“La realidad interior y
exterior pasan por mis dientes que son uno de los medios para
expresarme enteramente en este universo”.
Los
dientes
no sirven sólo para comer o adornar al esbozar una sonrisa, también cuentan
nuestra propia historia y sobre todo, como dice la Biodescodificación dental nuestra historia oculta. Por tanto, por
mucho que los cuidemos, muchos aspectos emocionales aparecerán a través de
ellos y las caries o las manchas
aparecerán para contarnos algo. No obstante, y como entrar en nosotros para
encontrar nos cuesta y nos gusta delegar en los “especialistas”, podemos conocer mejor las opciones que ofrece el
mundo ante una “fea sonrisa” y
elegir las más saludables para nosotros.
El mundo occidental establece un patrón de belleza para el
que también están incluidos los dientes.
Unos dientes blancos, bien
contorneados y alineados se ajustan a ese patrón. Además, los dientes, no sólo indican belleza, sino también salud nutricional, amor propio, orgullo de la higiene y hasta status económico. Todos
sabemos que a los esclavos se les miraban los dientes para saber si estaban sanos y eran más cotizados los que
tenían sus dientes en buen estado.
Los dientes y la
sonrisa son inseparables, nos olvidamos de masticar y
especialmente de masticar bien,
tomamos azúcar, muchos dulces,
pero nos disgustan las bocas sin dientes en las sonrisas de la gente
mayor o ver sus dientes estropeados,
de ahí que el cuidado de los dientes
y su blanqueamiento se haya convertido en una preocupación estética frecuente.
No podemos olvidar que el culto a la belleza y la juventud es
una constante en nuestro mundo y que
siempre nos explican la forma de conseguir nuestros objetivos estéticos como
técnicas sencillas , de buenos resultados, que a corto plazo satisfacen las
expectativas de los pacientes de verse, en este caso, con unos dientes más blancos y brillantes.
Eso queremos, unos dientes
blancos y brillantes, aunque sólo sea por un corto espacio de tiempo; sin
embargo, el proceso aclarador es más complejo y gradual de lo que parece, suele
hacerse con peróxido de oxígeno al 35 -
40 % y el efecto no es duradero.
En las consultas de los
dentistas,
inicialmente, la luz ultravioleta
fue utilizada como sistema activador del peróxido
pero debido a que esa luz era
cancerígena, el uso de radiación
ultravioleta fue desechado. Actualmente se utiliza la luz blanca a diferentes intensidades y
es un tratamiento corto, pero que no
deja de ser agresivo con la matriz del
esmalte, requiere aislamiento absoluto y es inestable químicamente, sobre
todo con temperatura y luz. El
medicamento que se utiliza no puede ser ingerido, e incluso temporalmente se blanquea la encía.
En casa también se pueden seguir tratamientos blanqueadores
con la supervisión del dentista. Este sistema utiliza peróxido de Carbamida del 10–15 % como agente aclarador
activo. Estos sistemas además contienen carbopol, glicerina, estanato de sodio, saborizantes y algunos contienen
fluoruros. Muchos químicos para un resultado temporal.
Los agentes aclaradores penetran la pulpa a través de los túbulos dentinales y se ha demostrado
que pueden producir cambios
inflamatorios pulpares. El peróxido
de oxígeno ataca la matriz del
esmalte produciendo cambios en algunos de sus constituyentes. En las
investigaciones realizadas se encontraron cambios significativos en la relación
calcio/fósforo del esmalte y la dentina y cambios en la
relación potasio/sulfuro en la dentina.
También se descubrió que el peróxido de
hidrógeno afecta sólo al esmalte
y el peróxido de carbamida solo a la
dentina y al cemento. Los tratamientos aclaradores producen,
igualmente, irritación de los tejidos
blandos. A la vez se generan dudas con respecto a la reabsorción radicular.
