Las chuches y golosinas
forman parte de los hábitos alimentarios de niños, adolescentes y cada vez de más adultos. Hay montones de tipos con
muchísimos colores, formas y sabores
para deleitar nuestro paladar. Pero… ¿Pueden
considerarse un alimento?
La RAE define chuchería como “Alimento corto y ligero, generalmente apetitoso” mientras que golosina es, según el diccionario un “manjar delicado, generalmente dulce, que
sirve más para el gusto que para el sustento”. Así que, son alimentos, pero alimentos vacios, muy
calóricos y con escaso valor nutritivo, que se toman a cualquier hora del
día y que pueden ser dulces o salados.
SON CHUCHES:
Golosinas y dulces
(caramelos, gominolas, chicles,...): en su composición
predominan los azúcares y las grasas, además de los aditivos y los
edulcorantes.
Chocolates (bombones,
huevos de pascua, Kinder, Kinder sorpresa...): cacao y azúcar, además de leche,
manteca y grasas. Cuando asociamos a estas barritas de chocolate y
galleta frutos secos y caramelos (“snacks”) su contenido calórico se
dispara.
Aperitivos (patatas
fritas, cortezas, frutos secos,...): grasas y aceites con elevado valor
calórico y exceso de sal.
Estos tres grupos se ajustan completamente a la definición de chuche, y se utilizan
para comer entre horas o “picotear”.
Pero tenemos también las meriendas
que suelen consistir en altas dosis de
azúcar, presentes en:
Batidos, yogures y
helados: leche y aditivos, en el mejor de los casos.
Zumos: pocas calorías,
bastante azúcar y mucha vitamina C... pero siempre es mejor la fruta entera
(fibra) y ¿quién asegura que las vitaminas aisladas, añadidas a nuestra dieta,
sean aprovechadas por nuestro organismo?
Bollos
y galletas: hidratos de carbono y grasas (la mayoría de palma, animales o grasa
hidrogenadas, que son grasas saturadas, es decir las que empeoran el colesterol
sanguíneo).
Como ocurre con otros productos de venta masiva, el marketing de las chuches, bollos y productos dulces es muy fuerte y esta
publicidad agresiva va dirigida, especialmente, a los niños. Ellos no
pueden diferenciar lo que les es beneficioso o no y demandan lo que ven en los
medios. También es curioso que se publiciten las chuches, bollos, galletas y snacks para situaciones de cansancio o hipoglucemia, cuando se
produce hipoglucemia, tras una hiperglucemia provocada por el consumo excesivo de azúcar.
Otro problema relacionado con el consumo de chuches es el de las caries. Debido al alto porcentaje de azúcar refinado (casi 100% sacarosa) presente en ellas, su consumo
guarda relación con el deterioro del esmalte
dental. La sacarosa fermenta muy
rápidamente cuando entra en contacto con la placa bacteriana, generando un ácido
que corroe el esmalte y produce un orificio. El proceso de corrosión
puede llegar hasta el nervio y hacer que el diente muera.
Pero hay más problemas, los azúcares simples cuando entran en nuestro cuerpo, por un lado
producen energía y por otro, cuando
hay un exceso de consumo, el cuerpo almacena una parte en forma de glucógeno como reserva energética. Cuando la acumulación de glucógeno es muy grande, éste se transforma por biosíntesis en triglicéridos, que se almacenan en la grasa. De esta manera comienza el aumento de grasa corporal y la obesidad.
Además el excesivo consumo
de azúcar está relacionado con los problemas de conducta y diferentes
alteraciones físicas. Cuando la sacarosa
entra en nuestro organismo, se transforma en azúcares simples como la glucosa
que entran al torrente sanguíneo,
produciendo una hiperglucemia,
vinculada con la hiperactividad.
Para regular el ingreso excesivo de azúcar,
el cuerpo genera insulina y se llega
en muy poco tiempo a la hipoglucemia que
hace que el niño se sienta cansado y
desmotivado.
