“La
naturaleza obra sin maestros”.
Hipócrates
El ajo
(allium longicuspic) es una raíz bulbosa estrechamente relacionada con la cebolla, que se menciona en documentos
históricos de hace 5.000 años. El
origen del cultivo del ajo por el
hombre es muy antiguo y aunque se desconoce su procedencia segura, se cree, no
obstante, que es originario del Suroeste
de Siberia. Posteriormente, en el siglo VI A.C. fue utilizado en la
India y se ha documentado que los sumerios, 3.000 años antes de nuestra era, lo usaron principalmente como antiséptico y como remedio contra los parásitos.
Se pueden encontrar pruebas de su
consumo y cultivo en las pirámides egipcias. De hecho, se sabe que los egipcios
lo utilizaban como un remedio eficaz para el dolor de cabeza y para vigorizar el corazón. Además, alimentaban
con ajo a sus esclavos para que se
mantuviesen fuertes y vigorosos. Ellos también lo empleaban como antiséptico en sus momificaciones. El Codex Ebers, un papiro médico
que data del 1550 a.C, contiene 22 menciones sobre el ajo y su aplicación en el control de las cardiopatías, las mordeduras, los
parásitos intestinales y los tumores.
En Grecia
fue muy apreciado. Se dice que Homero rescató
a Ulises, gracias a los poderes
mágicos de la planta y los esclavos lo comían para evitar el tifus y el cólera. Además, se conoce
que Hipócrates, físico y padre de la
medicina, solía recetar ajo para
tratar diversas enfermedades.
Los romanos, también, lo difundieron por todo su imperio y en la Edad Media fue considerado remedio y
protección contra las pestes y epidemias.
A partir del siglo XVII el ajo perdió fama y pasó a ser consumido
sólo por las clases bajas, ya que las altas lo rechazaban por su olor. No
obstante, Louis Pasteur realizó una
campaña durante el siglo XIX a favor
de su consumo como antibiótico natural,
para combatir infecciones del sistema
digestivo.
Ya vemos, que a lo largo de la
historia, el ajo ha sido considerado
un remedio fiable para muchísimas dolencias, incluso ha sido utilizado para
controlar epidemias como cólera y tuberculosis.
Además de como cura para las infecciones,
se ha usado contra virus, bacterias y hongos,
hasta el punto de ser nombrado “la
penicilina rusa”, por sus propiedades
antibacterianas. En la Primera
Guerra Mundial fue usado como antiséptico
para limpiar y curar, y para tratar
la diarrea causada por las malas
condiciones sanitarias en las trincheras. Hoy en día, la ciencia moderna ha
corroborado muchos de los beneficios de este “superalimento”.
A esto hay que añadir la importancia que la
cultura popular y el esoterismo le han otorgado. Se atribuyen al ajo poderes mágicos para alejar a las brujas, vampiros y malos espíritus
o para atraer dinero, fama, fortuna,
vitalidad, buena suerte…. En Alemania
se colgaban ristras de ajos detrás
de las puertas y todavía hoy, en las películas de Hollywood se ve al protagonista enfrentarse a Drácula, llevando una ristra
de ajos al cuello.
Independientemente de su historia y
trasfondo cultural, el ajo posee un alto valor nutritivo, aportando a su
vez, muy pocas calorías. Un diente de ajo contiene manganeso, vitamina B6, vitamina C,
selenio, Fibra, cantidades razonables de calcio, cobre, potasio, fósforo,
hierro y vitamina B1. Es, además, un antibiótico
natural y tiene fuerte poder
germicida, estimula la actividad de todos los órganos del aparato digestivo, es útil para los problemas respiratorios y mucho más.
Ayuda igualmente a bajar la presión arterial y estimula la acción circulatoria del corazón. También
ayuda a eliminar los metales pesados, a
reducir la inflamación (reduce el riesgo de osteoartritis), a mejorar la
función inmunológica, a mejorar la salud cardiovascular y la circulación y contiene antioxidantes potentísimos, siendo
tóxico para 14 tipos de células cancerígenas entre las que se incluyen las de
los tumores de cerebro, pulmón mama y páncreas.
