Peter Gøtzsche es médico, especialista en medicina
interna, desde hace 30 años. Antes de co-fundar la “Colaboración Cochrane” en 1993, trabajó en la industria
farmacéutica durante casi una década. Su conocimiento acerca de cómo
funcionaban las corporaciones farmacéuticas, sus prácticas terribles y su
lógica, era indudable. Sin embargo, a pesar de su experiencia con estas grandes
empresas, quiso saber más acerca de ese confuso mundo y durante varios años, se
sumergió en los autos judiciales de las demandas interpuestas a las
compañías farmacéuticas, buscó evidencias científicas de ocultaciones cruciales
e intencionadas de pruebas que conllevaban riesgos para la salud, y tras
todo ello llegó a la conclusión de que algunos
medicamentos matan y de que las farmacéuticas generalmente se
comportan como grupos mafiosos que practican el crimen oculto de forma
corporativa.
Esta experiencia de la que hablamos, le ha llevado a publicar
más de setenta artículos científicos en las Big Five, las cinco principales revistas científicas. Es esto también, lo que le conduce a afirmar con
rotundidad que la industria farmacéutica
está corrompida hasta la médula, extorsiona a médicos y políticos, y mantiene
intactos sus enormes beneficios a fuerza de medicar innecesariamente a la
población.
Su nuevo libro, “Medicamentos
que matan y crimen organizado: cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el
sistema de salud”, ha causado una enorme polémica y ha desatado la ira
de la industria, a la que Gøtzsche acusa de propagar mentiras sobre su
investigación. El doctor ha atendido a El Confidencial en una extensa entrevista en la que no deja
títere con cabeza.
PREGUNTA. Hace unas
semanas entrevistamos al psiquiatra Allen Frances. Nos dijo, literalmente,
que la industria farmacéutica está causando más crímenes que los cárteles
de la droga. Usted opina lo mismo. Cuando se publicó la entrevista muchos
lectores se quejaron porque les parecía una aseveración exagerada. ¿Por qué
cree que no lo es?
RESPUESTA. Decir la verdad no puede ser una exageración. En
mi libro documento que el consumo de medicamentos con receta es la tercera
causa de muerte tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. En Estados
Unidos, por ejemplo, la prescripción de medicamentos causa cerca de 200.000
defunciones todos los años. Así que está claro que la industria farmacéutica
está causando bastante más muertes que los cárteles de la droga.
P.: Richard Smith,
médico y exdirector del British Medical Journal, asegura en el prólogo de
su libro que los médicos acabarán cayendo en desgracia ante la opinión pública,
como ya ha ocurrido con periodistas, diputados y banqueros, por no haber
sido capaces de ver hasta qué punto han aceptado la corrupción.
R.: La industria farmacéutica es inmensamente rica y
poderosa, y ha corrompido los sistemas de salud de una forma extraordinaria. Es
una corrupción de largo alcance. Todo el proceso por el que nuestros
medicamentos son investigados, aprobados y recetados ha sido corrompido. Esto
implica manipular los datos científicos, pero también comprar a casi cualquier
persona que pueda tener influencia en el sistema, incluidos los ministros de
salud. En mi país, por ejemplo, sólo hay en torno a 20.000 médicos, pero miles
de ellos cobran nóminas de la industria por cumplir funciones discutibles como
sentarse en consejos asesores o ser consultores, en muchos casos sin aportar
ningún servicio tangible a cambio del dinero. Esta es una forma aceptada y
generalizada de corrupción sutil pues, como sabe cualquier médico, el dinero
dejaría de fluir si no actuaran en interés de sus benefactores.
P.: Para la mayoría de
la población, es difícil creer que muchos de los fármacos que tomamos causan
más problemas que beneficios. ¿Es algo que podemos afirmar de muchos
medicamentos?
R.: Es verdad que muchos de los medicamentos que la gente
toma causan más daños que beneficios. Sabemos muy poco sobre la utilidad real
de los medicamentos, ya que la práctica totalidad de los ensayos controlados
con placebo son desarrollados por la industria farmacéutica, que tiene un
tremendo conflicto de intereses. La industria exagera los beneficios y oculta
los daños de los medicamentos en la publicación de los ensayos clínicos. Muchos
de los fármacos que tomamos ni siquiera tienen efectos; simplemente parece que
han tenido un efecto en los ensayos avalados por la industria, pero esto sucede
normalmente porque los ensayos no se han 'cegado' de forma efectiva, y en
ese caso tanto los pacientes como los médicos tienden a exagerar los efectos
subjetivos de los medicamentos de forma substancial. No hay duda de que las
personas con trastornos psiquiátricos están siendo sobremedicadas de forma
masiva.
P.: ¿Hay fármacos que
se utilizan en la práctica médica que no cuentan con ninguna justificación
científica válida?
