
“La medicina oriental puntualiza que
existe una sola causa para la enfermedad: Una alimentación inadecuada”.
Naboru Muramoto
“Curar es limpiar”
Carlos Cozel

El
cáncer es una enfermedad debilitante y degenerativa, un problema
de salud que afecta a todo el cuerpo y no sólo a órganos separados. Cada vez
hay más casos de esta dolencia y es que día tras día estamos siendo expuestos a
múltiples impactos sobre nuestros genes. Todos los cánceres surgen a partir de por lo menos dos de estos impactos, que
generan mutaciones. Estos impactos
dobles se acumulan e interactúan con el tiempo, hasta que se alcanza un punto de inflexión y se inicia el crecimiento canceroso. En 1900, el cáncer mataba a una persona de cada treinta. En 1920 una de cada quince, en 1950 una de cada seis, en 1960, una de cada cinco. Hoy mata a una de cada cuatro. En España, es la segunda causa de
mortalidad.
Nuestro
medioambiente está enfermo, estamos rodeados de cables, de radiaciones, comemos alimentos tratados con pesticidas,
fertilizantes, alimentos radiados, bebemos aguas depuradas que no sólo han
perdido su vitalidad, sino que llevan mucho cloro,
flúor y otras sustancias, nuestros peces están llenos de mercurio, tomamos medicamentos con poco criterio…por otro lado, virus, parásitos, hongos, deficiencias nutricionales, un terreno
celular adverso y demás contribuyen a este aumento de los casos. La toxicidad de todo tipo y el poco cuidado consciente de nuestro
cuerpo y lo que nos rodea nos llevan de cabeza a la pérdida de la calidad de vida y a la enfermedad.
En
la actualidad, las muertes provocadas por el cáncer son muy numerosas. Se hacen tratamientos para controlarlo una vez instalado en el cuerpo, pero no nos planteamos qué ha ocurrido en
nosotros para que esta enfermedad se
desarrolle. No cambiamos hábitos de
vida, seguimos exponiéndonos a lo mismo, comemos igual y, simplemente, nos ponemos en manos de quien creemos
que sabe, para dejarnos hacer. No nos hacemos responsables de lo que nos pasa, seguimos sin tomar las riendas de
nuestra vida y tan sólo delegamos.

Se
ha demostrado en muchas investigaciones, que tanto la toxemia como la dieta afectan
de manera decisiva en el desarrollo de cualquier enfermedad degenerativa, incluido el cáncer. Cuando no comemos
con conciencia, no depuramos, ni dejamos atrás hábitos nocivos, solemos
estar en ese punto de toxicidad, en
el que el organismo no es capaz de gestionar la situación en que se encuentra. Los
órganos se saturan y el sistema inmune
pierde su eficiencia, trabaja con dificultad e incluso comienza a agredir su
propia estructura. Es la lucha por la supervivencia
a como dé lugar.
Cuando
se está ante problemas graves de salud,
es urgente encontrar un fármaco que
pueda ayudar, ya no sólo a curar,
sino a mejorar la calidad de vida de
un organismo debilitado. Pero ¿cómo
podemos conseguir eso, si los medicamentos contribuyen a una manifiesta
situación de toxicidad y órganos sobrecargados? Además, en pocos casos, la
medicina se ocupa de buscar la forma de promover
la limpieza interna de nuestro organismo o de equilibrar la dieta, los hábitos, o la mala gestión de emociones
que nos han llevado a enfermar. No se repara en eso.
Hoy
en día, la acumulación de toxinas es
algo muy normal. Nuestro cuerpo es un reflejo del mundo que hemos contribuido a
crear y hasta los niños vienen a la vida con una carga tóxica enorme en sus cuerpos. Sí, nuestro sistema inmune ya está saturado desde la
infancia. De hecho, lo seguimos contaminando desde el primer día de vida, porque
las madres han acumulado toxinas y
la leche materna aporta al bebé la
misma dosis de toxicidad, que ellas
acumulan.
La
nutricionista, Rocío Zamanillo,
explica en su tesis doctoral cómo el aporte de nutrientes y otras moléculas
bioactivas, que se establece a través de la lactancia materna, constituye un sistema de transmisión de información, de madre a hijo, que
contribuye a un crecimiento adaptado al
entorno. De la misma forma, los análisis del cordón umbilical, realizados por el Dr. Nicolás Olea en la Universidad
de Granada, muestran una gran presencia de toxinas en los mismos y por tanto en los cuerpos de madre e hijo.

