“Te digo, en verdad, que la suciedad
del interior es mucho mayor que la del exterior. Y aquel que se limpie por
fuera pero permanezca sucio en su interior es como una tumba bien pintada por
fuera, pero por dentro de sí está lleno de suciedad y de abominaciones
terribles. Por tanto te digo, permite que el ángel del agua te bautice también
en tu interior, para que puedas liberarte de todos tus pecados anteriores y
que, del mismo modo, por dentro puedas hacerte tan puro como la espuma del río
brillando a la luz del sol”.
Evangelio esenio de la paz y la salud
Desde
la antigüedad se ha utilizado el enema
para limpiar el cuerpo de toxinas y residuos. Según consta en el “Papiro de Ebers”, uno de los primeros
registros médicos de la historia, los egipcios usaban este procedimiento
entorno al 1500 A.C.
Varios milenios antes de la aparición del Papiro de Ebers, los antiguos faraones
tenían a su disposición a un médico de la corte al que designaban como “guardián del ano”, cuyo único propósito
era administrar el enema real. Este
dato puede ser comprobado en una inscripción de la columna de Isis. Otro papiro donde se recoge, casi
en exclusividad, la materia proctológica es el de Chester Beatty, del 1100
A.C.
Se cuenta que fueron ellos, los egipcios,
quienes comenzaron con la práctica de los enemas.
Hacia el 2500 A.C., este pueblo
asociaba al ibis eremita con el dios Thothum, protector de la salud, de los
escribas, de la lengua y la palabra. El ibis eremita, pájaro de pico largo, era para ellos un ave
benefactora, ya que devoraba las
serpientes venenosas que aterrorizaban a la población.
Sin embargo, del ibis no sólo aprendieron eso, los egipcios, observadores como eran,
comprobaron que esta singular ave exótica introducía el largo pico encorvado
lleno de agua en su ano para
limpiarlo, o eso creían ellos, y adoptaron esta práctica para su propia
limpieza interna.
Les gustaba la limpieza. Así que ponían agua en vejigas de animales, sacos de cuero o
calabazas vinateras y se introducían cañas
huecas para llevar el flujo de agua hacia el recto, que era impulsado a
soplidos por los médicos. Los historiadores griegos Herodoto y Diodoro registran estos rituales. Los egipcios se aplicaban enemas durante intervalos de
tres o cuatro días cada mes para
introducir fármacos, así como para evitar enfermedades que, según pensaban, procedían
del hecho de comer en exceso.
Al igual que los egipcios, los griegos a
menudo empleaban el enema para combatir diversas enfermedades. Hipócrates registró en su “Tratado sobre la dieta en enfermedades
agudas” la práctica del enema para
contrarrestar fiebres y otros trastornos corporales. El médico griego Galeno, otro seguidor ávido de los enemas, recomienda el uso de aceite y miel como limpiadores del colon. Otros médicos griegos
recomendaron igualmente el enema de
vino, leche de burra, miel y sal…como prescripción.
En “El
Manual de Disciplina”, uno de los libros encontrados entre “Los Manuscritos del Mar Muerto” se
prescribe, igualmente, el uso de los enemas.
Además, El Evangelio Esenio de la Paz,
un manuscrito del siglo III d.C., que
se encuentra entre los archivos secretos del vaticano, recomienda
fervientemente su administración.
Las tribus africanas también consideraron la
aplicación de enemas con regularidad en sus rituales de limpieza.
Algunas tribus a lo largo de la costa de
Marfil usaban calabazas llenas
de agua, mientras que otras utilizaban cuernos
de vaca para sus limpiezas de colon.
Era común que las madres usaran habitualmente los enemas para mantener a sus hijos saludables.
Mientras
que los enemas o lavativas fueron ampliamente utilizados
en la antigua Sumeria, Babilonia, India,
Grecia y China, los nativos americanos usaban la vejiga de un animal y una pierna de hueso hueco para la elaboración de la cánula y la bolsa de la
lavativa. Los precolombinos sudamericanos también crearon una herramienta
eficaz, elaborada con látex.
Poco a poco se fue sofisticando el instrumental en el mundo occidental, puesto que
el enema seguía siendo prescrito por
los médicos, y se utilizaban lavativas en forma de jeringuilla o se impulsaba el agua con fuelles, lo cual hacía más fácil el
trabajo de los médicos.