R.: Creo que los fármacos anticolinérgicos para la
incontinencia urinaria y los medicamentos antidemencia no tienen un efecto
real, y lo que se midió en los ensayos clínicos está sesgado porque el
cegamiento fue insuficiente. Un área particularmente problemática es la de las
drogas psiquiátricas. La falta de un cegamiento efectivo en los ensayos
conlleva, por ejemplo, a que sea dudosa la efectividad real de los antidepresivos
para tratar la depresión; probablemente ni siquiera funcionan para tratar la
depresión clínica. En cualquier caso, no hay duda de que las personas con
trastornos psiquiátricos están siendo sobremedicadas de forma masiva. Sabemos
que los antipsicóticos causan daños cerebrales, pero probablemente también los
antidepresivos y los medicamentos para tratar el Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad.
P.: Lo que ha ocurrido
en España con el Sofosbuvir, el medicamento de última generación que cura la
mayoría de casos de hepatitis C es, según el farmacólogo Joan-Ramón Laporte
(que prologa la edición española de su libro), un claro ejemplo del
comportamiento en ocasiones indignante de la industria farmacéutica. El pasado
1 de octubre la ministra da Salud española anunció que el Gobierno había
llegado a un acuerdo con la farmacéutica Gilead para incluir el fármaco en la
financiación pública. Nadie sabe exactamente cuánto va a costar, pero quizás
sean más de 125 millones de euros durante el primer año de comercialización.
¿Están las farmacéuticas chantajeando a los Gobiernos?
R.: El caso del Sofosbuvir es sólo uno de los más recientes
ejemplos de la forma en que las compañías farmacéuticas extorsionan a la
sociedad. Gran parte de la investigación que permite el desarrollo de nuevos
fármacos ha sido financiada por el dinero de los ciudadanos, que pagan las
nóminas de los investigadores públicos. Si un medicamento es considerado un
gran avance, la norma es que la compañía farmacéutica que se hace cargo del
desarrollo de éste cobre un precio obsceno, abusando de ese modo el monopolio
que la sociedad le ha otorgado. El precio de un nuevo fármaco no tiene nada que
ver con sus costes de desarrollo, pero depende por completo de cuánto estemos
dispuestos a pagar por él. Es un tipo de extorsión que no es muy distinta del
tipo de chantaje que ejercen los piratas en Somalia cuando abordan barcos y
toman rehenes. En ambos casos, puede ser una cuestión de vida o muerte, y puede ser muy difícil para los políticos negarse a pagar los medicamentos
cuando los periodistas ponen a pacientes a llorar en la televisión nacional.
P.: Uno de los
argumentos más utilizados por la industria farmacéutica para defenderse de las
críticas es que sin su inversión en investigación no tendríamos los
medicamentos que tenemos. ¿Es cierto?
R.: En mi libro desacredito este argumento, que,
lamentablemente, es ampliamente aceptado entre médicos y políticos. ¿Aquellos
que se creen esto estarían dispuestos a pagar veinte veces más por su
nuevo coche sólo porque el vendedor les dice que por hacerlo tendrán mejores
coches en el futuro? La situación es del todo absurda. Normalmente, las
empresas dicen: “Si no gastáramos nuestro dinero en investigación, moriríamos”.
Pero las compañías farmacéuticas lo que dicen es: “Si no tenemos vuestro dinero
para gastarlo en investigación, vosotros moriréis”. Sólo los líderes religiosos
son más listos que ellos, pues prometen que seremos recompensados tras la
muerte, lo que hace que sea completamente imposible quejarse.
Empíricamente se ha demostrado que este argumento no se
sostiene. Los beneficios de las farmacéuticas se han disparado en la última
década, y al mismo tiempo la innovación se ha estancado. En definitiva, el
capitalismo y el cuidado de la salud son malos compañeros de cama. Nuestras
sociedades deben tomar el control sobre el desarrollo y la venta de
medicamentos, lo que garantizaría que tuviéramos los medicamentos a precios que
incluso los países en desarrollo podrían permitirse.
P.: Muchos médicos e
investigadores conocen a la perfección lo que está haciendo la industria
farmacéutica, pero se niegan a hablar porque, después de todo, su trabajo
depende de ellas. ¿Hay miedo entre los profesionales a criticar a las
farmacéuticas?
R.: La situación en la que estamos ahora es similar a la que
vive un pueblo cuando ha permitido a la mafia ser tan poderosa que ha logrado
comprar a todo el mundo, incluidos los políticos, el alcalde y la policía. En una
situación así es increíblemente difícil dar marcha atrás. Esto es lo que está
pasando ahora con la industria farmacéutica, que ha comprado a muchos doctores
clave, que son líderes de opinión. Hay casos de médicos que han perdido su
trabajo por criticar a la industria, porque la farmacéutica en cuestión había
comprado ya a sus superiores. Esto es lo mismo que hace la mafia cuando se
carga a un oficial de policía que hace demasiado bien su trabajo.