Si las cosas están así y continuamos haciendo lo mismo, seguimos creando una situación que en algún
momento se hará irreversible, porque
saturado, nuestro sistema inmunológico
comete errores. Las alergias, las
afecciones virales crónicas, las bronquitis, las enfermedades autoinmunes
son un reflejo de esta situación que afecta a todos los ámbitos de nuestra vida, desde muy pronto. Según estudios, hasta la depresión
está considerada una enfermedad de tipo casi autoinmune y es más común cuando estamos sucios por dentro.
Ya
hemos comentado en otros artículos que el
terreno lo es todo. Cuando estamos en un punto alto de toxemia corporal, las células
viven en fluidos muy contaminados. En este punto, el trabajo celular se hace muy difícil, los
tejidos se desorganizan y la destrucción de los mismos es inminente. La
aparición de un cáncer, una
esclerosis u otros problemas graves muestran
el deseo del cuerpo por sobrevivir
en un medio hostil. El caos es tan grande que hemos de empezar por reorganizarnos desde cero y dar la vuelta a la vida como si se tratara
de un calcetín.
La
forma de alimentarse ejerce una
influencia directa en el desarrollo de ciertos tipos de cáncer. Algunos estudios atribuyen a factores alimentarios un 60% de los casos en los países
industrializados. Es aquí, donde las tasas de incidencia son más elevadas y
aproximadamente una cuarta parte de las defunciones
son imputables al cáncer. El exceso de peso, las dietas muy altas en
calorías, el alto consumo de grasas, en particular las trans-saturadas, y de proteínas
de origen animal, el excesivo consumo de procesados, de azúcar y alimentos
procedentes de una cría de animales desnaturalizada contribuyen a este dato. Un
ejemplo interesante es el del cáncer de
mama. Este tipo de cáncer está
muy relacionado con el modo de vida, una
dieta rica en grasas nocivas, la ingesta elevada de calorías y la obesidad.

En
julio de 1976, el Dr. Gio B. Gori,
investigador del National Cancer
Institute (Instituto Nacional del Cáncer de los EE.UU.), dijo en el Senado
norteamericano: “Los factores dietéticos
responsables del cáncer son las grasas y carnes, la ingestión excesiva de
calorías y los factores hormonales y metabólicos dependientes de la
alimentación.”
Otro
factor a tener en cuenta es la enorme ingestión de carbohidratos sin fibra. Hay que tener en cuenta que la glucosa es un combustible
inherentemente "sucio", ya
que genera muchas especies reactivas al oxígeno.
En últimas investigaciones se ha descubierto que las células cancerosas carecen de flexibilidad
metabólica para quemar grasa, pero tienen receptores de glucosa. A las células
cancerosas les gusta más la glucosa
que las grasas.
Cuando
en lugar de glucosa, se quema grasa, estas células tienen que luchar para mantenerse vivas, ya que la mayor
parte de sus mitocondrias son
disfuncionales y no pueden utilizar oxígeno
para quemar combustible. Al mismo tiempo, a las células sanas se les da un combustible ideal, que reduce el daño oxidativo y optimiza la función mitocondrial. El efecto total
es que las células sanas comienzan a
prosperar, mientras que las células de
cáncer se "mueren de
hambre".

