Extracto del libro
"Your life in your hands" de la Prof. Jane Plant. Editado por
Virgin (UK).
La
Profesora Jane Plant es
una reconocida y respetada científica geoquímica. Cuando en 1987, a la edad de 42 años, descubrió que tenía cáncer,
su mundo se vino abajo. Pero, a pesar de haber desarrollado cuatro tumores diferentes, Jane se negó a rendirse. Escribió un
libro sobre la experimentación que hizo sobre su dieta y su enfermedad: "Your Life in your Hands" (Tu
vida en tus manos). Ideó una dieta revolucionaria y un estilo de vida, que
ella cree le ha salvado la vida, y que puede ayudar a otras mujeres a no
caer presas de la enfermedad.
Su teoría sigue siendo polémica - pero cada mujer debería
leerla y decidir por sí misma. He aquí
su experiencia:
"Sufrí la
amputación de una mama y me sometieron a radioterapia. Y ahora estaba
recibiendo una quimioterapia dolorosa. Me vieron las especialistas más
eminentes del país. Pero en mi fuero interno, estaba segura que me estaba
enfrentando a la muerte. Tenía un marido maravilloso, una casa preciosa, y dos
hijos jovencitos para cuidar. Afortunadamente esto me llevó a descubrir hechos,
algunos que sólo unos cuantos científicos conocían en aquella época".
"Cualquiera que
haya estado en contacto con el cáncer de mama, sabrá que hay ciertos factores de
riesgo, como el aumento de la edad,
una temprana menarquía (primera menstruación, antes de la edad
habitual), una menopausia tardía, un historial familiar de cáncer de
mama. Todos estos factores están fuera de nuestro control. Pero hay muchos
factores de riesgo que podemos controlar fácilmente. Estos riesgos controlables
se traducen en simples cambios que todos podemos hacer en el día a día de
nuestras vidas, para ayudar a prevenir o a tratar el cáncer de mama.
La primera pista para comprender lo que estaba causando mi cáncer de mama, vino de mi marido Peter, que también era un científico,
cuando volvió de China y me
empezaron a dar quimioterapia. Me trajo postales y cartas, como también
unos asombrosos supositorios herbales, que mis amigos y colegas chinos me
enviaban como tratamiento para el cáncer.
A pesar de la terrible situación, los dos nos echamos a reír mucho, y recuerdo
haber dicho que si esto era el tratamiento del cáncer de mama en China,
entonces no había que extrañarse que las mujeres chinas evitaran contraer la
enfermedad.
Esas palabras hicieron eco en mi mente: ¿Por qué las mujeres de China casi no contraen cáncer de mama? La
enfermedad era virtualmente inexistente en toda China. Sólo una de 10.000
mujeres moría de cáncer de mama,
comparado con esa terrible cifra de 1
de 12 en el Reino Unido y aún peor, 1
de cada 10 mujeres en la mayoría de
los países occidentales.
La cuestión no es que China
sea un país más rural y con menor polución urbana. En Hong-Kong, que es altamente urbano, la tasa sube a 34 mujeres de 10.000, pero sigue siendo mucho menor que en Occidente. Las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki,
tienen tasas similares a las de la de China,
y hay que recordar que estas dos ciudades fueron atacadas en 1945 con armas nucleares, así que
además de los cánceres relacionados con la polución, uno se esperaba encontrar
casos relacionados con la radiación. Pues no, la conclusión que se puede sacar
de estas estadísticas impacta. Si una mujer occidental tuviera que ir a vivir a
la industrializada e irradiada Hiroshima,
reduciría a la mitad su riesgo de contraer cáncer
de mama.
Obviamente esto es absurdo: Me parecía obvio que algún factor
del estilo de vida no relacionado ni con la polución, ni con la
industrialización o medio ambiente, estaba incrementando seriamente las
probabilidades de contraer cáncer de
mama.
