La esencia magnifica
abarca todos los mundos y a todas las criaturas, buenas y malas. Y es la
verdadera unidad. Entonces ¿cómo puede conciliarse el antagonismo del bien y el
mal? En realidad, no existe antagonismo, porque el mal es el trono del
bien.
Baal Sem Tob
“Todos los seres
humanos están hechos a base de bien y mal”
Robert
Louis Stevenson
Todo tiene dos polos. Ir de un polo a otro antagónico, sume
al ser humano en el desconcierto y en un dolor
profundo, porque el juicio, la
crítica y la falta de aceptación siempre se hacen presentes. Desde muy pequeños reconocemos en las caras de los
mayores que existen el bien y el mal, lo
malo y lo bueno, el blanco y el negro, el frío y el calor…También
aprendemos que hay un castigo si no
aceptamos lo que se nos dice y una recompensa
por asumir lo que se nos enseña. Desde entonces, ya somos malos, y cuando no nos sentimos ni aceptados ni queridos, sentimos culpa por no haber sido buenos.
Ya desde entonces, la dilogía bueno y malo,
luz y sombra, se hace presente en nuestras vidas.
Tenemos un código
escrito en nosotros desde antes de nacer,
el mismo que aprendieron nuestros padres,
nuestros abuelos y todo un círculo social y cultural al que
pertenecemos. Si el código dice “blanco bueno”, el día en que yo digo “gris”, me siento mal y me siento aún peor cuando digo “negro”. En realidad blanco,
negro y gris son lo mismo, gradaciones dentro de la misma polaridad, en la que el blanco no existiría sin el negro, pero… ¡aprendimos en “blanco”!
¿Qué pasaría si la
creencia no existiera, si toda la gama de colores, del blanco al negro, fueran
interpretados como lo mismo? Viviríamos sin la perturbación de los juicios y experimentaríamos la
vida sin necesidad de ocultar nada de lo que consideramos malo. Es una posibilidad, estaríamos aquí, ahora, permitiendo que la vida nos viviera, pero hemos aprendido
a diferenciar y a salir del momento
único que existe, para ir allí donde se quedó el sufrimiento acumulado y donde el miedo se hace presente.
El posicionamiento en una polaridad nos mantiene en una idea constante de equivocación o error y nos conduce a
ansiar un perfeccionismo que se nos
hace inalcanzable. Nunca somos como aspiramos a ser y siempre nos quedamos en
la pretensión y el intento. Sólo podemos aceptar “en blanco” que es lo que hemos aprendido como bueno y siempre estamos equivocados. Además, todas esas emociones que rechazamos o negamos,
siguen en nosotros y se muestran a través de la percepción que tenemos sobre un hecho, objeto, persona o idea. Es decir, nuestro mundo exterior está reflejando todo
aquello que sucede en nuestro interior.
¿Cómo aceptar que yo
soy en todos los colores al mismo tiempo o que los extremos se tocan? Me resulta difícil, porque si me siento mal, eso es lo que hay y porque siento dolor si no cumplo con mis
expectativas, si fallo, si no encajo en el molde. En el transcurso de la vida, nos vamos acostumbrando a ese dolor y acabamos por guardarlo en el
baúl de los recuerdos. Y… estamos bien, aunque no tanto y vivimos una vida digna, aunque infeliz.
Nos gusta la luz,
porque la luz nos deslumbra y no nos
permite ver la sombra; sin embargo,
paradójicamente la luz que vemos
tampoco es luz, porque la luz se hace visible en contraste con la
sombra que preferimos ocultar y ocultarnos. No somos honestos y nos quedamos con la
luz que nos distrae, que nos aleja
del auto-conocimiento, que nos
engaña con la idea de que estamos bien y de que todo está bien. Bajo una aparente felicidad
se haya el sufrimiento profundo de la
no aceptación y del rechazo hacia lo que somos.
El encuentro con la sombra
nos asusta mucho porque implica un encuentro con aquella parte de la
personalidad escondida en las profundidades de nuestra psique que no nos gusta, porque trae consigo todo el sufrimiento acumulado. En los sueños, en los aspectos creativos,
en las imágenes que surgen en la mente, en la intuición, en las experiencias
que trascienden la realidad concreta, en los errores, en los lapsus de memoria,
en los síntomas neuróticos, en nuestras decisiones, en nuestras preferencias, en
las elecciones de pareja… ahí está la sombra.