El peróxido de oxígeno
es tóxico, tanto él
como el de carbamida tienen gran
habilidad para formar radicales libres
de oxígeno, los cuales han sido implicados en consecuencias tanto patológicas como fisiológicas. La ingestión
concentrada del primero produce necrosis, ruptura estomacal por la liberación
de oxígeno y asfixia mecánica por obstrucción del tracto respiratorio debido a
la espuma.
Existen pastas de
dientes blanqueadoras, la mayoría de las cuales contienen triclosán.
Estamos hablando de marcas
comerciales muy conocidas. El
Triclosan inhibe la capacidad natural del organismo de deshacerse de las sustancias tóxicas. Se caracteriza por
ser un químico, que actúa como
agente antibacteriano y fungicida.
Se trata de un biocida que es
utilizado ampliamente desde hace más de 40
años, como desinfectante,
conservante o antiséptico.
Es muy tóxico para
el hígado y dificulta las contracciones musculares a nivel celular,
tanto del músculo cardíaco como de
las fibras musculares, convirtiéndose así en un potente depresor cardíaco. Por otro lado, otros
estudios científicos han constatado que el triclosán interrumpe
la actividad de la hormona reproductiva,
afectando de forma negativa a la testosterona
y los estrógenos, lo que altera el desarrollo normal del sistema reproductivo. También afecta a
la tiroides, modificándose así el
metabolismo.
Lo hasta aquí escrito nos lleva a la conclusión de que estas
opciones aparte de caras, nos conducen a abusar
de productos químicos tóxicos y abrasivos. Además hay muchas restricciones
para su uso, las personas con dientes
sensibles, coronas, restauraciones, los niños menores de 16 años…no pueden
usar esas alternativas.
Las primeras culturas, preocupadas por sus dientes, usaban un palo cortado de árboles con madera suave, que se
mascaba en un extremo y se utiliza para cepillar
los dientes en limpio y sacar las partículas no deseadas de ellos. Algunos
de los árboles usados contenían
productos antibacterianos y químicos naturales que ayudaban a mantener los dientes limpios, fuertes y sanos.
La pasta de dientes
fue utilizada por primera vez por los Antiguos
Egipcios, que la combinaban con palos
para mascar y así mantener sus dientes
blancos. Los agentes de blanqueamiento
de dientes se usaban ya en los antiguos Egipto y Roma. Los egipcios idearon una mezcla de piedra pómez pulverizada y vinagre de vino, que aplicaban con un palo de mascar. Los Romanos tenían una
gran cantidad de médicos que estaban
convencidos de que los dientes podían ser blanqueados con orina humana.
Ahora se sabe que el amoniaco
presente en la orina es un potente limpiador y blanqueador.
Los chinos fueron los primeros en introducir un
cepillo de cerdas naturales, similar
al que usamos hoy en día. Las cerdas
eran hechas del pelo duro de la parte
trasera del cuello de los cerdos siberianos, y eran pegadas a mangos hechos de bambú o hueso. Los comerciantes europeos que visitaban
China tomaron el modelo y se lo trajeron a occidente.
En ese momento, sólo los europeos de clase alta utilizaban cepillos de dientes de pelo de
caballo suave o escarbaban los dientes
después de la comida con escarba-dientes
de bronce o plata. Los modelos ásperos de pelo de cerdo no eran populares y se experimentó con el pelo de otros animales para encontrar
el adecuado para los cepillos. Al
final ganó el cerdo, que dejo de
utilizarse cuando Pasteur advirtió
de las bacterias que entraban por la
boca a través de las cerdas del animal.
El blanqueamiento, como tal, no empezó a utilizarse
hasta que los peluqueros, que se
encargaban también de extraer los
dientes insalubres, comenzaron a limpiar
los dientes de sus clientes. En el siglo
XVlll, estos peluqueros blanqueaban los dientes limándolos primero con un aparato de metal y luego rociando
los dientes con ácido nítrico, un corrosivo
muy potente para blanquearlos. Los dientes
se tornaban blanco radiante,
pero el método causaba la destrucción
del esmalte y con el tiempo del diente.