El componente principal del ajo es la
alicina. En diferentes trabajos de
investigación se ha concluido que la
alicina es un
"antibiótico" natural muy efectivo, que incluso puede erradicar
los virus resistentes a los
antibióticos. Además, las bacterias
parecen incapaces de desarrollar una resistencia a este compuesto. Sin embargo,
el ajo debe ser fresco debido a que
su agente activo es destruido en menos de una hora, después de romper el
diente. Técnicamente el ajo no
contiene alicina, sino más bien, dos
agentes en compartimentos separados que reaccionan para formarla cuando la
planta lo necesita. Uno de ellos es la aliina
o sulfóxido de S-alil-cisteína (aminoácido azufrado), que está presente
cuando el bulbo está intacto y fresco y otro, una enzima llamada aliinasa.
La aliina es el componente "madre", farmacológicamente inactivo e inodoro, del que
se deriva la sustancia activa alicina,
cuyo poder bactericida fue
descubierto en 1944. Cuando el ajo está dañado, produce enzimáticamente alicina en cuestión de
segundos. El aplastamiento de sus tejidos causa una reacción química entre la aliina
y la alinasa, que promueve la transformación, en contacto con el aire y
cuando el pH es superior a tres.
Además de la transformación en alicina la acción de la enzima aliinasa, promueve la aparición de otros compuestos azufrados, los tiosulfatos.
Éstos últimos son muy inestables y se transforman con extrema rapidez en otros principios organosulfurados (sulfuro de
dialilo, disulfuro de dialilo, trisulfuro de dialilo y ajoenos). Aparte de
estos componentes, en el bulbo de ajo
podemos encontrar sales minerales
(selenio), azúcares, lípidos, aminoácidos esenciales, saponósidos, terpenos,
vitaminas, enzimas, flavonoides y otros compuestos fenólicos.
Asimismo, se considera que contiene aceites esenciales, debido a la
formación de compuestos azufrados
volátiles: bisulfuro de Alilo, que es el encargado de su olor; trisulfuro de Alilo, tetrasulfuro de Alilo
y bisulfuro de alipropilo. Todo esto convierte al ajo en un potente anti-infeccioso
y es lo que le otorga su sabor picante y
azufrado.
Pero la alicina dura menos de una hora. Por lo tanto, cocinar el ajo, fermentarlo, triturarlo o cualquier otro
procesamiento hace que ésta se convierta inmediatamente en otras sustancias. De
hecho, los investigadores han determinado que el ácido sulfónico, producido durante la rápida descomposición de la alicina, reacciona con la misma y neutraliza los radicales libres más
rápido que cualquier otro compuesto conocido. Como anti-infeccioso, el ajo ha
demostrado ser muy eficaz en el tratamiento de la candida, el herpes, el MRSA, la tuberculosis resistente a los
medicamentos, e incluso, el VIH.
Se han identificado más de 100 compuestos diferentes en el ajo y a pesar de los muchos trabajos de
investigación, aún no se sabe exactamente qué beneficios provienen de cada
compuesto, ni qué compuestos llegan a los tejidos... El picar o machacar ajos estimula la producción de alicina. Sin embargo, cocinarlos inhibe algunas de sus
propiedades medicinales, de ahí el dicho: “Ajo
cocido, ajo perdido”.
Consumir ajo en ayunas es muy bueno para desintoxicar el organismo, además si se
toma de manera continuada y a largo plazo, podemos prevenir ciertos tipos de cáncer, la diabetes y problemas asociados
al sistema nervioso, estados depresivos
e incluso, puede ayudar a prevenir enfermedades cerebrales comunes como el
Alzheimer y la demencia.
Para resumir, se podría decir que el ajo tiene:
Actividad
antioxidante. Eficaz para inhibir la formación de radicales
libres, que refuerzan el mecanismo de captación de radicales endógenos, aumentan las enzimas antioxidantes celulares, protegen las lipoproteínas de baja densidad de la oxidación por los radicales libres e inhiben la
activación del factor nuclear Kappa B. El
efecto antioxidante es dependiente
de la dosis y el tiempo.