En la Francia
de los Luises, el enema era una
práctica cotidiana que reyes y nobles realizaban después de la cena. Ellos
creían que las limpiezas regulares de colon
contribuían a su buena salud, así como a un cutis suave y sin impurezas. Se
dice que Luis XIV llegó a administrarse unos 2.000 enemas
durante toda su vida. Su predecesor, Luis
XIII se convirtió en un ardiente defensor de los enemas después de curarse de un ataque de apoplejía tras la administración de un enema.
La
lavativa fue un tratamiento médico muy usado hasta el siglo XIX por la burguesía y la nobleza del mundo occidental y para
una amplia variedad de dolencias, las más importantes de las cuales fueron dolores de estómago y estreñimiento. En
este siglo comenzó a popularizarse la hidroterapia
de colon como alternativa a la lavativa
convencional, que tomó auge cuando la nasa comenzó a utilizarla para la
salud intestinal y los gases de los astronautas.
Como vemos los enemas han sido usados para desintoxicar
desde tiempos muy antiguos. No obstante, el uso del café para incrementar la efectividad de los tratamientos y reducir
el dolor, se remonta a la primera guerra
mundial. Con ella, se ayudó a los soldados a paliar el dolor de las heridas
de la guerra.
Los informes de la primera guerra mundial
llevaron al profesor O.A. Meyer y al
profesor Martin Heubner, ambos
doctores en medicina a estudiar el efecto de la cafeína en el organismo, para lo cual administraban café a ratas de laboratorio por vía rectal. En sus experimentos
comprobaron que dichos enemas
estimulaban la apertura de los conductos
biliares y publicaron sus hallazgos en la bibliografía médica alemana.
Durante los años 30, los enemas de café
fueron introducidos en Alemania por
el Dr. Max Gerson como parte de su terapia de desintoxicación, para ayudar
a la sanación de la tuberculosis y el
cáncer. El Dr. Gerson creía que el problema básico subyacente a toda enfermedad crónica era la deficiencia y la toxicidad. Para paliar
las deficiencias administraba a los pacientes zumos de hortalizas de cultivo ecológico cada dos horas. Beber esos
zumos también ayudaba a la excreción por parte de los riñones, pero al mismo
tiempo, provocaba que los tejidos de los pacientes enfermos eliminaran hacia el
torrente sanguíneo toxinas acumuladas.
Estas toxinas eran filtradas y
eliminadas por el hígado, que se
sobrecargaba en exceso.
Para aliviar esta sobrecarga, el Dr. Gerson descubrió que los enemas de café administrados en las
fases precoces con una frecuencia hasta de tan sólo cuatro horas, aliviaban el hígado e incluso, en la mayoría de los
casos, reducían el dolor.
Estos descubrimientos han dirigido muchas
investigaciones hacia los efectos del
café vía rectal. El Dr. Lechner,
médico austriaco e investigador de la técnica del Dr. Gerson, afirmó en 1984:
“Los enemas de café tienen un efecto
claro sobre el colon que puede observarse con un endoscopio. Además, Wattenberg
y sus colegas pudieron demostrar en 1981 que el ácido palmítico presente en el
café promueve la actividad de la enzima glutatión S-transferasa y de otros
ligandos muchas veces por encima de la norma. Es este grupo enzimático el
responsable, principalmente, de la conjugación de radicales libres
electrofílicos que la vesícula biliar eliminará después”.
En los pacientes
con adicciones, la ingesta constante de zumos de hortalizas y frutas ayuda a superar las ansias, mientras
que los enemas de café potencian la eliminación de cualquier síntoma propio
del síndrome de abstinencia.
Por la administración de un enema de café se produce una dilatación de los conductos biliares ya
que se estimula un sistema enzimático
del hígado llamado glutatión
S-Transferasa, que elimina una amplia variedad de radicales libres (electrófilos) del torrente sanguíneo. Éstos son
partículas atómicas con uno o más electrones con espines no pareados que tienen
afinidad por otros electrones.
