Cuándo NO Ayunar


Los hipoglucémicos y los diabéticos deberían ser muy cuidadosos con el ayuno e incluso tal vez lo deberían evitar, hasta que la glucosa en sangre y sus niveles de insulina se sitúen en valores normales. La hipoglucemia es una condición caracterizada por un nivel anormalmente bajo de azúcar en la sangre. Está comúnmente asociada con la diabetes, pero se puede ser hipoglucémico sin ser diabético.

Los síntomas más comunes de hipoglucemia son:
  • Dolor de cabeza
  • Debilidad
  • Temblores
  • Irritabilidad
  • Hambre

Si los niveles de glucosa disminuyen más puede aparecer:
  • Confusión y / o Comportamiento anormal
  • Trastornos visuales, como visión doble y borrosa
  • Convulsiones
  • Pérdida de Consciencia

Una de las claves para evitar la hipoglucemia es la eliminación de la alimentación de los azúcares, especialmente la fructosa. También es aconsejable eliminar los granos y reemplazarlos por proteínas de calidad y grasas saludables. Sin embargo lleva algún tiempo normalizarla.


Para las mujeres embarazadas y / o lactantes, no es aconsejable el ayuno. El bebé necesita gran cantidad de nutrientes, durante y despues del nacimiento, y no existe investigación que apoye el tiempo de ayuno durante esta etapa tan importante. Tres estudios hechos al  respecto concluyeron que podria estar contraindicado, ya que el ayuno puede alterar los patrones respiratorios fetales, el latido del corazón, y aumentar la diabetes gestacional. Incluso puede inducir a un parto prematuro. Una vez concluido el periodo gestacional o de lactancia, el ayuno es posible.


Para aquellos que viven en estrés crónico o no tienen regulado el cortisol tampoco el ayuno es recomendable.
          
El ayuno combinado con una alimentación llena de productos altamente procesados ​​y cargados de toxinas, no es beneficioso, en absoluto. De hecho, puede empeorar la situación de las personas que lo hagan, ya que no hay una correcta nutrición y las crisis curativas pueden ser muy fuertes.

Ayunar no significa abstenerse de todo alimento durante largos períodos de tiempo, sino una reducción drástica o total de la ingesta de calorías a intervalos regulares, Además hay muchas formas de hacerlo. Como siempre, lo mejor es escuchar al cuerpo con calma y actuar en consecuencia.

En cualquier caso, si durante el ayuno realmente se tiene hambre, es mejor comer, porque no hacerlo causa estrés.

Si se está estresado previamente, es mejor no ayunar. 


Si se es deportista y se entrenan seis días tampoco es aconsejable ayunar.

Todo el resto de las personas  podemos ayunar, si así lo deseamos. Lo más prudente es escuchar al cuerpo, como ya hemos indicado y evitar ser arrastrado por las propagandas que incitan a comer cuando no se tiene hambre. Otro dogma mal instalado es el del desayuno. Comer más tarde por la mañana o saltarse el desayuno facilita la depuración corporal.

El ayuno puede ser una de las intervenciones más poderosas, si se está luchando con problemas de peso y se tienen problemas de salud como consecuencia de ello. Una de las principales razones es que la grasa se convierte en el combustible principal, para todos los procesos metabólicos.


El cuerpo necesita alrededor de seis a ocho horas para metabolizar las reservas de glucógeno, y comenzar a quemar grasa corporal. Sin embargo, si se está reponiendo el glucógeno comiendo cada ocho horas (o antes), es mucho más difícil que el cuerpo utilice sus reservas de grasa como combustible. El ayuno diario, período nocturno superior a 8 horas,  es benéfico, por tanto, para todos y especialmente para todas las personas que quieren adelgazar.




Lucía Madrigal               



Tipos de Ayunos


En la antigüedad el ayuno era algo natural, sin embargo, nos hemos convertido en adictos a los excesos y para muchos la sola mención del ayuno es una amenaza. Sentimos que no se puede estar un tiempo permitiéndonos un descanso digestivo, porque se trata de no comer, pero se puede vivir de manera saludable, un tiempo prolongado, en base a zumos o simplemente agua. Los grandes expertos en ayuno, como Ariola o las clínicas europeas que utilizan el ayuno como terapia, destacan que podemos pasar cuarenta días a agua y cien días a jugos, sin peligro.

El proceso de ayuno terapéutico comienza después de dos o tres días cuando el cuerpo pasa a una autolisis, lo que es el proceso del cuerpo de digerir sus propias células. El cuerpo que es muy sabio descompone, de esta forma, esas células y tejidos que se encuentran dañados en exceso, enfermos, avejentados o muertos. Esta teoría es confirmada por el Dr. Buchinger, experto en ayunos, que considera este descanso fisiológico como promotor de la quema de basura corporal. 


Tipos de Ayunos

Todos sabemos que en la mayoría de las religiones se estipula el ayuno como forma de culto. Todos los profetas y los místicos han ayunado durante periodos prolongados y han utilizado esos periodos para profundizar en su fe. Sin embargo, hay muchas otras ventajas en el ayuno. El descanso digestivo es una práctica muy beneficiosa para liberar al cuerpo de la toxicidad acumulada. 


¿Con qué frecuencia ayunar?, siempre depende de lo que queramos conseguir a través del ayuno. Dejar de comer permite al cuerpo y a la mente liberarse y es un apoyo muy importante para el desarrollo de la espiritualidad. Pero dejando a un lado ese tema tan personal e íntimo, lo que diferencia básicamente los tipos, es la periodicidad y la elección de zumos o agua para llevar a cabo el ayuno.

