Como es Arriba es Abajo


“La salud humana es un reflejo de la salud de la tierra”.

Heráclito

 “El que quisiere tener salud en el cuerpo, procure tenerla en el alma”.

Francisco de Quevedo

Cuando alguien relaciona la salud de la tierra con la nuestra, piensa en el daño que le hacemos a este precioso planeta que habitamos y en las condiciones que estamos creando para la vida en él. Además sentimos que toda la contaminación y el daño nos dañan, pero no se suele caer en la cuenta de que la tierra muestra lo que a nosotros nos ocurre por dentro. Toda la basura, las luchas, las guerras, el hambre, las miserias a las que tanta atención prestamos, no son más que el reflejo de cómo están nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones.


Si miras detenidamente la vida a tu alrededor, verás muchas cosas que puede que te gusten o no, pero que están mostrando algo de ti. Cuando conocemos la ley de la correspondencia, tendemos a pensar que lo que ocurre fuera, lo inmediato, refleja nuestro estado interno, pero lo mismo ocurre al contrario. Todo está tan conectado que podemos saber lo que ocurre fuera, simplemente observando nuestros problemas de salud y nuestros estados mentales y emocionales. Lo que se vive en el planeta, toda la marabunta que captan nuestros sentidos, deja al descubierto nuestro interior. En definitiva, así como es el estado de lo que percibimos, de nuestro mundo físico, es el estado de nuestro mundo interior y viceversa.

Vivimos en un mundo “caótico y desordenado”. Nos quejamos de los políticos, de los gobernantes, de los bancos, de las guerras, de las luchas religiosas, del hambre, de la miseria, pero nunca nos planteamos que las mismas miserias, la misma hambre, el caos, las mismas luchas y quejas están en nuestro interior. No mirarlas, pretender eludirlas pone en evidencia nuestro miedo profundo a ver el propio sufrimiento. Sufrir por ver sufrir sólo deja al descubierto lo que nos ocurre. Quererse situar en un plano ajeno al del mundo sólo muestra nuestro miedo al dolor. Colaborar y atender lo que les ocurre a otros, sentir pena por ellos es una forma de evasión y falta de reconocimiento de nuestra propia situación, que no es mala ni buena, simplemente “es”.


Por otro lado, nuestros pensamientos, lo que hacemos o decimos tiene una repercusión directa en la salud y el bienestar de los que y lo que nos rodea. Estamos dañando o mejorando nuestro medio ambiente con todas las actividades humanas. La mano del hombre, la mente del hombre, la verborrea del hombre, las acciones del hombre afectan a su propia salud personal, familiar y también a la de la Tierra, de una manera más seria y contundente de lo que creemos.

La tierra sufre y se duele y nosotros enfermamos. ¡Cómo no va a ser así si lo expoliamos todo, si vivimos en la inconsciencia de los daños que infringimos y nos infringimos! El agricultor que utiliza pesticidas está dañando a la tierra y a los ecosistemas que la habitan, pero también se daña a sí mismo. Piensa en sacar partido y exprimir gota a gota la tierra que cultiva, pero no se da cuenta de la falta de amor a la propia tierra que le alimenta y a su propio cuerpo. Se daña con su carencia y daña su cuerpo con el uso de químicos que le prometen prosperidad.

Casi todas las propuestas que surgen de la industria están produciendo desequilibrios ambientales que a su vez pretendemos arreglar desde fuera. No nos gusta lo que hacemos ni cómo lo hacemos porque sabemos que las consecuencias impactan la vida. Pero si lo consentimos… ¿Cómo estamos nosotros? ¿Qué nos pasa? Pintamos un mural en el que creemos ser buenos porque ponemos parches y tapamos, creemos cuidarnos porque vamos al gimnasio, nos maquillamos, vamos a la moda…y seguimos sin ver, doliéndonos de nuestros achaques y tan desequilibrados como la propia tierra. ¡Es a eso a lo que llamamos vida!


La acumulación de basura y desperdicios, la contaminación, los cultivos llenos de pesticidas, los vertidos…todo muestra la suciedad existente en nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestras emociones. Nos confundimos en un mundo de apariencias en el que hay que solucionar y gestionar desde fuera todos estos problemas “creados por otros”. Sin embargo, el mundo es de todos y cada día se confirma nuestra participación en él y lo curioso es que siempre nos excusamos apelando a la falta de responsabilidad de los demás: otros ensucian, otros generan vertidos, otros son los que pasan hambre…y si otros no toman cartas en el asunto yo no hago nada, porque que yo cuide la vida no va a promover “el cambio”.

Sin los nutrientes que la tierra nos suministra no podríamos sobrevivir. Lo que comemos y cómo cuidamos de nosotros afecta al modo en que nos relacionamos con la ecología del planeta. Los mismos desequilibrios ambientales que tanto nos preocupan se están produciendo dentro de nosotros. Si no cuidamos lo que serían nuestros ríos, nuestra atmósfera, nuestro suelo… cuidar el planeta se nos queda grande. Pero además, nuestros problemas físicos muestran, sin duda, nuestros desequilibrios mentales y emocionales. Todo está conectado.