Actividad
hipolipemiante y antiaterogénica. Esto significa que disminuye los
valores de colesterol total y de LDL. El efecto reductor del colesterol está relacionado con la
dosis administrada.
Actividad
antiagregante y fibrinolítica. El ajo
contiene más de un inhibidor de la
agregación y de la liberación plaquetaria. La alicina es el inhibidor principal, aunque algunos autores atribuyen
esta propiedad a los ajoenos. El ajo incrementa los niveles de óxido nítrico, potente vasodilatador. La alicina y el ajoeno
reducen los niveles de calcio en las
células musculares lisas provocando una vasodilatación debido a los bajos
niveles intracelulares de calcio.
Ciertos componentes del ajo afectan
también a los procesos que preceden a la agregación plaquetaria, como la
activación de los trombocitos.
Actividad
antihipertensiva. Efecto hipotensor del ajo se debe a su efecto vasodilatador.
Actividad
antimicrobiana y antifúngica. La alicina
es activa contra bacterias grampositivas
y gramnegativas, aunque en esta acción también contribuyen los ajoenos y el trisulfuro de dialilo. Es además antifúngico, ya que ha demostrado su actividad frente a la Candida Albicans y otros hongos.
Actividad
anticarcinogénica y antitumorogénica. Ejerce un efecto protector que
reduce la incidencia de determinados tipos de cánceres, como el gástrico, el colorrectal, de mama, cervical, etc.
Actividad
inmunomoduladora. Esto hace que el consumo de ajo aumente la inmunidad,
la estimulación de la proliferación de linfocitos y la fagocitosis de
macrófagos, así como la estimulación de la liberación del interferón gamma.
Efecto antianémico. Es un potencial alivio contra la anemia, específicamente contra la anemia falciforme.
Para concluir, podríamos decir que el
ajo posee actividad inmunomoduladora, antioxidante, hipolipemiante,
antiaterogénica, antitrombótica, hipotensora, antimicrobiana, antifúngica y
anti-carcinogénica. Estudios in
vitro e in vivo han evidenciado
la capacidad del ajo tanto para
estimular la proliferación de linfocitos
y la fagocitosis de macrófagos, así
como para la liberación del interferon-gamma.
El ajo también aumenta la actividad
de las células asesinas naturales (natural
killers o NK).
Si el sabor del ajo no te gusta, puedes optar por el ajo negro. El ajo negro
es el resultado de un proceso, gracias al cual el ajo fresco transforma su composición y da lugar a toda una nueva
gama de compuestos, también muy beneficiosos para la salud. En comparación con el ajo
fresco, el ajo negro es bajo en aliina pero tiene un contenido
asombrosamente alto en otros antioxidantes
y compuestos sulfurosos, que le convierten en un suplemento altamente
beneficioso.
El ajo germinado tiene una actividad antioxidante mayor que el ajo
fresco y que los bulbos más verdes,
además contiene otros metabolitos
añadidos. Todos los germinados llevan
multiplicados los componentes beneficiosos de la planta en origen, por tanto,
no tires el ajo que ha empezado a germinar (tiene
un tallito verde) o prueba a germinar
semillas de ajo. Te gustarán.
El ajo carece de toxicidad,
aunque puede provocar mal aliento o mal olor corporal. En dosis elevadas o
en personas especialmente sensibles, puede aparecer dolor abdominal, sensación de saciedad, náuseas y flatulencia. Se
han descrito reacciones alérgicas
tanto por ingestión como por contacto; los síntomas de alergia incluyen erupciones en la piel, fiebre y dolor de
cabeza. La alergia más frecuente es
la aparición de dermatitis por
contacto. El ajo fresco es muy
irritante, especialmente para los ojos. Algunas personas que han mantenido ajo
en contacto con la piel, por un período superior de 6 a 18h, han presentado, en ocasiones, quemaduras y necrosis cutánea.
