Nuestro Intestino


Nuestro Intestino es mucho más que un tubo para procesar de alimentos,  alberga cerca del 85% de nuestro sistema inmunológico. Esto se debe en gran parte a los 100 billones de bacterias que viven en él, tanto buenas como patógenas, las cuales pueden estimular la secreción de inmunoglobulina A (IgA) para nutrir la respuesta inmune.

En el estómago es donde realmente empieza la digestión de los alimentos, con la introducción de nuevas enzimas y una gran cantidad de ácido. De hecho, el revestimiento del estómago se regenera a un ritmo vertiginoso. De no ser así, el ácido lo corroería.


Un estudio reciente sugiere que el estómago puede actuar como un filtro, impidiendo que algunos de los microbios más perjudiciales pasen a nuestro intestino delgado. La evidencia de esto no es nueva. En 1948 el Dr. Orla-Jensen, profesor jubilado de Royal Danish Technical College, realizó un estudio para llegar a estas mismas conclusiones, que básicamente, se ha "perdido" en la literatura durante más de 60 años.

El profesor sostuvo que el estómago utilizaba ácido para matar bacterias patógenas, hongos, virus, gusanos y protozoos, causantes de enfermedades, mientras que al mismo tiempo permitía que pasaran los microbios más benéficos (que son tolerantes a la acidez). A medida que envejecemos, nuestro estómago, generalmente, produce menos ácido, especialmente después de los 70 años y el porcentaje de microbios patógenos, que entra a nuestro intestino, es superior a los benéficos. Esto está relacionado, incluso con problemas de demencia.

Pero el problema de deficiencia en la secreción de ácido gástrico no es sólo propia de las personas más mayores. A partir de los 40, época en que empiezan a aparecer las canas, los niveles de ácido clorhídrico también empiezan a decrecer, e incluso éste puede empezar a decrecer en una etapa anterior de nuestra vida, si abusamos de nuestro tracto gastrointestinal o de nuestro cuerpo, a través del exceso de comida, el contacto con productos químicos o el estrés.


Cuando los microbios patógenos pasan por nuestro estómago, deficiente en ácido clorhídrico, pasan al duodeno y al intestino delgado y esto daña nuestra flora intestinal.

Hay estudios que reportan que la flora intestinal dañada en la personas mayores, contribuye a un envejecimiento acelerado,  fragilidad y muerte prematura.

He aquí la importancia de tener un intestino en buen estado. Ya hemos dicho que no sólo las personas mayores tienen deficiencia en la producción de ácido clorhídrico y la flora en malas condiciones. Las dietas occidentales no favorecen un buen estado corporal, son nefastas para nuestro estómago, nuestro intestino y todo nuestro aparato digestivo. Son nefastas para nuestra salud.

Por otro lado, hay evidencias de que la inflamación por las endotoxinas bacterianas puede ser un factor que nos conduce a la epidemia de obesidad. La comida basura hace que los microbios desagradables de nuestro intestino se desarrollen y que disminuyan las bacterias benéficas. El azúcar y los alimentos procesados ​​consiguen que estas últimas se conviertan en dañinas o mueran. Los seres humanos hoy en día hemos perdido la diversidad microbiana que una vez nos mantuvo saludables.

Cuando se produce disbiosis, las bacterias liberan subproductos nocivos llamados endotoxinas. Las endotoxinas aumentan la permeabilidad de la pared intestinal ("síndrome del intestino permeable") y se las ingenian para llegar a nuestro torrente sanguíneo, provocando inflamación en todo el sistema. Se ha demostrado que el hipotálamo, que alberga el centro de control del apetito en el cerebro, está frecuentemente inflamado y dañado en las personas obesas. Cuando la inflamación afecta al cerebro, especialmente al hipotálamo, todo nuestro metabolismo cambia.


Cuando se consume comida basura de cualquier tipo, ciertas bacterias se multiplican y producen endotoxinas, que nuestro sistema inmunológico detecta e interpreta como un ataque, al que responde con inflamación. El cuerpo cambia su metabolismo para redirigir la energía hacia la "batalla". El resultado es la sobreproducción de insulina, y el consiguiente almacenamiento de grasa, que amortigua las señales de control del apetito, y, finalmente, la obesidad. Además, los cambios en la concentración de nuestras bacterias intestinales pueden contribuir al desarrollo o empeoramiento de muchas enfermedades crónicas, desde hinchazón abdominal hasta colon irritable y muchos otros problemas realmente serios.

La mejor manera de revertir esta inflamación y restaurar el metabolismo saludable es la eliminación del exceso de azúcar, alimentos refinados y alimentos procesados de todo tipo, y agregar más bacterias benéficas provenientes de alimentos fermentados, potentes desintoxicantes y quelantes, que contienen niveles altísimos de probióticos. También es importante una limpieza intestinal con la ingestión del agua adecuada en la cantidad adecuada e hidroterapia de colon o lavativas, para que toda esta flora dañada se regenere. Un intestino sucio y pobre en bacterias benéficas no es un intestino saludable.

Tener una buena flora intestinal es esencial para nuestra salud. Nuestras bacterias benéficas realizan múltiples funciones entre las que están, la absorción de minerales y producción de nutrientes como vitaminas B, D y K2, la prevención de la obesidad y la diabetes, la regulación de la grasa alimentaria, la disminución del riesgo de cáncer, la mejora de la salud mental y el estado de ánimo, y la mejora del estado de la piel.


¿Crees que tienes un intestino saludable?



Lucía Madrigal                   



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