La sombra asume todo lo que la personalidad no está en condiciones de
asumir. Se podría decir que es la parte
oscura del alma de todo ser humano y que por oscura, puede llegar a frenar
la manifestación de nuestra auténtica forma de ser y de sentir. Todas las vivencias del ser humano, todas
sus miserias, todas las luchas, los sentimientos, las imágenes, los símbolos…
individuales y colectivos están reunidos en la sombra. Eso que vemos fuera y rechazamos por completo es nuestra sombra.
La maldad, el egoísmo,
la envidia, el ansia de dominio, de poder, la avidez por el dinero, los celos,
la avaricia, la cursilería, la holgazanería, la presuntuosidad, la indolencia,
la negligencia, la manipulación, la cobardía y muchos de nuestros miedos son
emociones y sentimientos que están en nuestra personalidad,
pero escondidos en la sombra.
Siempre pensamos que nada de esto está en nosotros; sin embargo, todo lo está,
porque ha formado parte de nuestra educación y de nuestra vida. ¿No hay una manifestación de la sombra en
las discusiones familiares, en las peleas por dinero, en la envidia que
sentimos por el vecino que tiene más que nosotros…? La sombra se manifiesta hasta en nuestros aspectos creativos, en lo que nos gusta y lo que no nos gusta, en
lo que creemos hacer bien y lo que
no.
“Todos los seres humanos experimentamos en un momento u otro emociones
corrosivas, pero la salud emocional y mental prepara para no dejarse afectar
por ellas, para no implicarse en ellas, para canalizarlas y cambiarlas por
otras menos intensas y, de esa manera, no darles curso, con las
repercusiones destructivas que acarrean en el entorno. Se trata de un continuo
desaprendizaje de la fuerza devastadora de las emociones necrófilas, en la vida
anímica y en la realidad mental del individuo.
El equilibrio emocional
permite no ser presa del oleaje de los eventos, controlando las reacciones
anímicas ante ellos. La distorsión que se produce en el ser humano apresado por
un estado emocional alterado produce un efecto reactivo ofuscado y
sobredimensionado, y siempre (auto) destructivo (ira, odio, venganza, envidia…
/ ansiedad, abatimiento, terror, insatisfacción, automortificación psíquica)”.
Es difícil reconocer la sombra
cuando miramos en nuestro interior,
porque nos cuesta ser sinceros. Sin
embargo, la sombra aparece con toda
claridad cuando surge el conflicto con los demás, cuando tenemos
manifestaciones agresivas inesperadas,
sentimientos de culpa, muestras
de egoísmo, aparece el victimismo, nos sentimos deprimidos, incapaces,
impotentes, tristes, abandonados, engañados, avergonzados, rechazados…aspectos
todos ellos que, aparentemente, no encajan con la imagen que tenemos de
nosotros mismos ni con la imagen social que queremos ofrecer.
Igualmente, encontramos la sombra en lo que proyectamos, porque si bien no podemos asumir en
nosotros ciertas características, las podemos observar en los demás y juzgamos , criticamos, rechazamos…: “Los otros tienen lo que yo no puedo tener,
porque yo soy bueno”. La proyección es una gran herramienta de conocimiento,
porque podemos ver reflejados nuestros propios defectos o limitaciones en las actitudes negativas que adoptamos
hacia los que nos rodean. Nuestras actitudes hacia los demás, nos muestran la sombra.
Cuando los prejuicios
y la crítica exacerbada nos impiden relacionarnos con nuestros familiares,
con los vecinos, con los colegas, con las otras razas, con los extranjeros, con
los otros países, está funcionando la sombra
individual como una parte no integrada de la psique. “Hay algo en mí que
veo en ti, que yo no acepto y que no me gusta nada”.
La especie humana también tiene su sombra colectiva. No obstante ambas, individual y colectiva se
relacionan tan íntimamente que la sombra individual puede conectar con
contenidos inconscientes colectivos potenciando su destructividad. Igualmente,
el inconsciente colectivo puede
actuar sobre las mentes individuales convirtiendo al hombre en un ser devastador.
La tortura, el secuestro, el terrorismo,
el maltrato doméstico y tantos otros casos de crueldad son ejemplos de esta
relación. Paradójicamente, el torturador
en una guerra puede adoptar a los
hijos de sus víctimas y criarlos con el mismo amor y cuidado que a sus propios
hijos.