Entonces descubrí lo que causaba la gran diferencia de las
distintas tasas del cáncer de mama
entre países orientales y occidentales. No es una causa genética. La
investigación científica mostró que cuando chinas o japonesas se trasladan a Occidente, en una o dos generaciones,
su tasa de contraer cáncer de mama,
se acerca a las tasas de la comunidad que les acoge. Lo mismo ocurre cuando orientales
adoptan un estilo de vida completamente occidental en Hong-Kong. Para los chinos toda la comida occidental, incluyendo
todo desde el helado, el chocolate hasta los espaguetis y queso, es "Comida de Hong-Kong" porque
allí en la antigua colonia británica se podían encontrar todos esos alimentos,
que escaseaban en la antigua China
continental.
Por lo tanto me parecía lógico que lo que fuera que estaba
causando mi cáncer de mama, y su
gran incidencia en este país (Gran
Bretaña) en general, tenía que ver con seguridad con el estilo de vida
occidental. Aquí hay un punto importante para los hombres también. He observado
en mi investigación que mucho de los datos relacionados con el cáncer de próstata conducen a similares
conclusiones.
Según los datos de la OMS
(Organización Mundial de la Salud)
el número de hombres contrayente de cáncer
de próstata en la China rural es
insignificante, pues el 0.5 de
hombres de 10.000. Cuando en Inglaterra, Escocia y Gales, sin
embargo, esta cifra es 70 veces más
elevada.
Como el cáncer de
mama, es una enfermedad de la clase media, que ataca a los más ricos y a
las clases socio-económicas más altas, aquellos que se pueden permitir comer
alimentos ricos en calorías y en diversas sustancias.
Recuerdo haber dicho a mi marido: "Venga, Peter, acabas de volver de China ¿en qué diferencia el estilo de vida
de China con relación al nuestro? ¿Por qué no contraen cáncer de mama? Decidimos
utilizar nuestro saber científico y utilizarlo con lógica. Estudiamos los datos
científicos con relación a las grasas de la dieta. Investigadores descubrieron,
en los años 1980, que sólo un
promedio del 14% de las calorías de
la dieta de los chinos era de grasa, comparado al 36% en la dieta occidental. Pero la dieta que yo había seguido
durante años antes de tener el cáncer de
mama era baja en grasa y alta en fibra. Además, como científica, sabía
que una dieta alta en grasa consumida por adultos no ha sido probado
que aumente el riesgo de tener cáncer de
mama. Entonces un día ocurrió algo especial. Peter y yo hemos trabajado tanto tiempo juntos a lo largo de los
años que no estoy segura quién de los dos dijo primero: "¡Los chinos no consumen productos lácteos!".
De repente recordé cuantos chinos eran físicamente incapaces
de tolerar la leche. Como los chinos
con quién había trabajado decían siempre que la leche era sólo para bebés, y como uno de mis buenos amigos
siempre, con mucha educación, se negaba a comer queso en las cenas a las cuales
estaba invitado. No conocía ningún chino que llevando una vida tradicional
china utilizara vaca ni productos lácteos para alimentar a sus bebés. La
tradición era la de utilizar una ama nodriza, pero jamás productos lácteos.
Culturalmente, los chinos encuentran muy extraña nuestra
preocupación occidental por la leche.
Recuerdo haberme ocupado de una gran delegación china de científicos poco
después del final de la Revolución
Cultural en los años 1980. El Foreign Office (Ministerio de Asuntos
Exteriores del Reino Unido) nos aconsejó encargar un pudding que tuviera
mucho helado. Después de haberse informado en qué consistía, todos los chinos, incluido
el intérprete, con muy buenos modales, pero muy firmemente, rehusaron tomarlo,
y no hubo manera de convencerlos de lo contrario. En aquel entonces nos
alegramos todos pues pudimos tomar doble ración.
Descubrí que la leche
es una de las causas de las alergias alimenticias. Más de 70% de la población mundial es incapaz de digerir el azúcar de la leche: la lactosa lo cual ha llevado a los
nutricionistas a pensar que esto es la condición normal de los adultos, y no
una deficiencia. Quizás la naturaleza está intentando decirnos que estamos
comiendo un alimento equivocado.
