“Muchos creen que la
conciencia se origina únicamente en el cerebro. Recientes investigaciones
científicas sugieren, de hecho, que la conciencia emerge del cerebro y del
cuerpo actuando juntos. Una creciente evidencia sugiere que el corazón juega un
papel particularmente significativo en este proceso”.
Gregg Braden
Sabemos que nuestra vida
depende de sus latidos y que cuando sentimos,
nuestro corazón se mueve de dolor o
de alegría, pero aún desconocemos toda la valía de este músculo precioso y
preciado.
Ubicado dentro del
tórax, el corazón es un
músculo hueco del tamaño aproximado a un puño, que está situado entre los pulmones, a la izquierda del tórax, apoyado sobre el diafragma y detrás del esternón. La masa muscular que lo
constituye recibe el nombre de miocardio
y está formada por tejido muscular de tipo cardíaco,
que se caracteriza por funcionar de manera automática.
La función del corazón
es bombear la sangre a todos los rincones del organismo. El ritmo cardíaco, la intensidad y la
fuerza de contracción y relajación del corazón
están regulados por los centros situados en el hipotálamo, que elaboran los impulsos
nerviosos adecuados, y por sustancias químicas como la adrenalina y la noradrenalina, que son hormonas que actúan sobre él.
El corazón se
dedica a mantenernos vivos, sin que nosotros ejerzamos algún control consciente
sobre él. Sin embargo, aunque la ciencia se haya empeñado en negarlo durante
muchos siglos, incluso antes de que Aristóteles
dijera que en el corazón
recaían las funciones emocionales, sensoriales y de acción, el ser humano nunca
ha dejado de relacionar el corazón
con el amor o los sentimientos. Algo nos dice que el corazón tiene un rol emocional.
De hecho, cuando hablamos de emociones,
en muchas ocasiones, llevamos nuestra mano
al corazón de manera instintiva.
Por otra parte, rara vez se ha asociado el corazón con la inteligencia, aunque muchos
de los grandes pensadores y científicos
hayan afirmado con rotundidad que sus descubrimientos no estaban vinculados
únicamente a una mente racional. Véase
el caso de Blaise Pascal que decía: “conocemos la verdad no sólo a través de la
razón sino también a través del corazón” o Einstein, quien afirmaba: “Mis
descubrimientos nunca han sido el
resultado de un proceso de razonamiento racional”. Parece que la
inteligencia no está asociada únicamente al cerebro, sino que el corazón
también hace su aportación.
Para hacer un juramento nos llevamos la mano al corazón, las intuiciones son corazonadas, de alguien bueno decimos
que tiene un corazón de oro y cuándo
amamos a alguien le decimos: “te
amo con todo mi corazón”. La pena nos parte
el corazón, el miedo lo hace encogerse y con la alegría nuestro corazón salta… Tenemos un corazón frio, cálido, contento o roto de
dolor. Son muchas las metáforas poéticas que nos llevan al corazón y mucha la sabiduría ancestral
que nos remite a él como integrador de los pensamientos,
los sentimientos y las emociones ¿No
será que nuestro corazón esconde un conocimiento que se nos escapa?
Los antiguos egipcios
veían el corazón como un órgano de la verdad. Y, en efecto, el corazón parece ser capaz de decirnos la
verdad sobre cómo nos sentimos y lo
que consideramos que es correcto o
incorrecto. Los esenios y otras
muchas culturas afirmaban que los átomos
de materia se reorganizaban por medio de las ondas de creencias que emanaban del corazón, cuando el pensamiento,
el sentimiento y la emoción se unían. Para ellos, el
corazón tenía un único ojo que veía las cosas sin juicio, que aceptaba la
experiencia, que amaba y aceptaba la vida. Como vemos, muchas creencias
entorno a ese músculo imprescindible para la vida, que al parecer, no sólo está
al tanto de nuestra vida física.
Según Annie Marquier,
pianista, matemática y directora del “Instituto
para el Desarrollo de la Persona” en Quebec,
“se ha descubierto que el corazón
contiene un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de
40.000 neuronas y una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y
células de apoyo. Gracias a esos circuitos tan elaborados, parece que el
corazón puede tomar decisiones y pasar a la acción independientemente del cerebro;
y que puede aprender, recordar e incluso percibir”.
Además, la investigación ha llegado a la conclusión de que el corazón genera un campo eléctrico de 2,5 vatios de energía en cada latido,
convirtiéndose así en el campo electromagnético más fuerte del cuerpo.
