Diario “La Gaceta”
Durante cinco millones
de años de evolución, debimos adaptarnos a cambios ambientales y sobrevivimos “gracias” a la proteína animal, la
cocción y los cereales. Pero en lugar de volver a las fuentes, culturizamos
estos hábitos “no fisiológicos” (por razones adictivas) y ahora le
sumamos la industrialización alimentaria. Es como si usted tuviera un coche
diseñado para nafta “súper”, un día no encuentra esa nafta y usa la “común”. Claro, anda, pero con el tiempo, si usted sigue usando la “común”, comenzará a notar “fallas” y “tironeos”. A largo plazo se carbonizará el motor y un día el auto
dejará de funcionar. Exactamente eso es lo que sucede al nutrirnos con
alimentos no fisiológicos. Por eso vivimos menos y peor. Nuestro diseño
biológico es para 140/150 años (todo animal vive entre seis y ocho veces
su período de desarrollo). Esa longevidad humana existe y funciona en
distintas latitudes y etnias (hunzas,
caucásicos, vilcabambianos). Pero se manipulan las estadísticas y por
reducción de mortalidad infantil, parece que aumentara la expectativa de vida.
Por ejemplo, los españoles están previendo una expectativa de vida de 55 años para los niños que nacen
actualmente. En EE.UU. tienen 72% de la población con sobrepeso y un
autista cada 60/70 nacimientos (antes era uno cada 20.000). Es obvio
que algo estamos haciendo mal.
¿Cómo recuperamos, entonces, aquella condición primigenia?
Debemos ser creativos
en el abordaje, pues somos la primera generación expuesta a un problema antes
inexistente: el ensuciamiento corporal.
Se trata de un fenómeno de las últimas décadas, generado por nuestra
antinatural forma de alimentarnos y nuestro total olvido del mantenimiento depurativo. El problema
comienza cuando los alimentos que ingerimos no están adaptados a nuestra
fisiología. Entonces, la digestión de la comida es insuficiente, la flora se
desequilibra, se genera putrefacción, inflamación y enlentecimiento del bolo
alimenticio. Esta combinación de factores genera un peligroso incremento de la
permeabilidad intestinal, lo cual permite que gran cantidad de macromoléculas
alimentarias y bacterianas atraviesen fácilmente la delgada mucosa intestinal.
De ese modo, gran cantidad de sustancias inconvenientes (incluidos huevos de parásitos) se vuelcan rápidamente al flujo
sanguíneo, generándose graves problemas ulteriores, como el colapso hepático,
las nuevas parasitosis y el “tilde”
del sistema inmune. Es importante lo que concluyó el médico francés Jean Seignalet, luego de 30 años de tratar y remitir casos
incurables: cuando los aportes superan
las salidas, más o menos tarde podemos esperar una enfermedad.
Entonces, la clave está en depurar y nutrir…
Exacto. Depuración y nutrición son la base de
nuestro abordaje para recuperar una calidad de vida plena. Consideramos que el
ensuciamiento corporal crónico es la causa profunda de las mal llamadas
enfermedades. Cuando hay orden, ni nos acordamos del cuerpo y todo fluye
maravillosamente: hay energía, ganas de hacer cosas, creatividad, alegría…
Cuando perdemos ese orden y dependiendo de la gravedad del desorden, hablamos
de síntomas agudos (gripe),
enfermedades crónicas (diabetes),
enfermedades degenerativas (cáncer)
y envejecimiento prematuro. Más allá de los rótulos, son simples estadios del
desorden biológico. Y si profundizamos, comprendemos que son mecanismos de
supervivencia corporal (homeostasis
orgánica). La hipertensión es un buen ejemplo. El corazón se ve obligado a
bombear con más fuerza, no por capricho o error genético, sino para compensar
el espesamiento sanguíneo (ensuciamiento)
y poder garantizar la adecuada irrigación. Sin embargo se la considera una
enfermedad y se la medica, en lugar de “limpiar”
la sangre.
¿Cómo se hace esa limpieza?