Como partículas cargadas que son, estos radicales libres dañan las membranas celulares y provocan
alteraciones en el metabolismo celular. Bajo la influencia del enema de café el sistema enzimático GST aumenta su actividad en un 700% por encima de lo normal y elimina
los electrófilos del torrente sanguíneo. No se conoce ninguna otra sustancia
que estimule tanto como el café la
destrucción de los radicales libres.
Estos radicales libres descompuestos
abandonan el hígado y la vesícula biliar en forma de sales
biliares que salen por el duodeno. Estas sales tóxicas van desde el intestino
delgado a través del colon, para por
fin salir por el recto.
La sangre circula a través del hígado cada tres minutos. Durante el
tiempo en que el café está retenido
en el intestino, los compuestos de tipo palmitato
y la cafeína, la teobromina y la teofilina del café provocan la dilatación
de los vasos sanguíneos del hígado y
de los conductos biliares, la relajación
de la musculatura lisa, la estimulación del peristaltismo intestinal y el
incremento del flujo de bilis. Este proceso equivale igualmente a una diálisis del fluido sanguíneo.
El enema
de café elimina productos de tipo amoniacal,
nitrógeno que puede provocar toxicidad, derivados de las proteínas, poliaminas, aminoácidos, masas
coaguladas y complejos, todos ellos productos de desecho del metabolismo.
Como resumen podemos decir que el café vía rectal, estimula la actividad y la
regeneración celular, mejora el equilibrio sodio-potasio en las células, capta
radicales libres, incrementa el flujo biliar, dilata los vasos sanguíneos y los
conductos biliares, relaja la musculatura, elimina toxinas cerosas de la
sangre, elimina parásitos (áscaris), alivia la depresión, la tensión nerviosa, las
alergias y los dolores.
Para preparar un enema de café, ponemos dos
cucharadas soperas de café ecológico molido en 1/3 de litro de agua, se hierve durante 15 minutos, se deja reposar durante un rato y se cuela bien. A
continuación es necesario dejarlo enfriar hasta llegar a la temperatura
corporal (37º C) y se aplica con una
lavativa convencional. El café se retiene de 12 a 15 minutos y luego
se evacua normalmente.
Si se tienen dificultades para retener, se
puede realizar previamente una instilación
rectal de agua de malva o llantén, lo cual desinflama y descongestiona el
recto.
El Dr.
Gerson afirma con rotundidad que el enema
de café es básico como complemento a una dieta depurativa en el tratamiento
de enfermedades degenerativas como la esclerosis
múltiple o el cáncer. Gracias a su técnica hay censados muchos casos de
remisión de dichas enfermedades. Con la aplicación de enemas de café, se incrementa la producción de energía celular, se favorece la integridad y la
regeneración de las células, se mejora la circulación sanguínea, se potencia la
inmunidad y se favorece la reparación de los tejidos.
Además de para hacer un enema desintoxicante,
el café es muy útil para reducir las
estrías y la flacidez. Así que no
tiréis los posos resultantes del café
filtrado y frotar sobre la piel, realizando movimientos circulares y mezclándolos
con un poco de aceite de coco o de oliva. Si queremos exfoliar, con los posos
sólo bastará. Igualmente, podemos usar
una infusión de café para dar brillo
al pelo o como tinte natural suave para el cabello, la tela o el papel. También
sirve para eliminar los malos olores de las manos y limpiar los desagües.
El café
repele las hormigas. Si espolvoreamos café por donde ellas circulan, se
marcharán. Igualmente, se pueden añadir los posos a la tierra con la que
sembramos las plantas que requieran tierra ácida, a ellas les gustará.
Así es el café,
otro regalo de la naturaleza. No obstante es aconsejable que adquiramos cafés de buena calidad. Según el Huffington Post, el café comercial suele llevar aromas
añadidos para que parezca más natural, pero no es buen café.
Tu cuerpo es templo de la naturaleza y
del espíritu divino, consérvalo sano, estúdialo, concédele sus derechos.
Henry F. Amiel
Mide tu salud por la simpatía con que
miras la mañana y la primavera.
Henry David Thoreau
FUENTES:
La terapia Gerson. Charlotte Gerson y
Morton Walter. Ediciones Obelisco, 20011.
Intestinos saludables. Nestor
Palmetti. Ed. Kier, 2013.
Historia sucinta de la proctología.
Dr. G. Fernández Albor.
No hay comentarios :
Publicar un comentario