Hemos sido educados para creer que los cereales son
la base de la alimentación humana. Ellos forman parte de nuestra dieta
desde hace unos 8000 años, momento
en que la necesidad de supervivencia
obligó al ser humano a añadir los granos
(cereales) a su alimentación. Estos a pesar de tener que ser cocinados, eran de fácil almacenamiento y proporcionaban manutención en épocas de
hambruna.
Sin embargo
el cereal no es un alimento adaptado a nuestra fisiología porque no
somos granívoros, las aves, que sí lo son, tienen una estructura
digestiva muy grande y poseen un sistema
cardiopulmonar adecuado al consumo de cereales, ya que liberan la energía
acumulada a través del vuelo. El
ser humano tenía la posibilidad de liberar parte de esa energía cuando su trabajo era físico y cuando a nadie se le
ocurría comer cereales porque fueran
alimentos necesarios, simplemente se
comían, pero actualmente somos sedentarios y nuestro organismo no utiliza todo ese combustible que le proporcionamos. Nuestra
fisiología digestiva y metabólica no
está adaptada a un consumo tan grande de almidón.
La molienda, el leudado, el cocinado y la buena masticación facilitan el proceso digestivo, pero ¿Cómo afecta a la larga la ingestión de un
alimento que en principio no está diseñado para el ser humano? ¿Cómo nos afecta
comerlo con tanta frecuencia?
El almidón, muy presente en los cereales es, sin duda, uno de los
elementos más abundantes en las dietas humanas, ya que está presente en
multitud de alimentos de uso cotidiano. Hemos llegado a identificar la dieta mediterránea con el consumo de
pasta (normalmente Blanca), pizza, pan, cereales en general y
creemos que comemos bien. De hecho el almidón
se utiliza en nuestra dieta como principal carbohidrato
generador de combustión celular.
Sin embargo, el almidón que no se
ha metabolizado se convierte en una fuente importante de toxemia corporal. Esta situación se ve
agravada por la excesiva permeabilidad
intestinal, que tenemos desde la infancia y que permite el paso de moléculas intactas al flujo sanguíneo, lo que,
como sabemos, ocasiona múltiples
problemas de salud.
Además en primer lugar,
una dieta muy rica en cereales tiende a acidificar el
organismo, ya que
los cereales, especialmente el trigo y el maíz, producen desechos ácidos al ser
metabolizados: ácido sulfúrico,
fosfórico y clorhídrico.
En segundo lugar, para
digerir el almidón tenemos que convertirlo en azúcares simples, pero como hay que cocinar los cereales, las enzimas del propio alimento que
acompañan al almidón se
pierden y tenemos que hacer uso de nuestras propias enzimas corporales para metabolizarlo. Esto requiere un gasto energético enorme y debilita el
cuerpo con el paso de los años. Si
masticamos muy bien, la enzima ptialina favorecerá la digestión del
almidón y éste, cuando llegue al duodeno,
no requerirá de un aporte enzimático
muy grande por parte del páncreas,
pero si tragamos o engullimos, como es habitual, el páncreas se estresará, sobre todo si esa demanda enzimática es
habitual y excesiva. Aparte de esto, los cereales cocinados generan un exceso de mucosidad.
El Dr Edward
Howell, considerado
por muchos el padre de la investigación de las enzimas en el siglo XX
decía que “las enzimas son al mismo
tiempo proteínas complejas y reservas de energía” y planteó que “la enfermedad crónico-degenerativa era el
resultado de una deficiencia enzimática severa”, otro de sus
descubrimientos fue el de que el cuerpo humano tiene una producción enzimática limitada. Esto
es confirmado por el Dr.Troland de
la Universidad de Harvard, quien dijo:”la
vida es algo que ha sido construido sobre las enzimas; es el corolario de la
actividad anzimática”, pero envejecemos enfermos y morimos enfermos. Ann Wigmore, la gran impulsora de los alimentos vivos dijo:”La preservación de las enzimas es el
secreto de la salud”... ¿No
será que estamos ingiriendo una gran cantidad de alimentos poco fisiológicos
que tienen que ser cocinados para ser metabolizados, con el consiguiente gasto
de nuestra reserva enzimática?