El momento preciso para terminar un ayuno es cuando el proceso de autolisis se ha completado y regresa verdaderamente el hambre (pueden pasar días), pero no necesitamos tanto tiempo para recibir los beneficios de ayunar. Hay muchos tipos de ayuno, todos ellos  muy saludables:

Jesús ayunó 40 días. Estos periodos tan largos es difícil hacerlos solos, necesitamos a expertos que nos supervisen, porque si el cuerpo plantea necesidades es preferible estar atendido. Existen clínicas especializadas en estos tipos de ayuno e incluso, se plantean ayunos allí de hasta cien días, pero a  base de zumos que es más fácil.

El ayuno durante tres días una vez al mes nos ayuda a liberarnos de toda la toxicidad acumulada durante los 27 días restantes, pero es preferible hacer ayunos más pequeños y más cercanos en el tiempo, para limpiar constantemente y que el ensuciamiento acumulado sea menor. Además, ayunar así nos compromete a tres días seguidos y si tenemos libres sólo los fines de semana, el ayuno es más difícil de hacer.

El ayuno durante una semana es aconsejable en las estaciones de transición. El cuerpo libera en otoño lo acumulado en verano, una época de bastante descontrol y en primavera lo acumulado durante el invierno, momento en que la alimentación es más calórica y densa. Podemos hacerlo en base a zumos vegetales o agua.


LeanGains (un protocolo de ayuno de Martin Berkhan)

Es un ayuno de 14-16 horas, tiempo durante el cual no se consume nada, con la excepción de líquidos no calóricos. El tiempo para dormir está incluido en este marco temporal.


Eat Stop Eat (creado por Brad Pilon)

En este protocolo, se ayuna durante 24 horas una vez o dos veces por semana. El ayuno debe ser roto con una comida normal pero con valor calórico restringido (es decir, es aconsejable comer cantidades moderadas de alimentos tras el ayuno).


The Warrior Diet (de Ori Hofmekler)

Este es otro protocolo diseñado para mejorar la condición física mediante el ejercicio estando en ayunas. El plan prevé 20 horas de ayuno, y cuatro horas de “libre alimentación”. Se hace ejercicio durante el día estando en ayunas. Los vegetales crudos son permitidos durante el ayuno, pero no las proteínas, que se reservan como “premios” o alimentos que nos ayudan a recuperarnos después del  ejercicio.


Ayuno Cada Tercer Día

Este protocolo de ayuno se lleva a cabo tal y como suena: un día sí y dos no. Cuando incluye el tiempo de sueño, el ayuno puede llegar a extenderse por más tiempo, incluso puede llegar a las 32-36 horas.


Ayuno Intermitente Diario

Este ayuno es fácil de hacer y consiste en no comer nada durante 16 horas al día y alimentarse en el horario de las 11 a las 19:00 aproximadamente. Esencialmente, esto equivale a simplemente no desayunar, y que el  almuerzo sea el primer alimento del día. Incluso lo podemos restringir más a seis, cuatro, o incluso dos horas si se desea, y aun así obtener muchas de estas recompensas al limitar la ingesta de alimentos a un lapso de ocho horas cada día o algo más. Esto se debe a que el cuerpo necesita alrededor de seis a ocho horas para metabolizar las reservas de glucógeno, después de que cambie y pase a la quema de grasas. Sin embargo, si se está reponiendo el glucógeno comiendo cada ocho horas (o menos), es mucho más difícil que el cuerpo utilice sus reservas de grasa como combustible. Por lo general esto se produce tras varias semanas de ayuno intermitente, pero una vez que ocurre los antojos por alimentos poco saludables y carbohidratos desaparecen rápidamente.

Además de ayudar a eliminar los antojos de azúcar y snacks y ayudar a activar la máquina eficiente para la quema de grasa, este ayuno hace más fácil el mantenimiento de  un peso corporal saludable. La ciencia moderna ha confirmado que hay muchas otras buenas razones para el ayuno intermitente. Por ejemplo, la investigación presentada en las sesiones científicas anuales de American College of Cardiology en Nueva Orleans en 2011, mostró que, en sus experimentos, el ayuno provocó un aumento de 1,300% de la hormona de crecimiento humano (HGH) en las mujeres, y un asombroso 2,000% en los hombres.

La hormona de crecimiento humano HGH, comúnmente conocida como “la hormona del fitness”, juega un papel importante en el mantenimiento de la salud, la condición física y la longevidad, esto incluye la promoción del crecimiento muscular y el aumento en la pérdida de grasa al acelerar el metabolismo. El hecho de que ayude a desarrollar músculo al mismo tiempo que promueve la pérdida de grasa explica por qué HGH ayuda a perder peso sin sacrificar la masa muscular, y por qué incluso los atletas pueden beneficiarse de su práctica (siempre y cuando no entrenen demasiado y sean cuidadosos con su nutrición).


Otros beneficios para la salud del ayuno intermitente incluyen:

La normalización de la insulina y la sensibilidad a la leptina, que es la clave para una salud óptima.

La mejora de los marcadores biológicos de la enfermedad.

La normalización de los niveles de grelina, también conocida como “la hormona del hambre”.

La reducción de la inflamación y disminución de los radicales libres.

La reducción de los niveles de triglicéridos.

La conservación  del funcionamiento de la memoria y la mejora del aprendizaje.


