El Microondas, con Respeto a los que lo Usan


Tan importante como elegir los alimentos que comemos es cómo cocinarlos. Lo ideal es consumir todos ellos en su estado crudo, pero estamos tan acostumbrados a las preparaciones y al sabor del cocinado que nos resulta difícil disfrutar de los alimentos tal como son en la naturaleza. En cualquier caso, de nada nos sirve comprar alimentos ecológicos y de buena calidad, si los consumimos cocinados a altas temperaturas, horneados, fritos o cocidos en olla a presión. Mucho menos saludable resulta aún el uso del microondas.


¿Por qué?

El microondas resulta cómodo pero a la vez tremendamente tóxico. Cuando calentamos o cocinamos en él, ondas electromagnéticas son irradiadas hacia las moléculas de agua de los alimentos, provocando su rotación y fricción violenta hasta que se calientan, lo que hace que éstas moléculas se conviertan en vapor y que los alimentos, por tanto, se calienten muy rápidamente.

Pero no sólo ocurre esto, el microondas también provoca cambios en la estructura química de lo que comemos y altera el valor nutricional de lo mismo. Además, los alimentos se calientan por unos lados más que por otros, lo que ocasiona explosiones de vapor muy caliente en algunas zonas, mientras que otras están frías.

Otro problema del uso del microondas es que  los contenedores de plástico o papel que se suelen utilizar para calentar, liberan toxinas cancerígenas, que pueden filtrarse a los productos comestibles. Muy pocas personas eligen recipientes adecuados y muchos de nuestros alimentos se venden ya envasados para que puedan introducirse en el microondas sin necesidad de otro tipo de contenedores o recipientes. Pero, estos envases liberan numerosas toxinas químicas como el tereftalato de polietileno (PET), el benceno, tolueno y xileno. Las personas compran pizzas, palomitas o patatas fritas, para ser consumidas así, porque es más cómodo, aunque más tóxico. Además, calentar en el microondas alimentos grasos contenidos en envases de plástico produce la liberación de dioxinas (sustancias cancerígenas) y otros tipos de toxinas.

Uno de los peores contaminantes es el BPA, o bisphenol A, un compuesto similar al estrógeno usado ampliamente en productos de plástico. De hecho, los platos hechos especialmente para el microondas frecuentemente contienen BPA, pero muchos otros productos de plástico también lo contienen.

El uso del microondas distorsiona y deforma las moléculas de cualquier alimento o de cualquier sustancia, de eso no nos cabe duda. Sin embargo, teóricamente, el problema de la fuga de radiación, ya está solucionado y en los modernos microondas, es tan pequeña que “se encuentra muy por debajo del nivel que causa daños al ser humano”.

No obstante, de acuerdo con Powermatch, una organización independiente sin ánimo de lucro, que tiene un papel muy importante en el debate sobre la radiación de los microondas: “Incluso cuando el horno microondas está funcionando adecuadamente, los niveles de microondas dentro de la cocina son probablemente significativamente más altos que los producidos por las bases de los teléfonos que se encuentran cerca. También, hay que recordar que las microondas viajan a través de las paredes, si el horno se encuentra pegado a éstas”.


Powermatch también afirma que no está claro, si las regularizaciones actuales sobre la fuga de radiación son realmente seguras y recomienda que los hornos microondas sean revisados al menos una vez al año.  Es muy probable que las emisiones de radiación puedan cambiar con el uso continuado del aparato y son muy perjudiciales, ya que pueden causar defectos en el feto durante la gestación, cataratas, cáncer y otros problemas serios de salud.

Hay ya muchos experimentos que demuestran todos estos aspectos nocivos del uso del horno microondas, pero los resultados negativos no son nuevos y el uso de este aparato tiene su historia:

Los nazis fueron los primeros en crear un dispositivo de calentamiento por microondas, lo crearon para proporcionar apoyo alimentario móvil a sus tropas durante la invasión de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Estos primeros hornos microondas fueron experimentales. Después de la guerra, el Departamento de Guerra de los Estados Unidos se propuso investigar su seguridad, pero fueron los Rusos quienes realmente se dedicaron a ello. Alarmados por lo que descubrieron, los hornos microondas fueron prohibidos en Rusia, en 1976.

Veinte años de investigación rusa (y estudios alemanes, que datan de 1942) representan un fuerte argumento contra la seguridad de los hornos microondas.