Este campo es tan intenso que puede ser detectado a una distancia de entre dos
a cuatro metros y a su vez es 5000 veces más
fuerte que el del cerebro. Además, los
campos magnéticos del corazón
cambian según nos sentimos, percibimos y nos expresamos, lo que significa que nuestras
experiencias internas salen de nosotros e interactúan con el universo a través
de ese campo magnético poderosísimo.
En la película “Corazones
y mentes”, el director de documentales científicos, David Malone explora el corazón
humano desde la perspectiva médica de simple bomba a la perspectiva
histórica y más actual para la ciencia, de símbolo del amor y centro de la sabiduría
y del carácter humano.
En su documental Malone
busca responder a la pregunta de si el corazón
es algo más que una máquina para mantenernos vivos, ya que cree que la forma en
que vemos nuestro corazón es un
reflejo de cómo nos vemos a nosotros mismos como seres humanos. A medida que
avanza el documental, Malone recorre
los últimos avances científicos, para averiguar si nuestros sentimientos y emociones realmente
provienen de nuestro cerebro o si
en realidad podrían originarse en nuestros
corazones.
Desde la perspectiva del Dr.
Wells, cirujano con el que se inicia la película, el corazón es una bomba, y nada más. Por otro lado, el Dr. David Paterson, profesor de la Universidad de Oxford que se dedica al
estudio del cerebro y el corazón,
demuestra con sus investigaciones, que el cerebro no es
la única fuente de nuestras emociones,
sino que corazón y cerebro trabajan
juntos en la producción de las mismas. En realidad, el corazón contiene neuronas, similares a
las del cerebro, y ambos están
estrechamente relacionados, creando un todo emocional simbiótico. Como se explica en la película:
“Cuando el corazón
recibe señales desde el cerebro a través de los nervios simpáticos, este bombea
más rápido. Y cuando recibe señales a través de los nervios parasimpáticos, se
desacelera”.
Si bien esto parece respaldar la opinión de que el corazón se limita a seguir las órdenes
del cerebro, la realidad es mucho
más compleja; el corazón también
contiene miles de neuronas especializadas, que se localizan predominantemente
alrededor de la superficie del ventrículo derecho, formando una red compleja.
Las neuronas son las que permiten que el cerebro
forme pensamientos. Entonces, ¿por qué se encuentran localizadas en el
ventrículo derecho del corazón? Aunque aún se desconoce mucho acerca de las
neuronas del corazón, una cosa es
segura, el “cerebro” y el “corazón” se comunican bidireccionalmente.
La comunicación sigue una calle de doble sentido, que no necesariamente
funciona como un mecanismo de ida y vuelta ante el mismo estímulo.
Alrededor de 1970,
ciertos descubrimientos en neurobiología abrieron una nueva vía a la
investigación del corazón. John y Beatrice Lacey del Fels Research Institute de Filadelfia, EEUU, observaron que cuando
el cerebro enviaba órdenes al cuerpo
físico, el corazón no siempre las
obedecía. Éste tenía su propia lógica, que a veces se oponía a lo que proponía
el cerebro. También descubrieron que
el propio corazón podía enviar al cerebro señales, que no sólo éste
comprendía perfectamente, sino que además podía obedecer.
En 1981, el Dr. Adolfo de Bold, investigador
argentino y profesor entonces de la Universidad
de Ottawa, en Canadá, dirigió
una investigación que le llevó a descubrir que el corazón produce una hormona a la que él denominaba FAN (Factor Atrial Natriurético). Este
descubrimiento constataba que el corazón
no era una simple bomba, sino que también formaba parte del sistema endocrino del ser humano. Otras
investigaciones posteriores, descubrieron otras tres hormonas directamente
vinculadas al corazón, todas ellas
denominadas hormonas pépticas de acción diurética, es decir, que
estimulan la producción de orina y la excreción de sodio y una de ellas en
particular con propiedades vasodilatadoras. Se descubrió, igualmente, que su
acción combinada tenía un efecto hipertensivo, lo que es muy
importante no sólo para la salud cardiovascular, sino también para la
prevención de múltiples enfermedades.
En vista de todo esto, nos va quedando claro que el corazón es mucho más que una simple
bomba que nos mantiene vivos. Durante mucho tiempo y por desconocimiento, hemos
dejado el corazón para el
sentimentalismo, para los poetas, los artistas, las madres…las personas
débiles; esto le ha otorgado una connotación romántica, irracional, filosófica,
etérea y vinculada sobre todo al campo
emocional. Así que ha sido poco tenido en cuenta por las “personas inteligentes, activas, fuertes y
dinámicas”. Cómo hemos alejado el corazón
de ciertos atributos humanos, nos hemos distanciado mucho de su verdadero
poder. Esto nos ha limitado la capacidad de ver más allá del cerebro y llegar allí donde sólo los
sabios tienen acceso, porque nuestro corazón
es inteligente, tanto que de ser tenido en cuenta se abriría la puerta a
una nueva percepción.