Según el Dr.
Howell cuando a un órgano se le exige demasiado se produce hipertrofia. Él llegó a la conclusión de que el páncreas de la mayoría de los humanos
estaba agrandado. En estudios post-morten
realizados en Filipinas se observó
que aquellos individuos cuya base
alimenticia era el arroz,
tenían un páncreas de un 25% a un 50% más grandes. Estudios recientes realizados en Corea muestran que un 80%, aproximadamente, de la población
padece diabetes y este dato se ha
relacionado con el consumo habitual y excesivo de arroz, que ahora básicamente es blanco. A diferencia de los alimentos enteros, los carbohidratos
refinados, que incluyen pan, pasta y
arroz blanco, son deficientes en fibra,
vitaminas y minerales, los cuales se han perdido en el procesamiento. La
elección de variedades de cereal
integral es una alternativa mejor, porque son más nutritivos. Sin embargo, al hacer hincapié en los cereales integrales no se está
exento de riesgos potenciales para la salud ya
que entre otras cosas la respuesta
insulínica, en volumen, es la misma en ambos casos y el hecho de cocinarlos
hace que pierdan mucho de su potencial
nutricional.
Trigo, centeno y cebada, son
los cereales más tóxicos, seguidos del maíz. Todos contienen gluten y también lo contienen
todos los alimentos que estén emparentados con ellos: Harina blanca, trigo candeal, trigo kamut, espelta, germen de trigo,
salvado de trigo, algunas infusiones
como el té en bolsitas, el seitán, el café y algunos medicamentos y todos los alimentos
elaborados con estos tipos de harinas o cereales, pastas, cuscús, pan,
tortitas, muffings, pasteles, bizcochos, galletas, cruasanes, magdalenas,
cervezas, cereales de desayuno, la avena ( aunque un tipo de gluten más
fácil de digerir), los aliños,
las salsas, las comidas preparadas, los embutidos…
La quínoa, el
amaranto y el trigo sarraceno son "pseudocereales", y suelen ser mejor tolerados, pero
igualmente algunos contienen prolaminas
y pueden afectar a las personas más sensibles
al gluten.
El gluten es una glicoproteína que se encuentra, como vemos, en la semilla de muchos cereales combinada con almidón. Representa un 80% de las proteínas del trigo y
está compuesta de gliadina y glutenina.
Gracias al gluten, las masas, hechas con harina, son esponjosas y elásticas y
permiten el uso de la creatividad para la elaboración de múltiples productos,
todos ellos muy apetecibles. La palabra gluten
deriva del latín y significa ‘cola o pegamento‘. Estas propiedades
adhesivas son las que permiten la consistencia de los panes, bollería y demás masas
de harinas y es justamente una de sus propiedades
más dañinas para nosotros. Las proteínas del gluten son bastante complejas
y entran en nuestro intestino delgado
generando permeabilidad y desgaste. Aun
en cantidades pequeñas o excepcionales, un alimento que contiene gluten provoca lesiones en el intestino. Actualmente las industrias
agroalimentarias modifican excesivamente los cereales, que se han convertido en sustancias poco asimilables y,
por consiguiente, son más tóxicos
que aquellos que solían consumirse en el pasado.
La gliadina es
la proteína más abundante en el trigo, esta proteína se
degrada en el tracto intestinal a un
grupo de sustancias llamadas exorfinas (exorfinas
gluten (A5, B4, B5, C) y gliadorfinas). Las exorfinas cumplen un papel primordial en la cría de los
mamíferos, ya que su ingestión favorece su crecimiento, al generar dependencia
de la leche materna y promover el sueño en los recién nacidos.
Pero también el trigo posee
estos péptidos opiáceos. El gluten del trigo posee
gran cantidad de exorfinas extremadamente
potentes, tanto que algunos esquizofrénicos
pueden incluso llegar a curarse
dejando de comer productos derivados del trigo. Y es que todo lo que consumimos tiene una influencia directa sobre
nuestra salud física y mental.