Ayunos de Jugos Vegetales y Ayunos de Agua

Los jugos son altos en minerales, vitaminas y enzimas que colaboran con el rejuvenecimiento del cuerpo, son asimilados directamente sin estimular las enzimas digestivas y a su vez, proporcionan al organismo nuevas enzimas que siguen ayudando en el proceso de purificación. Ayunar con zumos promueve la alcalinización del PH corporal y las crisis curativas son más leves con la ingestión de los mismos. El Dr. Max Bircher-Benner afirmaba que con jugos las células se estimulaban para absorber nutrientes y excretar toxinas.

Por otra parte con agua podemos igualmente movilizar la purificación y el rejuvenecimiento del cuerpo, aunque las crisis curativas pueden ser más intensas y no se da ningún aporte de enzimas que colaboren en el proceso de depuración.

Hay muchas formas de ayunar, pero lo que es más interesante es hacerlo como parte de un profundo cambio de hábitos hacia el cuidado del cuerpo, la aceptación y la elección de una vida saludable. 


¿Te animas a probar?



Lucía Madrigal                 



El Ayuno


El Ayuno ha estado siempre integrado en la vida del ser humano. Tanto en Oriente como en Occidente, ha sido algo natural. Los periodos de ayuno solían formar parte de la vida y los rituales religiosos. Además, los animales y los niños, por su propio instinto, dejan de comer cuando están enfermos, es decir, ayunan. Nosotros nos preocupamos porque no comen, pero su organismo les está indicando que no es momento de introducir comida sino de eliminar las sustancias de desecho y los residuos tóxicos acumulados en su interior. Es un tiempo de eliminación, de “limpieza” interna y depuración. Es tiempo de ayuno.


Las religiones han dado siempre mucha importancia al ayuno, porque priorizan a través del mismo la reflexión y la profundización en la fe. De hecho, Jesús ayunó 40 días en el desierto antes de comenzar su misión y los cristianos buscan estar más cerca de Dios a través de la renuncia a los placeres mundanos, entre ellos la comida. Mahoma se retiró a una montaña para orar y hacer penitencia y los Musulmanes tienen su Ramadán. Los Judíos tienen su Yom Kippur, los Ortodoxos tienen su “Lunes Limpio” y el Budismo prioriza también el ayuno, aunque no da reglas para llevarlo a cabo. No obstante, tras el ayuno hay toda una purificación de cuerpo, mente y emociones y se promueve el encuentro con uno mismo y la Divinidad.

Sin embargo, ayunar no nos gusta, nos parece una renuncia a la comida, a la abundancia y al exceso. Esa es nuestra cultura. No solemos ayunar, porque con el tiempo se han diluido los motivos religiosos y porque pasar hambre nos parece una amenaza. No obstante, no se pasa hambre cuando se ayuna y ayunar es la mejor manera de poner en descanso fisiológico al organismo. Un descanso que repara y repone.

El ayuno realmente no cura, es el cuerpo el que se cura mientras ayunamos. El poder de curación es algo inherente al organismo vivo y ningún medicamento o médico puede llevarse los laureles de la curación. Esta es una cualidad de todo ser vivo, que mantiene en sí mismo una parte de la capacidad curativa de la naturaleza. Cuando el cuerpo no está dedicado a tareas de asimilación, limpia, depura y se sana a sí mismo.

La curación es un proceso biológico y el ayuno posibilita que el cuerpo ponga en marcha todos los mecanismos de desintoxicación  y regeneración. Cuando una persona ayuna no gasta energía en el proceso de digestión y asimilación de nutrientes y esa energía que ahorra, la invierte en los procesos de eliminación  y autocuración. Todo ello lo hace guiado por la inteligencia corporal, esa misma inteligencia que hace que nuestro corazón lata, de día y de noche o nuestros órganos cumplan con sus funciones, sin que mentalmente o conscientemente, tengamos que decirles cómo y lo que tienen que hacer.


Existen muchas evidencias que indican que el ayuno tiene un efecto muy benéfico para la salud y la longevidad, ya que acelera la purificación y la limpieza interna y mejora el movimiento de todos nuestros niveles de energía. Esto nos indica que tiene un efecto muy poderoso, tanto en el cuerpo físico como en el resto de nuestros cuerpos. En general la organización cuerpo/mente se incrementa con el ayuno, su fuerza curativa despide las toxinas acumuladas, limpia de células muertas y reequilibra y rejuvenece al organismo.

Es ampliamente reconocido que el ayuno alivia muchas enfermedades y sus síntomas, y se conoce desde hace más de 5000 años que es una forma segura y saludable de perder peso, ya que promueve la quema de  grasa corporal, convirtiéndose ésta en el combustible principal que el cuerpo utiliza para sus tareas durante el propio ayuno.

Un único ayuno no es tan efectivo como los ayunos repetitivos, porque esto último ayuda a la persona a adaptarse a la ingesta de comida más liviana, después del descanso digestivo, así como a acostumbrarse a un nuevo punto de referencia en cuanto a lo que la salud se refiere. La periodicidad, o en su defecto el ayuno intermitente, permite a la persona reprogramar suavemente el cuerpo y la mente hacia una nueva relación y experiencia con el alimento. 


A veces, suele ocurrir, que al ayunar aparecen síntomas de desintoxicación y curación que, con frecuencia, confundimos con la enfermedad, nauseas, a veces vómitos, dolor de cabeza, lengua blanca, sensación de  boca pastosa, orina muy oscura y olorosa… Todos estos síntomas indican que el cuerpo está en proceso de limpieza. Cuando la persona cambia de hábitos, incluida su manera de pensar, deja de tomar alcohol, azúcar, café, fritos, embutidos, conservas, productos elaborados y refinados, sal…y va comiendo menos o deja de comer, pueden surgir dichos síntomas, que no son más que procesos de desintoxicación o limpieza, que confundimos con síntomas de enfermedad. Estos síntomas muestran la capacidad de respuesta de nuestro cuerpo, dirigido a eliminar la sustancias de desecho y tóxicos ingeridos en forma de estos “comestibles”.

