“Aquellos que piensan que no tienen tiempo para comer sano, tarde
o temprano tendrán que tener tiempo para la enfermedad”.
Las proteínas son moléculas formadas por aminoácidos unidos por un tipo de
enlaces, conocidos como enlaces
peptídicos. Todas las proteínas
están compuestas por carbono, hidrógeno,
oxígeno y nitrógeno, la mayoría contienen además azufre y fósforo. Estas suponen aproximadamente la mitad del peso
de los tejidos del organismo, y están presentes en todas las células del
cuerpo, además de participar en prácticamente todos los procesos biológicos que
se producen.
Las proteínas contribuyen
a la formación, crecimiento y reparación
de los órganos corporales. Además, fomentan un correcto crecimiento de los músculos,
piel, tendones y uñas. Sin embargo, la sociedad en la que vivimos ha
disparado el consumo de las mismas, lo que genera un gran volumen de toxinas en nuestro interior, ya que el
organismo no las puede utilizar directamente y el desdoblamiento en aminoácidos genera una gran cantidad de desechos tóxicos.
Hasta hace
muy poco se pensaba que el exceso
proteico se eliminaba, pues el organismo no tenía forma de almacenarlo, pero
un estudio alemán de finales de los 80
demostró que existía un gran depósito
proteico. El trabajo puso en evidencia que el colágeno subcutáneo era la unidad almacenadora de proteínas, como fuente de reserva para
periodos de escasez. Pero el almacén tiene una capacidad limitada y, como
siempre, el problema surge ante el exceso,
ya que cuando este almacén se satura, se contamina la sangre, las paredes vasculares y el espacio intracelular, o lo que
es lo mismo, todo el cuerpo.
El elevado
consumo de proteínas, sobre todo de proteína animal acidifica el organismo y genera varios subproductos problemáticos
para el mantenimiento de la salud como histamina,
que genera alergias, amoniaco y ácido úrico, que generan artritis y reuma, tiramina, que irrita el sistema
nervioso, deprime el sistema inmunológico y produce taquicardias y angustia,
compuestos como los fosfatos, uratos y
oxalatos, que causan osteoporosis y
cálculos o cadaverina y putrescina,
que intoxican y desnutren. Además, el metabolismo
putrefactivo, necesario para la descomposición y asimilación de la proteína inhibe la síntesis y absorción de nutrientes esenciales, al tiempo que estimula el estreñimiento. Como
consecuencia de todo esto, el consumo
excesivo de proteína es muy negativo para los procesos de envejecimiento y el desarrollo del cáncer.
Hace unos 25 años se descubrió que la
alimentación baja en carbohidratos
facilitaba la pérdida de peso. En ese momento, la mayoría de las personas
recomendaban reemplazar los carbohidratos
por altas cantidades de proteínas,
de ahí surgieron dietas como la Atkins,
que aunque, en efecto, ayudaban a perder peso, eran pésimas para la salud.
Cuando
alguien adoptaba esta dieta ocurrían varias cosas. Ante la toxicidad generada por el consumo
excesivo de proteínas, el organismo reaccionaba, poniendo a trabajar
intensamente al hígado, lugar en el
que estas se transformaban en urea, subproducto
menos tóxico pero igualmente
conflictivo para la salud. Por otro lado, para eliminar el exceso de urea y amoniaco, el riñón aumentaba
el volumen de orina, reteniendo
más agua para poder eliminar este exceso de urea y amoníaco. Como consecuencia inevitable se producía un cierto
grado de deshidratación. Por otro
lado, para su excreción y como parte del proceso natural, este amonio tenía que
ser neutralizado con fosfatos, en
concreto, con fosfato cálcico, ya fuera
del calcio procedente de la dieta o
directamente del propio hueso, por
lo que el riesgo de descalcificación
ósea era otra de las consecuencias.
Además, el consumo excesivo de proteína
alimentaria podía provocar, incluso, niveles elevados de azúcar en la sangre, aumento de peso, estrés hepático, lixiviación de
minerales en los huesos y estimulación de las células cancerosas. Esto se
explica porque uno de los problemas principales del exceso de proteínas o aminoácidos es que se estimula la mTOR, que es una proteína de señalización, presente en
las células de animales mamíferos, con importantes funciones. La familia
de proteínas TOR está implicada en
el control del inicio de la transcripción del mRNA, la organización del citoesqueleto
celular de actina, el tráfico de la membrana, la formación de ribosomas y
la regulación del crecimiento, proliferación y muerte celular.