Luego el excesivo consumo de azúcares está muy relacionado al
tan manido y mal llamado “trastorno de
hiperactividad con déficit de atención”. No es un trastorno. Es un problema
más, asociado a nuestra manera de comer. No sabemos cuanta cantidad de azúcar comemos al día. Contabilizarla
es muy difícil, porque el etiquetado de los productos es confuso y la industria
alimentaria dice azúcar de muchas
maneras diferentes. Además el consumo de
dulces genera adicción.
Un problema más, asociado al consumo de azúcares, es el
desarrollo y la proliferación tumoral.
Hay muchos estudios al respecto. Las investigaciones confirman que el cáncer se alimenta principalmente de fructosa e indican que los esfuerzos
para reducir el consumo de alimentos
refinados y consumo de azúcares
o inhibir las acciones que se producen en nuestro interior, cuando consumimos fructosa, son muy importantes, e
incluso, podrían interrumpir el crecimiento del cáncer.
Pese a que todos sabemos que el excesivo consumo de dulces causa serios problemas a nuestro
organismo, la gran mayoría de personas hace caso omiso de ello y continúa
consumiéndolos y motivando a los más pequeños a que hagan lo mismo. Ellos se
acostumbran a comer meriendas con mucho
azúcar y un dulce es un premio. Éste es un tema preocupante si consideramos
que, al ya conocido problema del azúcar,
se le añade en la actualidad un problema mucho más grave: las "chuches" contienen más de 17 tipos de colorantes sintéticos y grasas hidrogenadas que las hacen elásticas
y comestibles.
Se elaboran con glucosa,
dextrosa, jarabe de caramelo, colorantes, acidulantes potenciadores del sabor y
gelificantes, aceites, ceras… Ante esto, el comentario dietético es
rotundo: se trata de alimentos vacios y
muy calóricos por lo que contribuyen a la obesidad, a lo que ya hemos aludido.
Su consumo continuado no es conveniente porque aportan muchas
calorías (de 320 a 360 calorías cada
cien gramos), azúcares (entre 70 y 80 de cada 100 gramos son mero azúcar) y
muchísimos aditivos. Una generosa bolsa
de chucherías, aporta a los niños la mitad del azúcar que necesitan para todo el día, calorías vacías y toxemia corporal. Los fabricantes de golosinas no están obligados a indicar
en la etiqueta el total de azúcares de
su producto, por lo que en muchos casos esta información no está al alcance del
consumidor. Además en las tiendas de chuches
puedes prepararte una bolsa tú mismo que no sabes ni lo que contiene.
Existen colorantes
naturales, muy caros y no exentos de problemas, y
sintéticos o de laboratorio. De entre estos últimos, los azoicos tienen adosado un grupo con una
fórmula química con aminas. Estos
son un grupo muy susceptible a una reducción que puede formar aminas aromáticas, de los que está
demostrado que son compuestos
cancerígenos y que están prohibidos en muchos países: Norte de Europa, EEUU, Canadá…
De entre los aditivos
permitidos en la Unión Europea, unos 43 son colorantes, 8 de los cuales serían
azoicos, entre ellos el E-122 (rojo), E124 y E129 (rojo oscuro), causante
de alergias y procesos asmáticos de origen alergénico. Otros colorantes
sintéticos, altamente peligrosos, son el E-133 (azul brillante) que se ha
demostrado residual y se acumula en riñones y vasos linfáticos, y el E-131
(azul), que produce urticaria.
Los colores de los caramelos no tienen justificación alimenticia
sino sólo cosmética, y aunque algunos colores naturales son inocuos, estos son
también más caros, y por tanto la industria alimentaria los descarta.
Caramelos y chicles sin
azúcar fueron el
inicio hacia un concepto diferente de alimentación y han marcado las
distancias, al conseguir que el niño o adulto disfrute de un dulce sin preocuparse por el exceso de calorías que le supone ese
consumo. Pero este tipo de aditivos
tiene otros problemas añadidos. Los "edulcorantes
de volumen" o "polioles"
proporcionan un intenso sabor sin incorporar apenas calorías. En este grupo se
incluyen el sorbitol, manitol, maltitol,
lactitol, xilitol…
La
Asociación Española de Dietistas Nutricionistas ha desvinculado estos caramelos y chicles sin azúcar de su
tradicional relación con la obesidad y
la caries, pero estos tienen un punto flaco: edulcorantes como sorbitol y xilitol, en grandes cantidades, pueden
provocar dolores abdominales y diarreas,
debido a su efecto laxante. Otros edulcorantes
artificiales como el acesulfamo
potásico, el E951 o aspartamo, el ácido ciclámico o la sacarina son
muy controvertidos y están relacionados con múltiples problemas de salud.