Mente y emociones, también se depuran con el ayuno. La energía retenida y estancada, se mueve y se libera. Nuestro cuerpo físico no funciona solo y todo lo que trabajamos con él afecta al resto de nuestros cuerpos. La sanación que se produce es completa, nos sentimos renovados, ligeros y más dispuestos a afrontar la vida con amor y aceptación.

Durante un ayuno, ya sea de agua o de jugos, las enzimas digestivas se movilizan para la purificación y rejuvenecimiento del cuerpo. A nivel fisiológico, el ayuno trabaja rápidamente removiendo toxinas y células muertas o que están muriendo y estimula la producción de células nuevas. Después del ayuno los sentidos se hacen más nítidos, la comida sabe mejor, hay más energía y nos ponemos en equilibrio con las fuerzas de la naturaleza.


Es bueno, que el ayuno se haga en unas condiciones adecuadas, en un lugar tranquilo y en un ambiente relajado, para que la persona, desde lo más profundo de su ser, pueda promover el encuentro consigo misma y la autocuración.

Hay  ocasiones en las que no se recomienda ayunar, por ejemplo, en algunas enfermedades muy graves, como cánceres extendidos, verdaderas enfermedades graves del corazón, insuficiencia renal, embarazo... En estos procesos, y especialmente cuando nos da miedo el ayuno, puede ser aconsejable estar unos días a frutas o verduras. De esta manera el organismo  también se limpia y regenera. 


Si además, queremos o tenemos que seguir cierto ritmo de actividad diaria, es preferible mantenernos a crudos (frutas, ensaladas, zumos de fruta, jugos de verduras), ya que el ayuno a base de líquidos, produce, generalmente, una interiorización de la energía. También podemos dejar el ayuno para periodos en los que estemos más relajados, ya que como nuestro organismo está trabajando mucho en su depuración y regeneración, nos sentimos cansados, débiles  y sin energía para realizar nuestra rutina y necesitamos descansar más.


Hay personas que optan por el ayuno diario, que consiste en permanecer un período de hasta 16 horas, todos los días, incluyendo el descanso nocturno, sin ingerir alimentos. Esto permite al cuerpo depurar bien constantemente y la acumulación de toxinas, a la larga, es mucho menor. 

Ateneo, médico griego dijo una vez: “El ayuno cura enfermedades, seca los humores corporales, echa a volar a los demonios, deshace los pensamientos impuros, aclara la mente, purifica el corazón y santifica el cuerpo, y eleva al hombre al trono de Dios”.

Es el ayuno, por tanto,  una de las experiencias más poderosas y transformadoras de cuerpo, mente y espíritu.

 ¿Te animas a experimentar?


En la sección de “CONFERENCIAS” de esta blog, podéis encontrar un enlace directo al YOUTUBE del DR. KARMELO BIZKARRA: "EL AYUNO CURA".



Lucía Madrigal                



Zumo de Naranja


¡Qué rico un zumo de naranja por la mañanas y qué sano! Sí, pero son creencias, porque un zumo de naranja no deja de ser un zumo de frutas, natural, eso sí, y aunque, ciertamente, está muy bueno, ni es tan sano, ni nos aporta mucha más vitamina C que otros alimentos. Tampoco es mejor ni peor para nuestro sistema inmune. Esto, simplemente, creemos que es así.

Vitamina C podemos encontrar, también, en  frutas como la acerola (riquísima en esta vitamina), los arándanos, las bayas de espino amarillo, la chirimoya, las fresas, las frambuesas, la grosella, el kiwi, las mandarinas, las manzanas, el melón, el pomelo, la papaya, la pera, la piña o las uvas, y en hortalizas como el berro, el boniato, el brécol y las cebollas, las coles de Bruselas, la coliflor, la col rizada, col lombarda, colinabo, guisantes, hinojo y judías verdes, en el puerro, los nabos, el repollo y en frutos secos como las nueces. Cómo veis hay un gran surtido, pero sirve de poco tomar mucha vitamina C si con nuestros hábitos se destruye la misma o más vitamina C que tomamos.


Realmente damos bastante importancia a acumular mucha vitamina C en nuestro cuerpo, la suplementamos y buscamos alimentos ricos en ella, sin tener en cuenta los factores que favorecen su deficiencia. Suplementar sin cambiar de hábitos no nos aporta nada, porque no hay equilibrio y casi siempre nos constiparemos, aunque busquemos lo contrario. Es bueno saber que nos estamos autoengañando.

Si tomamos un zumo de naranja por las mañanas  y fumamos, tenemos que tener claro que cada cigarrillo destruye entre 25 y 100 mg. de vitamina C, si abusamos de la aspirina, antibióticos, cortisona, tranquilizantes, tomamos anticonceptivos, bebemos alcohol, tenemos mucha tensión, tomamos aceites rancios o estamos en ambientes muy contaminados, si tenemos alguna enfermedad infecciosa, o estamos en el embarazo o la lactancia, la vitamina C de un zumo de naranja es una ayuda ínfima y sirve de poco, es necesario cambiar de hábitos, llevar una dieta equilibrada, limpia y abundante en alimentos crudos, repletos, todos ellos, de esta, otras vitaminas y muchos otros nutrientes.