La mTOR es la vía de señalización más
importante del cuerpo. Es una vía antigua que se encuentra en prácticamente
todos los organismos, incluyendo las bacterias. Esta vía indica a las
células cuando deben replicarse. Los aminoácidos y la glucosa afectan directamente al mTOR, lo que se configura como la razón
principal por la que los carbohidratos y las proteínas tengan un efecto tan negativo
en la salud y el envejecimiento.
En cualquier
momento dado, existe una competencia en el cuerpo entre el daño celular y la reparación.
A medida que el daño es mayor que la capacidad del cuerpo para repararlo y
regenerarlo, surge el deterioro. La razón de esta ruptura del equilibrio es que
nuestros mecanismos de reparación también se van dañando gradualmente, es el
efecto del devenir del tiempo y es el efecto de los malos hábitos, por lo que si hacemos ciertos cambios, se puede regular
la reparación, y conseguir que el deterioro celular sea menor. Pero… ¿Qué hacer? ¿Cómo hacerlo?
Una solución
podría ser el ayuno o la restricción
calórica. El cuerpo se gestiona para la supervivencia y todos los
organismos estamos equipados con un mecanismo por el cual las células pueden sobrevivir a la privación de nutrientes. Esto nos da la
respuesta al hecho de que el ayuno
sea, sin duda, un tiempo de eliminación,
de “limpieza” interna, depuración y
restablecimiento del equilibrio y es la razón por la que la restricción calórica parece ser tan
eficaz en la prolongación de la vida.
El ayuno posibilita que el cuerpo ponga en
marcha todos los mecanismos de desintoxicación
y regeneración celular. En un experimento, la vida útil de un ratón se
amplió de dos a cuatro años, simplemente, con una alimentación baja en calorías. No es gratuita, entonces, la puesta
en práctica de periodos de abstinencia de alimentos por parte de muchas
poblaciones o la aceptación de la abundancia o escasez de los alimentos, según
la naturaleza los proporciona.
Por otro
lado, una alimentación baja en proteínas
mejora la función mitocondrial e inhibe el mTOR.
Dado que la actividad de esta proteína
está aumentada en algunos tipos de cáncer,
está considerada como una diana terapéutica.
Por otro
lado, la rapamicina es también un
importante inhibidor del mTOR. Se
trata de una molécula de la familia de los policéticos
macrocíclicos que bloquea la
actividad de una proteína
responsable de la detección de nutrientes en el entorno de la célula, y que es además un inhibidor del cáncer. Las proteínas son responsables de la mayoría de funciones esenciales del
organismo, si la rapamicina interfiere
con una proteína es porque se une
físicamente a ella, permitiendo que la proteína
siga funcionando. Realmente lo que ocurre es que con la rapamicina se inactiva un complejo de proteínas llamado TORC1
donde participa la proteína TOR.
En el mundo
del culturismo, los términos TOR o rapamicina son conocidos. Los
levantadores de pesas promueven el crecimiento muscular al activar la enzima mTOR, la cual aumenta la
acumulación de proteínas en los
músculos y también su tamaño. A cualquier persona que acude a un gimnasio para
muscular, se le aconsejan dietas hiperproteicas:
muchos huevos, carnes magras, queso,
requesón, yogur, barritas de proteínas y
sobres de proteína en polvo. El propio ejercicio de resistencia juega un
papel importante al inducir la expresión de IGF-1 en el tejido muscular, unirse con la insulina o con el receptor de IGF-1,
estimular el mTOR y promover una
mayor hipertrofia muscular.
Cualquier
fallo en las proteínas que regulan
el mTOR puede ser responsable de
algunos tipos de cáncer, de algunos
de diabetes, o de enfermedades como
la esclerosis tuberosa o la hipertrofia
cardíaca. Curiosamente, la rapamicina
es también un supresor inmunológico que, en medicina, se utiliza para
suprimir la función inmunológica durante el trasplante de órganos y para evitar
el rechazo. Existen dos complejos que contienen mTOR, ambos muy sensibles a la rapamicina.
La insulina y otros factores de
crecimiento regulan igualmente el mTOR,
razón por la que es tan importante mantener niveles bajos de insulina e IGF. No podemos olvidar que el mTOR regula el crecimiento, el mantenimiento y la reparación celular. Cuando el mTOR es suprimido, el crecimiento, el mantenimiento y la
reparación se regulan y esto tiene como consecuencia una mayor longevidad.
Los alimentos
que consumimos influyen, ya sea en la reparación,
lo que nos ayuda a vivir más tiempo, o en la reproducción, nuestro cuerpo está ingeniosamente equipado con "sensores de nutrientes" que
nos ayudan a determinar cómo será utilizada la nutrición.
