“Todo comenzó en la
prehistoria, el día en que uno de aquellos hombres primitivos encendió una
hoguera para calentarse o para alejar a las fieras que pudieran acecharle. Por
pura casualidad, encendió algunas ramas o resinas de un árbol y éstas
comenzaron a desprender un olor agradable, un olor inédito que nunca antes
había sido percibido por nadie. Quizás el hecho de encontrarlo tan agradable y
de que el humo se elevase al cielo, les hizo pensar en utilizarlo como ofrenda
a las divinidades”.
Ramón Planas y Buera,
fundador del Museo del Perfume de Barcelona
“Quería ser el dios
omnipotente del perfume como lo había sido en sus fantasías, pero ahora en el
mundo real y para seres reales. Y sabía que estaba en su poder hacerlo. Porque
los hombres podían cerrar los ojos ante la grandeza, ante el horror, ante la
belleza y cerrar los oídos a las melodías o las palabras seductoras, pero no
podían sustraerse al perfume. Porque el perfume era hermano del aliento. Con él
se introducía en los hombres y si éstos querían vivir, tenían que respirarlo”.
"El perfume"
(1985) Patrick Süskind
Desde el punto de vista químico, el olor es una sensación, un estímulo que percibimos en el olfato, producido por la interacción de
una sustancia orgánica gaseosa con los receptores
olfativos. Por eso, es posible que los primeros perfumes surgieran de la quema de ramas o resinas de ciertos árboles y también es posible que se
asociaran al culto a las divinidades, ya que el humo tiende hacia el cielo. En
cualquiera de los casos, un carácter sagrado rodea el perfume desde la Antigüedad.
La palabra “perfume”
o “perfumes” deriva del latín “per”-“fumare”, que significa producir humo, haciendo referencia a
las sustancias aromáticas que podían
ser percibidas, cuando ciertos tipos de madera desprendían humo al ser quemadas. Desde
tiempos ancestrales, se han quemado inciensos
y resinas en las ceremonias
religiosas y hemos disfrutado de la variedad de aromas y esencias que la
naturaleza nos ofrece. Actualmente, la palabra “perfume” se refiere al líquido aromático que usa una mujer o un
hombre, para desprender olores agradables. Como no nos gusta nuestro olor, lo
ocultamos. Hemos desviado la atención
para creer que oler, es oler bien y oler bien, no es oler a ser humano.
Nuestro olor es a sudor
y feromonas. A través de las feromonas,
sustancias químicas que envían señales de olor subconscientemente a las
personas del sexo opuesto, se fomenta la reproducción y se hace
posible la continuidad de la especie. El olor de ciertas personas nos atrae y
de forma muy sutil diferenciamos, tan bien como los animales, los olores
sexuales.
Por otra parte, el sudor
nos huele mal y siempre lo queremos camuflar con otros olores que nos son más
agradables. Sin embargo, pocos sabemos que las dietas y las formas de vida inadecuadas generan gran cantidad de toxinas, que son expulsadas, entre
otras vías, por el sudor. Nuestro sudor huele peor por nuestra
toxicidad y porque vivimos en un mundo muy contaminado. Con ciertos cambios
en nuestros hábitos de vida, el sudor olería diferente y no nos sería
tan desagradable.
El olfato es y ha
sido siempre un órgano para la supervivencia. A través de esta sofisticada
ventana, el individuo capta información del ambiente externo, es capaz de
modificar su comportamiento y puede establecer su gusto por determinados
ambientes y alimentos. El olfato
también nos dice si algo está contaminado y nos ayuda a reconocer fenómenos
presentes en nuestra vida diaria, que pueden ser agradables o desagradables
para nosotros.
Con el olfato
evocamos y nuestra memoria subconsciente nos trae al presente historias tan
antiguas como la vida misma. Todo lo que es nuestro mundo, está unido también a
lo que olemos. La evocación de los olores del pasado nos acerca a memorias que,
como todas, llegan a nosotros para ser
reconocidas y sanadas. Lo que consideramos mal olor es aprendido, pero nos disgusta mucho lo que percibimos
como desagradable a través de cualquiera de nuestros sentidos. Es evidente que
también dependemos de nuestra necesidad de ser aceptados y reconocidos a través
del olor y que, por supuesto, rechazamos
a quien nos huele mal, como muestra
de lo que rechazamos de nosotros mismos y de la vida. Esa podría ser una de las
razones por las que utilizamos tanto los aromas
y perfumes.