Por otro lado, es cierto que la deficiencia de vitamina C debilita nuestro sistema inmune, pero éste se ve favorecido, también, por un cambio en nuestros hábitos de vida. No necesitamos tomar mucha vitamina C, sino cambiar para fortalecernos.

Además, la mayor parte de los azúcares de la fruta son fructosa, incluidos los de la naranja. Hemos comentado en otros artículos que la fructosa tiene un comportamiento muy peculiar en nuestro organismo. A diferencia de la glucosa, ésta no estimula la secreción de insulina, pero sí, el aumento brusco de ácido úrico en el hígado, lo que favorece también la resistencia a la insulina.

El problema del zumo de las mañanas es, por un lado, que lo tomamos a primera hora, cuando el cuerpo no ha terminado su proceso nocturno de depuración y por otro, que para ser lo primero que tomamos, es un zumo (fruta exprimida o licuada) y por tanto, supone una ingestión muy grande de fructosa, que va directa a la sangre y al hígado. Con este aporte, el hígado tiene que trabajar mucho y al 100%. Todo sería más fácil si nos comiéramos la naranja, porque a la vez que el zumo, tomaríamos su fibra, pero al retirar la pulpa y la fibra, el jugo pasa directamente al hígado, que aumenta la generación de ácido úrico muy rápidamente.

El incremento de éste hace disminuir el óxido nítrico y como la insulina requiere  de óxido nítrico para estimular la entrada de glucosa en las células, esta se ve impedida. Aparte de esto, nuestro desayuno, habitualmente, no está compuesto sólo de zumo de naranja, sino de otros alimentos que suelen añadir más azucares al organismo y, por supuesto, más fructosa. (Muchos cereales de desayuno la tienen añadida e incluso el pan).


Como además, la ingesta de fructosa y otros azucares sigue, en abundancia y con constancia a lo largo del día, de los días y siempre, el problema persiste y esto tiene consecuencias serias para la salud, ya que se genera resistencia a la insulina, un factor clave para el desarrollo de enfermedades metabólicas: síndrome metabólico, hipertensión, diabetes tipo 2, enfermedades neurodegenerativas, accidentes cardiovasculares, obesidad y múltiples problemas de hígado y riñones, e incluso cáncer. 

Aparte de esto, la fructosa, en una dieta tan saturada de azúcares como la nuestra, es el principal agente productor de grasas y su efecto sobre el hígado aún puede ser más dañino, ya que aparte del aumento de los niveles rápidos de ácido úrico, el metabolismo de la fructosa puede conducir a un tipo de cirrosis conocida como NAFLD (Non-alcoholic fatty liver disease). También lleva a la producción de un tipo de colesterol, llamado VLDL (Very Low Density Lipoprotein), que como podemos leer en el artículo del colesterol de esta blog,  tiene la peculiaridad de formar “gotitas de grasa” muy pequeñas que se pegan con mucha facilidad a las paredes de las arterias, lo que es el primer paso hacia la aterosclerosis.

Por otro lado, investigaciones recientes, parecen indicar que la fructosa podría bloquear los receptores del cerebro para la Leptina, que es la hormona natural que controla el apetito y la saciedad.


Haz recuento, ¿Cuánta fructosa tomas al día? No hablo de fruta, la fruta con pulpa y piel es saludable, aunque para tomar la piel es mejor que ésta sea ecológica. ¿Tomas bebidas carbonatadas? ¿Alimentos que llevan en su composición “jarabe de glucosa” (aún con más fructosa)? ¿Jarabe de maíz de alta fructosa? ¿Mermelada? ¿Postres dulces? ¿Alimentos procesados?, ¿chuches?, ¿snacks?...

Desayunar  a lo largo de la mañana y tomar la fruta sin licuar o exprimir es una opción saludable. Lo del zumo es una moda y si el zumo es natural, vale por lo de natural, aunque no sea la mejor opción, ni nos aporte energía para comenzar el día. Pero es que creemos que lo bueno es un zumito, porque creemos que es fruta e incluso tomamos zumos envasados y de producción industrial, que tienen poca fruta o nada, nuestra ingestión de azucares se multiplica entonces, y nuestros problemas de salud, también.


¿Qué tal si mañana probamos con la fruta?



Lucía Madrigal             


  

La Resistencia a la Insulina


La insulina es una hormona que se produce en nuestro páncreas, concretamente en las células Beta-pancreáticas, que tiene la misión de facilitar que la  glucosa que circula en la sangre penetre en todas las células corporales y sea aprovechada como energíaEsto significa que ayuda a controlar el nivel de glucosa (azúcar) en la sangre.

Cuando el nivel de glucosa (azúcar) en la sangre se eleva, el páncreas empieza a producir insulina, la cual se adhiere a las células y funciona como una especie de llave para permitir que la glucosa entre en  ellas. La glucosa es su principal fuente de energía. 


La resistencia a la insulina es una alteración genética o adquirida de la respuesta de los tejidos a la acción de la insulina, lo que significa que la resistencia a la insulina se produce cuando el organismo deja de reaccionar a la acción de la misma, es decir,  cuando las células se vuelven literalmente resistentes al efecto de la insulina en ellas.

Si la insulina no funciona bien, nuestras células necesitan cada vez más de esta hormona para permitir que la glucosa entre en  ellas y esto hace que los niveles de azúcar en sangre suban y la energía celular baje. Cuando esto ocurre, el páncreas sigue produciendo cada vez más insulina en respuesta a la elevación de la glucosa, pero el cuerpo no reacciona como debe, los niveles de azúcar en sangre empiezan a aumentar sin que nada los controle y se desarrollan enfermedades como pre-diabetes, diabetes tipo 2, endurecimiento de las arterias (Ateroesclerosis) o enfermedades del corazón, entre otras muchas relacionadas con el mal funcionamiento del metabolismo.

