Todos conocemos las
leches fermentadas,
técnicamente, son productos lácteos
procedentes de cultivos lácteos, que
se obtienen por fermentación de la
leche, con o sin modificaciones en su composición, por medio de microorganismos adecuados que
promueven la reducción del PH, con o sin coagulación.
Yogur:
Es una fermentación de
la leche que se
produce mediante la coagulación y
acidificación y que se lleva a cabo por cultivos simbióticos de Streptococcus thermophilus y
Lactobacillus, del brueckii subesp. Bulgaricus, hongos microscópicos que
son conocidos como el fermento búlgaro o
Maya. Hay también yogures en
base a cultivos alternativos como el Streptococcus
thermophilus y toda la especie Lactobacillus
como el Lactobacillus
acidophilus.
La ventaja del yogur es
que nos provee de fermentos y
bacterias bióticas que regeneran la flora bacteriana intestinal y nos ayudan a evitar putrefacciones intestinales. Además
contiene ácido láctico que
tiene un papel probiótico, incrementando
el número de lactobacilos.
En Bulgaria, la cuna del yogur, donde forma parte de la dieta desde hace siglos y donde está
considerado como muy beneficioso, toman el yogur con precaución y en pequeñas cantidades. En cambio, el
consumo de yogur y sucedáneos en
occidente es excesivo y aunque hay personas que preparan su yogur casero, en general, se compra y
consume yogur industrial, un
alimento denso y fuerte que tomado desmesuradamente puede perjudicar la salud
en vez de beneficiarla.
Normalmente los
yogures se hacen con leche
parcialmente descremada, a la que se añaden sólidos lácteos complementarios bajo forma de leche en polvo seca, sin grasa o
leche desnatada condensada. Con esto se proporciona un sabor más intenso,
una textura espesa y se añaden, además, proteínas
y calcio complementario. La leche
así fortalecida es a continuación pasteurizada
enfriada e inoculada con un cultivo de
yogur.
Después de ser
inoculados, los cultivos se dejan desarrollar hasta que se consigue un grado de acidez adecuado, entonces se congelan para darles
consistencia y para poder manejarlos sin que se disgreguen. A esta mezcla
algunas empresas le ponen aditivos para conseguir la textura adecuada, por
ejemplo, dextrosa un tipo
de azúcar para endulzarlo; o
bien, almidón de maíz,
gelatina o carragenato, un producto sometido a una estricta
investigación por la FDA, ya que
está relacionado con algunas patologías, como la colitis ulcerosa.
A los yogures de
sabores se les añaden otros aditivos más, algunos de los cuales son
poco fiables e incluso considerados peligrosos para la salud. El resultado de
todo esto es un fermentado que
ha aumentado su cantidad de proteínas,
grasas y minerales, que es de difícil digestión y que nos produce exceso de saciedad por su densidad y concentración.
Aunque la leche
que se utiliza para el yogur está
parcialmente descremada, el consumo de grasa
no se resuelve optando por productos descremados,
que en muchos casos apenas disminuyen un 25%
su contenido graso. Los términos “bajo en grasa” o “0% de grasa” pertenecen al lenguaje
del marketing. Cuando leemos que un
producto tiene un 2% de grasa esto
indica que por cada 100 gr de leche hay
2 de materia grasa y un 2% de materia grasa ya es mucha cantidad. Además en
los productos 0% grasa, como no se
detecta ninguna materia grasa en la boca, no se produce la activación del flujo biliar necesario para la digestión de grasas y proteínas, por lo
que digerimos peor las proteínas y
se genera putrefacción intestinal.
A esto hay que añadir que si prefieres tomar yogures desnatados, casi todas las
marcas te obligan a consumir
edulcorantes, puesto que no sólo quitan la grasa sino también el azúcar
de la leche y como contrapartida se le añaden
aditivos para saborizar y edulcorar.
Por ejemplo en algunos yogures comerciales “línea 0”, es decir “0% grasa” podemos
encontrar:
Estabilizante E-1422,
esto es almidón modificado de tapioca o de maíz.
Emulsificante E441, es
decir, gelatina de procedencia animal.
Espesantes
E407 (carragenanos) y E-415 (goma xantana).
Edulcorante
E-955(sucralosa).
Espesante
E-440 (pectina).
Conservante
E-202 (sorbato potásico) que a veces produce reacciones alérgicas.
Colorantes
E-163 (antocianinas) y E120 (carmín). Este colorante se consigue
machacando insectos de la familia “coccus
cactis” (cochinillas). Su consumo puede producir alergias, asma e hiperactividad.
Tantos aditivos ¿para
qué? ¿Realmente es esto un yogur? ¿Los cultivos consiguen vivir en ese medio?
Por poco tiempo, claro. El yogur
comercial debe tener fecha de caducidad y consumirse pronto. Aunque puede
durar en el frigorífico, sus cualidades bacterianas son de más corta duración
que las del yogur casero.
Aproximadamente a la semana, el yogur
se transforma, según la American Medical
association, en “CARA leche agria”.
Algunos tipos de “yogur” son
tratados térmicamente después de la fermentación,
lo que inactiva el cultivo, pero lo seguimos llamando yogur.