En las antiguas civilizaciones, desde Egipto hasta Grecia, Flores, plantas aromáticas y resinas
eran ante todo materias primas que se quemaban para hacer culto a los dioses. Quizás
se creyera que también los dioses discriminaban los olores y que se sentían
halagados ante la emisión directa al cielo de un olor agradable. A esto hay que
añadir que es también en Egipto
donde se dan los primeros pasos en el arte de la elaboración de esencias y perfumes. Allí, los
sacerdotes tenían el cargo exclusivo de elaborar deliciosas substancias, cuya
fórmula era un secreto celosamente guardado.
Los persas
aprendieron a macerar flores en aceite,
para luego exprimirlas cuando éste estaba impregnado de sus aromas. Cuando Semiramis creó los famosos jardines
colgantes de Babilonia, hizo traer
flores exóticas de la India y Arabia
y árboles de resinas aromáticas para la producción de perfumes. Tras las conquistas de Alejandro Magno, los griegos conocieron los perfumes egipcios y se quedaron maravillados. Ellos llegaron a
considerar que el perfume tenía
origen divino y a las mujeres que los preparaban se les atribuían poderes
místicos.
Igualmente, los romanos invocaban y honraban a sus
dioses y emperadores "per
fumum", a través del humo de materias olorosas y ungiéndoles con
aceites perfumados como sándalo,
tomillo, lavanda o enebro. Hacia el año 1000 Los Árabes, de la mano de Avicena,
inventaron la destilación de aceites de plantas lo que facilitó el comercio y
el transporte de sustancias aromáticas. A partir de aquí, el perfume se puso de moda en la alta sociedad,
y tendió a ser un signo de opulencia. Los viajes de Cristóbal Colon y Magallanes al Nuevo Mundo contribuyeron al descubrimiento de nuevas sustancias
aromáticas.
En la época Dorada,
la corte de Louis XV fue bautizada
como "la corte perfumada"
y el uso de un perfume por día
estaba tan de moda que Montpellier y
Grasse se peleaban por el cultivo de hierbas medicinales y flores (clavel, violeta, lavanda, jazmín, rosa o
tuberosa). Ellos, a su vez, mejoraron las técnicas de extracción y de
destilación de esencias. En Colonia,
Jean-Antoine Farina lanzó el agua de
Colonia.
Con la llegada al trono de Napoleón, comenzó la era de los perfumes. Su elaboración se convirtió, entonces, en una industria
en auge, que proporcionaba tantos puestos de trabajo como dinero. Llegados
aquí, ya no era sólo importante la
fragancia, sino también el frasco, el envoltorio y la publicidad.
Con el siglo XX el
arte de elaborar esencias y perfumes
siguió creciendo. Toda la tecnología se sofisticó. La química de síntesis, con
sus notas inéditas, provocó una revolución olfativa. Nació la perfumería
moderna. De aquí en adelante han aparecido más y más marcas de perfumes, que empatizan con los cambios
de vida del momento. La química de los olores no deja de innovar, hasta el
punto de incorporar tecnologías tan revolucionarias como la genética. El perfume está de moda. Pero… ¿A
qué coste? Ya no existen las esencias
naturales, sino elaboraciones químicas, fragancias, que aportan a los
productos de higiene muy buen olor, pero también toxicidad.
Con el tiempo ha ido surgiendo una necesidad cada vez mayor
de ocultarnos, de ocultar lo que evocamos, de ocultar nuestro olor, de ocultar
los olores de nuestro entorno y la industria se pone las botas ante esta
necesidad. Dependemos de las apariencias y mostramos un olor que no es nuestro
olor, pero que nos da la seguridad de ser aceptados, de no ser descubiertos y
que por otro lado, nos intoxica y lucra a la gran industria.
El término "fragancia"
hace alusión a una combinación de productos químicos que proporcionan un aroma
único y distintivo al perfume. Estos
ingredientes pueden ser derivados del petróleo
o de materias primas naturales, o
pueden ser producidos sintéticamente. Los fabricantes de perfumes suelen comprar mezclas de
fragancias de las compañías que se especializan en desarrollar estas sustancias
y luego las combinan para crear un aroma único.