Sus conclusiones llevaron al gobierno ruso a emitir una alerta internacional sobre el posible daño biológico y ambiental relacionado con el uso de los hornos microondas y otros dispositivos con frecuencias electrónicas similares, como los móviles.


El artículo de Powematch resume los siguientes resultados de las investigaciones rusas:

Los investigadores rusos observaron que se formaban sustancias cancerígenas en casi todos los alimentos probados.

El calentamiento de la leche y granos en el microondas, convirtió algunos aminoácidos en sustancias cancerígenas.

Las carnes preparadas en el microondas, produjeron agentes causantes de cáncer, las d-Nitrosodientanolaminas.

El calentamiento de alimentos congelados en el microondas, convirtió sus glucósidos y galactósidos en sustancias cancerígenas.

Una exposición extremadamente breve de vegetales congelados, cocidos o crudos, convirtió sus alcaloides en cancerígenos.

Se formaron radicales libres cancerígenos al calentar plantas en el microondas, especialmente la raíz de los vegetales.

Se halló en los alimentos una degradación estructural que produce la disminución del valor nutricional en un 60 a 90%, con reducciones significativas en la biodisponibilidad del complejo de vitamina B, vitamina C y E, minerales y  lipotrópicos (sustancias que impiden la acumulación anormal de  grasa).

Existen otros estudios que corroboran lo aquí expuesto:

El Dr. Hertel, médico suizo, desde su pequeño estudio, en coautoría con el Dr. Bernard Blanc del Instituto Federal de Tecnología de Suiza y el Instituto Universitario de Bioquímica, reveló fuerzas degenerativas producidas por los hornos microondas, en los alimentos que él y su equipo cocinaron y determinó, tras esta investigación, que el uso del horno microondas cambiaba los nutrientes de los alimentos y que los cambios afectaban a la sangre de los que los consumían, lo que podía causar efectos negativos en la salud.

Hertel afirmó:

“No hay átomos, moléculas o células de ningún sistema orgánico capaces de resistir este violento y destructivo poder durante cierto periodo de tiempo. Esto ocurre, incluso si el horno microondas tiene baja potencia de milivatios”.

Las conclusiones de Hertel fueron que calentar los alimentos en el microondas podía:

Aumentar los niveles de colesterol.

Disminuir el número de leucocitos (glóbulos blancos), lo que sugiere envenenamiento.

Disminuir el número de glóbulos rojos.

Producir compuestos radiolíticos.

Disminuir los niveles de hemoglobina, lo que sugiere anemia.

Todo esto ha sido corroborado por el Dr. Hans Ulrich, médico suizo dedicado al sector de la alimentación.


Existen, también estudios que evidencian que una frecuencia de radiación de 0,3% provoca que aumenten los niveles de azúcar en la sangre en individuos susceptibles y que esto, en realidad, podría ser la causa de un tipo de diabetes.

Un estudio reciente que examinó los efectos de 2.4 GHz de radiación (que es la frecuencia de la radiación emitida por las fuentes de Wifi y del microondas) en el corazón, descubrió “evidencia inequívoca” de que la frecuencia de  radiación del microondas afecta al corazón a niveles que se encuentran muy por debajo de las normas de seguridad federales, en EEUU.

La Dra.Magda Haves de la Universidad de Trente, autora de este estudio, afirma:

“Este es el primer estudio que documenta los cambios inmediatos, tanto en el ritmo cardíaco, como en su variabilidad, causados por un dispositivo aprobado, que genera microondas a niveles muy por debajo (0.3%) de las normas de seguridad de Canadá y los Estados Unidos”.

Hay experimentos en internet en los que se prueba, que una planta regada con agua calentada en el microondas y después enfriada para el riego, muere en poco más de una semana. Esto no ocurre con otros tipos de agua. Y si además de todo lo aquí expuesto, las plantas mueren, como podemos dudar de los efectos de las microondas en nuestros alimentos y en nosotros.

La planta colocada a la izquierda de las imágenes, está regada durante nueve días con agua de microondas. La de la derecha, con agua del grifo.

Tras esto, no parece el microondas una opción saludable, sin embargo, todo consiste en decidir qué es lo que queremos para nosotros. Los escépticos ya no pueden afirmar que los microondas no tienen efectos biológicos inmediatos en nuestra salud. Hay demasiadas evidencias.

Elegir la vida es optar por la salud y el cuidado de nuestros cuerpos.

Nada resulta más fácil que cocinar como cocinaban nuestras abuelas y dar prioridad al alimento crudo.




Lucía Madrigal               



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