¿Cuándo tenemos resistencia a la insulina? ¿Cuáles son los síntomas?

Las pruebas sanguíneas y el diagnóstico médico son lo único que puede responder con certeza a esta pregunta, pero aquí hay algunos síntomas que se pueden experimentar:

Fatiga (por la mañana, por la tarde, o todo el día).

Falta de Lucidez Mental, Dificultad para Concentrarse.

Pérdida de Creatividad y de Memoria, Problemas de Aprendizaje.

Hipoglucemia (temblores, excitación o mareos que se alivian al comer).

Antojos de Dulces y Carbohidratos.

Gases Estomacales.

Somnolencia después de la Comida.

Aumento de Peso y Grasa Corporal en Exceso (grasa abdominal).

Presión Arterial Alta.

Depresión.


¿Qué favorece la resistencia a la insulina?

La respuesta es sencilla y hemos hecho alusión a ella en varias ocasiones. Comer dietas altas en carbohidratos, azúcar, edulcorantes artificiales, fructosa, alimentos procesados y comida rápida, llevar una vida sedentaria y la ingesta deficiente o la carencia de vegetales, semillas y frutas en nuestra alimentación. Es importante también, que tengamos en cuenta el hecho de que nuestros alimentos estén poco cocinados, preparados a bajas temperaturas o crudos, ya que así  están llenos de energía y nutrientes, que nuestro cuerpo, en su infinita sabiduría aprovecha.

En realidad comer pocos hidratos de carbono no debe entenderse como una dieta, ya que no es algo temporal, sino que debe verse como un nuevo hábito de carácter permanente. Ésta es una buena decisión, si es que se quiere disfrutar de los beneficios que éste nuevo hábito nos reporta, no solo para la reducción de peso corporal, sino también, para la mejora de nuestra salud.

La insulina tiene tres Efectos Nocivos, cuando se libera en grandes cantidades:

En el proceso de eliminar el nivel de azúcar en la sangre, bloquea el que las células grasas puedan liberar su contenido.

Ordena al cuerpo que almacene grasas, mientras haya azúcar en sangre que podamos usar como combustible.

Envía señales al cuerpo de que necesitamos más hidratos de carbonos, es decir, crea el anhelo de más carbohidratos, a los que nos hacemos gradualmente más adictos.


Ya que es la insulina la culpable de estos problemas, nuestra dieta no debería llamarse “dieta baja en carbohidratos” sino dieta baja en insulina. Esto significa que es muy importante mantener un nivel bajo de insulina en nuestro cuerpo.

Podríamos hablar de una “dieta alta en proteínas”, “dieta alta en fibras”, “dieta alta en grasas”…da igual, tan solo hay que entender que ni las grasas, ni las proteinas, ni la fibra aumentan la insulina en el cuerpo. Solo los hidratos de carbono incrementan la liberación de la misma, y aunque se suele decir que son los hidratos simples los causantes de los verdaderos problemas para salud y que estos no deberían ser consumidos, todos los hidratos de carbono, tal como se ingieren actualmente, son perjudiciales para nuestro cuerpo. De hecho, en todas las pirámides nutricionales los podemos encontrar en las bases, lo que significa que hasta hoy han estado sobrevalorados.

Cuando hay muy poca insulina, nuestro cuerpo pasa a quemar grasas. Esta llega a ser el combustible principal. Es curioso que muchas personas identifiquen la ingestión de hidratos de carbono con la necesidad de glucosa por parte de nuestras células, parece que son nuestra única posibilidad de obtener energía, es decir, si no como carbohidratos, no puedo funcionar activamente. Sin embargo, nuestro cuerpo saca energía limpia de otros alimentos, con composiciones equilibradas de proteínas, grasas y carbohidratos, que  no suben los niveles de insulina, tanto como para que nuestro organismo se vea afectado.

Es importante, no confundir la resistencia a la insulina, con la poca o ninguna secreción de la misma por parte del páncreas. La resistencia a la insulina está relacionada con múltiples problemas de índole metabólico, entre los que se encuentra la diabetes, pero ese no es el único problema al que está asociada. Cuando hay resistencia a la insulina, la célula no permite que la misma se fije en ella para favorecer la entrada de glucosa en su interior. Esto hace que la glucosa no pueda ser aprovechada como energía, pero el páncreas produce insulina y en grandes cantidades, puesto que la demanda es muy grande, debido a la gran ingestión de azucares.

Si se desea bajar de peso de forma rápida, mantener el peso corporal por mucho tiempo y mejorar la salud, entonces lo que necesitamos es una dieta baja en insulina. Este tipo de dieta tiene además la ventaja de que se pierde peso, pero el músculo se mantiene, siempre que la alimentación sea equilibrada y se haga ejercicio.

Es difícil, en muchas ocasiones, imaginar una dieta sin la cantidad de carbohidratos a los que estamos acostumbrados, desde que somos muy pequeños. Sin muchas patatas, arroz, pasta, dulces, azúcar, galletas, helados, cereales… ¿qué podemos hacer? ¿Qué comemos?