Las fragancias se usan
muy profusamente, tanto para dar olor a productos diversos (cremas, champús, geles…) como a perfumes y aguas de colonia. Aunque los aromas siempre son
agradables, nunca sabemos con certeza las composiciones o las mezclas químicas
que se han utilizado en su elaboración y por tanto, desconocemos si algún químico nocivo ha sido añadido. No
sabemos nada de la composición de lo que ponemos en nuestro cuerpo, simplemente
si nos gusta, lo usamos, pero que algo desprenda un buen aroma, no significa
que sea saludable.
Además, el uso de fragancias
es muy preocupante en la actualidad, porque no existe una legislación clara de
los componentes para la elaboración de las mismas y por la gran cantidad de
productos en los que aparecen, desde detergentes
para la ropa a productos de limpieza, ambientadores, pesticidas, jabones,
cremas o perfumes. También preocupa el que
no se detallen las sustancias concretas que las integran y el hecho comprobado
y conocido de que muchas de las
sustancias empleadas son perjudiciales para
el medio ambiente y la salud.
Según Greenpeace,
de entre las marcas más conocidas, Body
Shop utiliza actualmente almizcles
artificiales y ftalatos en algunos de sus productos, pero han adoptado una
política de no utilización de estas sustancias en sus nuevos productos y de
eliminación progresiva en los antiguos. El resto de una larga lista de grandes empresas
como L’Oréal se han negado a
suministrar información suficiente sobre las sustancias químicas contenidas en
sus productos de Armani o Lancome, Helena
Rubistein, Ralph Laurent o Cacharel. Lo mismo ocurre con Procter & Gamble que se ha negado a
suministrar información suficiente sobre las sustancias químicas contenidas en
las fragancias de Hugo Boss o con Idesa Parfums, creadora de las
fragancias de Armand Basi.
Esto se repite con los productos de la marca Roberto Verino, Jesús del Pozo o Tous de Perfumes
y Diseño o con las marcas Carolina Herrera y Adolfo Domínguez de Antonio Puig. La asociación Nacional de Perfumería y Cosmética STANPA, a la que
pertenece Antonio Puig, cree que el
consumidor ya tiene suficiente información de sus productos y no necesita saber
más acerca de la composición de los mismos. Volvemos a ver esta misma actitud en
LVMH que también se ha negado a
suministrar información suficiente sobre las sustancias químicas contenidas en Poison de Christian Dior, Guerlain y
Givenchy, o Chanel, Lancaster y Estée Lauder de cuyos perfumes, Chanel nº5, Lancaster Joop!, Estée
Lauder, Pleasures, Beyond Paradise,
Clinique, Aramin y Tommy Hilfiger se desconoce la composición.
Análisis encargados por Greenpeace han revelado la presencia de xileno de almizcle en el perfume Chanel nº5, que también contiene dietihexil flalato (DEHP) y dietilflalato, sustancia tóxica para la reproducción. Otros
estudios han mostrado que Eternity Eau de Toilette de Calvin Klein
contiene 22.299 mg/kg de dietilftalato, 38 mg/kg de diisobutil
ftalato, 14 mg/kg de dibutilftalato (DBP) 88 mg/kg dietilhexiftalato (DEHP),
7992 mg/kg de HHCB (un almizcle artificial) and 50 mg/kg de tonalide. Ya
sabemos que las sustancias DBP y DEHP alteran el funcionamiento hormonal. Datos
preocupantes son encontrados, igualmente, en el perfume Poison Eau de Toilette que contiene 6248 mg/kg de almizcle sintético HHCB, 20 mg/kg de tonalide, 5675 mg/kg
de dietil ftalato, 33 mg/kg de diisobutil ftalato, 14 mg/kg dibutil ftalato y
167 mg/kg de dietilhexil ftalato.
Como vemos, prácticamente todas las grandes marcas están
presentes en este listado de Greenpeace
y todas ellas con una marca en rojo. Todas, excepto Body Shop, son, cuanto menos, sospechosas de añadir tóxicos a sus productos. Curiosamente,
estos productos de marcas conocidas son los más vendidos.
