La elaboración de la materia prima de la nutrición, y
por tanto, en gran medida nuestra salud depende de la eficiencia de una buena
digestión de los alimentos. Mejorando la digestión se mejoran todas las funciones vitales y se obtienen muchos
e importantes beneficios.
La indigestión es el inicio, aunque no la causa, de las enfermedades más graves que sufre el
hombre. Una larga lista de molestias y síntomas acompaña al progresivo
deterioro de la función digestiva,
como gases, eructos ácidos, sensación de
malestar, dolor abdominal, insomnio y noches sin descanso, lengua sucia por las
mañanas, nerviosismo… Evitar la indigestión es preservar la salud, y
remediarla es restablecerla, porque una buena digestión es algo totalmente
normal y una mala digestión indica que las fuerzas
vitales están mermadas, debido a un modo de vida inadecuado.
Siempre
decimos que cambiar nuestra manera de alimentarnos implica un cambio total de
hábitos en nuestra vida, porque la salud
sólo se preserva y se conserva si se observan debidamente todas las leyes de la
naturaleza.
Para comenzar
a conocer el funcionamiento de nuestro cuerpo y el proceso digestivo en sí,
debemos empezar por saber cómo éste funciona y conocer la importancia de
las enzimas en este proceso.
Una enzima puede definirse como un catalizador biológico. La plantas y los
animales producen sustancias catalíticas
solubles, poco resistentes al calor y de naturaleza coloidal, las cuales se utilizan en los innumerables procesos de
desintegración de los compuestos y en la elaboración de compuestos nuevos.
Estas sustancias tienen funciones muy específicas. Esto significa que, en el
proceso digestivo, las enzimas
sólo van a actuar sobre una única clase de sustancias alimenticias y que sólo
van a ser capaces de realizar su trabajo si los trabajos precedentes se han
realizado con normalidad. Es decir, las
enzimas que actúan sobre los carbohidratos
no pueden ni tienen efecto sobre las proteínas,
ni sobre las sales minerales o las grasas y la digestión de todos estos
compuestos se realiza en diferentes lugares del aparato digestivo. Es como si
cada una estuviera adaptada o ajustada a una estructura bien definida, que ya
no sirve como sustrato si se altera de alguna forma la especificidad del alimento.
Las Enzimas de la Boca
La masticación tiene como fin reducir a
pequeñas partículas todos los alimentos, los cuales son saturados por
la saliva. Sin embargo, sólo el almidón inicia su digestión química en la
boca. La saliva, que es
normalmente un fluido alcalino,
contiene una enzima llamada Ptialina, que reduce el almidón
a maltosa, un azúcar complejo que es más tarde descompuesto en el
intestino por la maltasa y convertido en glucosa.
Con este
ejemplo vemos como la ptialina prepara
el camino a la maltasa, que no puede
actuar directamente sobre el almidón.
La amilasa que es
una enzima
pancreática reduce también el almidón. De
esta manera, la cantidad que no haya sido descompuesta en la boca, puede ser
todavía descompuesta en maltasa y
acrodextrina, suponiendo que no haya fermentado antes de llegar al
intestino.
La ptialina es destruida por
una reacción alcalina
fuerte o por un ácido débil, sólo puede actuar en un medio
ligeramente alcalino. Por tanto si
mezclamos almidones con alimentos ácidos o que provocan una reacción ácida en
el estómago, la ptialina interrumpe
su acción. La Ptialina no
actúa sobre el azúcar, cuando tomamos azúcar se produce abundante saliva, pero esta carece de ptialina. Cuando comemos
almidones empapados tampoco se segrega ptialina, ni tampoco al ingerir carne o grasa.
Se han hecho
experimentos, que han demostrado que sólo se segregan enzimas ante la presencia de alimentos que podemos digerir y que,
además, son perfectamente reconocidos e identificados por nuestros sentidos y
nuestro paladar. Curiosamente el cuerpo se adapta a las diferentes clases de
alimentos y se produce la secreción gástrica adecuada.
La Enzima Estomacal o Pepsina
El jugo estomacal puede variar desde una reacción ácida fuerte a una reacción casi neutra, según la
naturaleza del alimento ingerido. Contiene tres
enzimas, la pepsina, que
actúa sobre las proteínas, la lipasa, que tiene una acción ligera
sobre las grasas, y el labfermento o renina que
coagula la leche.
La pepsina es la enzima que inicia
la digestión de las proteínas y las descompone. Sin la acción de la pepsina, otra enzima, la erepsina, que
actúa sobre péptidos y polipéptidos y que se encuentra en los jugos gástricos y en el jugo pancreático, no puede actuar, ya
que le es imposible descomponer proteínas
complejas. La pepsina actúa
sólo en un medio ácido y es destruida en un medio
alcalino. Los alimentos muy
fríos retardan y hasta interrumpen su acción. El alcohol precipita esta enzima.
En el estómago hay unos cinco millones
de glándulas microscópicas que cubren sus paredes internas y cada una de ellas
segrega una parte distinta de jugo
gástrico, lo que favorece el tipo de jugo necesario para cada componente
alimenticio. El factor tiempo también es importante, porque el carácter del jugo gástrico es diferente en un
momento de la digestión que en otro,
ya que este atiende a los diversos requerimientos de lo ingerido. Una digestión larga, supone un gran gasto energético para el organismo y se
traduce en pesadez, dolor abdominal,
gases, hinchazón y otras molestias. También existe una adaptación similar
de la saliva a los
diferentes alimentos y necesidades digestivas. Incluso sustancias desagradables
y nocivas provocan una secreción salivar, en este caso, para expulsar el
elemento indeseable.
