
El Ayuno ha estado siempre integrado en la vida del ser
humano. Tanto en Oriente como en Occidente, ha sido algo
natural. Los periodos de ayuno
solían formar parte de la vida y los rituales religiosos. Además, los animales
y los niños, por su propio instinto, dejan de comer cuando están enfermos, es
decir, ayunan. Nosotros nos
preocupamos porque no comen, pero su organismo les está indicando que no es
momento de introducir comida sino de eliminar
las sustancias de desecho y los residuos
tóxicos acumulados en su interior.
Es un tiempo de eliminación, de
“limpieza” interna y depuración. Es tiempo de ayuno.

Las religiones han dado siempre mucha importancia al ayuno, porque priorizan a través del mismo
la reflexión y la profundización en la fe.
De hecho, Jesús ayunó 40 días en el desierto antes de comenzar su misión y los
cristianos buscan estar más cerca de Dios
a través de la renuncia a los
placeres mundanos, entre ellos la comida.
Mahoma se retiró a una montaña para
orar y hacer penitencia y los Musulmanes
tienen su Ramadán. Los Judíos tienen su Yom Kippur, los Ortodoxos tienen
su “Lunes Limpio” y el Budismo prioriza también el ayuno, aunque no da reglas para
llevarlo a cabo. No obstante, tras el
ayuno hay toda una purificación de
cuerpo, mente y emociones y se
promueve el encuentro con uno mismo y la Divinidad.
Sin embargo, ayunar no nos gusta, nos parece una renuncia a
la comida, a la
abundancia y al exceso. Esa es nuestra cultura. No solemos ayunar, porque con el tiempo se han diluido los motivos religiosos
y porque pasar hambre nos parece una amenaza. No obstante, no se pasa hambre
cuando se ayuna y ayunar es la mejor manera de poner en descanso fisiológico al organismo. Un
descanso que repara y repone.
El ayuno realmente no cura, es el cuerpo el que se cura
mientras ayunamos.
El poder de curación es algo inherente al organismo
vivo y ningún medicamento o médico puede llevarse los laureles de la curación. Esta es una cualidad de todo
ser vivo, que mantiene en sí mismo una parte de la capacidad curativa de la naturaleza.
Cuando el cuerpo no está dedicado a tareas de asimilación, limpia, depura y se sana a sí mismo.
La curación es un proceso biológico y el ayuno posibilita que
el cuerpo ponga en marcha todos los mecanismos de desintoxicación y
regeneración. Cuando
una persona ayuna no gasta energía en el proceso de digestión y asimilación de nutrientes y
esa energía que ahorra, la invierte
en los procesos de eliminación y
autocuración. Todo ello lo hace guiado por la inteligencia corporal, esa
misma inteligencia que hace que nuestro corazón lata, de día y de noche o
nuestros órganos cumplan con sus funciones, sin que mentalmente o
conscientemente, tengamos que decirles cómo y lo que tienen que hacer.

Existen muchas evidencias que indican que el ayuno tiene un
efecto muy benéfico para la salud y la longevidad, ya que acelera la purificación y la limpieza interna y
mejora el movimiento de todos nuestros niveles de energía. Esto nos indica que
tiene un efecto muy poderoso, tanto en el cuerpo
físico como en el resto de nuestros cuerpos. En general la organización cuerpo/mente se incrementa con el ayuno, su fuerza curativa despide las toxinas
acumuladas, limpia de células
muertas y reequilibra y rejuvenece al organismo.
Es ampliamente reconocido que el ayuno alivia muchas
enfermedades y sus síntomas, y se conoce desde hace más de 5000 años que es una forma segura y saludable de perder peso, ya
que promueve la quema de grasa
corporal, convirtiéndose ésta en el combustible principal que el cuerpo
utiliza para sus tareas durante el propio ayuno.
Un único ayuno no es tan efectivo como los ayunos
repetitivos, porque
esto último ayuda a la persona a adaptarse a la ingesta de comida más liviana,
después del descanso digestivo, así como a acostumbrarse a un nuevo punto de
referencia en cuanto a lo que la salud
se refiere. La periodicidad, o en su defecto el ayuno intermitente, permite a la persona reprogramar suavemente el
cuerpo y la mente hacia una nueva
relación y experiencia con el alimento.