De entre todas las sustancias que podemos encontrar para dar
olor, hay unas veinticinco que son muy
nocivas, algunas de ellas cancerígenas
como la anilina, el BHA
(hidroxibutilanisol), la ciclohexanona, el ftalato de dibutilo, el dietilhexil
ftalato, la hidroquinona, el MIBK (metil isobutil ketona), el nano dióxido de
titanio, el nano óxido de zinc (20-60nm), el octoxinol-6 (y otros octoxinoles:
7, 11, 12, 13, 16, 20 , 25, 30, 33, 40, 70) , el PEG-3 sorbitán oleato, el
PEG-6 sorbitán oleato y el resorcinol.
Un estudio realizado en los Estados Unidos, analizó 25
productos que contenían fragancias.
Los productos pertenecían a diferentes categorías, ambientadores, productos de lavandería, limpiadores y productos de
cuidado personal, eran productos muy vendidos y en algunos casos pretendían
ser bastante naturales. En ellos se detectaron 133 Compuestos Orgánicos Volátiles (COV s), con un promedio de
17 COV por producto. 24 de estos compuestos estaban
clasificados como tóxicos o peligrosos por las leyes federales de
los Estados Unidos, casi la mitad de
los productos emitían, por ejemplo, uno o más cancerígenos y "peligrosos
contaminantes del aire", como el 1,4-dioxano,
el acetaldehído, el formaldehído y el
cloruro de metileno.
Ponerse perfume o
colonia es un ritual diario para muchas personas, por no hablar de la gran
cantidad de productos que usamos a diario, champús,
lociones, desodorantes… que contienen
fragancias propias. Lo que desconocemos es que los aromas agradables
escondidos suelen ser productos químicos
relacionados con trastornos hormonales,
problemas reproductivos e incluso cáncer.
Tenemos muchos venenos en nuestro aseo
personal.
Cualquier producto que contenga fragancias sintéticas es cuestionable, porque con toda seguridad
está cargado de productos químicos
sintéticos que se han relacionado con la incidencia de cáncer, toxicidad reproductiva, alergias… Y aunque los organismos
encargados tienen autoridad directa para regular los ingredientes dañinos en
los cosméticos y productos para el
cuidado personal, no la ejercen... El Grupo
de Trabajo Ambiental (EWG) explica:
"Cuando vea la
palabra 'fragancia' en la etiqueta de un producto de cuidado personal, piense
que es un ‘producto oculto’. Una importante laguna en la ley federal de la FDA
permite que los fabricantes de productos como champús, lociones y jabones para el
baño incluyan casi cualquier ingrediente en sus productos bajo el nombre de
'fragancia' sin que se tenga que hacer listado de los productos químicos que la
componen.
Las empresas que
fabrican productos para el cuidado personal están obligados por ley a enlistar
los ingredientes que utilizan, pero las fragancias y las fórmulas secretas
están exentas."
En pruebas realizadas por el EWG, se pudieron encontrar un total de 38 productos químicos que no son mencionados en las etiquetas de 17 fragancias de marca, como Chanel, Giorgio Armani, Bath & Body
Works, Old Spice, Calvin Klein y más. El producto promedio de perfumería
contiene 14 productos químicos que
no son mencionados en las etiquetas. También es alarmante, no sólo el
desconocimiento de los ingredientes en
la fragancia, sino también de los efectos de los mismos cuando son
mezclados, ni tampoco se ha evaluado la seguridad de los productos en spray para el cuidado personal.
La industria de las fragancias
tiene permitido autorregularse, a través de una asociación comercial conocida
como la Asociación Internacional de
Fragancias. Esta asociación se encarga de realizar las pruebas de seguridad
para determinar si los ingredientes son seguros, pero esta asociación tampoco
ha evaluado la mayoría de los productos químicos. El Dr. Samuel Epstein, MD, presidente de la Coalición para la Prevención del Cáncer y autor de Toxic Beauty, afirma que las pruebas
que se realizan son mínimas y se limitan a los efectos sobre la piel y a
ensayos de toxicidad a corto plazo
en roedores. Las combinaciones químicas
que se crean para dar un aroma único, están normalmente protegidas como “secreto comercial”. Algunas de las
sustancias más comunes para crear aromas
son:
Parabenos: conservadores sintéticos conocidos
por interferir con la producción y liberación de hormonas.