Los investigadores que han ido profundizando en el
conocimiento del corazón, se han
dado cuenta de que éste tiene un sistema
nervioso, específico y bien desarrollado. En la película, el Profesor Paterson muestra un trozo del
ventrículo derecho del corazón de un
conejo. Ya hemos dicho que es en esa parte del corazón donde se agrupan las neuronas y lo mantiene en un tanque
con nutrientes y un flujo constante de oxígeno. Este trozo de tejido de corazón late por sí mismo, a pesar
de que no está unido a un organismo vivo y de no estar bombeando sangre.
Cuando se transmite un impulso
eléctrico a este tejido a través de un electrodo, se puede observar cómo el
tejido cardiaco desacelera
inmediatamente sus contracciones; una “decisión”
tomada por las neuronas del tejido
en respuesta a la estimulación. Esto demuestra que son las neuronas del corazón y no las del cerebro las que deciden el comportamiento del propio corazón.
Con circuitos muy elaborados, el corazón parece poder actuar por sí mismo, tomar decisiones o pasar
a la acción independientemente del
cerebro. Con todo lo que cuenta y dispone, parece que puede aprender,
recordar e incluso percibir. Las neuronas
del corazón son células
nerviosas similares a las del cerebro,
operan a través de los mismos enlaces, los ganglios,
con el mismo tipo de conexiones, y utilizan los mismos neurotransmisores.
Si se modifica lo que experimentamos con el corazón, esto se produce también en el cerebro, lo que significa que si las señales cardíacas son caóticas, este
caos se refleja en ciertas áreas cerebrales.
Si aprendemos a gestionar estas señales y a transformarlas en señales coherentes, nuestras
percepciones cambian. Esto hace que podamos ver más aspectos de la realidad y relacionarnos con ella de forma
más profunda y satisfactoria, somos más conscientes de lo que pasa a
nuestro alrededor, más sensibles hacia los demás y aumenta la
autoconsciencia de lo que sentimos y pensamos.
Todo este conocimiento, aunque parece nuevo, no lo es. Por
ejemplo en el Árbol de la Vida de la
Cábala, el centro que representa al corazón
es el único que conecta con los otros nueve. La acupuntura afirma que el corazón es el lugar donde reside el espíritu vital. Este espíritu vital, Shen, es la energía espiritual que se expresa como conciencia e
inteligencia en el sentido de poder de discernimiento. En Sánscrito, la palabra corazón,
Hridaya, es el nombre que designa la realidad última,
la libertad infinita y la energía que la origina en el seno del universo. En
japonés, se utiliza la palabra shinzu para
referirse al corazón físico y la
palabra kokoro que designa la inteligencia transcendente del corazón…siempre
el corazón unido a la trascendencia.
Hoy en día, los investigadores han puesto de manifiesto la
existencia de cuatro clases de conexiones que parten del corazón y van hacia el cerebro,
es decir, no son respuestas a mensajes de nuestro cerebro, sino mensajes emitidos desde el propio corazón:
- Conexión Neurológica: el sofisticado sistema de células
nerviosas del corazón, puede grabar
las informaciones que provienen del sistema hormonal y otros sistemas y
convertirlas en impulsos nerviosos, tratando directamente la información
recibida. A continuación, el corazón
utiliza el nervio vago y los nervios situados a lo largo de la columna
vertebral para derivar la información que pasa al cerebro límbico y llega al córtex
cerebral. Esta red de nervios permite al corazón actuar de forma directa sobre las propias funciones del cerebro. El corazón envía más información al cerebro de la que recibe.
- Conexión Bioquímica: En 1986 dos investigadores canadienses, Cantin y Genest, tras haberse descubierto la hormona ANF (Atrial Natriuretic Factor),
atribuyeron al corazón funciones muy
por encima de la actividad cardiovascular. Ellos apoyaron el descubrimiento del
Dr. Adolfo de Bold, al afirmar que el corazón
es el productor de esta hormona, fundamental para muchos sistemas del cuerpo.