Antes de tener cáncer
de mama la primera vez, había comido muchos productos lácteos, como leche
desnatada, queso y yogur bajos en
grasa. Los había utilizado como mi principal fuente de proteínas. Para soportar la quimioterapia que recibí por mi quinto
cáncer, había estado comiendo yogur orgánico para ayudar a mi sistema digestivo a recuperarse y
repoblar mi tubo digestivo con "buenas"
bacterias. Recientemente descubrí que allá por los años 1989 el yogur fue implicado en el cáncer
de ovario. El Dr. Daniel Cramer de
la Universidad de Harvard (USA) estudió a centenares de mujeres con cáncer de ovarios y les hizo detallar
lo que comían. ¡Ojalá hubiese sabido de sus descubrimientos antes!
Siguiendo lo que yo y Peter
habíamos descubierto con relación a la dieta china, yo decidí suprimir no sólo
el yogur sino todos los productos lácteos inmediatamente. El queso, la mantequilla, la leche y todo aquello que llevaba productos lácteos los tire a la basura.
Es increíble cuántos productos, incluyendo sopas,
galletas, pasteles comerciales contienen productos lácteos. Incluso algunas margarinas supuestamente de
soja, girasol, o de aceite de oliva,
para untar, llevan productos lácteos.
Entonces empecé a leer con atención todas las etiquetas y la letra pequeña.
Llegados a este punto, estaba observando el progreso de mi quinto tumor canceroso con un compás,
anotando los resultados. A pesar del aliento y ánimo que me daban mis médicos y
enfermeras, mis propias observaciones me decían la amarga verdad.
Mis primeras sesiones de quimioterapia no tuvieron ningún
efecto. El tumor seguía del mismo tamaño. Entonces suprimí los productos lácteos. En sólo días el tumor empezó a encogerse. Dos semanas
después de mi segunda sesión de quimioterapia y una semana después de haber
suprimido los productos lácteos, el tumor de mi cuello empezó a picarme.
Luego empezó a ablandarse y a reducirse de tamaño. El tumor se hacía cada vez más pequeño.
Un sábado por la tarde, unas 6 semanas después de haber suprimido los productos lácteos de mi dieta, palpé lo que quedaba del tumor. Ya no quedaba nada. Sí, estaba
muy acostumbrada a detectar los tumores
cancerosos. Había descubierto mis 5
tumores yo misma. Le pedí a mi marido que palpara mi cuello. El tampoco
encontró ningún tumor.
El jueves siguiente tenía hora con mi oncólogo en Charing Cross Hospital de Londres. Me
examinó a fondo, sobre todo mi cuello donde estaba el bulto. Se maravilló:"¡No lo encuentro!", dijo.
Ningún médico, por lo visto, se esperaba que nadie con mi tipo de cáncer al nivel que estaba (ya había invadido el sistema linfático)
que sobreviviera.
Mi especialista estaba tan feliz como yo. Cuando al principio
discutí mis ideas con él, estaba comprensiblemente escéptico. Pero ahora
utiliza mapas de China mostrando la mortandad por cáncer en China en sus
conferencias y recomienda una dieta sin productos
lácteos a sus pacientes.
Ahora pienso que la relación entre los productos lácteos y el cáncer
de mama, es similar a la relación entre el fumar y el cáncer de pulmón. Creo que identificando la relación
entre el cáncer de mama y los productos lácteos y siguiendo una dieta
específica para mantener la salud de
mi mama y de mi sistema hormonal, me curó.
Fue difícil para mí, como lo podría ser para
vosotras, el aceptar que una sustancia tan "natural"
como la leche, pueda tener
implicaciones tan tremendas para la salud.
“Revelaré los secretos de mi plan de
acción revolucionario".
La convicción de Jane
Plant de que los productos lácteos
pueden causar cáncer viene del
complejo químico de la leche. Toda
la leche de mama humana o de
mamíferos, es un medio de transporte de cientos de componentes químicos. Es una
poderosa solución bioquímica, especialmente para proveer las necesidades
individuales del joven mamífero de la misma especie. Jane dice: "No es que
la leche de vaca sea un alimento malo. Es un gran alimento, pero para terneros.