Sin embargo, poco a poco es fácil acostumbrarse e intentarlo nos reporta muchas sorpresas agradables. Los primeros días se pasa por un proceso de desintoxicación, no podemos olvidar que en las dietas occidentales hay un abuso masivo de carbohidratos y que esto genera adicción. Pero este anhelo va desapareciendo podo a poco y sentimos que comemos lo suficiente, que no tenemos hambre, y que el peso disminuye. Cada vez pensamos menos en los hidratos de carbono. Mientras sigamos alimentándonos bien, tendremos energía suficiente, estaremos saciados, sin hambre y cada vez pensaremos menos en los dulces, los procesados, los almidones…hasta que la obsesión por los alimentos y la comida desaparezca.


Es un Reto Saludable, ¿Qué te parece?



Lucía Madrigal               



La Fuerza Vital


Hanneman, padre de la homeopatía, dice en “Organon”, una obra que fue el resultado de 30 años de investigación:

La salud es la harmonía, el perfecto equilibrio de todas las funciones, de la actividad y del sentimiento”.

Células, órganos, aparatos, tienen un único objetivo en el individuo: concurrir al mantenimiento de su unidad”.

“Cada tejido posee en sí ese principio impalpable y superior de la naturaleza animada: La Fuerza Vital”.

“Gracias a ella, el ser percibe, se mueve, obra y piensa. Gracias a ella el ser se defiende. La Fuerza Vital es la guardia natural y vigilante de todo ser animado, es la que vela espontáneamente por el mantenimiento de su integridad: El organismo material privado de su fuerza vital no puede ni sentir ni obrar, ni hacer nada por su propia conservación".


La Fuerza Vital es algo, por tanto, que todos poseemos y que se puede medir, sentir, fotografiar e incluso, cada ser puede hacer que se incremente en su interior. Si esta Fuerza Vital está tan relacionada con la salud, está conectada con los cuerpos inferiores. No hay vida física sin ella, y si es energía que alienta nuestro equilibrio y armonía, es pura energía de transmutación.

Esto significa que el cuerpo es muy importante en nuestro proceso de cambio y evolución. Nos elevamos con él, no desde él. Está ahí siempre presente y lo sabemos,  aunque reparemos muy poco en su presencia. Miramos fuera y pretendemos amar a la Tierra, creyendo que a través de este amor pretencioso podemos llegar a la afamada Luz, pero nada se puede hacer por la tierra si nuestros fluidos son ríos contaminados, si nuestra propia tierra, la de nuestro cuerpo, no puede dar cabida a la energía, porque estamos sucios por dentro. 


Nuestro cuerpo es una maravilla perfecta a través de la que experimentamos. Desde él, sentimos nuestra Fuerza Vital y guiados por él, podemos elegir lo que de este mundo material nos es más beneficioso. No sólo nosotros tenemos esa Fuerza Vital, todo lo que la naturaleza nos ofrece en estado puro es energía vibrante. El alimento que tomamos nos transfiere su propia energía. Si la energía es de baja vibración, eso nos afecta negativamente, porque la enfermedad y el malestar no tienen cabida con una vibración alta y sólo hay vibración alta cuando depuramos. Creemos que podemos trabajar la positividad, nuestras emociones y nuestra mente y que con eso es suficiente, pero sin un cuerpo en equilibrio, nada de eso es posible. Los tres cuerpos, físico, mental y emocional caminan juntos y juntos sanan y se curan. No obstante nuestro cuerpo físico es materia y por tanto podemos percibirlo con más claridad. Con él y a través de él podemos limpiarnos por dentro y por fuera. Su cuidado y el alimento que le  proporcionamos son importantes.

Sabíamos que los alimentos son la materia que sustenta nuestra materia y ahora también sabemos que nos aportan energía, esa misma energía que Hanneman llamaba Fuerza Vital. Ésta es transferida a nosotros en forma de nutrientes, que el cuerpo transforma en electrones. Si elegimos alimentos con gran Fuerza Vital, nuestra nutrición nos pondrá en armonía con la tierra y recuperaremos la salud a la vez que vibraremos en frecuencias más altas.


¿Pero qué valor tienen estas afirmaciones? ¿Existe la manera de medir la energía que los alimentos nos aportan? SI. En este artículo vamos a profundizar en las investigaciones de Bovis y Simoneton.

El científico Bovis investigó el nivel vibracional del cuerpo humano en distintas fases y la radiación que mana de la tierra en lugares alterados, creando así una escala (Biómetro de Bovis, con la que se medía la radiación en angstroms) y que luego fue perfeccionada por Simoneton. Éste fue quien se atrevió a decir que los alimentos debían ser considerados, no sólo  por  su contenido químico sino también por su cualidad energética y vibratoria.

Simoneton llegó a estas conclusiones, cuando tras haber sido tratado para recuperarse de una tuberculosis, no sólo enfermó más, sino que se convirtió para los médicos en un enfermo terminal. Sin embargo, él no se dio por vencido, retomó las investigaciones de Bovis y empezó a trabajar con el Biómetro. Con esto logró recuperarse de  la tuberculosis y los múltiples efectos colaterales de los tratamientos, sólo nutriéndose de alimentos frescos y vitalizantes.


En su investigación descubrió que:

La pasteurización mataba la longitud de onda.

Si las frutas y las verduras frescas se congelaban se prolongaba su vida; y al ser descongeladas volvían a adquirir la radiación que tenían antes de helarse, casi totalmente.

Los alimentos guardados en el refrigerador se deterioraban, pero mucho más despacio.

Las frutas y verduras sin madurar podían aumentar su radiación en el refrigerador porque maduraban poco a poco.

Las frutas y verduras deshidratadas conservaban su vitalidad si se las metía 24 horas en agua vitalizada e incluso después de varios meses de secado, recuperaban su valor original.

Las frutas enlatadas seguían completamente muertas. 