Se
nos ha dicho en repetidas ocasiones que el
cuidado de la dieta está en relación directa con el desarrollo y
tratamiento de enfermedades como el cáncer.
A la industria alimentaria sólo le
preocupa vender, de ahí que los supermercados estén llenos de productos sintéticos que no nos nutren
bien, de comida antinatural envasada, de alimentos procesados en exceso, que se
abuse del azúcar, e ingiramos montones de tóxicos a través de lo que comemos.
Si a esto añadimos los que se dan en nuestro entorno nos exponemos muchísimo al
deterioro corporal. Claro está, que hay
cosas difíciles de eludir, pero podemos elegir
lo que compramos y comemos. Podemos encontrar en el mercado productos más
limpios, que quizás por desconocimiento, no demandamos, ni compramos.
Tan
importante como el alimento, lo es
la depuración para nuestro cuerpo. Todos
los que hemos hecho alguna cura
depurativa, hemos constatado la cantidad de toxinas que podemos acumular. Estas toxinas son veneno sobre los
tejidos y los órganos, hasta tal punto, que cuando su presencia es
excesiva, entorpecen el funcionamiento normal del organismo. Al ser los alimentos la principal fuente de las toxinas, se entiende la importancia que
tiene, no sólo la calidad, sino la cantidad de comida que ingerimos. Algunos vegetarianos creen que como comen más
sano, pueden comer todo lo que quieran, sin perjuicio. No obstante, se sabe que
incluso los alimentos naturales y sanos,
consumidos en exceso, pueden ser una fuente
de intoxicación. El exceso de
alimentos entorpece los nervios
cerebrales y debilita su vitalidad, además de agotar el hígado y enfermar el
sistema.
Otra
fuente de intoxicación es la
desproporción, entre la cantidad de alimentos
consumidos y la cantidad que nuestro tubo
digestivo es capaz de transformar. En efecto, los alimentos mal transformados tienen tendencia a fermentar y pudrirse. Las sustancias
que nacen de estas fermentaciones y
putrefacciones, como el ácido
pirúvico, el escatol, el indol, el fenol, las tomaínas, etc., son poderosos
venenos. El consumo excesivo de
alimentos ricos en proteínas (especialmente
carnes y pescados) da lugar a la formación de grandes cantidades de estas sustancias tóxicas y su exceso
sobrepasa la capacidad de neutralización
y eliminación del organismo, en especial la del hígado y los riñones.
El
hecho de que hoy se consuman cantidades
excesivas de alimentos, tiene su razón en que estos han sido despojados de sus elementos vitales, por los múltiples procesos
de refinación a los que se les
somete. Es decir, como la gran mayoría de lo que comemos son alimentos vacíos o han perdido gran
parte de su capacidad nutricional,
hay que consumir más comida que en el pasado, para cubrir las necesidades
diarias de vitaminas, minerales y
oligoelementos. Esto, a su vez, es una nueva fuente de intoxicación, porque al comer más, introducimos en
nuestra dieta toda clase de productos elaborados que, en muchas
ocasiones, nuestro cuerpo no es capaz de reconocer y, por tanto, de metabolizar adecuadamente, lo que da
como resultado una mayor producción de desechos.

Un
organismo sano necesita cantidades
suficientes de carbohidratos, grasas y
proteínas para mantenerse saludable,
pero en este mundo de procesados y
tóxicos es muy difícil encontrar grasas
o carbohidratos de buena calidad en los supermercados. Hay que buscar, o
decantarnos por tiendas pequeñas que ofrecen alimentos limpios y de calidad. Por otro lado, el consumo excesivo
de proteínas es muy nocivo. Los alimentos que ofrece la naturaleza, ecológicos y de nuestra zona
constituyen una alternativa saludable,
pero falta conciencia por parte de las corporaciones, los gobiernos y los
propios individuos que prefieren la comodidad,
lo barato y los sabores a las elecciones más sanas.
Por
otro lado, cuando las células viven
en un medio degradado por sobrecargas y
carencias, se deterioran. Suele aludirse mucho a la exposición a sustancias cancerígenas como factor desencadenante
de tumores, pero no todo es eso. Los
seres vivos, desde un microbio a una
célula, sólo pueden sobrevivir en un
organismo que los acepta y les ofrece condiciones para su desarrollo. En
condiciones óptimas, los virus se
multiplican y las células cancerosas
también.
Se
sabe que una célula cancerosa se
divide cada vez en dos células fértiles, mientras que la célula sana se divide en una fértil y en una estéril. Por eso,
las células cancerosas crecen
deprisa y las células normales son estables
en su crecimiento. Por otro lado el crecimiento excesivo de las células cancerosas requiere que el sistema inmunológico no cumpla su
función. Una célula cancerosa se
divide cuatro veces al año, aproximadamente, por lo que entonces se habrá
convertido en 16 células, a los tres
años el tumor habrá alcanzado unas 1000 células. En este punto si no se
encuentra en condiciones favorables, puede desaparecer espontáneamente, esto
ocurre muchas veces en el cuerpo.
Pero
si el crecimiento sigue hasta el quinto año, el número de células será de un millón y el tumor
medirá un milímetro y pesará un miligramo y si sigue creciendo, al octavo año
medirá un centímetro y pesará un gramo. Estará sólidamente instalado en los
tejidos y se convertirá en un peligro para el organismo, pues se comenzará a
propagar. Por supuesto, esto es teoría, porque no ocurre lo mismo en todos los
casos, ni la velocidad de crecimiento es la misma, pero hay una aproximación.