Y realmente ¿Qué es lo
que se vende como yogur? ¿Por qué no es tan saludable como se dice? En
primer lugar, las proteínas lácteas
del yogur industrial son similares a
las de la leche aunque hayan sufrido
una ligera transformación, es decir, se siguen digiriendo mal. En segundo
lugar, el ácido láctico del yogur se encuentra en un 50% en forma de levógiro (gira hacia la izquierda), y
el otro 50% en dextrógiro (gira a la
derecha). El ácido láctico levógiro
no encaja en nuestro sistema enzimático
y no es asimilable, por lo que es eliminado por nuestro organismo
principalmente por vía renal, esto
explicaría la incidencia de casos de niños con insuficiencia renal, que consumían 4 yogures al día. La industria alimentaria ha conseguido elaborar
algunos yogures con bífidus más activos
en los que todo el ácido láctico es
dextrógiro, aunque al no consumirse a las 24 horas, el fermento pierde
toda su actividad. Muchos problemas para tratarse de un alimento tan saludable.
Todas estas conclusiones están relacionadas con
investigaciones de la Universidad
alemana de Giessen y otras Universidades europeas y americanas.
Es importante decir que cuando el yogur es artesano o casero y
ecológico, la proporción de lactobacillus
es mayor, y por tanto la cantidad de ácido
láctico dextrógiro, también lo es. Si, además, utilizamos para su
elaboración leche de calidad, o
mejor aún leche de cabra u oveja, el
resultado es más saludable.
La leche de cabra es
más digestiva que la de vaca, es un buen reconstituyente de la flora intestinal, ya que tiene una
fracción de azúcares y polisacáridos
similar a la de la leche humana,
neutraliza la acidez estomacal,
tiene menos colesterol y más Omega 6, contiene menos lactosa y una buena concentración
de vitaminas y minerales. Como
además los yogures de cabra suelen ser artesanales y ecológicos, su
calidad, en general, mejora mucho con respecto a los comerciales, el yogur de leche de cabra es, por
tanto, mejor. Pero para muchos el mejor yogur
es el de leche de oveja ya que tiene
un porcentaje más alto de extracto seco, retiene más proporción de agua después de la coagulación y su grasa
tiene mayor contenido de ácido oleico,
lo que mejora la consistencia del producto. También estos yogures suelen ser artesanales
y ecológicos y por tanto, su calidad mejora con respecto a los comerciales.
Kéfir:
Es un cultivo preparado
a partir de gránulos de kéfir, Lactobacillus kefiri, especies del género Leuconostoc, Streptococcus, Lactococcus y
Acetobacter que crecen en una estrecha relación específica. Es rico en aminoácidos, vitaminas, minerales y
enzimas y contiene bacterias
probióticas y levaduras. El Kéfir se elabora con leche de vaca, cabra u oveja y procede del Cáucaso. El fermento se hace con bolas grandes de Kéfir y el resultado es una leche
fermentada menos densa que el yogur,
cuya acidez no neutraliza la acidez del estómago y que consigue
coagular la caseína, además de
transformar la lactosa en ácido láctico
y alcohol. Sus proteínas lácticas
no generan tantos antígenos como la leche.
El Kéfir contiene, además, sustancias propias
que le dan su característico sabor refrescante, como un 5% de gas carbónico, de 0,6 a 0,9 de ácido láctico y de un 1 a un 2% de
alcohol etílico. Los granos de Kéfir
de leche se asemejan a las flores de
coliflor. El
kéfir de leche debe ser consumido en pequeñas cantidades si esto se hace
diariamente, ya que puede producir diarreas,
hinchazón, gases y dolor abdominal, estreñimiento, erupción cutánea o incluso
acné, estas limitaciones no existen con el Kéfir de agua, del que se pueden consumir hasta 3 litros diarios. Por supuesto, el cultivo de Kéfir casero es de mayor
calidad y sus propiedades beneficiosas superan al comercial, que no es tan
común como el yogur.
Yogur y Kéfir tienen
mejor fama que la leche, una de las razones es que ambos, también llamados leches agrias, no generan ningún
problema con la lactosa, porque esta
se ha transformado en ácido láctico
durante la fermentación, (aunque personas alérgicas deben evitar su
consumo) y otra es que son más digeribles. Pero, hoy en día es imposible
encontrar leche fresca, que también
tiene sus inconvenientes, y los procesos de conservación son inevitables, al
igual que los tóxicos de las leches
comerciales. La leche no es un
alimento para consumir tan desmesuradamente como lo hacemos, es versátil y se
ha convertido en un alimento de primera necesidad, sin serlo, pero su consumo
está relacionado con muchos problemas de
salud, varios de los cuales puedes encontrar explicados en este blog.
Hay muchas
alternativas. ¿De verdad crees que el consumo de leche en todas sus versiones
es tan necesario?
FUENTES:
Lácteos y trigo. Néstor
Palmetti. Argentina 2013.
Alimentos saludables.
Néstor Palmetti. Argentina, 2013.
Los lácteos y las cien
enfermedades que producen. Dr. Jorge Esteves.
No hay comentarios :
Publicar un comentario