No está destinado por la naturaleza para ser consumido por ninguna otra especie
que no sea un ternero. Nutricionalmente es distinto de la leche materna humana
y contiene tres veces más de proteína y mucho más calcio".
La leche materna
como la leche de vaca, contiene
productos químicos destinados a jugar un papel importante en el desarrollo del
bebé. Uno de estos productos -insulina
factor de crecimiento: IGF-1- hace
que las células se dividan y se reproduzcan. IGF-1 es biológicamente activo en humanos, sobre todo en la
pubertad, cuando el crecimiento es rápido. En chicas jóvenes, estimula el
tejido de la mama para que crezca y mientras sus niveles son altos durante el
embarazo, las hormonas prolactinas y estrógenos son también activas,
ensanchando los tejidos de la mama y aumentando los conductos de la leche
preparándola para amamantar.
Aunque la concentración y secreción de estas hormonas en la
sangre son bajas, ejercen un efecto poderoso sobre el cuerpo. Todas estas
hormonas están presentes en la leche de
vaca. La composición del IGF-1
es idéntica ya sea en la leche humana
o en la leche de vaca, pero sus
niveles son naturalmente más altos en la leche
de vaca. También se encuentran en la carne
de vaca. Altos niveles de IGF-1
en humanos son considerados un factor de riesgo para el cáncer de mama y la próstata. Un
estudio de 1998 de mujeres
pre-menopáusicas, revela que aquellas que tienen los niveles más altos de IGF-1 en sangre, corrían casi tres
veces más riesgo para desarrollar un cáncer
de mama, comparadas con las mujeres con niveles bajos. Entre mujeres por
debajo de los 50, el riesgo se
multiplica por dos.
Otros estudios demuestran que altos niveles de IGF-1 en sangre en los hombres son un
indicador importante de cáncer de
próstata. Es interesante saber que, recientes medidas para mejorar la
producción de leche ha aumentado los
niveles del IGF-1 en las vacas. El IGF-1 en la leche y en la carne ¿podría causar su reforzamiento en humanos, sobre todo a lo largo de
una vida, llevando a una división celular inapropiada?... Aunque producimos
nuestro IGF-1, ¿podría ser que las cantidades en demasía que ingerimos de los
productos lácteos producirían cáncer?
Jane Plant ya sabía que el medicamento tamoxifeno, de alto perfil, utilizado
en el tratamiento del cáncer de mama,
está pensado para reducir los niveles de IGF-1
que circulan en sangre.
El IGF-1 no es destruido por la pasteurización, pero críticos
argumentan que es destruido por la digestión, volviéndolo inofensivo. Jane piensa que la proteína principal de la leche,
la caseína, evita que esto ocurra y
que la homogenización, que evita que
la leche se separe en leche y crema, podría aumentar aún más el riesgo de hormonas que provocan el cáncer
así como otros productos químicos que alcanzarían la circulación sanguínea. Ella también piensa que otros productos
químicos de la leche de vaca pueden
ser responsables de enviar señales equivocadas a los tejidos adultos.
¿Podría la prolactina
liberada estimular la producción de leche en vacas, tener un efecto similar en
tejidos de mama humana, provocando la misma respuesta y causando que las
células se volvieran confusas, estresadas y empezar cometiendo errores,
replicando su propio DNA? Estudios han confirmado que la prolactina
favorece el crecimiento de las células
de cáncer de próstata en cultivo.
Otra hormona, el
estrógeno, considerada uno de los principales factores de riesgo para el cáncer de mama, está presente en la leche en pequeñas cantidades. Pero aún
niveles bajos de hormonas son
conocidos por causar serios daños
biológicos. Cantidades microscópicas de
estrógenos en nuestros ríos, son suficientemente poderosas como para causar
la feminización de muchos machos de diferentes especies de peces. Mientras los estrógenos en la leche no plantean un problema directo en los tejidos, pueden
estimular la expresión del IGF-1 de
donde resulta el crecimiento de un tumor
a largo plazo.
