El Proceso de Fermentación promueve un cambio en los
alimentos y hace que estos se enriquezcan en nutrientes. Esto se consigue, mediante la acción de enzimas y fermentos, que dan lugar al crecimiento y actividad de microorganismos como mohos, bacterias y levaduras.
Sí, no todos los microorganismos son nocivos para
nosotros. De
hecho, somos un ecosistema poblado,
en origen, de montones de mohos, virus y bacterias benéficos, que nos ayudan a
sobrevivir. Además, la
fermentación es un buen método de conservación.
Los alimentos fermentados son potentes desintoxicantes
y contienen niveles mucho más altos de probióticos, que cualquier suplemento que podamos
adquirir. Además, son quelantes, lo
que es ideal para la optimización de nuestra flora intestinal. Ellos nos ayudan a descomponer y eliminar los metales pesados y otras toxinas de
nuestro cuerpo.
Las bacterias intestinales benéficas
realizan una serie de funciones sorprendentes, entre ellas:
Son las encargadas de la absorción de minerales, y
producción de nutrientes como vitaminas B y vitamina K2.
Ayudan a prevenir la obesidad y la diabetes.
Ayudan, igualmente, a regular la grasa alimentaria.
Su consumo disminuye el riesgo de contraer
cáncer.
Contribuyen a mejorar el estado de la piel.
Ayudan a mejorar el estado de ánimo y la salud
mental.
Son por tanto, organismos vivos, que actúan en perfecta simbiosis con nosotros y a los que hemos de tener en cuenta y
cuidar. ¿Cómo?
El uso de alimentos fermentados es una
opción estupenda para mejorar nuestra flora, gracias, sin duda, al aporte de lactobacilos. La fermentación es un proceso químico de transformación, que supone
para nosotros un aporte enzimático,
que enriquece nuestro organismo; es una predigestión de los alimentos, ya que los macronutrientes se desdoblan en sustancias simples y benéficas, lo
que supone un ahorro energético para nuestro cuerpo y nos ayudan a eliminar
toxinas, ácido fítico y nitrosaminas
cancerígenas.
Sobre el beneficio del consumo de alimentos
fermentados
hay mucho escrito, no existe ninguna cultura longeva que no los tenga asumidos
en su dieta. Son tan beneficiosos, que un pequeño aporte de los mismos es
excelente para nuestra salud.
Cuando
nunca se han probado los alimentos fermentados, comer una gran cantidad de ellos, podría provocar una
crisis de curación. Esto ocurre cuando
los probióticos matan los patógenos en el intestino. Al morir
estos patógenos liberan toxinas potentes, lo que puede hacer que nos sintamos
mal, por lo que es aconsejable introducir los fermentados gradualmente en nuestra dieta.
¿Cómo Hacer Fermentados?
Para comenzar
a fermentar necesitamos:
Cuchillos Buenos: Es importante asegurarse de
contar con un juego de cuchillos de buena calidad y a ser posible de cerámica, porque evitan más la oxidación.
Tabla de Cortar: Se requiere de una tabla de
cortar grande y mejor de madera.
Si cortar no nos es fácil podemos usar un procesador
de alimentos, ya que se cortan grandes cantidades de vegetales crudos y su uso
nos facilita el proceso. El grosor del fermentado, depende de los gustos. Si lo que
queremos es crear más pulpa y un producto final más pastoso, la mejor opción es
el uso de procesadores con cuchillas en forma de S. Si nos gusta una textura más gruesa, el cuchillo es lo mejor.
Licuadora: Aunque el uso de sal es habitual en la
preparación de un fermentado,
podemos utilizar zumo de apio, ya
que éste es un alimento con grandes cantidades de sodio. Necesitamos la licuadora para obtener dicho zumo.
Un Recipiente Grande, lo suficientemente grande como para
que todos los vegetales rallados quepan en él.
Frascos de Vidrio con boca ancha y herméticos, para la
fermentación y el almacenamiento de las vegetales.
Un Krautpounder, herramienta de madera maciza, con
la forma de un mazo de almirez, para aplastar los vegetales, comprimirlos y
eliminar las bolsas de aire.
(Podemos
elaborar un instrumento casero con la misma utilidad, simplemente, cortando uno
de los extremos de un rodillo de cocina).
¿Cómo se Fermenta?
Primero seleccionamos los vegetales y las hierbas que
vamos a utilizar. Es importante que estos sean ecológicos, para evitar los restos de
agroquímicos en el fermento. La base de la mezcla de todos los fermentados
vegetales es la col roja o verde. Es importante que éstas sean
frescas y mantengan una textura densa y firme.
A la col le podemos añadir raíces
como la zanahoria, la remolacha, los
rábanos y los nabos, y cualquier otro vegetal o hierba que sea de nuestro
gusto.
Podemos
añadir, también, hierbas aromáticas
en pequeñas cantidades, ya que la fermentación concentra los sabores picantes. El ajo pelado, el jengibre pelado y hierbas como la albahaca, la salvia, el romero, el tomillo
y el orégano son opciones muy sabrosas.
También se pueden agregar vegetales marinos o algas (dulse y wakame son las
más indicadas, ya que otras algas dejan un cierto sabor a pescado) para
aumentar el contenido mineral, de vitaminas y fibra del fermento.
El fermento se produce solo, debido al contenido en ácido láctico de la col. Una vez que
hayamos producido fermento por primera vez, podemos utilizar un poco del escabeche, que queda al final del
mismo, para iniciar un nuevo proceso.
Una vez que se tengan los vegetales rallados, los colocamos poco a
poco y vamos poniendo semillas de enebro, alcaravea… y sal. Todo
esto lo vamos aplastando…Es muy importante apretar y comprimir bien la
mezcla con el machacador, para eliminar las bolsas de aire y hacer que
ésta se cubra del líquido extraído con el aplastamiento y la compresión.
Muchas personas recomiendan cubrir el fermento con una hoja de la propia col,
pero no es necesario. Lo más importante es que los vegetales queden bien
cubiertos de su zumo y que no exista aire en el tarro (esto se consigue muy
bien con un peso). También es importante no llenar el frasco hasta arriba, ya
que el escabeche del fermento crece y burbujea, por lo que puede salirse o
hacer que la tapa salte.
Permitir la fermentación es el último paso, lo que, dependiendo de la
estación, se produce en más o menos días. Los frascos están mejor en un lugar
tibio y sin mucha luz directa. Durante el verano, los vegetales generalmente se
fermentan en tres o cuatro días. En invierno, pueden necesitar una semana. La
única manera de saber cuándo están fermentados es abrir el frasco y probarlos.
Una vez que nos guste la textura y el sabor, podemos colocar los frascos en el
refrigerador. Aquí se reduce la actividad del fermento y los vegetales mantienen
el sabor que nos gusta, durante varios meses.
Según los vamos consumiendo, hemos de asegurarnos de
que los vegetales están cubiertos del escabeche
producido en el proceso, para que se conserven bien.
Por último, ¡Buen Provecho! Los fermentados
están deliciosos y son un alimento muy saludable.
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