Dirás, “Yo no tengo ríos, ni suelo o atmósfera”, pero tú respiras, tienes un torrente sanguíneo, una piel y unos tejidos que piden a gritos ser atendidos. Atenderte es atender de forma inmediata lo que se muestra ante ti. Cuando cambiamos nuestra ecología corporal, podemos cambiar la ecología del planeta. Ser insensibles ante el estado de nuestro cuerpo, nuestra mente y emociones nos hace insensibles al propio estado de la tierra, aunque todos queramos salvarla.


Si dirigimos nuestra vista a los medios de comunicación, la televisión, la radio, los medios impresos, los móviles, Internet, etc. nos damos cuenta de lo influyentes que son y de cómo, desde su imagen de poder, apoyan o estimulan el consumo de productos poco saludables. Dichos productos parecen buenos, son apetecibles, pero no nos planteamos cómo han sido cultivados, cual ha sido su proceso de elaboración o la cantidad de aditivos extraños que contienen.

Desconozcamos o no que son tóxicos, queramos o no saberlo, dejamos que estas manipulaciones publicitarias nos afecten y afecten a nuestras vidas. Las campañas publicitarias de alimentos y bebidas promueven habitualmente el consumo de productos de mala calidad, rentables para los Lobbies pero muy nocivos para nosotros y para la tierra. Artificial y elaborado, esa es la clave que incentiva las ventas.

Nuestros actos, pensamientos y palabras de frustración y dolor, repetidos constantemente día tras día, resultan, igualmente muy contaminantes y nocivos. Todo un basurero mental y emocional con desagradables consecuencias para la vida.


Cómo dice otra de las leyes del Universo, “Recibes lo que Das”. Si tú das basura al planeta, él te dará basura, si tú piensas y sientes envuelto en el dolor y la rabia, eso recibirás, si crees en la separación, eso verás. Si te ves envuelto en la queja, en la crítica, en la falta de perdón y aceptación, la enfermedad te apresará, porque el cuerpo manifiesta nuestros pensamientos distorsionados.

Si en tu interior hay sentimientos de violencia, la violencia se manifestará en tu mundo y en el mundo,  si en tu interior hay sentimientos de pobreza, la pobreza se manifestará en tu vida y te quejarás de la mendicidad y de los muchos pobres que últimamente ves en tu entorno, si ves engaño o humillación, ambas cosas están bullendo en tu interior y te dañan, si ves hambre en el mundo, hay alguna parte de ti que pide alimento, y así con todas las áreas de nuestra vida. Así de estricto. Así de exacto. Todo lo que se muestra ante nosotros es alguna faceta desatendida que nos pide que la veamos, que la sintamos y que la experimentemos.


“Conócete a ti mismo y conocerás el universo”. Mira hacia dentro y verás tu proyección, mira tú proyección y te encontrarás contigo en estado puro ¡la Psique del ser humano ha acumulado tantas cosas! ¡Es tan enrevesado el laberinto! La mente se ha hecho cargo de nuestras vidas y lo gobierna todo, lo que no nos permite vivir en coherencia. Si queremos ver lo que nos pasa, miremos lo que ocurre en la tierra, de todos los rincones nos llega la misma información. Estamos sufriendo y no nos damos cuenta.

Estamos enfermos y queremos sanar sin hacernos responsables de lo que nos pasa, sin ver hacia dentro o hacia fuera lo que nos está ocurriendo, preferimos delegar en la medicina y la farmacia que tan sólo nos ofrece una curación de los síntomas para dejar de sentir y experimentar lo que pide curación. Así no nos curamos.


Todos queremos disfrutar de muy buena salud, pero para ello hemos de mirarnos, responsabilizarnos y tener en cuenta nuestra limpieza interna, la dieta, el reposo, el ayuno y la alegría. Y, sobre todo, los mejores médicos del alma, que son la propia bondad, la aceptación, las palabras cálidas y amorosas y un proceder en la vida que solo nos dé tranquilidad y paz. El gran cambio comienza en el interior de cada cual.

Como es arriba, es abajo. Puede ser que el hombre sea más pequeño que la más microscópica brizna de polvo en la galaxia, pero si un ser humano cambia, invariablemente estará alterando la esencia misma de todo el universo. Somos una correspondencia del universo. Nuestro cuerpo físico es exactamente igual a como éste es. Por eso no hace falta ir al universo para entender el universo. Simplemente con vivir aquí, ya estamos viviendo una correspondencia de lo que es la totalidad. Si logramos disfrutar y vivenciar nuestra vida con la máxima felicidad y libertad, en coherencia  y armonía, si permitimos que la vida nos baile sin oponer resistencia o querer cambiar los pasos, todo esto que nosotros experimentamos verá su reflejo en el exterior.  El mundo no necesita que hagamos y reparemos sin parar, necesita, por el contrario, que dejemos de hacer.

 “El ser humano pasa la primera mitad de su vida arruinando la salud y la otra mitad intentando restablecerla”.

Joseph Leonard

Cada criatura, al nacer, nos trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres.

Rabindranath Tagore




Lucía Madrigal                



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