A veces, suele ocurrir, que al ayunar aparecen síntomas de
desintoxicación y curación que, con frecuencia, confundimos con la enfermedad, nauseas, a veces vómitos, dolor de cabeza, lengua
blanca, sensación de boca pastosa, orina muy oscura y olorosa…
Todos estos síntomas indican que el cuerpo está en proceso de limpieza. Cuando la persona cambia de hábitos, incluida su manera de pensar,
deja de tomar alcohol, azúcar, café,
fritos, embutidos, conservas, productos elaborados y refinados, sal…y va
comiendo menos o deja de comer, pueden surgir dichos síntomas, que no son más
que procesos de desintoxicación o
limpieza, que confundimos con síntomas
de enfermedad. Estos síntomas muestran la capacidad de respuesta de nuestro
cuerpo, dirigido a eliminar la sustancias de desecho y tóxicos ingeridos en
forma de estos “comestibles”.
Mente y emociones, también se depuran con el ayuno. La energía retenida y estancada, se
mueve y se libera. Nuestro cuerpo físico no funciona solo y todo lo que
trabajamos con él afecta al resto de nuestros cuerpos. La sanación que se
produce es completa, nos sentimos renovados, ligeros y más dispuestos a
afrontar la vida con amor y aceptación.
Durante un ayuno, ya sea de agua o de jugos, las enzimas
digestivas se movilizan para la purificación y rejuvenecimiento del cuerpo. A nivel fisiológico, el ayuno trabaja
rápidamente removiendo toxinas y células
muertas o que están muriendo y estimula la producción de células nuevas. Después del ayuno los sentidos se hacen más
nítidos, la comida sabe mejor, hay más energía y nos ponemos en equilibrio con
las fuerzas de la naturaleza.

Es bueno, que el ayuno se haga en unas condiciones adecuadas, en un lugar tranquilo y en un
ambiente relajado, para que la persona, desde lo más profundo de su ser, pueda
promover el encuentro consigo misma y la
autocuración.
Hay ocasiones en las que no se recomienda ayunar, por ejemplo, en algunas enfermedades
muy graves, como cánceres extendidos,
verdaderas enfermedades graves del corazón, insuficiencia renal, embarazo...
En estos procesos, y especialmente cuando nos da miedo el ayuno, puede ser aconsejable estar unos días a frutas o verduras. De esta manera el
organismo también se limpia y
regenera.
Si además, queremos o tenemos que seguir cierto ritmo de actividad diaria, es
preferible mantenernos a crudos (frutas,
ensaladas, zumos de fruta, jugos de verduras), ya que el ayuno a base de líquidos, produce, generalmente, una interiorización de la energía. También podemos dejar el ayuno para periodos en los que estemos
más relajados, ya que como nuestro organismo está trabajando mucho en su depuración y regeneración, nos sentimos
cansados, débiles y sin energía para realizar nuestra rutina y
necesitamos descansar más.
Hay personas que optan por el ayuno
diario, que consiste en permanecer un período de hasta 16 horas, todos los días, incluyendo el
descanso nocturno, sin ingerir alimentos. Esto permite al cuerpo depurar
bien constantemente y la acumulación de toxinas, a la larga, es mucho
menor.
Ateneo, médico griego dijo una vez: “El
ayuno cura enfermedades, seca los humores corporales, echa a volar a los
demonios, deshace los pensamientos impuros, aclara la mente, purifica el
corazón y santifica el cuerpo, y eleva al hombre al trono de Dios”.
Es el ayuno, por tanto, una de las experiencias más poderosas y
transformadoras de cuerpo, mente y
espíritu.
¿Te
animas a experimentar?

En la sección de “CONFERENCIAS” de esta blog,
podéis encontrar un enlace directo al YOUTUBE
del DR. KARMELO BIZKARRA: "EL AYUNO CURA".

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