Jane que ha encontrado cada vez más apoyo
a sus teorías de parte de los especialistas, dice que ella no ataca a las
teorías más ortodoxas. Ella intenta que su dieta sea un complemento de las
mejores terapias que se puedan encontrar en la medicina convencional, y no una
sustitución.
DIETA
Ahora que estamos convencidos ¿qué debemos de comer en lugar de los productos lácteos? Plant
recomienda:
- Leche de soja (Todos no están de acuerdo. Ver más adelante).
- Té de hierbas, semilla de sésamo, tofu, nueces, pescado, huevos orgánicos.
- Mucha fruta y verduras frescas, orgánicas (ensaladas, zumos o ligeramente al vapor).
- Aconseja además un auto-examen de la mama, a fondo y con frecuencia.
Algunos datos de
interés sobre el cáncer y la dieta vegetariana:
La célula cancerosa es
anaeróbica, es
decir, que no puede sobrevivir en presencia de altos niveles de oxígeno. Existe un tratamiento con oxígeno, pero particularmente, en casa,
es importante respirar a fondo y bien en un ambiente exterior sin polución. También
hacer ejercicio si se puede.
Los tejidos cancerosos
son ácidos. Los tejidos sanos son alcalinos. Esta
es una ventaja de la dieta vegetariana.
Es importante tomar
antioxidantes: MAK, Vitamina C y E, coenzima Q10, selenium, germinación
orgánica.
Purificación de toxinas
por hipertermia (sauna, elevación de la fiebre etc.). La célula cancerosa muere a
temperaturas alrededor de los 40º y 41º.
Las enzimas disuelven
la capa de proteína de la célula cancerosa haciéndola vulnerable al ataque de
los glóbulos blancos.
Las enzimas más importantes son la tripsina y la quimotripsina. Comer demasiadas proteínas y alimentos refinados como azúcar blanca, harina blanca, arroz blanco, etc. vacía el
organismo de las enzimas pancreáticas,
abriendo camino al cáncer. De donde
el interés de los alimentos integrales.
Vitaminas anti-cáncer:
La vitamina B17 mata las células cancerosas sin dañar las células sanas. Se encuentra en: la semillas de albaricoque, manzana, cereza, nectarina, ciruela, melocotón,
endrina; almendras amargas, grano de lino, cebada, garbanzo, lentejas, maíz.
Sin embargo, sin el suficiente zinc
en el organismo, la vitamina B17 no
funciona. Los resultados son también mejores si se toma con nutrientes como la vitamina C, las otras vitaminas B, vitamina A, manganeso,
magnesio y selenio.
Los médicos que recetan la vitamina B17 en general, lo utilizan como parte de un programa
total consistiendo en una dieta, vitaminas, minerales, enzimas y ácidos
grasos esenciales. Los nombres alternativos de la vitamina B17 son amygdalin y
laetril.
La vitamina F es la omega-3 ácido graso. Se encuentra en: granos de lino, semillas de sésamo, semillas de girasol, semillas de
calabaza, germen de trigo, germen de maíz, nueces.
La vitamina C estimula
la formación de los linfocitos (hasta 10 g diarios, pueden triplicarlos).
La vitaminas E
(antioxidante), A + D (para el metabolismo del calcio).
Minerales
Los minerales que ayudan incluyen el yodo para la función
tiroidea, selenium (antioxidante)
12- coenzima Q10 (antioxidante,
estimula el sistema inmunológico, fortalece el corazón, lo protege de los
efectos tóxicos de la quimio, equilibra la tensión arterial, ayuda a prevenir
los efectos secundarios de la quimioterapia. Una buena fuente de CoQ10 es el
aceite de sésamo, de germen de trigo, de maíz; cereales integrales, semilla de
soja, tofu, cacahuetes, semillas de sésamo...).
Extraído del blog:
Hazte vegetariano
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