El Ritmo Circadiano es el reloj biológico, que funciona con un ciclo periódico
regular de 24 horas y que ayuda a distinguir entre el día y la noche. En
realidad es un sistema capaz de generar un orden temporal en las actividades
del organismo, dirigir las funciones vitales y marcar las pautas a todas
nuestras células y sustancias internas.
Si interrumpimos el ritmo circadiano normal, nuestro
sistema hormonal se ve afectado, y toda la salud en general se deteriora, por
lo que es importante respetar los tiempos de trabajo intensivo de cada uno de
nuestros órganos, ya que, siguen un orden natural inalterable, que mantiene el
funcionamiento de nuestro cuerpo en su totalidad.
Los ritmos circadianos son endógenos y sorprendentemente,
persisten sin la existencia de claves temporales, no se ven afectados por la
temperatura, están sincronizados con los ritmos ambientales, de aproximadamente
24 horas, como la luz o la temperatura y se desorganizan bajo condiciones
ambientales como la luz brillante.
El ser humano tiene un funcionamiento perfecto,
sincronizado con este ritmo y sus efectos en los procesos biológicos, mentales
y emocionales le llevan a conocerse a sí mismo y a vivir en equilibrio con lo
que le rodea.
El propio cuerpo funciona regido por el mismo ritmo.
Hay una energía que recorre el cuerpo y se distribuye de forma horaria, y que
mantiene en equilibrio todos nuestros órganos, todo el sistema endocrino y la
homeostasis. Esta energía comienza recorriendo el meridiano del pulmón, luego
sigue el meridiano del intestino grueso y así sucesivamente, se van presentando
las funciones de los órganos y sus relaciones psicológicas.
Todo sigue un ritmo:
Por la mañana nuestro aparato digestivo se pone en marcha y
con él nuestro intestino grueso.
Expulsamos los productos de desecho para prepararnos a una nueva ingesta de
alimentos.
Hacia el mediodía, esta
ingesta de alimentos pone en marcha nuestro sistema cardiovascular y muscular.
A partir de las tres de la
tarde se activa el riñón para
depurar todas las toxinas alimentarias y purificar nuestra sangre.
De las nueve a las once el
cuerpo realiza actividades de eliminación de químicos y tóxicos mediante el sistema linfático y de las doce a las
cuatro de la mañana, la médula ósea
produce la sangre. Esta es una razón más que suficiente para acostarse temprano
y descansar, ya que ayudamos a nuestro cuerpo en estos procesos tan
importantes.
Durante las primeras horas de
la mañana, se produce la desintoxicación de la vesícula biliar, lo que debe suceder en estado de sueño profundo.
Entre las tres y las cinco se
produce la desintoxicación de los pulmones.
Por esto los ataques de tos y la mucosidad son más intensos a estas horas. Si
tomamos medicamentos para calmar estos procesos, no permitimos al cuerpo
depurar.
Nuestros órganos siguen un horario y si queremos que el reloj no se adelante ni se atrase,
es importante respetarlo.
Si repasamos con detenimiento nuestro reloj biológico, esto es lo que
encontramos:
Hora de los pulmones entre 3 y 5 a.m.
Hora del intestino grueso entre 5 y 7
a.m.
Hora del estómago entre 7 y 9 a. m.
Hora del bazo y del páncreas entre 9
y 11 a.m.
Hora del corazón entre 11 a.m. y 1
p.m.
Hora del intestino delgado entre 1 y
3 p.m.
Hora de la vejiga entre 3 y 5 p.m.
Hora del riñón entre 5 y 7 p.m.
Hora de la circulación y de la
sexualidad entre 7 y 9 p.m.
Hora de la vesícula biliar entre 11
p.m. y 1 a.m.
Hora del hígado entre 1 y 3 a.m.
Que este reloj funcione nos aporta muchos beneficios. Así que
deberíamos prestar atención a nuestro estilo
de vida, a nuestra alimentación y
a todos nuestros hábitos. Si comemos
a deshoras, no respetamos los ciclos de luz y no dormimos bien, nuestro reloj biológico
se trastoca y nuestra salud se resiente.
El cuerpo espera
eficientemente nuestra consideración y la consciencia de que somos uno con él.
Amarle es amarnos, respetarle es respetarnos. En nuestro mundo, lleno de
flashes de luz, los buenos hábitos han perdido importancia en función de la
evasión y el cumplimiento de cualquier deseo, pero esto va en detrimento de lo
que somos y de nuestra salud.
No renunciamos a nada cuando optamos por un cambio de vida,
simplemente cambiamos, y vivimos nuestro proceso de adaptación con alegría,
porque sabemos que hemos elegido la coherencia.
No se añora nada, cuando hemos optado por el cambio. No se quiere nada. No se carece de nada.
No se añora nada, cuando hemos optado por el cambio. No se quiere nada. No se carece de nada.
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