Cada ser humano está compuesto por 50 billones de células. Cuanto mejor comprendemos la célula y todo su entorno, es más
fácil entender la comunidad celular
que compone el cuerpo humano. Las células individuales se regulan en
función de su percepción del entorno,
son tan inteligentes que pueden sobrevivir sin ayuda, como ha sido demostrado
en diferentes experimentos, y analizan miles de estímulos procedentes del microambiente en el que habitan. Las señales ambientales impulsan la vida celular y nuestra propia vida.
Somos como las células. Las señales ambientales nos estimulan
y nos proporcionan, supuestamente, lo que necesitamos para vivir, y… vivir vivimos, pero en un medio
cada vez más tóxico, que sin
escrúpulos continúa envenenando el planeta y a nosotros. En realidad, somos
nosotros los que nos envenenamos aceptando las cosas sin cuestionarlas. Tenemos
tanto miedo a la muerte y tan poca
confianza en la vida y en
nosotros mismos, que no caemos en que podemos crear algo mejor, pero desde
dentro y empezando por limpiar lo de dentro. Empezando a depurar.
Nuestra conciencia se despliega hacia fuera exactamente igual
que hacia dentro, y
así, como todo se envenena nosotros nos envenenamos. El cuerpo busca las mejores soluciones y nuestras células viven hasta que llegan a un
punto de toxicidad tal, que tienen
que buscar el mejor recurso para sobrevivir,
o morir en el intento. No caemos en que podemos limpiar lo que hemos ensuciado, para permitir que el cuerpo
despliegue su capacidad sanadora,
porque mientras exista la toxicidad
dentro de nosotros, de nuestro ser
físico y consecuentemente de nuestra mente
y emociones, el planeta no se salvará, ni nosotros tampoco. Somos el mundo en que habitamos.
Hasta hace unos años se creía que la inteligencia de la
célula se encontraba en el núcleo (así nos lo enseñaron en el colegio), además, con el descubrimiento del genoma, creímos que estábamos
supeditados al poder de nuestros genes,
sin embargo, hoy se sabe que nuestros genes
no marcan el ritmo de la vida y que el núcleo
no es el centro inteligente en una
célula. Como afirma Bruce Lipton,
biólogo molecular, la clave de todas las funciones de la vida celular está en la membrana y
en el líquido extracelular.
Para mostrar un comportamiento inteligente, las células
precisan que la membrana funcione, y que sus proteínas,
tanto las receptoras como las afectoras estén intactas. En tan sólo
un momento se producen cientos de miles de cambios en la membrana celular, de modo que el comportamiento de la célula solo puede entenderse cuando se
consideran todos esos cambios en su conjunto. Pero las células nadan en el líquido
extracelular y a través de él, les llega lo que necesitan: nutrientes, energía, oxígeno y
alcalinidad.
El líquido extracelular es el responsable de asegurar su
supervivencia. A
través de él se transmite información y se transportan sustancias, tanto
nutrientes como productos de desecho. Esto significa que si este líquido está
sucio, la comunicación entre las células
es inadecuada, a ellas no les llegan los nutrientes
que necesitan, no reciben oxígeno
y el PH corporal se altera. Cuando
el medio está intoxicado, es decir,
cuando se liberan más tóxicos de los que el cuerpo es capaz de gestionar, la célula funcionará inadecuadamente y su
replicación será deficiente. Esto es un síntoma del primer desorden interno,
pero si el proceso se va agravando, porque la intoxicación continúa, se pone en riesgo la vida de la célula y no de una sola, sino de todas
las células del cuerpo, puesto que
todas están en comunicación a través del líquido extracelular.
¿Por qué explicamos todo esto? Porque para empezar a depurar, es
clave entender que cuando estamos en contacto con la basura, nos ensuciamos y
que al igual que nos bañamos, necesitamos limpiarnos por dentro. Lo más inmediato, cuando nuestro
cuerpo se queja, es restablecer el orden corporal usando la limpieza y una
dieta que no genere tóxicos. Como dice Néstor Palmetti “Limpiar y
no ensuciar”. “Nuestro único deber
es ser higiénicos y ordenados”. Lo demás lo hace el propio cuerpo con su
infinita sabiduría, en la que no cabe la mente.
Nada se crea por casualidad, todo lo generamos desde nuestro
interior, incluso
nuestros asuntos de salud son
simples intentos de supervivencia que hace el cuerpo, que ni se suicida ni nos traiciona, simplemente busca su equilibrio. Así que, somos responsables de lo que nos pasa. Y
no nos confundamos, no existe la enfermedad tal como la entendemos, existe la
toxicidad imposible de gestionar por nuestro organismo.
En nuestro deseo de estar bien, no
pensamos nunca en liberar toda nuestra carga o en cambiar de hábitos, sino
que buscamos la pastilla milagrosa o
permitimos que se nos sugiera hasta la posibilidad de experimentar con nosotros
y nuestros cuerpos, pero en un organismo tóxico no existe otra alternativa que
la de limpiar, de otro modo, el problema se sitúa en otro lugar de nuestro interior
y continuamos sintiendo el cuerpo como un cuerpo enfermo. Y es que el cuerpo no
trabaja por pedazos, todo está unido, todo tiene que ver con todo, y sólo hay dos estados posibles, el orden y
el desorden.
Somos seres saludables, cuidar nuestro cuerpo es un asunto de
amor. Sólo el
cuerpo cura, podemos entretenernos con medicaciones eternas, asumir que
nos morimos, que envejecemos y enfermamos. Sin embargo, básicamente estamos
sucios, acumulamos nuestra toxicidad año tras año de nuestra vida. Como decía Carlos Kozel, médico alemán, “curar es limpiar” y sólo nosotros
somos responsables de limpiar lo que hemos ensuciado.
La salud es un bien muy preciado que sólo valoramos
cuando lo perdemos y curiosamente, somos nosotros quienes la deterioramos, sin conciencia de que estamos
rodeados de tóxicos ambientales dentro y fuera de nuestros hogares y sobro
todo, comiendo alimentos muy procesados y dañinos y buscando soluciones
rápidas.
Cuando limpiamos, nuestra mente se aclara y somos más capaces
de gestionar nuestras emociones. Hemos crecido en un mundo lleno de falacias que la ciencia y
en este caso la medicina se han encargado de apoyar. Para el dinero no
existe el ser humano sino las ganancias y el poder. Desde nuestro lado, sólo
podemos abordar nuestros problemas utilizando todos los recursos en nuestras
manos para depurar.
Para abordar un trabajo depurativo, primero, hemos de
ser conscientes de que lo que nos pasa, lo creamos nosotros con nuestros hábitos de vida antifisiológicos y dañinos. El funcionamiento
del cuerpo es perfecto. No necesita ayudantes sino colaboradores que le amen y
respeten. Tenemos este cuerpo perfecto y a través de él se expresa lo que
somos, está sucio, bloqueado, pero esto tiene una solución fácil e inmediata: “Limpiar y no ensuciar”.
FUENTES:
Depuración corporal. Néstor Palmetti. Kier, 2013.
Cuerpo Saludable, Néstor Palmetti. Argentina, 2010.
Los Secretos Eternos de la Salud. Andreas Moritz. Ediciones
Obelisco, 2010.
El Libro de la desintoxicación y la salud. Ruediger Dahlke y
Doris Ehrenberger. Ediciones Robinbook, 1999.
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