“Usted es lo que es debido a sus
hábitos diarios anteriores. Día a día usted construye o destruye su cuerpo.
Puede, pues, fortalecerlo o romperlo”.
Charles Atlas
El verano es tiempo de calor y piscina. La luz y el calor intenso invitan a
pasar mucho tiempo fuera de casa y no
podemos evitar el hacer pis donde
toque. Además, vamos mucho a la piscina,
lugar que se convierte casi en nuestro hogar provisional. Allí el cuerpo sigue
manifestando sus necesidades
fisiológicas, lo que nos obliga a utilizar las instalaciones comunes o a salir
del agua, cuando es donde mejor se está. Las dos cosas nos desagradan, así
que utilizamos la piscina como un orinal gigante. No obstante, nadar en
una piscina contaminada con orina y cloro no es agradable ni
saludable.
Un
equipo de ingenieros medioambientales de la Universidad de Purdue llevaron a cabo un experimento para comprobar
qué sustancias se producían al mezclar el ácido úrico presente en la orina o el sudor, con el cloro
que se utiliza para tratar el agua de las piscinas.
Ya
conocemos que para controlar el nivel de patógenos
microbianos en el agua de las piscinas,
regularmente se usa hipoclorito sódico,
un compuesto que puede sufrir cierta reacción al entrar en contacto con otros
elementos químicos, en especial, el nitrógeno.
Cabe señalar que orina y sudor son
fluidos que contienen urea, algunos aminoácidos, creatinina, ácido úrico y
nitrógeno. Según Ernest Blatchley,
uno de los profesores participantes en el estudio, la reacción del ácido úrico, presente en la orina, con el cloro, produce una serie de compuestos nocivos
para el organismo humano.
En
concreto, el experimento puso en evidencia que la mezcla de orina con el cloro de las piscinas genera la aparición de sustancias como la tricloramina o el cloruro de cianógeno.
La primera se relaciona con problemas
pulmonares, mientras que la segunda, además de afectar al pulmón, puede ocasionar daños en el corazón y el sistema nervioso central.
Además,
a niveles elevados, el cloruro de
cianógeno puede causar coma,
convulsiones y muerte. De hecho es una sustancia de la que no se puede
afirmar que en dosis más pequeñas sea “segura”,
ya que es un DBP y los DBPs han sido relacionados con
problemas de salud graves. De hecho, su uso está prohibido en todos los juguetes y artículos para el cuidado de los
niños (Directiva europea 2005/84/EC)
así como en cosméticos, pues se
considera cancerígeno, mutagénico y
tóxico para la reproducción.
Según
investigadores chinos y estadounidenses,
el 93% del ácido úrico de las piscinas procede
de la orina, pues cada vez que una
persona se “ahorra” la visita al
baño, deja en el agua, aproximadamente, entre 27 y 217 ml de líquido amarillo.
La orina es prácticamente estéril cuando sale del
cuerpo y a diferencia de la materia
fecal que puede causar enfermedades, la orina no representa riesgos. Realmente, es una valiosa fuente de
nutrientes que durante años ha sido utilizada para desinfectar las heridas y suavizar la piel. Actualmente se usa como
fertilizante eficaz y natural e
incluso, existe una técnica ancestral curativa denominada orinoterapia.
El
problema, por tanto, no está en la orina,
sino en lo que sucede cuando ésta se mezcla con las sustancias químicas contenidas en las piscinas, el cloro incluido, ya que los
subproductos de desinfección altamente tóxicos (DBPs), formados por las reacciones entre los desinfectantes de piscinas y la materia orgánica, incluyendo cabello,
piel, sudor, suciedad y orina son nocivos para el ser humano.
Todos
sabemos que el cloro es tóxico, pero puede
sorprender saber que los DBPs
creados por la reacciones del cloro
son muy peligrosos. De hecho, cuando los investigadores analizaron la evidencia
de los efectos genotóxicos y
respiratorios en los nadadores, que frecuentaban una piscina tratada con cloro,
durante tan sólo 40 minutos, estos
encontraron:
- Un aumento de micronúcleos en los linfocitos de la sangre.
- Mutagenicidad en la orina, un biomarcador de la exposición a agentes genotóxicos.