El sabor fuerte del diente de ajo indica que tiene más contenido de azufre y por lo tanto más valor medicinal. El ajo de cultivo biológico tiende a
tener un nivel de azufre más alto y
por lo tanto mayor beneficio para la salud.
El ajo crudo, es muy fuerte, por lo
que comerlo en exceso puede producir irritación
del tracto digestivo. El ajo
puede alterar potencialmente los niveles
de anti-coagulantes, por lo que es mejor evitarlo antes de una cirugía.
Remedios Caseros
con Ajo:
Remedio para
la Tos y los Catarros Bronquiales: Un remedio casero muy eficiente
contra la tos y el catarro bronquial es colocar ajo en los pies. Basta con machacar unos dientes de ajo y ponerlos en un recipiente con aceite de oliva (tapado) durante media hora. Luego, se frotan los
pies con dicho líquido. Además se pueden poner trocitos de ajo entre los dedos de los pies. Nos ponemos calcetines y listo, a
dormir toda la noche. A través de los pies, las propiedades curativas del
ajo penetran en el sistema y llegan a los pulmones. Se fortalece el sistema inmunológico y se combaten la tos y las bacterias.
Remedio para
el Dolor de Oído: Ponemos unos dientes
de ajo machacados en un recipiente con aceite
y se calienta la mezcla al baño maría.
Con unas gotas tibias de este
líquido, el oído mejorará.
Remedio
para Tratar la Hipertensión: A las personas que padecen de hipertensión se les recomienda tomar un diente de ajo en ayunas. También se pueden pelar dos dientes de ajo y mezclar con agua y algún edulcorante natural o una infusión de estevia. En este caso tomaríamos
dos cucharadas diarias del jarabe.
Remedio
para Aliviar el Reumatismo: Para aliviar el reumatismo,
es suficiente pelar dos o tres dientes
de ajo y frotarlos contra el área de las articulaciones inflamada. El ajo tiene propiedades analgésicas y antiinflamatorias, lo que hará que se
reduzca el dolor.
Remedio
natural para Tratar la Amigdalitis: Tritura un diente de ajo y ponlo en agua
para hacer un té, o agrégalo
a una sopa con otras hierbas que
sean ricas en vitamina C.
Usa el ajo como un Tratamiento Tópico para el Herpes. Corta un
diente de ajo a la mitad y aplícalo directamente sobre la zona afectada. También incorpora el ajo a tu dieta diaria.
Otros usos
del Ajo:
El ajo es recomendable para curar el dolor causado por las picaduras de insectos, incluso aquellos
causados por escorpiones y ciempiés.
También puede ayudar a tratar los moretones,
los esguinces y las infecciones por hongos como la tiña. Mezcla el jugo de ajo fresco con sal y aplícalo
directamente sobre la zona de la piel afectada.
Para detener la picazón causada por picaduras
o erupciones, aplica jugo de ajo
crudo sobre la piel.
Comer 2 dientes de ajo al día ayudará al cuerpo a deshacerse de los parásitos. Los mata y los expulsa de
tu sistema.
El ajo es un potente analgésico
y sus propiedades antibacterianas,
analgésicas y anestésicas se han mostrado muy eficaces para curar los dolores de muelas. Coloca un pedazo de ajo triturado o aceite de ajo sobre el
diente afectado y la encía un par de veces al día.
El ajo
incluso es bueno para curar las verrugas
y otros problemas de la piel de forma natural, ya que trata la
infección y las bacterias que causan las verrugas. Corta la punta de un diente
de ajo y frota el diente directamente sobre la verruga durante unos segundos. Repite este procedimiento cada noche
antes de dormir hasta que la verruga desaparezca.
Simplemente enjuaga la piel con agua si sientes ardor o irritación.
La Cura Tibetana
del Ajo
La Cura
Tibetana del Ajo es un remedio a base de ajo
macerado, que desintoxica el organismo.
Para
prepararla necesitas:
- 350 gr. de ajos
- 250 ml. de aguardiente
Procedimiento:
Pela los ajos crudos y machácalos o tritúralos con ayuda de un mortero.