Entre otras cosas, la ANF asegura el
equilibrio general a través de la homeostasis e inhibe la producción de la
hormona del estrés, en especial el cortisol. Además el corazón segrega su propia adrenalina cuando lo necesita y sintetiza
por sí mismo otras hormonas. Entre otras hormonas importantes, produce oxitocina cuando nos encontramos en un
estado afectuoso o enamorados.
- Conexión Biofísica: Se ha podido medir que la actividad
eléctrica del cerebro es muy
sensible a la actividad del corazón
y que existe una relación directa entre las ondas, que procedentes del corazón llegan al cerebro a través de la presión sanguínea y la actividad de las
ondas cerebrales. En particular se ha observado una relación directa entre la presión sanguínea, la respiración y ciertos
ritmos del sistema nervioso autónomo. El corazón envía señales a través del ritmo cardiaco al resto del
cuerpo y al cerebro, sin permiso de éste último.
- Conexión
Energética: El
campo electromagnético del corazón es 5000
veces más potente que el del cerebro
y produce de 40 a 60 veces más bioelectricidad que éste. La
energía eléctrica producida se transfiere a todas las células del cuerpo
físico, dando lugar así, a la conexión
entre todas ellas. El aspecto del campo magnético del corazón cambia en función
del estado emocional. Ante el miedo, el
estrés, la frustración… se vuelve caótico y desordenado, en términos
científicos se habla de espectro
incoherente. En cambio, ante emociones como la gratitud, la compasión o el perdón su aspecto es ordenado, dando
lugar a un espectro coherente.
David Malone muestra en su documental una serie de imágenes
de rostros neutrales y asustados, algunos de los cuales están sincronizados con
el ritmo cardiaco. Curiosamente,
cuando las caras asustadas se muestran en sincronía con el latido del corazón, se percibe una sensación de
miedo intenso. Lo que muestra esta prueba es que la forma en que la mente
procesa la percepción del miedo se ve afectada por el corazón. Igualmente, cuando sonreímos ante situaciones adversas,
la mente se relaja, ya que la risa y la sonrisa están vinculadas al corazón. En definitiva, cuando el cerebro procesa una imagen en sincronía
con el corazón, hay una mayor “resonancia” del rendimiento emocional.
Además el corazón
es el oscilador biológico más potente del cuerpo. Cuando él impone su ritmo,
los demás sistemas oscilatorios, tanto a nivel
físico como emocional y mental
se armonizan entre sí, siguiendo el
ritmo marcado. Esto da lugar a que todas las funciones se expresen de forma
óptima.
Mientras que la inteligencia del cerebro tiende a analizar y a separar en partes, la inteligencia
del corazón busca la síntesis. La
idea de que podamos pensar con el
corazón nos conduce a la integración. La investigación científica está
apuntando a que el corazón es
fundamental como centro de inteligencia en los seres humanos. Conectar con la
inteligencia del corazón supone
adquirir una mayor sabiduría e inteligencia para vivir.
Según Annie Marquier,
Los pensamientos y emociones elevadas crean un estado de coherencia biológica
que entraña un funcionamiento óptimo del ser humano a todos los niveles. Los
pensamientos y emociones inferiores crean un estado de caos biológico que
limita el funcionamiento del sistema humano en todos sus aspectos.
El corazón es por
tanto la clave para crear en nosotros el estado de coherencia y, en consecuencia,
el funcionamiento óptimo de todo nuestro ser.
“Cada pensamiento en la
mente humana envía una onda electro-magnética desde la base del corazón que tiene
un efecto medible sobre el mundo en el que vivimos.
El corazón es el
generador más fuerte de campos eléctricos y
magnéticos en el cuerpo. Nuestro mundo físico está compuesto de estas
dos corrientes energéticas.
El corazón humano está
diseñado para poder cambiar tanto el campo eléctrico como el magnético de
nuestro cuerpo y nuestro mundo y lo logra en respuesta a las emociones que
nosotros creamos entre nuestro corazón y cerebro.
Toda materia es
simplemente ondas de sonido vibrando, el sonido crea forma. Cada pensamiento
envía una poderosa onda de información que ayuda a dar forma al mundo que nos
rodea.
Cada pensamiento envía
una frecuencia diferente. Esta es la gran importancia de nuestros pensamientos
y emociones positivas para crear nuestro mundo físico”.
Gregg Braden
FUENTES:
Psicopedagogía de las
emociones. Rafael Bisquerra. Ed. Síntesis, 2009.
El maestro del corazón.
Annie Marquier. Luciérnaga, 2010.
La matriz Divina. Gregg
Braden. Ed. Sirio, 2006.
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