Volviendo a las
fuentes. Nuestra incuestionable naturaleza frugívora satisface absolutamente
todas sus necesidades con el aporte de frutas, hortalizas y semillas. No hay
macro o micronutriente que no esté adecuadamente presente en estos grupos
alimentarios. O sea que no hay excusas científicas ni prácticas, para no llevar
adelante la experiencia en nuestros hogares. No hay nada que perder, ni riesgo
que correr.
¿Cuáles son los enemigos de nuestro cuerpo?
Los alimentos no fisiológicos. Si bien cada elemento tiene su
fundamentación y particular nocividad, la característica común es su moderna
preeminencia dietaria (cantidad) y
su baja calidad. Si estos elementos se usaran en baja dosis y esporádicamente,
en un contexto de orden fisiológico (algo
que ha venido ocurriendo naturalmente por miles de años en culturas longevas), no
habría gran problema. En los azúcares (sacarosa,
jarabe de maíz de alta fructosa, almidones) tenemos el problema de su
preponderancia (los cereales son la base
de la “saludable” pirámide alimentaria que estimulan gobiernos y
nutricionistas), su refinación industrial (el organismo los identifica como reactivos a neutralizar) y
nuestra incapacidad fisiológica para metabolizar tanto azúcar (resistencia celular a la insulina). En
las grasas se da algo parecido, agravado por la cocción y la prepotente
irrupción de grasas sintéticas (aceites
transaturados o margarinas). Las proteínas animales (natural alimento de animales carnívoros, pero no de frugívoros como
nosotros los humanos) no escapan a estos conceptos, a partir de su
abundante disponibilidad (bajo precio
relativo) y deficiente calidad (cría
industrial intensiva, feed lot). A esto se agregan los profusos derivados
lácteos (el humano es el único animal
que consume secreción láctea de mamíferos, luego de su destete) y la
omnipresente soja (leguminosa inadecuada
para el consumo humano, producida transgénicamente y agresivamente procesada a
nivel industrial masivo). En el fondo, todos comparten características
adictivas, al aportar o estimular el circuito de los péptidos opiáceos.
¿Y lo que nos hace bien?
La respuesta es obvia
y reiterativa: los alimentos fisiológicos, que nunca debimos abandonar: frutas,
hortalizas y semillas. Y, sobre todo, son alimentos que pueden ingerirse sin
cocción, otro procedimiento que altera, desvitaliza y genera toxemia cotidiana.
El alimento crudo ha sido nuestra base fisiológica durante millones de años y
es el basamento de numerosas terapéuticas que resuelven problemas crónicos y
degenerativos, como diabetes o cáncer. En definitiva, cuanto más nos acerquemos
a la pureza fisiológica, más rápido saldremos del desorden y la enfermedad.
Contrariamente, cuanto más nos alejamos de esta tríada alimentaria, mayor desorden
y enfermedad cultivaremos. Es simple, contundente, sencillo de entender y
experimentar. Las leyes fisiológicas no son materia opinable o de disquisición
filosófica. Es lógica biológica. Y enseguida percibimos el benéfico efecto
desinflamante. Y no sólo desaparecen las variadas “itis” (sufijo inflamatorio)
de los diagnósticos ortodoxos, sino que remiten las más variadas patologías,
desde la obesidad, a las
cardiovasculares, pasando por la diabetes, el tiroidismo, el sida y los temidos
tumores.
LOS ALIMENTOS SALUDABLES
Verduras: consumirlas crudas, sin restricciones. Se excluyen la papa y la
batata.
Frutas: Sin restricciones.
Semillas: Ya sean enteras o trituradas, en ensaladas o en forma de leche.
Evitar los cereales que no se pueden consumir crudos.
Algas: Poderosos antioxidantes. Se las puede consumir en ensaladas en
forma de polvo o bien como hojas que se hidratan en agua.
DOS CONSEJOS
1. Recuperar los Hábitos de Nuestras Abuelas
Sobre todo la purga
mensual y la jornada de ayuno semanal. Para esto último, Palmetti propone un día a la semana en el que sólo se coma fruta.
