modificar la genética y por ende nuestro estado corporal.


Otro experimento curioso lo realizó el Dr. Masaru Emoto. Este científico japonés, estudió los cristales que se forman en el agua, en contacto con diferentes tipos de emociones. Ante emociones primarias, estos cristales se tornaban feos e informes y ante emociones “positivas” se transformaban en estructuras perfectas y hermosas. Podemos pensar que esto no tiene nada que ver con nosotros, pero un 80% de nuestro cuerpo es agua y si los estados emocionales tienen un efecto claro sobre el agua y toda la materia, también lo tienen sobre nosotros.

Existen muchos otros experimentos que demuestran cómo nos afectan nuestras emociones. Últimamente se han detectado un grupo de genes, entre ellos el c-Fos, que se activa después de situaciones de estrés y que manipula la expresión de genes tardíos. Estos genes aún no se conocen, más sí se sabe que actúan en ciertas regiones del cerebro como el hipotálamo y la amígdala y que se encuentran asociados a la agresividad. Además, están vinculados a ciertos problemas de salud serios, como el desarrollo de tumores. Hoy por hoy, la investigación continua, pero no podemos dudar que nos vemos afectados por lo que sentimos.

En estudios recientes, algunos investigadores han encontrado que las ratitas, que la mamá lame, tienen una estructura cerebral diferente a las que no son lamidas, y se ha visto  que los sujetos que son expuestos a estrés desde muy temprana edad presentan una reducción en su hipocampo, una neurogénesis disminuida y una baja formación de neosinapsis. Así mismo se ha observado disminución del hipocampo en personas con depresión y en personas con antecedentes de abuso durante su infancia o con enfermedad de estrés postraumático.


De nuevo llegamos a la misma conclusión. Cuando dejamos que nuestra vida sea dirigida por pensamientos separadores y emociones “negativas”, cuando nos dejamos guiar por el antiguo circuito de supervivencia, vivimos como una máquina y nos identificamos con ella, lo que crea caos en nosotros y a nuestro alrededor. Este caos interno siempre es expresado por nuestro cuerpo. No podemos creer que enfermamos porque algo externo a nosotros llega a nuestra vida. Somos los creadores de nuestra propia realidad. Nosotros experimentamos de una forma o de otra y elegimos sentir lo que sentimos y cómo lo sentimos.

La gran revolución pendiente es entender e integrar, cómo nuestras emociones y pensamientos afectan a nuestra genética y nuestra salud, mediante la respuesta bioquímica que desencadenan en las células. En medio del amor y de la paz, descubrimos la esencia de lo que somos verdaderamente, por encima del ego y de la ilusión, entonces, nuestro cuerpo expresa esas mismas emociones, en forma de salud y bienestar.

No podemos crear un  mundo nuevo, si no trascendemos las emociones primarias y llegamos a una dinámica de amor y unidad. Conocer la realidad dual de nuestras emociones y ser honestos a la hora de sentirlas y aceptarlas  nos ayuda a pasar por el punto de bifurcación hacia el lado favorable, tanto a nivel personal como colectivo. El amor es amarlo todo, ni “malo, ni bueno”, todo, porque el conocimiento y la aceptación de nosotros mismos nos abre la puerta hacia la libertad y la salud.

“El amor es mal interpretado como una emoción, en realidad, es un estado de conciencia, una forma de estar en el mundo, una manera de verse a uno mismo y a los demás”.

   David R. Hawkins

 “Según el entorno y como tú respondes al mundo, un gen puede crear 30.000 diferentes variaciones. Menos del 10% del cáncer es heredado, es el estilo de vida lo que determina la genética”.

 “Las percepciones que formamos durante LOS PRIMEROS SEIS AÑOS, cuando el cerebro recibe la máxima información en un mínimo tiempo para entender el entorno, nos afectan el resto de la vida”.

Bruce H. Lipton



FUENTES:

La Biología de la Creencia, Bruce H. Lipton. Ed. Palmyra, 2007.

Secretos de un modo de orar olvidado. Gregg Braden. Sirio, 2013.

ADN y emociones. Gregg Braden, PDF.

El maestro del corazón. Annie Marquier. Ed. Luciernaga, 2015.

Neurobiología de las Emociones Feggy Ostrosky y Alicia Vélez. Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología. Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México. México, D.F., México.



Lucía Madrigal