La insulina, la leptina, y el
factor de crecimiento similar a la insulina (IGF) son ejemplos de hormonas
que detectan los nutrientes, los
cuales a su vez regulan el metabolismo, el crecimiento, la diferenciación y la
supervivencia celular. Organizar todos estos sensores de nutrientes es el
objetivo de mTOR.
Por ejemplo,
el IGF-1 es una poderosa hormona de crecimiento, muy presente en
la leche, que ha sido recientemente asociada con el cáncer de mama y de próstata. Un estudio publicado en The Lancet muestra un riesgo 7 veces superior de cáncer de mama en las mujeres pre-menopáusicas con los mayores
niveles de IGF-1 en sangre, mientras
que un estudio sobre el cáncer de
próstata, publicado en la revista Science,
halló un riesgo 4 veces superior
entre los varones con la mayor tasa de IGF-1
La
investigación muestra que la inhibición del IGF promueve la longevidad y reduce el riesgo de cáncer ya que la energía se redirige hacia la reparación y mantenimiento de la vida.
El nutriente que determina el nivel de IGF es la proteína. Un alto consumo proteico eleva los niveles de IGF, y un menor consumo lo disminuye.
Si se mantienen
bajos los niveles de glucosa,
aminoácidos, insulina y los factores de crecimiento, se suprime el mTOR, lo que permite regular
ascendentemente el mantenimiento y la
reparación celular. Asimismo, el mTOR
desempeña un papel importante en la autofagia,
el proceso por el cual el cuerpo realiza la limpieza de toxinas y recicla los componentes celulares dañados. Un
proceso similar es conocido como mitofagia,
donde las mitocondrias dañadas se limpian y se sustituyen por otras nuevas y
saludables, proceso regulado, en gran medida, por el mTOR.
Al impulsar
los procesos de autofagia del cuerpo,
la inflamación disminuye, se ralentiza
el proceso de envejecimiento, y se optimiza la función biológica. La autofagia se produce en respuesta al estrés. El ejercicio o el ayuno son formas
de estimular la autofagia. Las
investigaciones de los últimos años han revelado la vital implicación de la vía
mTOR en la aparición y progresión de
la diabetes, el cáncer y el
envejecimiento.
Por otro
lado, el exceso de proteína suprime
la autofagia y aumenta el riesgo de cáncer al estimular la mTOR, prácticamente todos los tipos de cáncer están asociados a la activación
de esta vía. De todos los componentes que estimulan la mTOR, los aminoácidos
son los más potentes, ya que su consumo excesivo evita que el cuerpo limpie con eficacia los desechos y
las células dañadas.
Los alimentos
que contienen más proteínas son las carnes, los mariscos, los huevos, los
lácteos, las semillas y frutos secos, las legumbres y los granos cocidos.
Los vegetales verdes tienen menores proporciones, sin embargo, las proteínas procedentes de estas últimas
fuentes son muy fáciles de asimilar y generan menos desechos tóxicos.
Las proteínas vegetales de más alta calidad
son:
La espirulina con un 70% de proteína. Contiene 18
de los aminoácidos y todos los elementos esenciales, es fácilmente
asimilable.
Los germinados que proporcionan proteínas de muy alta calidad, hierro y clorofila.
El polen que es un 40% de proteína y uno de los alimentos más completos de la
naturaleza.
Las semillas de cáñamo con aproximadamente
un 33% de proteínas. También contienen los 20 aminoácidos en una forma fácilmente digerible y están cargadas
de grasas omega-3.
Las semillas de chía con aproximadamente un
14% de proteína y una alta
proporción de omega-3.
Problemas de
salud como el Parkinson, las
enfermedades coronarias, la obesidad, los problemas de riñón, la fatiga, la
osteoporosis o el cáncer están asociadas al consumo excesivo de proteínas. Para tener una salud óptima, el requerimiento de estas
es pequeño. La mayoría de los adultos necesitamos alrededor de 1 gramo de proteína por kilogramo
de masa corporal magra. Esto es así, porque no podemos tener en cuenta el peso
corporal si la persona de referencia es obesa o tiene sobrepeso.
Eres lo que comes. ¿Qué te gustaría ser?
Julie Murphy
Si pudiésemos dar a cada individuo la cantidad adecuada de
nutrición y ejercicio, ni muy poco ni demasiado, habríamos encontrado el camino
más seguro hacia la salud.
Hipócrates
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