No obstante, este sistema se usó muchísimo y era signo de estatus social.
Tras esta práctica
llegó el fluoruro. El fluoruro comenzó a usarse en forma de caramelo con sabor a miel, que
las personas chupaban. Sin embargo, posteriormente se descubrió que el fluoruro en exceso podía tener el efecto contrario para los dientes y
ahora se sabe de su toxicidad.
La decoloración dental es causada por moléculas de color
como los taninos y polifenoles, que
se encuentra en el vino tinto, café y té,
que son absorbidos por la superficie del
esmalte del diente.
Los cigarrillos, los
arándanos y otros
alimentos que contienen pigmentos
oscuros también puede decolorar el
esmalte del diente. Algunas de las manchas se pueden quitar con un cepillo, pero con el tiempo los
compuestos pueden filtrarse en el esmalte.
Otras causas de la decoloración
de los dientes son el envejecimiento
y ciertos antibióticos tomados en la
infancia. Igualmente, los dientes
poco a poco se tornan más amarillos
a medida que envejecemos. Antibióticos como la tetraciclina puede poner grises los dientes de los niños, si este antibiótico se toma
durante la primera infancia.
Para conseguir unos dientes
más blancos, sin manchas y
brillantes podemos usar cúrcuma.
Este rizoma se ha utilizado tradicionalmente para eliminar las manchas de los dientes y aclarar su color, tornándolos más
blancos.
De hecho, la cúrcuma,
es tan beneficiosa que ha demostrado mejorar la salud bucodental combatiendo la placa bacteriana y la gingivitis e incluso el dolor de
dientes.
Humedece el cepillo de
dientes en agua y pon cúrcuma en
polvo como si fuera pasta de
dientes. Cepilla toda la boca bien, como haces normalmente. Cuando hayas
finalizado deja que actúe la cúrcuma
durante 5 minutos y después enjuaga
la boca varias veces para eliminarla completamente y que no quede ningún resto.
Esta práctica, una o dos veces por semana, te ayuda a mantener los dientes más blancos.
Para potenciar las propiedades de la cúrcuma, podemos usar manteca
o aceite de coco. Pones un poco
de manteca de coco en el cepillo y encima la cúrcuma. Cepillas bien por
toda la boca y lo dejas actuar durante 5
minutos. Luego te enjuagas bien y vuelves a cepillar para eliminar todos
los restos.
Lo mejor es encontrar el rizoma entero y rallarlo en casa. Si
prefieres la cúrcuma en polvo usa la
que sea más pura.
Otra práctica muy sencilla para blanquear los dientes, consiste en usar la cáscara de plátano. El método es sencillo, primero nos cepillamos los dientes como hacemos
normalmente, para luego tomar la cascara
de un plátano maduro, por su mayor cantidad de potasio y utilizar la parte
interior de la misma, frotándola suavemente por unos dos minutos
contra los dientes.
Los minerales contenidos en la parte interior de
la cascara como magnesio, potasio y manganeso son absorbidos por
los dientes y en este proceso se
produce el blanqueamiento.
El procedimiento se realiza dos veces al día, preferiblemente después de comer y al acostarse. Diez minutos después los dientes se lavan de la forma habitual.
La boca es una parte privilegiada de nuestra
dimensión humana, permite la entrada a través de ella de todo lo que nos alimenta y es el orificio de salida de
las palabras. Los dientes forman en este entramado un
papel decisivo. Más o menos blancos
tienen una función independiente de la belleza
de la boca y expresan lo que se esconde en nuestra psique. Como muestra de lo que digo, el bruxismo.
Blanquea tus dientes, pero ve más allá y ama esa boca que forma parte de tu
adaptación a la vida, escucha lo que te cuenta y tenlo muy presente, porque te
ayudará a sanar y por ende a tener
unos dientes más blancos.
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