P.: La manipulación
que ha realizado la industria farmacéutica de muchos estudios científicos ha
hecho que mucha gente niegue la veracidad de los estudios científicos en
general. Esto es muy peligroso. ¿Crees que podemos poner en duda la mayoría de
la investigación en medicina?
R.: No creo que sea peligroso que la gente no se crea los
estudios científicos sobre medicamentos. Es muy saludable que sean escépticos
teniendo en cuenta que nuestros fármacos son la tercera causa de muerte. La
gente debería tomar muchísimos menos medicamentos de los que toma. He estado trabajando
en estos 30 años y he visto serias manipulaciones y trampas en todas las áreas
de la medicina por razones comerciales. Esto es por lo que los científicos que
colaboran con la industria en los ensayos clínicos casi nunca tienen acceso a
todos los datos en bruto para que pueden analizaros por ellos mismos. Si esto
fuera posible, tendríamos la oportunidad de revelar gran parte del fraude.
P.: Muy a menudo, las
personas que critican a la industria farmacéutica mezclan sus argumentos con
teorías pseudocientíficas. Es el caso, por ejemplo, de los movimientos
antivacunación. ¿Tendemos a mezclar churras con merinas?
R.: Algunos practicantes de medicina alternativa o defensores
de las campañas antivacunación asumen que soy uno de ellos porque critico a la
industria farmacéutica. Desde luego no es el caso. La mayoría de nuestras
vacunas salvan vidas y el principal efecto de la medicina alternativa es vaciar
los bolsillos de la gente, muy pocas de ellas tienen siquiera algún efecto.
P.: Normalmente
hablamos de la industria farmacéutica como un todo. ¿Hay alguna compañía que
sea mejor que otra? ¿No hay un solo CEO de las farmacéuticas que tenga ética?
R.: Cuando el crimen renta se genera más crimen. Esto es
exactamente lo que estamos viendo. Los crímenes de la industria farmacéutica,
que están entre los peores de todas las industrias, se han incrementado en los
últimos años. He sido incapaz de encontrar una sola compañía cuyo CEO tenga
sentido de la moral. Lo único que importa es el dinero y los CEO saben
perfectamente que su falta de ética conduce a muchas muertes innecesarias. El
criminólogo John Braithwaite, que ha entrevistado a muchos CEO para
elaborar su libro sobre el crimen organizado en la industria farmacéutica, los
llama "bastardos despiadados".
P.: En los últimos
años se han publicado varios libros en los que se critica ferozmente las
prácticas de la industria farmacéutica (como Mala Farma de ben Goldacre o ¿Somos
todos enfermos mentales? de Allen Frances). ¿Algo está cambiando? ¿Vamos a
ver un cambio en la regulación de la práctica de las farmacéuticas?
R.: Desafortunadamente, la industria farmacéutica es tan
poderosa que es tarde para esperar ningún cambio importante en los reguladores
y en la forma en que nuestros políticos entienden su funcionamiento. Hay
esperanza, sin embargo, porque nuestros ciudadanos no son tan tontos, ingeniosos y oportunistas como nuestros políticos. He escrito este libro porque estoy
enfadado y quiero que se enfade más gente para decir que ya hemos tenido
bastante, así que a lo mejor podemos introducir cambios radicales en la forma
en que desarrollamos, investigamos, comercializamos y tomamos medicamentos.
P.: ¿Qué pueden hacer
los ciudadanos para ayudar a revertir esta situación?
R.: Lo primero, y más importante, es que los pacientes tomen
el mando de sus propias vidas, por ejemplo, descargando en internet el
prospecto cuando un médico le ha recetado un medicamento. Si lo leen
atentamente, probablemente sabrán mucho más sobre el fármaco que su propio médico.
Entonces, quizás, todos los peligros, precauciones y advertencias harán que se
planteen que quizás es mejor no tomar ese fármaco en particular. Los pacientes
deben darse cuenta de que prácticamente todo lo que un médico sabe sobre los
medicamentos ha sido cuidadosamente preparado por la industria farmacéutica. Y
es más, el médico quizás tiene un interés lucrativo personal en recetarte
un fármaco que es mucho más caro que otro que es igual de bueno, porque el
soborno a los médicos es común.
Las organizaciones de pacientes y las de médicos no deberían
aceptar dinero de la industria farmacéutica. Deberían preguntarse si les parece
éticamente aceptable recibir dinero que ha sido ganado en parte por crímenes
que han dañado e incluso matado a muchos pacientes. Y los médicos tienen que
negarse a recibir visitantes médicos, porque esto conduce a la prescripción
irracional y a un gran daño, incluyendo muertes innecesarias.
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