- Un aumento de CC16 en suero, lo que sugiere un aumento de la permeabilidad del epitelio pulmonar.
Además,
se sabe que los trihalometanos (THM),
uno de los DBPs más comunes, son cancerígenos del Grupo B, lo que
significa que pueden causar cáncer en animales de laboratorio. También han sido
relacionados con problemas reproductivos
tanto en animales como en seres humanos, incluyendo abortos espontáneos, muerte fetal intrauterina y malformaciones
congénitas, incluso a niveles bajos.
Las
personas que frecuentan las piscinas
tienen mayor riesgo de padecer cáncer de
vejiga que las personas que no las frecuentan e incluso se ha sugerido
que los DBPs son en parte
responsables del aumento en el riesgo de melanomas
entre los nadadores. El riesgo de cáncer
por exposición de la piel al agua de las
piscinas compone más del 94% del
riesgo total de cáncer por
exposición a los THMs.
Además
de alterar genéticamente al individuo, la exposición a la mezcla de orina y cloro da como resultado una mayor probabilidad de
sufrir asma. Especialistas en Neumología aseguran que el riesgo de asma puede aumentar hasta el 60% cuando la exposición al cloro es intensa y prolongada,
especialmente si se trata de niños y
nadadores profesionales. Ellos afirman que cuanto más pequeño es un niño, más tiempo pasa nadando y más
agua ingiere, mayores probabilidades tienen de presentar síntomas de asma y daño pulmonar.
La
mayoría de las piscinas públicas
están llenas de cloro, ya que creemos
que así aseguramos la eliminación de bacterias
y otros organismos, pero incluso una
piscina particular podría ser tóxica si es tratada con esta sustancia,
porque cualquier materia orgánica, cabello,
piel, sudor o suciedad puede reaccionar con ella para crear DBPs. Por ejemplo, los instructores de natación tienen el
doble de probabilidad de sufrir sinusitis
o dolor de garganta con frecuencia y más del triple de probabilidades de
tener resfriados crónicos.
Igualmente,
los DBPs podrían causar un debilitamiento del sistema inmunológico, alteraciones en el sistema nervioso central,
efectos dañinos en el sistema cardiovascular, funcionamiento poco saludable del
sistema renal e impactos dañinos en el sistema respiratorio.
Pero
los peligros por exceso de cloro
en la piscina van más allá, los
aficionados a la natación sufren infecciones
de oídos con mayor frecuencia que el resto de la población debido a la
humedad provocada por los baños continuos, pues se crea un ambiente que
facilita la proliferación de
microorganismos en el conducto
auditivo externo, sobre todo si los nadadores se sumergen en aguas
demasiado cloradas o si el ácido
úrico en el agua de la piscina es elevado.
Las piscinas cubiertas son áreas de
exposición al cloro y, por supuesto
áreas de sobreexposición a los subproductos del mismo. Por otro lado, las importantes
concentraciones de cloro habitualmente
presentes en el aire de las mismas, pueden provocar la formación de otros diferentes
derivados clorados.
La
natación es considerada uno de los
deportes más completos, pero ya vemos que tiene riesgos que nosotros no podemos
controlar. Nadar en el mar o en agua no tratada o no contaminada es una excelente alternativa. Una opción saludable,
poco utilizada, son las piscinas de agua
salada.
Si
te gusta nadar, sigue nadando, pero protegiendo tus ojos, tus oídos, tu piel y los pulmones, cosa difícil de hacer
en las masificadas piscinas veraniegas. Sobre todo hay que tomar conciencia de
que los espacios públicos requieren
nuestro cuidado. No podemos llenar las piscinas
de orín, son espacios compartidos que deberíamos cuidar. Otra opción es el
uso de agua salada y de
potabilizadoras que limpien y depuren constantemente, con la intención de
evitar el uso excesivo de compuestos
clorados. El cloro desinfecta
pero no es un buen aliado para nuestra salud.
“Un mal hábito entra como un huésped, se une a la familia y, finalmente, se hace con el control”.
El Talmud
FUENTES:
Revista de la Sociedad Americana de
Química: Environmental Science and Technology.
ABC.es Veraneando.
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