Otro aspecto a tener en cuenta es el de los aceites hidrogenados y el almidón.
Según Diego Rivera, Licenciado en
tecnología de los alimentos, las grasas
hidrogenadas, muy ricas en colesterol,
están presentes en un 80 o 90% de
los alimentos procesados. Hasta hace
unos años en panadería y bollería se
utilizaban para dar consistencia sólida a los productos. Las grasas vegetales, en cambio, son ricas
en ácidos grasos insaturados o cis,
pero como son líquidas no sirven tecnológicamente, por lo que son sometidas a
un proceso de solidificación: mediante el proceso de hidrogenación una
grasa líquida se convierte en una grasa sólida.
Este proceso se lleva a cabo a temperaturas muy altas y
con la utilización de níquel (muy
tóxico) como catalizador. De esta forma las grasas se transforman en grasas
trans y se hacen muy similares a las grasas
animales, funcionando en el cuerpo como si fueran grasas saturadas. Cuando leamos el etiquetado de lo que compremos,
si eso puede hacerse, debemos fijarnos en si las grasas añadidas al producto son hidrogenadas o animales. Podemos encontrar estos tipos de grasas en todos los productos arriba
indicados y a veces se especifica y otras no. Tratándose de chuches, bollos y similares, ninguna de las dos opciones
es saludable.
En cuanto al almidón,
también presente en las chuches,
podemos decir que en su gran mayoría procede de maíz transgénico, que debe etiquetarse como producto modificado genéticamente. Sin embargo, los subproductos del maíz no tienen que
etiquetarse como transgénicos, por
lo que no se sabe la procedencia del almidón.
Acostumbramos a nuestros niños a premiarles con el azúcar, que engancha más que el tabaco. Entre golosinas y pastelería industrial, que integran la "merienda"
actual de los niños, estamos ocasionándoles graves trastornos de salud, al
tiempo que contribuimos a la desaparición de los usos alimenticios
tradicionales que son mucho más saludables.
Entre las chuches,
snacks y pastelería industrial, los niños reciben en su dieta diaria
elevados índices de azúcar refinada que inciden en el grado de hiperactividad y agresividad de los
menores, que a su vez están sometidos a una vida cada vez más sedentaria. Es
así como cada vez son más frecuentes los casos de hipoglucemia (relacionada con el cansancio, decaimiento y melancolía) y
la hiperglucemia (vinculada a menudo a un nivel de hiperactividad muy fuerte). No
podemos ignorar, además, los problemas de caries
dentales, obesidad y cáncer; estos últimos problemas acelerados con la
ingesta de comida basura, típica de
las dietas actuales.
En conclusión:
Las chuches tienen
demasiado azúcar, además de muchos aditivos, entre otros aromas, colorantes,
saborizantes, que son altamente nocivos. Son, en suma, una bomba de calorías y
toxinas.
No pueden complementar
platos y, menos aún (y aquí entran también bollos, galletas y similares)
sustituir a un plato o una comida.
Consumidos con
frecuencia o en grandes cantidades, causan problemas: quitan apetito a los
niños, producen picos de hiperglucemia e hipoglucemia constantes y
promueven las caries, el exceso de peso y nos hacen más vulnerables a
enfermedades como el cáncer.
No son necesarias en
nuestra dieta. Consumirlas o no es una elección y un problema de hábitos.
¿Quieres empezar a
cambiar?
FUENTES:
Conferencia de Diego
Rivera. Licenciado en Tecnología de los alimentos.
Comer y no morir en el
intento. Adepogol. 2009.
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