Ahora mezcla los ajos triturados con
el aguardiente en el interior de un
tarro de cristal hermético y mantenlo en la nevera completamente cerrado,
durante 10 días.
Cuando pasen estos días filtra el
líquido con ayuda de una gasa o de un colador de tela. De esta forma obtendrás
un potente extracto de ajo.
Finalmente introduce el extracto en un tarro y consérvalo en la nevera, de
nuevo, durante tres días más, en
reposo. A partir de ahí, el macerado puede ser ingerido.
Esta cura se toma en gotitas (se utiliza un cuentagotas), con un
poco de agua o zumo antes de las tres comidas principales, con las siguientes pautas:
- Primer día: 1 gota antes del desayuno, 2 gotas antes de la comida, 3 gotas antes de la cena.
- Segundo día: 4 gotas antes del desayuno, 5 gotas antes de la comida, 6 gotas antes de la cena.
- Tercer día: 7 gotas antes del desayuno, 8 gotas antes de la comida, 9 gotas antes de la cena.
- Cuarto día: 10 gotas antes del desayuno, 11 gotas antes de la comida, 12 gotas antes de la cena.
- Quinto día: 13 gotas antes del desayuno, 14 gotas antes de la comida, 15 gotas antes de la cena.
- Sexto día: 15 gotas antes del desayuno, 14 gotas antes de la comida, 13 gotas antes de la cena.
- Séptimo día: 12 gotas antes del desayuno, 11 gotas antes de la comida, 10 gotas antes de la cena.
- Octavo día: 9 gotas antes del desayuno, 8 gotas antes de la comida, 7 gotas antes de la cena.
- Noveno día: 6 gotas antes del desayuno, 5 gotas antes de la comida, 4 gotas antes de la cena.
- Décimo día: 3 gotas antes del desayuno, 2 gotas antes de la comida, 1 gota antes de la cena.
A partir del undécimo día tomaremos 25 gotas tres veces al día hasta
terminar el preparado.
Según la tradición, no puede repetirse el
tratamiento antes de 5 años.
Los
beneficios de la cura son los siguientes:
- Limpia el organismo de las grasas y lo libera de los cálculos depositados.
- Mejora el metabolismo y ayuda a disminuir el peso corporal. (Siempre que lo acompañemos de una alimentación correcta).
- Deshace los coágulos de sangre y vuelve más elásticos todos los vasos sanguíneos. Cura, a su vez, la arteriosclerosis.
- Cura la isquemia, la sinusitis, la hipertensión y las enfermedades bronco pulmonares.
- Cura el diafragma y el miocardio enfermo.
- Hace desaparecer el dolor de cabeza.
- Cura la trombosis cerebral, la artritis y la artrosis.
- Cura el reumatismo, la gastritis, las úlceras de estómago y las hemorroides.
- Absorbe todo tipo de tumores internos y externos.
- Cura los problemas infecciosos de vista y oído.
- En general todo el organismo se recupera.
En toda cura depurativa, podemos notar, inicialmente, algunos
síntomas como dolor de cabeza,
erupciones cutáneas u otras molestias. Todos ellos son fruto de la acción desintoxicante
del ajo.
Ten siempre ajo en tu cocina. Aunque su olor no es muy apreciado por muchas
personas, el ajo puede
proporcionar una gran cantidad de beneficios a nuestro organismo, ya que tiene muchas
propiedades curativas.
“No los remedios,
sino la naturaleza es la que cura, consistiendo la virtud de aquellos en ayudar
a ésta”.
Hipócrates
FUENTES:
Fitoterapia
(3ª edición).Vade-Mecum de prescripción.
Arteche A,Vanaclocha B, Güenechea JI.
Actividad
inmunomoduladora de las plantas. Sánchez C, Gupta M, Santana A. Revista de
fitoterapia, 2002; 2:151-63.
Plantas
medicinales. Barcelona: Masson; 1998. Bruneton J.
Elementos de fitoquímica y de farmacognosia.
Zaragoza: Acribia; 2001.
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