Aluminio y Alzheimer


Se define la enfermedad de Alzheimer como, probablemente, el resultado de un proceso de envejecimiento multifactorial en el que están implicados componentes genéticos y ambientales. Entre los factores de riesgo ambientales que se han relacionado con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer se encuentra la exposición al aluminio.

Hace más de 25 años se describió la toxicidad del aluminio (Al) sobre el sistema nervioso en ratas. Tras las primeras evidencias en animales de experimentación, una serie de estudios han valorado el posible papel del aluminio en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, sin que exista un consenso claro en la comunidad científica.


Lo que sí se hace evidente es que las personas con toxicidad al aluminio muestran muchos de los mismos síntomas que las personas que padecen demencia, Parkinson, ADHD, autismo y otras enfermedades neurológicas, por lo que la creciente evidencia sugiere que el aluminio puede jugar un papel significativo en el desarrollo de esas enfermedades.

El aluminio es liberado en el medio ambiente a través de procesos naturales de erosión del suelo, de erupciones volcánicas y por acciones antropogénicas. La fuente más importante de obtención del metal es la bauxita, que contiene 55% de óxido de Aluminio.

La mayor parte de la ingestión de aluminio proviene de la alimentación, a través de alimentos contaminados por aluminio, agua y alimentos industrializados que poseen  aluminio como conservante y/o colorante.

El aluminio se presenta la forma más biodisponible, para ser absorbida por el intestino, en el agua. Las sales de aluminio son ampliamente utilizadas como coagulantes para reducción de la materia orgánica, turbidez y presencia de microorganismos durante el tratamiento de agua superficial, que es la que presenta mayor cantidad de partículas en suspensión. Esa utilización, a pesar de ser necesaria para el tratamiento del agua en muchos municipios, puede aumentar la concentración de aluminio en el agua para el consumo.


El aluminio se puede hallar en una amplia gama de productos de consumo, entre los que se encuentran:

El polvo para hornear, la harina instantánea con levadura, la sal, las fórmulas para bebés, las cremas para café, los productos horneados y los alimentos procesados, los colorantes artificiales y los antiaglomerantes.

Medicamentos como los antiácidos, analgésicos, antidiarreicos y otros aditivos tales como el estearato de magnesio.

Vacunas - Hepatitis A y B, Hib, DTaP (difteria, tétanos, tos ferina), la vacuna neumocócica, Gardasil (VPH) y otras.

Cosméticos y productos de cuidado personal tales como los antitranspirantes, desodorantes (incluyendo cristales de sal o los hechos de alumbre), lociones, protectores solares y champús.

Productos de aluminio, papel de aluminio, latas, Bricks y botellas de agua.

De acuerdo con los CDC, un adulto promedio consume alrededor de siete a nueve miligramos de aluminio por día en los alimentos y en menor cantidad del aire y del agua.

Aproximadamente el 1% del aluminio se ingiere por vía oral y se absorbe en el cuerpo. El resto se mueve por el tracto digestivo siempre y cuando éste esté funcionando bien. El aluminio restante puede ser depositado no sólo en el tejido cerebral, sino también en los nervios, huesos, hígado, corazón, bazo y músculo.


Un 1% puede sonar a cantidad pequeña. Sin embargo, la carga tóxica total dependerá de la cantidad total de toxinas a las que estemos constantemente expuestos y de la alimentación y salud digestiva. A más carga tóxica más toxinas tiene que liberar nuestro cuerpo  a través de nuestro tracto digestivo y si nuestra alimentación carece de fibra y de sustancias quelantes la eliminación se hace difícil.

Parece bastante claro que la exposición al aluminio juega un papel importante en las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Algunos estudios así lo corroboran y afirman con rotundidad que el aluminio, un elemento omnipresente en la vida cotidiana, puede entrar a nuestro cuerpo a partir de varias fuentes, sobre todo del agua potable y los alimentos de consumo... y podría tener un efecto negativo sobre el deterioro cognitivo.

A menos que un producto químico sea muy tóxico, el daño real se produce cuando nuestro cuerpo se sobrecarga de manera crónica y la mayoría de las personas, hoy en día, estamos expuestas regularmente a miles y tal vez decenas de miles de diferentes productos químicos. Algunos se conocen, otros se estudian por separado y se aplica el criterio de dosis mínima. De lo que no se sabe apenas nada es de los peligros potenciales de diferentes químicos que se ingieren a la vez.


Podemos reducir las dosis de aluminio, para lo que es aconsejable evitar:

Los alimentos procesados y bebidas gaseosas. Además, la sustitución de los alimentos procesados por alimentos naturales y a ser posible ecológicos reducirá drásticamente los niveles de azúcar y la ingesta de fructosa, lo que ayuda a normalizar la sensibilidad a la insulina y a la leptina. Esta es una excelente estrategia para proteger y preservar la función cerebral y la salud en general. La fructosa y el gluten son otros factores alimentarios que promueven el Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.

Las amalgamas dentales, que son el 50% de su peso en mercurio, son una de las principales fuentes de toxicidad por metales pesados.

Cosméticos y productos de cuidado personal que contienen aluminio, como los antitranspirantes (incluyendo cristales de sal o los que están hechos de alumbre), lociones, protectores solares y champús.

Las vacunas ya sean de mercurio (timerosal) y/o aluminio.

Medicamentos que contienen aluminio, tales como antiácidos, antidiarreicos, analgésicos y narcóticos.

Otros productos que contienen aluminio como latas, papel de aluminio, bricks y botellas de agua.

Utensilios de aluminio en la cocina.


Aunque exista todavía cierta controversia, el aluminio es neurotóxico y su constante ingestión perjudica notablemente nuestra salud en general y en particular la de nuestro cerebro. Su uso es excesivo y juega su papel en el desarrollo exponencial de las enfermedades mentales.

Podemos reducir las cantidades y promover que tanto las autoridades como la industria eviten su uso. No podemos olvidar que el aluminio no se degrada, solamente puede cambiar de forma o adherirse o separarse en partículas. Las partículas de aluminio en el aire se depositan en la tierra o son arrastradas al suelo por la lluvia. Sin embargo, las partículas de tamaño muy pequeño pueden permanecer en el aire muchos días.

Con este consumo inevitable ya tenemos bastante.



FUENTES:

ATSDR. Resumen de salud pública. Aluminio. Septiembre de 2008.

ALUMINIO COMO FACTOR DE RIESGO PARA LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER. Pricilla Costa Ferreira, Kamila de Almeida Piai, Ángela María Magosso Takayanagui, Susana Inés Segura-Muñoz. Enero de 2008.

REVISIÓN DE LOS ESTUDIOS SOBRE EXPOSICIÓN AL ALUMINIO Y ENFERMEDAD DE ALZHEIMER Loreto Suay Llopis y Ferran Ballester Díez Escola. Valenciana d’Estudis per a la Salut (EVES). Unidad de Epidemiología y Estadística. Consellería de Sanidad. Generalitat Valenciana.



Lucía Madrigal