El agua podía ser vitalizada si se la asociaba con minerales, seres humanos o plantas.


Además, Simoneton dividió los alimentos en cuatro categorías:

Alimentos con longitud de onda superior a la básica humana ( entre 6000 y 10.000 angstroms):

Entre ellos están la mayoría de las frutas y las verduras, cuya radiación fluctúa, cuando están en plena madurez o recién recolectadas, entre 8.000 y 10.000 angstroms. Si pasa tiempo entre la recolección y la ingestión se puede perder un tercio de esta energía y si las cocinamos un tercio más. Según este investigador las frutas están llenas de radiación solar en el espectro de la luz y su radiación aumenta con la maduración, hasta el momento en el que ésta empieza a decaer de manera natural, hasta llegar a cero, punto que marca su putrefacción. Las hortalizas son más radiantes cuando están crudas. Las legumbres irradian entre 7.000 y 8.000 angstroms cuando están frescas, secas pierden la mayor parte de su radiación y se hacen pesadas, indigeribles y duras para el hígado. El aceite de oliva tiene una radiación de 8.500, y puede conservarse durante mucho tiempo. Seis años después de la obtención del aceite, éste conserva una radiación de 7.500. El pescado y los mariscos irradian entre 8.500 y 9.000, si se comen crudos y están frescos. Los pescados de agua dulce son mucho menos radiantes.


Alimentos con una longitud de onda de un máximo de 6.500 angstroms y un mínimo de 3.000. 

Entre ellos están los huevos, el aceite de cacahuete, el vino, las hortalizas cocidas, el azúcar de caña y el pescado guisado. El vino es considerado por Simoneton como mejor bebida que el agua de las ciudades y es considerablemente mejor que el café, el chocolate, el licor, los jugos y la fruta pasteurizada, que no tienen radiación alguna. Simoneton asegura que mientras el jugo de remolacha fresco irradia unos 8.500 angstroms, el azúcar refinado de remolacha puede bajar a 1.000 y los terrones de azúcar envueltos en papel quedan reducidos a cero.

Respecto a las carnes dice que la carne de cerdo fresca y de animales bien tratados irradia unos 6.500 angstroms y sube a 9.500 y 10.000 angstroms cuando está curada con sal y colgada sobre una hoguera de leña. Las otras carnes no vale la pena comerlas, son de digestión difícil, y fatigan y gastan las energías de los que las consumen.


En la tercera categoría están las carnes cocinadas, los embutidos y las salchichas, junto con el café, el té, el chocolate, las compotas, los quesos fermentados y el pan blanco que por su baja vibración son muy poco beneficiosos.

A la cuarta categoría pertenecerían las margarinas, las conservas, los licores, el azúcar blanco refinado y la harina blanca. Todos son alimentos muertos en lo que respecta a la radiación.


Al aplicar la técnica a los seres humanos, él descubrió que una persona sana normal emite una radiación de unos 6.500 angstroms, o algo más, mientras que las radiaciones de fumadores, bebedores y devoradores de carnes muertas son siempre más bajas. Bovis decía que los pacientes con cáncer emiten una longitud de onda de 4.875 angstroms y ambos Bovis y Simoneton sostenían que los seres humanos debían comer alimentos con una radiación superior a 6.500 angstroms, si deseaban energizarse y sentirse sanos. Los dos estában convencidos de que los alimentos de baja radiación, bajan la energía de quienes los consumen. Simoneton, asi como otro nuevo investigador, Lakhovsky, afirmaron que la mayor parte de los microbios quedaban por debajo de los 6.500 angstroms, por tanto, un cuerpo sano es inmune a los microbios porque no resuena en su misma longitud de onda. Por la misma razón, las plantas tratadas con fertilizantes químicos, son más vulnerables a las plagas, porque su radiación es baja.

Por último Simoneton afirmaba que era muy posible que las propiedades asignadas a las plantas medicinales podían tener que ver con su alta vibración, y creía que el zumo de las plantas era altamente sanador.


Hasta aquí la explicación de lo que, por no ser perceptible, cuesta más trabajo creer. Sin embargo, Bovis, Simoneton y de alguna manera Lakhovsky nos acercaron a un nuevo paradigma en el que nada es lo que parece. El alimento es una fuente directa de transferencia energética. A través de él nos abastecemos de la energía vital de la naturaleza y eso nos permite sanar. Hablar de vitaminas, minerales, proteínas, grasas o hidratos de carbono es demasiado trivial.

Bien es cierto, que es posible que optemos por comer aquello que está alineado con nuestra propia vibración y que, por nuestro estilo de vida, vibremos más bajo de lo esperado. Por eso se produce el desorden y la entropía en nuestro interior y enfermamos, pero siempre podemos cambiar, y elegir alimentos de vibración alta.

Para concluir, podemos decir que la ingestión de alimentos vivos es muy beneficiosa para nosotros, ya que todos ellos superan la longitud de onda recomendada por Bovis y Simoneton. Aprovechar su alta vibración, nos proporciona salud. La salud del cuerpo mejora la mente, somos más capaces de pensar en positivo y nuestros sentimientos no se tiñen de dolor y malestar. De esta forma, nuestras emociones no nos procuran distorsión, lo que nos permite ser más conscientes de la experiencia maravillosa que es vivir.



FUENTES:

Nutrición Consciente. Olivia González Alonso. Ediciones i, 2011.
Alimentación Consciente. Gabriel Cousens. Epidauro, 2011.
Nutrición vitalizante. Néstor Palmetti. Argentina, 2012.



Lucía Madrigal