De hecho, y aunque sea difícil de creer, los sacerdotes egipcios utilizaban el trigo para alucinar, también lo usaban para calmar el dolor y los romanos
que también sabían de esto, tenían claro que el pueblo se mantendría tranquilo
mientras tuviera pan y circo. Para
compensar el efecto analgésico de
los péptidos opiáceos, los
productos de trigo a
menudo contienen romero, que es
un gran estimulante.
¿Qué puede significar
esto para nosotros?
Sencillamente que nos hemos convertido en adictos.
De alimento de supervivencia
el trigo pasó a ser un alimento esencial, existen pocas casas
en las que de manera habitual no se consuma pan o pasta en alguna de sus formas y es muy difícil abandonar
estos hábitos, porque sentimos que
en nuestra mesa falta algo y lo que falta, no falta sólo en nuestra mesa sino
que sentimos que no estamos generando la endorfinas
a las que estábamos acostumbrados. Además, cuanto más refinado es el alimento
mayor es la adicción. El gluten también contiene niveles
excepcionalmente altos de los aminoácidos
excitotóxicos L-aspártico y L- glutámico, que también pueden ser muy adictivos. Para compensar el
adormecimiento y la lentitud que sentimos al consumir estos opiáceos alimentarios, hemos adquirido
otros hábitos igualmente poco
saludables como el consumo de
estimulantes, café, té…
El gluten es
también el causante de la "enfermedad celíaca” que se
caracteriza por una inflamación crónica de la parte próxima del intestino
delgado o yeyuno,
ocasionada también por la exposición a la “gliadina”,
y este gluten tiene también la
habilidad extraña de imitar ciertas
proteínas y hacerse camino en las células
causando estragos y haciendo que se desarrollen enfermedades autoinmunes como
por ejemplo la “enfermedad de
Crohn”.
Por otro lado, las plantas han desarrollado sistemas de
defensa que favorecen su reproducción año tras año. Por esta razón, las semillas de la familia de las gramíneas, por ejemplo, arroz, trigo, espelta, centeno,...
tienen niveles altísimos de las glicoproteínas
de defensa conocidas como lectinas. Cocina,
germinación, fermentación y digestión son las formas tradicionales que
hemos usado para poder digerir estos anti-nutrientes
que se encuentran dentro de esta familia de plantas, pero las lectinas son, por diseño,
particularmente resistentes a la degradación a través de una amplia gama de pH y temperaturas. Hay cereales como el trigo germinado integral
que contiene las cantidades más altas de lectina de trigo y
también benzoxazinone (Bas),
un componente sorprendentemente tóxico.
Las lectinas son
muy pequeñas, resistentes a la rotura por los sistemas vivos y tienden a
acumularse y se incorporan en los tejidos donde interfieren con los procesos biológicos normales. La lectina WGA es un adversario
excepcionalmente difícil, es extremadamente pequeña (36 kilodalton) y se concentra en lo profundo del embrión del grano de trigo (aproximadamente 1 microgramo por grano). La WGA migra durante la germinación a las raíces y las puntas
de las hojas, ya que la planta en desarrollo comienza a proyectarse hacia el
mundo y fuera de la seguridad de sus semillas.
La WGA es
la solución ingeniosa de la naturaleza para proteger al trigo de todos sus enemigos
naturales. Las exorfinas
gluten (A5, B4, B5, C) y gliadorfinas, ya hemos explicado que nos
pueden anestesiar y, de hecho, también nos anestesian de los efectos adversos
de la WGA a largo
plazo. Los efectos adversos de una, han sido eclipsados por las otras proteínas del trigo. No hay duda
de que las propiedades narcóticas de
trigo son la razón principal por la que las sospechas sobre su toxicidad se han mantenido simplemente
en la especulación durante muchísimos años.
Cuando
ingerimos cereales y sobre todo cereales integrales, estamos
poniendo en peligro nuestra salud.
Una sola rebanada
de pan de trigo contiene aproximadamente 500 microgramos de WGA, que si se perfeccionasen en su forma
pura y se inyectasen directamente en la sangre,
podrían, en teoría, tener efectos de aglutinación
de plaquetas y agregación de eritrocitos, lo suficientemente fuertes como
para crear una coagulación obstructiva,
como ocurre en el infarto de miocardio
y en el accidente cerebrovascular.