Ftalatos: conservadores sintéticos cancerígenos
y vinculados a algunos problemas reproductivos comunes como la disminución del
recuento de espermatozoides, el desarrollo de pechos a edad temprana, los
defectos de nacimiento y daños en el hígado y los riñones.
Almizcles sintéticos: Estos están vinculados a trastornos
hormonales y se cree que persisten y se acumulan en la leche materna, grasa
corporal, sangre del cordón umbilical y en el medio ambiente. Además, las
fórmulas de los perfumes son consideradas como uno de los principales 5
alérgenos conocidos y pueden desencadenar ataques de asma. Por otro lado,
muchas personas tienen sensibilidad química a ciertas fragancias, lo que hace
del perfume un elemento tóxico no solo para las personas que lo usan sino
también, para otros que están en contacto con ellos.
Los mismos tipos de químicos son a menudo utilizados para la
elaboración de productos de limpieza,
velas aromáticas y ambientadores. Para evitar los efectos secundarios
desagradables, es aconsejable utilizar productos
sin perfume y excluir los productos cuyas etiquetas indiquen "sin olor", ya que esto podría
significar que el fabricante ha agregado un nuevo perfume para enmascarar el olor original.
Nuestra poderosa atracción por las fragancias, está ahora muy manipulada por los anunciantes y
comerciantes para vender cada día más. Importan las ventas, pero esas mismas
ventas hacen aumentar algunos problemas serios de salud y ciertas preocupaciones
éticas. El olfato es uno de los
sentidos más primitivos y mantiene una conexión muy estrecha con el sistema límbico, por tanto está
poderosamente conectado con la emoción y
la memoria.
Los fabricantes de productos saben esto y como resultado
agregan a las fragancias muchos más
productos de los que podamos imaginar. A menudo se usa el aroma para enmascarar
el olor de otros productos químicos
dañinos, pero también para mover muchos de nuestros aspectos emocionales.
Las fragancias
incluso son añadidas a los medicamentos, por ejemplo a los inhaladores y las cremas para deportistas, los abrillantadores y
limpiadores de muebles, el hilo dental, el esmalte de uñas, el papel, los
detergentes e incluso las bolsas de basura o los materiales para la construcción,
tales como pintura y barniz. Muchas tiendas ahora utilizan aromas de
renombre para perfumar el entorno, de esta forma atraen a la gente y mantienen
a las personas enganchadas a su establecimiento. Se sabe que los clientes de
las tiendas con ambientes perfumados se quedan en ellas por más tiempo y
compran más.
El primer paso para evitar las fragancias tóxicas es racionalizar su consumo. No necesitamos
perfumarnos tanto, ni aromatizar tantísimo nuestros hogares. En segundo lugar,
deberíamos priorizar el consumo de productos
naturales, ya sean elaborados en casa o de marcas ecológicas.
Renunciar a este tóxico
consumo de los perfumes
convencionales no significa que debamos renunciar a todos los aromas agradables,
tanto en el hogar como en los productos para el cuidado personal. Los aceites esenciales ecológicos son una
excelente opción para perfumar. Son
más volátiles y el olor es menos persistente, pero no son tóxicos. Otra opción, por supuesto, es renunciar completamente a
las fragancias... de hecho, hay
muchos estudios que demuestran que nuestro olor natural es mucho más agradable
a nuestros sentidos de lo que creemos.
“Hay en el perfume una
fuerza de persuasión más fuerte que las palabras, el destello de las miradas,
los sentimientos y la voluntad. La fuerza de persuasión del perfume no se puede
contrarrestar, nos invade como el aire invade nuestros pulmones, nos llena, nos
satura, no existe ningún remedio contra ella”.
"El perfume" Patrick Süskind
FUENTES:
Hogar sin tóxicos.
Carlos de prada. Ediciones i (Integralia La casa Natural S.L.), 2013.
Tu bebé, libre de
tóxicos. Yolanda Victoria Jordán López. Autor-Editor, 2014.
“Piel bella y Sana de
Forma Natural”. Raquel Cachafeiro Gil. Revista Vivo Sano, nº2. Fundación Vivo
Sano.
Guía para comprar sin
tóxicos. Greenpeace.
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