Cuando las
digestiones salivar y gástrica se
han llevado a cabo correctamente, la comida está preparada para la digestión intestinal, en el cual actúan
las enzimas del “succus entericus” (intestino), el
jugo pancreático y la bilis. En el intestino se obtienen los productos finales
de la hidrólisis, y entonces los
alimentos ya están preparados para ser absorbidos, lo que ocurre también en el
intestino.
Las Enzimas del Jugo Intestinal
“El succus entericus” o jugo intestinal contiene
cuatro o cinco enzimas y tiene una reacción profundamente alcalina:
La enteroquinasa, que activa la tripsina (la enzima del jugo
pancreático que parte las moléculas de las proteínas).
La erepsina, que completa el trabajo de la pepsina y de la tripsina, hidrolizando los péptidos
hasta obtener los aminoácidos que los constituyen.
Las enzimas hidrolizantes del “succus entericus” que hidrolizan los disacáridos (azúcares dobles) con la obtención de monosacáridos, que son azúcares simples
como la glucosa y la fructosa. Sin estas enzimas, los azúcares dobles serían
eliminados por los riñones, porque, tal como son, no pueden ser utilizados por
el organismo.
La maltasa que actúa sobre la maltosa y la dextrina que son productos de la digestión salivar de los
almidones.
Otras dos enzimas hidrolizantes son
la sucrasa que hidroliza la sucrosa, o azúcar de caña,
obteniéndose glucosa y fructosa y
la lactasa que actúa sobre la lactosa, que es el azúcar de la leche.
Otros constituyentes del “succus entericus” son la nucleasa que hidroliza
los ácidos nucleicos de las núcleoproteínas
y la secretina.
Todas ellas
actúan sobre los alimentos favoreciendo la hidrolizadión
y la absorción de nutrientes.
La bilis desempeña muchas funciones
importantes en el intestino delgado. Es un fluido
alcalino de PH entre 6,8 y 7,7, compuesto de agua,
pigmentos biliares, ácidos biliares, sales biliares, colesterol,
lecitina y grasas neutras. La secreción de la bilis por parte del hígado
es continua, pero sólo entra en el duodeno cuando está el quimo o bolo
alimenticio. Se puede considerar la bilis como
una coenzima de la lipasa pancreática, pues ésta, cuando
se combina con la bilis, descompone
las grasas más rápidamente. La bilis facilita
la absorción de los ácidos grasos, combinándose con ellos, haciéndolos más
solubles y, por lo tanto, de más fácil absorción. Ayuda también a la
asimilación de muchas vitaminas liposolubles, especialmente la D, la E y la K.
Las Enzimas del Jugo Pancreático
Cuando la digestión salivar y estomacal no se han
producido correctamente, el páncreas se sobrecarga, porque no es lo mismo hidrolizar
una proteína o un almidón ya descompuesto, que tener que empezar la digestión
de los mismos, prácticamente desde el principio. Pero en una digestión
eficiente y con el tiempo adecuado los compuestos se hidrolizan por completo.
Las Enzimas del Jugo Pancreático son:
La tripsina, que hidroliza las proteínas obteniéndose así proteasas, peptonas y polipéptidos y, que con el tiempo
necesario y en condiciones favorables, continua su acción hasta conseguir los
aminoácidos necesarios. (Cuanto más eficiente haya sido la digestión de las
proteínas en el estómago, tanto más probable será que la tripsina y la erepsina
puedan completar la hidrólisis de
las proteínas sin que se produzca
putrefacción).
La amilasa que actúa sobre el almidón.
La lipasa pancreática que descompone las gotitas de
grasa que se habían originado en el hígado por acción de la bilis y transforma los ácidos grasos en glicerina.
Las diversas enzimas de los jugos
pancreático e intestinal que completan la digestión de las proteínas, los
hidratos de carbono y las grasas, actúan sólo en un medio alcalino.
La digestión
intestinal será más eficiente cuanto más lo sea la digestión salivar
y estomacal.
Sólo las moléculas simples son asimilables. Estas son aceptadas por
nuestro flujo sanguíneo y aprovechadas por las células del
cuerpo para la producción de nuevas células.
La digestión es en parte un procedimiento
mecánico ya
que el alimento se mastica y se deglute pero, las transformaciones químicas que
sufren los alimentos durante el proceso digestivo son realizadas por
las enzimas. Para tener una
buena digestión hemos de respetar la especificidad de las mismas. Esta acción
específica de las enzimas es
muy importante pues cada etapa del proceso digestivo requiere la
acción de una enzima diferente,
y las diversas enzimas son
capaces de realizar su trabajo, siempre que el trabajo anterior haya sido realizado
correctamente por la enzima que
le precede.
Los alimentos que ingerimos también
contienen enzimas, que son destruidas cuando los cocinamos por encima de
los 42ºC. Es importante comer alimentos crudos que al aportarnos
sus propias enzimas nos facilitan
la digestión y, por supuesto, nuestro bienestar. Hacer uso exclusivo de
nuestras enzimas
corporales supone un gran gasto energético que podemos evitar
aumentando considerablemente el consumo de alimentos
vivos.
Vivo es Vida. Vivo es Salud.
FUENTES:
Aprender a alimentarse. Dr Soleil. Ed. Sirio, 2013.
Sólo crudo. Stefano Momenté y Sara Cargnello.
Ediciones Obelisco, 2012.
La combinación de los alimentos. H.M. Shelton.
Ediciones Obelisco, 1994.
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