Aunque cueste trabajo creerlo, así es. Nuestra psique se despliega poderosa en todo lo que nos rodea y nos dirige implacable, mientras nosotros caminamos inconscientes en la creencia de que lo que elegimos, lo elegimos nosotros. Lo que se mueve en nuestro interior se expresa a través de lo que hacemos y de cómo lo hacemos. Todo es una proyección de la conciencia y la comida no iba a ser menos. Todo en el ser humano es una expresión de cómo pensamos, de lo que pensamos, de cómo nos sentimos y lo que sentimos. Es más, lo que comemos y como lo hacemos es una ayuda para conocernos.
Puede que pienses que no existe relación pero simplemente obsérvate. Un día estás preocupado, te sientes inquieto, acelerado incluso. ¿Qué te apetece comer? Y sobre todo ¿cómo lo comes?, algo rápido, deprisa, sin consciencia. ¡Claro! Es que estás en otra cosa. De esta forma tu cuerpo expresa también tu preocupación, porque lo que le llega y como le llega, así se lo notifica, aunque ¡qué tontería!, él ya lo sabía, la química corporal ya se lo había comunicado, por tanto el conjunto se transforma en una nube de preocupación enorme. Mira fríamente y pregúntate por qué le damos tantas vueltas a las cosas, por qué nos olvidamos del instante presente en función del problema que surgió ayer o a saber cuándo, o por qué la perspectiva de futuro nos agobia tanto. Y… El propio acto de vivir, de comer en este caso ¿Qué pasa con él?
Otro día te sientes tan frustrado que necesitas proporcionarte algún placer que otro (esa es la tónica general de nuestro mundo, buscamos bienestar y placeres para ocultar nuestra frustración) y... ¡La comida para eso es genial!, ¡De eso se ha servido la industria alimentaria! Hay montones de sugerencias, todas repletas de buenos sabores y compuestos adictivos: helados, chuches, pickles, patatas fritas, mucho azúcar, mucho glutamato monosódico, muchos aditivos químicos y tú gordo y contento, porque has encontrado lo que necesitas para ocultar tu frustración. ¡Ah! Y ¿te quieres castigar? Muy bien encuentra el alimento más nocivo y tóxico para ti y cómetelo, tu psique te lo va a poner en bandeja porque es muy bien mandada y si te quieres seguir castigando, siéntete culpable por lo que has comido y disfruta con tu imagen de víctima.
Realmente, parece que esto ocurre sólo a aquellos, que inmersos en la sociedad de consumo, compran y comen lo que les parece que está bueno, pero esto nos ocurre a todos. Da igual que seas vegetariano, vegano, crudivegano, omnívoro, que consumas ecológico o no. Lo que nos gusta comer, lo que nos apetece o no, refleja nuestro estado interno. Detrás de un deseo profundo de comer algo, hay un mensaje. A veces es una simple evocación, otras el mensaje esconde el deseo de evasión o la huida de una realidad que rechazamos, o tal vez euforia, castigo, también tristeza o alegría o la necesidad de un nutriente. ¡Hay tantos mensajes! Lo que sí es cierto es que nuestra mente errónea y nuestras emociones dirigen casi siempre nuestra forma de vivir y como no, nuestra forma de comer. Para saber lo que realmente necesitamos, hemos de escuchar al cuerpo, que a su manera nos plantea lo que en cada momento hace falta, incluso los convencionalismos muchas veces van en contra de su funcionamiento natural, lo que provoca confusión y un mayor ensuciamiento corporal. Por ejemplo, no se suelen respetar los ritmos biológicos, esto significa, que por la creencia de que hay que comer para vivir, no se respeta que el desayuno debería tomarse a lo largo de la mañana, porque incluso hasta las dos de la tarde estamos, a veces, depurando. ¿Os suena eso de que a los niños no les gusta comer antes de ir al colegio? Ellos son sabios porque escuchan a su cuerpo. Nosotros, los adultos, lo hemos olvidado. Siempre se dice que el desayuno es la comida más importante y es importante, pero lo es más, comer lo que es beneficioso para ti y no a las ocho de la mañana.
Hablamos mucho de la buena gestión de emociones, pero para eso hace falta consciencia de todo lo que nos ocurre y conocer y respetar el funcionamiento de nuestro cuerpo. Somos la expresión externa de lo que hay en nuestro interior y constantemente nos engañamos. La sombra es parte de la luz y está ahí, ella es también nuestra fuerza ¿por qué nos empeñamos en ocultarla y preferimos ser víctimas de la vida, buscando sustitutos fuera de nosotros? ¿Por qué la comida nos produce tanto placer y nos sentimos ansiosos? Lo que comemos condiciona nuestros cuerpos emocional y mental y físico y todos ellos conjuntamente condicionan nuestras elecciones.
Nos alimentamos de emociones y de pensamientos y comemos alimentos que expresan lo que ocurre en nuestro interior. Observa todo lo que se proyecta a tu alrededor porque ese eres tú. La crítica que haces a lo que te rodea es crítica a ti mismo, el castigo que te infringes es la manera que tienes de ocultar tu culpa y tu dolor. Lo que comes y como lo comes habla de ti. Cambiando nuestros hábitos podemos mejorar emocionalmente, sentirnos mejor con la vida y con nosotros. Aprender a comer no es un hecho puramente físico, es una decisión que nos acerca al conocimiento de nosotros mismos y a nuestra posición ante la vida, porque conocernos, aceptarnos y cuidarnos es un acto de agradecimiento al universo y a lo que somos.
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