Así el organismo descansará y depurará toxinas.
2. Oxigenación
Practicar
respiraciones profundas y conscientes, hacer más actividad física y usar un
recurso barato como el agua oxigenada apta para consumo humano.
LO QUE HAY QUE EVITAR
Leche y Derivados Lácteos
Partiendo de la base
que cualquier secreción láctea de mamíferos está específicamente adaptada al
neonato de la especie y para nutrirlo hasta el destete, es obvio que resultará
poco fisiológica su utilización en la adultez. Y más aún cuando estamos
cruzando barrera entre especies, sometiendo al calor y desnaturalizando por
medio de procesos industriales. Según Palmetti,
su ingesta regular genera: “tilde”
inmunológico, desorden intestinal, mineral y hormonal, reacciones alérgicas e
inflamatorias, permeabilidad intestinal, colapso hepático y renal, problemas
respiratorios y circulatorios, gran aporte de mucosidad congestiva, apatía y
adicción. Y recomienda que cada uno haga la prueba de dejarla por 15 días y luego retomar su consumo para
ver en directo su efecto en el organismo. Se la puede reemplazar por la leche
de alpiste, un poderoso antioxidante y generador de bienestar y vitalidad.
Carne
A estas alturas está claro que el hombre no necesita consumir músculos para
generar músculos. El cuerpo humano es un eficaz generador de estructuras
proteicas a partir de ingredientes simples (aminoácidos
libres), nutrientes de combustión limpia y estructura física ordenada y
funcional. Incluso hay muchos deportistas famosos que son vegetarianos y siguen
ganando medallas olímpicas.
Harinas y Féculas
Sobre todo las de
trigo, maíz y soja. Sí está permitido el consumo de la harina de trigo
sarraceno. Varios factores (sabor,
textura, practicidad, manipulación agrícola, bajo costo…) han globalizado
el rol del trigo como cereal básico. Pero tal vez el factor principal de su
consumo masificado y exuberante, sea su efecto adictivo, que incluso dificulta
su eliminación de la dieta. Su consumo es generador de mucosidad (congestión de vías respiratorias, moco
colónico, estreñimiento, hígado graso) y reacciones alérgicas (la más conocida es la celiaquía, que ahora
se muestra asociada a desordenes ginecológicos), pero también ciertas
proteínas del trigo moderno se asocian a inflamación intestinal, colon
irritable, migrañas, depresión, diabetes, malfunción tiroidea, dermatitis,
fatiga crónica y
esquizofrenia.
Alimentos Cocinados por Encima de 100°
Dada la generación de
compuestos artificiales (cancerígenos y
mutagénicos) y la reacción defensiva que realiza el cuerpo (leucocitosis post prandial). Palmetti recomienda
el uso del vapor como sistema de cocción, tal como lo hacen los orientales.
Refinados Industriales
Están advertidos la
azúcar blanca, el jarabe de maíz de alta fructosa, la harina blanca, el arroz
blanco, los aceites refinados y la sal refinada. También se deben desechar los
alimentos que los contienen: alimentos industrializados, gaseosas (que envenenan el cuerpo, sobre todo las
bebidas colas), panificados, copos de cereales, golosinas y productos
dietéticos tan de moda en nuestra sociedad.
Margarinas
Son aceites vegetales hidrogenados, nada saludables para el organismo. También
hay que evitar los numerosos productos masivos que los contienen (helados, lácteos, golosinas, papas fritas,
panificados…).
Almidones
Sobre todo los de alimentos no fisiológicos (cereales, tubérculos como papa o batata), por la estimulación
sobre hongos y parásitos, por su aporte al ensuciamiento corporal, por su
influencia en el desorden glucémico (resistencia
a la insulina), por su manipulación transgénica (trigo, maíz) y por su condición de fuertemente adictivos.
Soja
En forma de porotos, harinas, texturizados, aceites refinados, proteína aislada
o jugos (leche de soja); existe
profusa evidencia científica de los problemas que ocasiona su consumo regular.
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