“Cada sociedad – e
incluso cada grupo social – marca unas pautas que van delimitando la zona
de sombra, pero las sociedades occidentales mantienen unas líneas muy
generales de aceptación y rechazo de los comportamientos considerados como
adecuados / inadecuados. Los primeros son los que fomentan y refuerza la
educación, los segundos son los que se amordazan y permanecen entre rejas.
Todos los pensamientos y comportamientos rechazados por el ego y
el superego, desterrados a la sombra por su misma
naturaleza despreciable, se pretende marginarlos para someternos a un proceso
de amnesia selectiva, de ese modo se constituye un gheto de difícil acceso. La
sombra es peligrosa e inquietante y parece huir de la luz de la conciencia como
si ésta constituyera una amenaza para su vida”.
Zweig, 1994: 17
La conjunción de ambas sombras, individual y colectiva, conduce al individuo a cometer
actos muy crueles sin que esto le produzca el menor conflicto moral, porque se
encuentra dominado por la sombra de
la colectividad a la que pertenece. Mucha de la crueldad, la violencia y el maltrato que vemos en nuestro mundo es
producto de la conjunción de las dos
sombras.
El conocimiento de uno mismo trae consigo el encuentro con la
sombra. Se requiere una voluntad firme para poder enfrentarse a
esos aspectos de nosotros que no sólo no son agradables sino que también, a
veces, son muy dolorosos. A esto se suma el hecho de que no son socialmente
aceptados. No podemos olvidar que nos perdemos en el mundo de las apariencias, lo que
dificulta enormemente el encuentro con este lado oscuro y reprimido de
la personalidad.
Cualquier comportamiento inusitado, violento, descontrolado u
otro tipo de acciones no habituales pertenecen al mundo de la sombra. El ser humano es un ser dual,
la no integración de la sombra trae
consigo transformaciones en polos
opuestos de la personalidad, que suelen ser muy destructivos. Robert Louis
Stevenson refleja esta transformación en su novela “El extraño caso del Dr. Jekyl y Mr. Hyde”. El Dr. Jekyl representa al bien
y Hyde a la cara más oculta,
violenta y siniestra del ser humano. Lo mismo se refleja en “el mito del hombre lobo” o en “El increíble Hulk”, en “El retrato de Dorian Gray” o en “La importancia de llamarse Ernesto” de
Oscar Wilde.
Nunca sabremos dónde
termina la oscuridad ni dónde empieza la luz; dónde comienza el amargo y dónde
termina el dulce; dónde termina el odio y empieza a nacer amor. Son grados
de transmutación tan sutiles que apenas nos damos cuenta de cómo algo puede
transformarse para situarse en su polo
opuesto. Somos un todo integrado, luz
y sombra complementándose.
Salir del influjo de la sombra
colectiva requiere de un desarrollo
de la consciencia individual que nos permita no dejarnos arrastrar por los aspectos negativos de la mente colectiva, que por otro lado,
tiene un gran potencial aniquilador. Pero además, debemos aceptar y ser flexibles cuando se presenten ante nosotros
situaciones en las que la propia sombra
se muestra. De hecho, el encuentro y la aceptación de la sombra como una parte de nosotros es crucial si queremos reconocernos y encontrarnos. Es la única manera
de transformar toda esa “negatividad” en vitalidad y creatividad. Es la única
forma de ser.
“Uno no alcanza la iluminación fantaseando
sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad. Lo que no se hace
consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino. No hay luz sin sombra,
ni totalidad psíquica exenta de imperfecciones. Para que sea redonda, la vida no
exige que seamos perfectos sino completos, y para ello se necesita la espina en
la carne, el sufrimiento de defectos sin los cuales no hay progreso ni
ascenso”.
Carl
G. Jung
FUENTES:
El encuentro con la
propia sombra y la autoestima. Ponencia: “El Arte de la Paz”. Rebeca Retamales
Rojas. Caracas, 2007.
Construir La Paz. Thich
Nhat Hanh. 1ª ed.- Buenos Aires: Del Nuevo Extremo, 2004.
Algo de Sabiduría para
el Autoconocimiento. Enric Corbera. Infoteca Sanergía.
La
Ira. El dominio del Fuego interior. Thich Nhat Hanh. Ediciones Paidós Ibérica,
S.A, 2001.
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