Pero tal como entran en nuestro cuerpo, los problemas se limitan en gran
medida al tracto gastrointestinal,
donde causan lesiones en la mucosa.
Lo importante es que la WGA,
incluso en pequeñas cantidades, puede tener profundos efectos adversos, dadas
las condiciones apropiadas. Irónicamente, en primer lugar, la WGA es excepcionalmente pequeña (36 kilodalton) y puede pasar a través
de las membranas celulares del intestino con facilidad. Y, en
segundo lugar, como las vellosidades y
paredes intestinales se quedan anestesiadas por las exorfinas, el movimiento peristáltico necesario para la eliminación se ralentiza
tanto, que se produce estreñimiento.
Además, las lectinas dañan
la mucosa intestinal, lo que provoca
inflamación, dificultad para absorber los nutrientes y deterioro en
la impermeabilidad del intestino.
La impermeabilidad
intestinal es fundamental, ya que es quien permite tener un buen sistema inmunitario. El
intestino ejerce de barrera contra la absorción de ciertos virus, bacterias o
agentes patógenos y hay muchas cosas que pueden causar que se
permeabilice: Drogas, alcohol, alimentos
no fisiológicos, alergia o sensibilidad, estreñimiento, las infecciones
gástricas, deficiencias nutricionales, envejecimiento…
Este incremento de la permeabilidad intestinal hace que los alimentos no digeridos y los tóxicos,
que se quedan retenidos, tengan la puerta abierta para incorporarse al flujo sanguíneo con
facilidad. Los efectos perjudiciales y dañinos del consumo de pan integral son formidables en alguien cuya barrera mucosa protectora se ha visto comprometida por algo tan
simple como un medicamento
antiinflamatorio no esteroideo o
una infección reciente viral o
bacteriana, por ejemplo. Los problemas asociados a la WGA son muchísimos y todos
podríamos beneficiarnos de la eliminación del trigo y otros cereales de
nuestra dieta.
Otro problema más, son
los fitatos. En
los cereales se encuentran
sobre todo en el salvado más
que en la fibra soluble y aunque
necesarios en pequeñas cantidades, cuando se consumen en abundancia se
convierten en antinutrientes porque
se unen a los minerales en compuestos insolubles. Cuando lo hacen
con metales pesados, como el cadmio o el plomo, ejercen una notable desintoxicación del organismo. Pero
cuando lo hacen con el hierro, el calcio
o el cinc, interfieren en la asimilación de los mismos.
La conclusión es, por tanto, que el ser
humano no puede digerir los
cereales con eficiencia, la energía que
nos aportan es ineficaz, el aporte de nutrientes no es tan grande como se dice, pocas vitaminas y minerales en relación a
otros alimentos y proteínas de bajo valor biológico, interfieren
en la asimilación de otros nutrientes,
deterioran nuestro sistema
digestivo y facilitan la toxemia
corporal.
“Los gobiernos
recomiendan consumir un montón de cereales solamente para mantener el complejo
patológico de petróleo-agricultura-farmacia, y no por nuestra salud”
Robb
Wolf
FUENTES:
Ji, Sayer "El lado
oscuro del trigo -. Nuevas perspectivas sobre la enfermedad celíaca y la
intolerancia del trigo".
Distribución de
aglutininas germen de trigo en las plantas de trigo jóvenes Physiol 1980.
Efectos de la
aglutinina de germen de trigo en el epitelio gastrointestinal humano:
perspectivas de un modelo experimental de interacción de las células inmunes /
epiteliales Toxicol y farmacología aplicada 2009.
Los anticuerpos
naturales humanos de las lectinas dietéticas FEBS Lett 1996.
Material recopilado por
la Dra. Gabriela Segura a partir de Detoxification and Healing de Sidney Baker,
The UltraMind Solution de Mark Hyman, The Vegetarian Hypothesis de Lierre Keith
y otras lecturas recomendadas en sott.net.
Alimentación
vitalizante. Nestor Palmetti. Diciembre 2012.
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