A
partir de aquí, cualquier mejora que introduzcamos en la calidad de nuestros fluidos
orgánicos, se abre como una posibilidad para controlar el crecimiento del tumor. Cuantas más toxinas expulsemos y más satisfagamos nuestras carencias nutricionales, mayor vitalidad
tendrán nuestras células sanas en
detrimento de las células cancerosas.
Todo esto indica que la mejoría depende en gran medida del compromiso del individuo con la salud de su propio cuerpo y lo que esté dispuesto a hacer para
mejorar su propia limpieza interna y
adoptar hábitos saludables.
Por
otro lado, aunque se suele aludir a factores
emocionales en muchos casos, una persona depurada y nutrida, puede afrontar con más garantías situaciones de
estrés, por lo que la depuración y una alimentación adecuada
son factores decisivos a la hora de afrontar con garantías la recuperación de
una enfermedad grave, como el cáncer, o tener una calidad de vida
mejor.
Muchos
pacientes que han sufrido extirpación
quirúrgica y/o destrucción de células
cancerosas mediante radioterapia o
quimioterapia, piensan que ya está todo resuelto, pero su cuerpo sigue sucio y ese, que es el problema de
fondo, no se habrá resuelto. Es más, los tratamientos habrán contaminado aún
más el terreno y por lo tanto habrán empeorado las condiciones generales del organismo. El riesgo de recidivas sigue
ahí.

Para
resumir, podríamos decir que la estrategia está basada en tres aspectos, la evacuación de desechos acumulados, el consumo
de cantidades adecuadas de comida y la elección de alimentos de calidad
para, de esta forma, evitar el
ensuciamiento excesivo y promover la satisfacción de carencias nutricionales.
El Dr. Gerson utilizó estas
estrategias hasta su muerte en 1959.
Él usaba las lavativas de café para
la depuración, zumos de hortalizas
para potenciar la acción de los enemas y suplementos nutricionales. Muchos
pacientes con cáncer sanaron a su
lado.
Limpiar, nutrir sin ensuciar y suplir
las carencias nutricionales son tres
factores a tener en cuenta, cuando de nuestra salud se trata. Los alimentos
que nos ofrece la naturaleza están repletos de las vitaminas, los minerales y los oligoelementos necesarios para
cubrir nuestras necesidades, además son limpios
y depurativos. Por otro lado, generan menos residuos que los industriales,
pero la venta y el consumo excesivo de alimentos
refinados es algo habitual. Esto nos perjudica mucho; no obstante, el problema real
es que nos hemos adormecido en una sociedad que nos ofrece un falso bienestar, basado en la comodidad y en el consumo de productos baratos y de mala calidad.
Todos
tenemos responsabilidad sobre nuestra existencia. Llevar una vida sana es
difícil en un mundo tan contaminado, pero podemos adoptar hábitos saludables, depurar, alimentarnos con conciencia y cuidarnos.
Cuando el cuerpo es amado, colabora y
todo se puede curar.

FUENTES:
Comprender las enfermedades.
Christopher Vasey. Editorial Sirio, 2009.
La terapia Gerson. Charlotte Gerson y
Morton Walker. Ediciones Obelisco, 2011.
Cuerpo saludable. Néstor Palmetti.
Edición propia 2010.

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